jueves, mayo 19, 2022

DIPLOMACIA ESPAÑOLA Y CURA (RUSA) DE HUMILDAD


El ministro ruso de Exteriores, Lavrov, notificando la expulsión de los 27 miembros de la represesentacion diplomatica española que deberán abandonar el territorio ruso en el espacio de 7 días, y que -declarados personas "no gratas"- hasta nueva orden no podrán volver más. Fracaso histórico clamoroso de nuestra diplomacia, en la gierra de Ucrania. En la que España no obstante se veia imbuida de una mision especial. A la autocrítica tocan. Menos arrogancia y un poco mas de humildad

Cuando yo era adolescente, hacia finales de mi bachillerato -finales de los sesenta-  yo quería ser diplomático. El mundo era otro, era otra época, y otros sueños y expectativas o -como dicen los linguistas (franceses)- otro horizonte de perspectivas, era (o eran) en jóvenes desprevenidos e indefensos (pese a las apariencias) como yo los que llenaban sus cabezas. "Como anillo al dedo para alguien como tú. Un ejercicio de derecho civil, otro de idiomas que a ti no se te dan  mal, y otro de cultura general", me aseguraba y repetía en el viaje de recreo (como lo fue para mi) el capitan de aquel barco mercante mi tío querido, en plan aleccionador, siguiendo fielmente (a todas luces) las instrucciones de mi difunto padre, y mis ojos brillaban relamiéndome en mis aficiones (y erudiciones), y mi cabeza hacia planes y proyectos de futuro sin parar. Como el Luiso inolvidable aquél (libro de texto, un respeto, "María matrícula de Bilbao", en la asignatura -entre las tres marías- de Formacion del Espiritu Nacional) Como si el futuro (tan oscuro) fuera cuestion de eso apenas, de estudiar, de sentarse (sic) (como me decian) -y no de andar en busquedas (en francés "recherche") en un incansable caminar-, de aprobar un examen, y esperar un poco (las notas o resultados) y nada más.Y la vida y el otro mundo tan distinto en el que vine a seguir a a parar se encargaron de bajarme del burro, en el intineraio tan atípico que el Destino me deparó (léase la diosa Fatalidad) Pero el sueño no moría, resistentes y correosos como lo son -los más ingenuos y más puros de entre todos ellos aún más- que duran y sobreviven que es una barbaridad. 

Y tras mi gesto de Fatima y lo que se siguió- léase mi encarcelamiento duro y largo y traumático en Portugal- yo seguía queriendo ser diplomático con la anuencia y aprobacion de mi difunto padre, que seguia creyéndose -pobre!- que lo de volver para mí a la normalidad era sólo cosa de coser y cantar. Y cuando después de aquello llegué a Madrid, ni corto ni perezoso -craso error!- busqué informarme en la Escuela Diplomática. Nunca lo hubiera hecho! Pues mientras miraba el tablero de anuncios, se me acercó de improviso un "segurata", que me llevó a un cuarto a oscuras, la puerta semicerrada, para informarme en su posicion de firmes que le habian dado ordenes (terminantes) de que abandonase el edificio a toda prisa. Sin más. Y no me lo di por no enterado, no, que aquello fue -ante el desazón y la decepcion de mi difunto padre que finjía no darle a aquel incidente la importancia que yo le prestaba (la que tenía en realidad)- lo que me decidió a emprender una nueva travesía -hasta hoy- por las rutas de la expatriacion. Eso y nada más, que nadie me echó como me insisten (ingenuos) hoy todavía algunos? Sí y no, la pura verdad. 

Y lo traigo aquí a colación sin ánimo de revancha o de rencor o de resentimiento (trágico) alguno -mi palabra!-, sino por no perder el contacto con la actualidad. Todos los diplomaticos españoles de Moscú -informa en grandes titulares la prensa de ayer- en la puerta de salida, (37 miembros de nuestra representación, junto con 34 franceses y 24 italianos) lo que era facil de imaginar. Donde las dan las toman. Y un incidente tan grave, o tan serio -aunque "carente de incidencia alguna", como algunos insisten en glosar- nos invita a una reflexión urgente aquí sobre el cometido de diplomático  o sobre la diplomacia en general, rozando o chocando así a primera vista con la vocación o el espíritu militar. Un sino -uno más- de nuestra historia que me diga de los últimos siglos -marcados por el declive y la decadencia- de nuestra historia en general. Desde que el insigne Diego Saavedra y Fajardo y los otros plenipotenciarios españoles "firmaron con sangre -Eugenio Montes dixit- la primera autonomía", léase la de los Países Bajos españoles, como por casualidad (....) En Munster de Westfalia -"tumba del Imperio y de una causa perdida"- como declamó el citado autor falangista en "la Vuelta del Duque de Alba -del "Viajero y su sombra "- que habré citado no sé ya cuantas veces en este blog." 

Corruptio optima pessima", y la decadencia de nuestra diplomacia -como lo ilustra el (triste) incidente de actualidad que acabo de mencionar-, no empaña en modo alguno el brillo y la nobleza de una condición tan noble, tanto o casi como la de la vocación militar. Y me viene a la mente (y que aqui nadie se escandalice) el ejemplo del Duque de Alba, ilustre militar y estadista brillante, hombre o leyenda de hombre más bien, para bien y para mal. Como lo ilustra una obra ya no tan reciente de una profesora belga de la ULB (Universidad Libre de Bruselas) -fuera pues de toda sospecha- sobre la correspondencia diplomática del Duque de Alba desde Bruselas. De un título y subtítulo que eximen de glosas, comentarios y mayores abundamientos: "Los Países Bajos españoles -en traduccion del francés- y los Estados del Santo Imperio. (Retos y prioridades de la diplomacia en tiempos de tumulto) " Y en el escarbar de la correspondencia diplomatica del más alto nivel de uno de los hombres (y estadistas) mas calumniados y difamados de todos los tiempos, encontramos párrafos de lo más sabrosos (sin ánimo de faltar) "Son una maravilla -exclamaba el Gran Duque (por escrito) comentando el correo de los príncipes protestantes- los argumentos de estos traidores!" (....) 

Diplomacia al servicio del Estado y de la Milicia, para evitar la Guerra, o al servicio de ella -que la guerra es divina (sic) (Joseph de Maistre dixit)-, léase para explotar en los despachos y cancillerias, los frutos y dividendos de la Victoria en los campos de batalla, no para esquivar (vacilantes, sin saber qué hacer) una misión tanto como la otra, especie de (triste) sino de la diplomacia española en estos nuevos tiempos de tumulto, como lo ilustra de nuevo la guerra en Ucrania. Donde los españoles teníamos y tenemos -más aún si cabe que Francia, tercera potencia diplomatica del mundo (según acabo de leer) en la actualidad detrás de los Estados Unidos y de China-, voz y voto, y una vocacion (especial) de mediacion en el seno de una (trágica) guerra civil -europea (sic)-, para nosotros, como la que están riñendo rusos y ucranianos, y como la que nosotros vivimos hace no tanto también. Y con los que nos une la historia -la que fue no la que están por reescribir- como con los rusos, o por razón de cultura y de religión, como con esos ruso/europeos ocidentalizados -o canónicamente reconciliados (....)- que son los ucranianos. 

Y esa ausencia olímpica de la diplomacia española brilla olímpicamente si cabe aún más, con el apagamiento (apocalíptico) al que asistimos de la diplomacia pontificia (sic), vacilando hoy como ayer -en el umbral de una guerra nuclear (...)- entre la Paz (PAX) mundial -que en el Concilio aún nota bene (humeante la guerra fría aún) tanto les preocupó- y los intereses e imperativos y las exigencias y servidumbres de una guerra de religión, -entre catolicos/uniatas y ortodoxos. Léase entre Roma y Moscú.  A autocriticarse tocan! La hora del final de la arrogancia, y de la cura de humildad. Dicho sea sin ánimo de faltar 

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