La muerte del coronel Gadafi a manos de sus captores habrá venido a ser espantajo numero uno a nivel mundial -erschrekkende bild, en alemán- como lo fue para una gran parte de la sociedad de su tiempo la revolución bolchevique un siglo antes. Símbolo máximo de la fealdad insoportable de la Muerte (léase del Mal) Y a ese titulo puede ser vista habiendo sido anunciada – a modo de parábola (oriental)- por la muerte de Cristo en la Cruz, en lo que tuvo de escarmiento, léase de muerte ignominiosa“No hubo nunca más cristianos que el que murió en la Cruz” escribe Nietzsche en el Anticristo (párrafo 39) Y me viene a la mente ante el hecho irrefutable del tirón que sigue ejerciendo la Semana Santa española en algunos sitios más señalados sobre todo, y entre un sector considerable de la sociedad española (salvedad hecha del turismo extranjero) Y en particular, el que sigue ejerciendo -a los ojos atónitos de muchos- el desfile de la Legión con el cristo de la buena/muerte por las calles de la capital malagueñ. Gracias sobre todo a la (magnifica) escultura barroca de Juan de Mena, en al cumbre de la policromía sacra de nuestro Siglo de Oro.
¿Cristiano el cristo de Juan de Mena, cristianos los legionarios que pasean el cristo doliente por las calles, en señal de triunfo de desafío? Digamos que el célebre cristo legionario no es más cristiano que en proporción inversa a lo que tiene de soportable y de edificante. Otros cristos de la historia del arte sacro son mucho más difíciles de soportar, como esos cristos alemanes de la Baja Edad Media que inmediatamente precedieron la irrupción del protestantismo, que en esa misma medida eran mucho mas cristianos, mas cercanos que el arte sacro barroco posterior a la realidad histórica de la Cruz. Como lo es el cristo en la Cruz del maestro de Grunewald, contemporáneo y de un medio próximo al maestro Durero, en la cumbre del arte sacro del bajorrelieve alemán del Mil Quinientos. Un cristo que refleja toda la fealdad y hediondez de la Muerte, todo lo que la Muerte tiene de deprimente, y de desconcertante y de corruptor y de desmoralizarte en resumidas cuentas.
Y esa se puede decir que sea la esencia del cristianismo, la muerte en la cruz. Que no vendría a ser -de un punto de vista- más que una parábola con veinte siglos de adelanto, de las escenas atroces trasmitidas en directo al mundo entero de la muerte -a cámara lenta- del coronel libio Gadafi. Cristo y Gadafi ¿comparaciones odiosas? No más que la que ofrecen (de tan evidente) el Pentecostés evangélico y la indignación callejera que hizo eclosión con el 15-M, veinte siglos después. ¿Cristianos los legionarios, cristiana la Legión? Digamos que cristianizados. No lo era el Tercio en su origen desde luego, y si hay alguna duda ahí esta el testimonio histórico -y literario- de una novela histórica de antes de nuestra guerra civil del escritor falangista Luis (Lluys) Santamarina, “Tras el águila del César. Elegía del Tercio” (1924), y en particular algunas de sus escenas mas transgresoras como las que se narran en el capítulo “la misa negra de los aguiluchos”
Este clásico de literatura “maldita” que me leí en el momento de su publicación (1971) me pareció entonces como un espejismo o un aparición: que una obra de ese título y de ese contenido -e incluso de ese color en la portada- pudiera ver la luz (sin problemas) en los escaparates de las librerías de la España de entonces -años finales del régimen de Franco-y en particular las librerías de la zona de la Ciudad Universitaria madrileña, que no sé si algunos de mi generación lo recuerdan todavía. A mi desde luego no se me fue hasta hoy de la retina. ¡Qué inflación de literatura marxista! -canónicamente marxista incluso-, estoy seguro que sin paragón alguno en el panorama editorial y cultural de los demás países occidentales entonces! Una secuela sin duda de las mas visibles de la rendición del régimen de Franco a los aliados en el 45. En ese libro se recogía un capitulo -bajo el título “La misa negra de los aguiluchos”- de la novela histórica del escritor falangista Lluys Santamarina “Tras el águila del César. Elegía del Tercio (1921-1922)”, con el telón de fondo de la fundación del Tercio de Extranjeros y del desastre de Anual (1921) y la guerra de Marruecos. ¿Cristianos los primeros legionarios? ¿Cristianas sus máximas referencias históricas? ¡A otros perros con ese hueso!Aquí en este blog ya señalé los motivos que habrían inspirado a Millan Astray en la fundación del Tercio de extranjeros, que él tomaba prestado sobre todo a la mística guerrera de los samuráis,y en particular al código de conducta de aquellos que ese vería recogido en el Bushido, su libro sagrado, que Millan Astray tradujo el mismo al castellano. Redención por la guerra y por la sangre, en las antípodas de la redención/cristiana (del demonio, del infierno y del pecado) Y ese fue el espíritu que guió a la Legión en la guerra de Marruecos y en nuestra guerra civil. “La legión huele a crimen y a desierto, a pólvora y a camello muerto”, escribe Umbral en la leyenda del césar visionario, retratando (a su manera) aquellos legionarios que servían de escolta al fundador del cuerpo en sus paseatas -firmando autógrafos a sus admiradoras- por las calles de Salamanca durante la guerra civil. “De una ferocidad como como de cachorros de loba”
A la vejez viruelas, y si a Millan Astray no consiguieron bautizarlo y convertirlo del todo, si que lo consiguieron con sus herederos. Y fue en el marco de largo proceso de clericalización del régimen surgido d ella victoria en el 36 y de su rendición a los laidos en el 45. No sé exactamente de donde viene la tradición de la procesión/desfile del cristo legionario, pero cabe suponer que hunde sus raíces en la guerra civil del 36 en una reacción fatal a la iconoclasia imperante en zona roja. Un cristo pagano o más pagano que cristiano, como sea, el que representa toda esa (excelsa) imaginaria barroca y renacentista del Siglo de Oro español. A imagen de aquel catolicismo de Contrarreforma que según sus detractores (protestantes) lo tenia todo de pagano y nada de cristiano.
A saber, de una religión pagana que venia a honrar -a su manera- la muerte del único cristiano que en el mundo hubo, el que murió en la cruz. Esa es la realidad del cristianismo, lo demás, lo que vino después no fue mas que mera invención de Pablo de Tarso. el verdadero fundador, “el “inventor” del cristianismo primitivo, o si se prefiere del judeocristianismo.
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