martes, enero 10, 2017

FELIPE VI A LA ARABIA SAUDÍ ¿SÍ?

Félix Rodríguez de la Fuente en viaje a la Arabia saudita para hacer entrega al monarca saudí de dos halcones peregrinos regalo de Franco. Le seguirían los viajes (de estado) a aquel país del rey Juan Carlos. Eran otros tempos. Después vendría el nacimiento del integrismo islámico que sueña (despierto) con el Andalus, y el estallido de las primaveras árabes, y la emergencia de una nueva potencia el emirato de Qatar, aliada y rival al mismo tiempo dela monarquía saudí, y refugio y criadero e incubadora de las facciones islamistas más extremas, como lo habrá puesto de manifiesto la guerra en Siria. Los tiempos y los vientos han cambiado y mucho en el mundo árabe musulmán los últimos años. ¿Seguir con los viajes de estado de siempre como si no hubiera pasado nada? Nada aprendieron y nada olvidaron, se dijo de los borbones franceses de la Restauración (tras su caída)
Visita de Felipe VI Arabia Sayudi, aparte de mi ese cáliz. La conexión saudí viene de lejos en la España de la posguerra desde aquellos años sesenta, tiempos del rey Saúd que dejaría tras suya una leyenda ruidosa de sus visitas a España , repartiendo propinas y lisonjas en los hoteles, en los museos y campos de fútbol (que no a las plazas de toros). Poco después empezarían a florecer como hongos las mezquitas de la Costa del Sol, sueño de los unos y pesadilla de los otros. El sueño cruel -Claudio Sánchez Albornoz díxit- de una España sin Reconquista. Y secuela de aquello lo sería también la irrupción de magnates saudíes en las playas andaluzas -años ochenta- dando muestras de una arrogancia y una altivez como si estuvieran entierras de conquista (que me diga de reconquista) hasta extremos de poner a su servicio lo mas granado de la aristocracia española que a su lado hacían figura de pobres lacayos, de pardillos (y no doy nombres, alguno de ellos todavía sin duda en la mente de todos)

Estuve yo en Córdoba por vuelta del mes de febrero del 87, poco antes de dar el salto a Bélgica a donde acudí a entrevistarme -en presencia de testigos, miembros de mi familia, y de terceros- con Roger Garaudy presente en la capital cordobesa con ocasión de la celebración de un congreso (sic) sobre las religiones del Libro (a saber, el judaísmo el islam y el cristianismo) y que me concedió unos minutos en el hotel en el que me encontraba alojado. Ya lo he contado aquí y en otros sitios, cómo la entrevista se aguo por la irrupción -en labios de mi interlocutor- del nombre de Stalin en la conversación que provocó mi reacción de desaprobación y que me ganó el verme tratado de hijo de papa (sic) por Garaudy, que iba por entonces de gran converso del Islam (procedente de la izquierda comunista) entre la intelectualidad occidental.

No sé por qué lo haría pero el célebre ex-comunista -semi/refugiado en Suiza por aquel entonces, por lo que me dio a entender- aprovechó mi presencia para confesarse en untono lastimero no exento de patetismo en cierto modo, y era de la encerrona en la que se veía atrapado en su vida por entonces, algo que no especificó pero que resultaba, de lo que se desprendía de sus palabras, de una evidencia extrema, y lo contaba en presencia de la que presentaba como su mujer, ataviada rigurosamente en atuendos (y velo) islámico y que decía ser saudí de nacionalidad, un país -”La Saudi” como repetía Garaudy (en francés) sin parar, que él veía a todas luces en el origen de sus desdichas. Garaudy era un converso del Islam situado a todas luces en la órbita del Irán por lo menos así me lo pareció, y en general de todo el conjunto de países y regímenes que formaban un frente anti-saudí por aquel entonces, la mayoría de los cuales -el régimen libio del coronel Gadafi para comenzar- se verían fatalmente blancos casi tres décadas después de las primavera árabes.

Pero aquello estaba todavía muy lejos en el horizonte,y el conflicto aquel subyacente en las palabras de mi interlocutor siempre latente al interior del mundo islámico, a mi español como no podía ser menos me pillaba también un poco lejos. Como asi me lo siguió pareciendo el país de las mil y una noches, custodio de los lugares/santos del Islam y organizador de las peregrinaciones multitudinarias a la Meca. Las primaveras árabes pusieron de pronto a la Arabia Saudí y a las monarquías del Golfo en la mirilla de mi atención, y llegó un momento, al final de intervención aliada en Libia con el desenlace de todos conocido, que el Qatar vino a perfilarse en los medios de la prensa global como la nueva gran potencia emergente del planeta.

Un país aún más lejano de los españoles que la Arabia saudí y al mismo tiempo cercano y amenazante por culpa de esa pasión española milenaria -y tan ultrajante- que arrastra el mundo árabe/musulmán por cuenta del Andalus. Como lo ilustra el nombre de la cadena de radio/televisión erigida dentro de las fronteras de aquel emirato, de Al Jazeera, de una resonancia tan inconfundible -y tan inquietante- para españoles, y a buen entendedor pocas palabras sobran.

La guerra en Siria en particular vino a cambiarlo todo, en el plano de las relaciones internacionales, y en el de los análisis de geopolítica y de geo estrategia. Y hoy, tras el desenlace (feliz) de la batalla de Alepo, y el encaminarse a todas luces a un final de la guerra en Siria cabe decir que los tiempos cambiaron, y los vientos también que de aquella zona geográfica del planeta soplan, y ya nada es como lo era antes, como antes de la fecha prevista inicialmente -el pasado doce de noviembre – para la visita a aquel país de Felipe VI. Y entre los perdedores de aquel gran reto geo estratégico se perfila en primera fila precisamente el Qatar y la Arabia Saudita.

Nada aprendieron y nada olvidaron, se dijo de los borbones franceses de la Restauración tras la Revolución Francesa. Y a fe mía que la perplejidad nos invade del anuncio dos meses después del primer anuncio, de la visita cancelada, que Felipe Sexto acabará al final efectuando -el próximo día 17- la visita de la polémica (y de la discordia) Como si no hubiera ocurrido nada entremedias

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