lunes, octubre 17, 2022

BACHIR GEMAYEL, O EL SUEÑO MULTICULTURAL


Bachir Gemayel, jefe de las Falanges Libanesas (Kataeb), vivo en el recuerdo de muchos libanese aún hoy. De la suerte trágica de aquel guerrero de nuestra época, todos tienen aquí noticia, muerto en un atentado devastador (14 de septiembre 1982), justo después de mi detención en la cárcel portuguesa, de lo que supe leyendo -de ojos absortos- la prensa que allí dentro me llegaba, con el luto más negro y el mayor estupor. Después mucho lloviò, una tormenta o un diluvio -de agua o fuego- detrás de otro, en el Libano y fuera de alli, y mientras, el conflicto aquel se apagaba sin pena ni gloria (alguien me lo podría contradecir?) Siempre pensé que los maronitas, léase los falangistas fueron los grandes vencidos o perdedores de la guerra aquella: los que vivieron aquello de cerca me dicen ahora que no, que lo que estaba en juego no era -como lo pensé y lo sigo pensando hoy- el estatuto de liderazgo o de "dominación- de los maronitas en el Líbano (pluri) confesional, por lo que aquella situacion -o "estatuto- de hegemonia (si se le puede llamar así) frente al Islam, en tierra musulmana en cambio, Dar al-Islam, no podia ser visto en cambio más que como una horrorosa blasfemia, a ojos de lectores/piadosos del Corán. Y los signos no nos engañan, que apuntan todos unánimes en la guerra aquella -con la pérdida consiguienter- de la hegemonía maronira anterior- al Islam de gran ganador (...) Aspecto insoslayable de geopolítica -y más trágico si cabe, como tal- del choque migratorio en curso. Entre Europa y el Islam

 Guerra del Libano, aparte de mi ese caliz, que me sentía tentado de decir como así lo habré sentido y expresado desde que terminó la guerra aquella, que a distancia -"de lejos- tanto (confiteor) me marcó. Hasta que ahora después del encuentro crucial que tuve ayer -del que aquí después hablaré- me he decidido a asumir por fin, a modo de autocritica sosegada y rigurosa y de balance final. Fui (confiteor) partidario ardiente -magia y magnetismo de los nombres? no lo sé- de las Falanges Libanesas -léase del partido Kataeb- y de la nueva formación que a partir de ellos creó la guerra, de las Fuerzas Libanesas agrupando a todos los cristianos maronitas de aquel país de Oriente multiconfesional, frente a fuerzas polivalentes entre ellas -más o menos a la derecha o a la izquierda- pero todas del signo islámico, musulmán.

Y entre aquellos destacó desde el principio la figura  carismatica y estelar de Bachir Gemayel, hijo -y sucesor- de Pierre Gemayel fundador de las Falanges (Kataeb) al estallar la segunda guerra mundial (dato fortuito o casual?) Un líder y un jefe de guerra de un indiscutible aura que -ahora sólo me doy cuenta- apuntó en mi horizonte y gravitó de cerca sobre mí y mi gesto de Fatima (para qué lo deberia ocultar), en un eco o reminiscencia sin duda en mí como en el inconsciente (o "imaginaire") colectivo que al fuego de aquella guerra religiosa o confesional -en pleno siglo XX- sentía en mí resurgir. En Fátima y también después de aquello: en mi largo tránsito preso en Portugal donde coincidí -en la prisión (maxima seguridad) de Vale de Judeus-, con Mohammed Rachid de la facción disidente de la OLP de Abou Nidal acusado por propia confesión -y luego absuelto por el tribunal- del asesinato en Portugal de una de los dirigentes de la OLP, Issam Sartawi, proximo de Yasser Arafat. Un choque galáxico -de dos estrellas (mediáticas")-, como se lo podría llamar- en aquel medio cerrado (de reclusos de derecho común) y en aquella situación de cohabitación forzosa, lo que entonces tuvo lugar. Entre el "aprendiz de terrorista" (como entonces me calificó en guisa de burla y alusion hipócrita y no menos inconfundible) el diario español El Pais, y el guerrillero palestino miembro de aquella organización que asumía su militancia y también el atentado aquel del que se le acusaba. Allí dentro, de lo que doy fe (yo), aunque él lo negase ante el tribunal. 

La sangre, por los pelos no llegó al río, pero el choque (dialéctico y personal) entre él y yo me enseñó no poco del desafio que nos tiene lanzado a todos el auge en nuestros días del islamismo y tras ellos, del Islam. Y fue por la fijación obsesiva de signo religioso confesional que tuve que soportar con aquel palestino las contadas coversaciones con él, instándome una vez detrás de otra a convertirme al Islam, en un clima penoso hasta el borde de lo insufrible, de suspicacia y de rivalidad -y amenaza-, agravado a todas luces por voces/piadosas allí dentro que no tardaron en susurrarle (a no dudar) mi proximidad ideológica con las Falanges libanesas, lo que nunca negué. Fatal calamidad! 

Que nuestros raros intercambios -como algo sellado en los astros- acababan allí siempre, hasta el Líbano, y la guerra siempre allí a todo arder, en su insistente evocación como lava ardiente o un plañido lancinante de la masacre de Sabra y Chatilla -que vivió de cerca de lo que le oi decir- y en la familia -"el clan" como él de ellos siempre se refería- de los Gemayel, culpables como él los veia de dar de la guerra aquella -en los medios occidentales- una imagen confesional, léase del cistianismo (maronita) contra el Islam. 

Y no un mero (y ridiculo) vestigio -la familia o el clan aquél- de sobrevivencia de colonialismo y de hegemonía (occidental) como él así los veía, que él y los suyos se tenian jurado acabar. En nombre del Islam. Y la historia y la suerte o desenlace final de la guerra de Libano le dio (un poco) la razón a costa sobre todo del ejemplo de Bachir Gemayel y de su (trágica) suerte final. Lo que no venia en suma más que a simbolizar el final de unos sueños los suyos y de su partidarios (de algunos sino de todos ellos) De lo que cabria calificar de su sueño multicultural. Léase de un Libano pluriconfesional, al abrigo y a la sombra de los cedros, árbol sagrado libanés, y en una rara y cuasi milagrosa coexistencia -en régimen de tolerancia plena- del Occidente (en tierras del Oriente) y del Islam.  

Mi interlocutor de ayer (ver foto de abajo) no obstante, que vivió aquello de cerca y del que mas arriba hablé, me jura y asegura todo lo contrario, pero treinta años ya pasados de todo aquello no nos consigue convencer. Y si es cierto que el recuerdo de Bachir -como él me aseguró- sigue vivo (Albricias!) entre libaneses, no es rendirle mejor tributo que el servirnos de cara al futuro de lección de todo aquello, de su sacrifico heroico  y de su memoria guerrera en el recuerdo, como de la guerra en sí, enésimo avatar de una guerra de civilización. Del choque milenario entre Europa y el Islam

 

 


Emmanuel Albach, antiguo combatiente de las Falanges (Kataeb) en la guerra del Libano, que conocí ayer en una mesa redonda -en la que intervino- de la jornada de "Synthèse National", cerca de París. En un clima de gran empatia recíproca y cordialidad. Pese a nuestras divergencias que aquí crudamente expongo. En testimonio sincero de camaradería y amistad fraternal    


No hay comentarios: