Manifestación en las exequias de los abogados laboralistas de Atocha (enero 1977) El suceso luctuoso aquel dio lugar a manifestaciones -como de la foto- de un signo guerra civilista innegable e inconfundible. Acorde al capítulo de guerra asimétrica que vivía España entonces en el contexto de la guerra civil interminable (de los Ochenta Años) Pío Moa -fuera de toda sospecha- habló de la izquierda violenta (sic) y le dio una data bien precisa (1968-1978) Y eso es algo que hoy cabe poder decir sin que se nos caiga el mundo encima como hubiera ocurrido hace unos años. ¿Contribuye acaso a conjurar el odio (sic) entre españoles -que erige ahora la jurisprudencia del Supremo en un valor objeto de especial amparo (caso Blanquerna)- la recordación y exaltación permanente de aquellos sucesos luctuosos y la difusión (propagandística) en paralelo de una interpretación de los mismos que silencia sistemáticamente la huelga insurreccional en el ramo de los transportes públicos que tenia declarada el partido comunista (de Santiago Carrillo) cuando sucedió aquello?Atocha, cuarenta aniversario. Me refiero al atentado que costó la vida a los abogados laboralistas de Comisiones Obreras. La efemérides habrá dado lugar a nuevas recordaciones y actos de exaltación de la memoria de las víctimas y de las familias y familiares de las víctimas y de los sobrevivientes de aquello, de los que leemos en la prensa de hoy que solo queda uno en vida, de un apellido -Ruiz-Huerta- de lo mas emblemático de lo que aquí venimos denunciado de antiguo -como lo volvía a recordar en la entrada que dediqué a Pablo Iglesias, y a su madre abogado que estuvo muy metida en todo aquello, que me habrá valido un récord -sólo separado por la entrada que dediqué a Paco de Lucía- de visitas en este blog, por lo que sea. Y es de ese fenómeno de trasvase ideológico en masa de los hijos (y nietos) de los vencedores del 36 y de sus descendientes directos, como lo ilustra el caso acabo de mencionar, de una familia de militares, de un bloque contiguo al mio de casas militares del ejército del Aire uno y otro-, donde crecí, en el madrileño barrio de Argüelles (zona de Moncloa)
Y como lo ilustra sin ir mas lejos el caso de una de las victimas, Benavides, abogado laboralista y nieto del general Ordaz. Una secuela ruidosa y llamativa todo ello de algo que nunca se quiso reconocer ni asumir por parte de los herederos de la memoria de los vencedores del Primero de Abril, a saber la rendición del régimen de Franco a los aliados en el 45. Y eso y solo eso explica ese y tantos otros fenómenos atípicos -o típicos si se prefiere de la historia de España en la posguerra. Y sin él no se comprende nada ni del tardofranquismo ni de la transición ni de la violencia larvada o declarada de la que se verían acompañados aquellos capítulos tan cruciales y decisivos de la historia de España en al segunda mitad del siglo pasado. De “izquierda violenta” habló (fuera de toda sospecha) Pío Moa en uno de sus libros de memorias -que da dató de una forma bien precisa (1968-1978)-, él que fue protagonista y exponente destacado de aquella izquierda.
En una edición reciente del diario el País -de hace tres días- se recordaba el caso de uno de los implicados en los atentados contra el despacho de los laboristas, del que se nos anuncia que es ya un hombre “libre” pero del que el articulo de diario se mostraba incapaz de dar noticia de su paradero, y de si aún estaba vivo tan siquiera. ¿Tan grande fue su pecado, tan grande fueron los “crímenes” de la llamada extrema derecha de la transición (y del tardo/franquismo incluso) comparados a los del terrorismo de extrema izquierda (GRAPO, ácratas y demás) y de la ETA, todos o casi todos ellos ya reintegrados o en vías de serlo en la sociedd española?
No soy sospechoso (que me registren), que todo aquello me pilló muy lejos -de alma y cuerpo- de España como todos aquí ya saben, aunque no tan lejos que no sea hoy capaz de evocarlo y de asumir -en lo que me cabe- aquel periodo de nuestra historia que nos pertenece por derecho propio a todos los españoles. De Juan Ignacio González Ramírez, el fundador y dirigente de la organización mencionada ya hablé en alguna ocasión, el único muerto aún no esclarecido de las violencias de la transición, líder de un movimiento político legal que cayó asesinado sin haberse visto convicto o acusado de crimen alguno.
A uno de los dirigentes del Frente de la Juventud le conocí yo hace mil diluvios en nuestros tiempos de la Universitaria madrileña -principios de los setenta- donde se mostraba como un estudiante mas -de la facultad de Derecho (unos años mayor que yo)-, pleno de convicciones ideológicas y políticas, sinceras o no no soy quien para juzgar, y cualesquiera que fuera su trayectoria posterior no pienso que tenga menos derecho cuarenta años ya transcurridos de todo aquello a verse reintegrado en la sociedad española -por las vías que eventualmente se le ofrecieran- que un Arnaldo Otegui (comparaciones odiosas)
Desde hace unos días gravita sobre las páginas de actualidad el llamado caso Blanquerna. ¿Contribuye no obstante a la reconciliación esa exaltación permanente -cuarenta años ya de aquello- de las victimas de aquellos sucesos luctuosos, o no hacen en cambio más que atizar el odio guerra civilista -léase por motivos ideológicos- entre españoles, algo que se erige en motivo fundamental de la sentencia de la que me habré ocupado recientemente en este blog en relación con el caso del asalto a la delegación catalana en Madrid, que gravita sobre las páginas de la actualidad desde hace unos días.
¿Cubierta también por la ley de la memoria histórica la interpretación -y la verdad probada de los hechos- que quepa atribuir a aquellos sucesos y al contexto -de huelga insurreccional (impulsada por el partido comunista)- en el que se produjeron? Honestamente pienso que no, por más que la interpretación oficial (y beligerante) de aquello se vea cubierto a día de hoy por la fuerza de cosa juzgada.
La jurisprudencia reciente -en el caso Blanquerna y otros casos más o menos comparables como el caso Alfón- viene a rehabilitar la noción de Orden Publico, durante décadas sumida en el mas completo de los silencios y de los olvidos. ¿Y se podrá negar acaso que los sucesos aquello de la muerte de los abogados laboralistas se produjeron en el contexto de graves (por no decir gravísimas) alteraciones del orden publico que llevaron a los españoles al borde del enfrentamiento (armado) y del re encenderse de al guerra civil interminable?
La alcaldesa actual de la capital de España no es de notoriedad publica de esa opinión. Con tal que no comparta la suya el papa actual al que tiene invitado a visitar a España en la primavera próxima, quedaríamos contentos. Entre tanto, la guerra civil interminable continua
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