martes, noviembre 24, 2015

ERDOGAN EN LA PICOTA

Mustafá Kemal Atatürk, padre de la Nueva República turca (1924) El régimen islamista de Erdogan abomina de su memoria pero no se atreva a hacerlo abiertamente en público, por el arraigo del que aquel sigue gozando en amplios sectores de la sociedad y en ciertos estamentos de la nación como el ejército turco, y habrá tratado de suplantar su memoria y a hacerla olvidar a base de proyectos faraonicos –en homenaje a la memoria del Imperio otomano- y de una re islamización de la sociedad en sentido inverso pues al seguido por Atatürk, en el plano de la vestimenta por ejemplo, en particular en lo referente al veo islámico. “La Turquía blanca (o de los blancos)” esa es la expresión favorita, de una innegable intencionalidad denigrante –y de racismo anti-blanco-  a la hora de atacar la herencia y la memoria de Atatürk, por parte del régimen islamista actualmente en el poder, de Erdogan, el amigo de Zapatero
La tensión internacional se dispara de golpe hasta hacerse casi comestible, tras el derribo de un avión rusa por la fuerza aérea turca junto a la frontera con Siria hace unas horas. Y en las mentes de los no tan jóvenes irrumpe fatalmente, con fuerza, el recuerdo de la crisis de los misiles –y del derribo en los momentos más álgidos de la misma- de un avión espía estadounidense mientras sobrevolaba el espacio aéreo cubano- en Cuba (1962) en plena guerra fría-, que llevo al mundo (tenía once años solo el autor de estas líneas y fue plenamente consciente de lo crítico de aquellos momentos) al borde de una tercera guerra mundial, del comunismo contra la democracia, algo así como un absurdo metafísico.

El avión caza bombardero Sukhoi –que ya “presenté” aquí en una de mis entradas no hace mucho-, último grito y niña de los ojos de la tecnología militar rusa, derribado ahora por la fuerza aérea turca, se veía envuelto en los combates, a todo arder dese hace ya varios días, en la región de Latakia, en el marco de de una gran ofensiva terrestre del ejército sirio apoyado por milicias iraníes y con la cobertura aérea de la intervención rusa que dura ya más de dos meses. Turquía más tal vez que ningún otro de los países de la región envueltos en el conflicto sirio se encuentra en una posición imposible en apariencia.

Un régimen islamista/moderado –muy islamista por lo que estamos viendo y poco moderado- surgido de la operación de altos vuelos que impuso la administración Obama desde sus inicios de favorecer un islam demócrata o en versión democrática (u occidentalizada) –que así nos lo vendieron- en el Oriente Próximo y en el Magreb que se tradujo en las primaveras árabes y en la brusca irrupción en la mayor parte de los países del oriente próximo de un espectro casi ya olvidado tras décadas de posguerra, el de los Hermanos Musulmanes.

Erdogan, antiguo amigo del régimen sirio en los inicios de su primer mandato presidencial, apostó de golpe al rápido derrumbe del régimen de Bachar, pero no le salieron las cuentas, y se ve en lo sucesivo puesto en la picota y acusado de proteger y dar cobertura de toda clase a los grupos islamistas más radicales, el EI incluido. Y cabe ya pronosticar de entrada que Barak Obama cualesquiera que sea el desenlace de la fase final de su mandato pasará a la historia como el gran padrino de los Hermanos Musulmanes. A los que brindó una baza propagandística de un valor incalculable con una visita del estado a la universidad Al-Azhar del Cairo un año antes del desencadenamiento de la operación tormenta de arena en Egipto –contra el régimen (nasseriano) de Hosni Mubarak- y de las llamadas primaveras árabes.

Fue allí en aquella universidad coránica tan emblemática máxima instancia teológica del mundo musulmán suni –y ante un auditorio compuesto en su inmensa mayoría de hermanos musulmanes- donde Obama tuvo el lapsus que le descubrió o le destapó y le retrato a la vez –como un cripto musulmán (que es también la imagen que arrastra entre muchos de sus compatriotas)- ante los españoles y el resto del mundo hispano cuando se refirió a España con el nombre árabe musulmán del Ándalus. Dando muestras así de la misma óptica intemporal–dogmatica y fanática (y potencialmente explosiva por ende)- del mundo musulmán y de una inmensa mayoría de musulmanes del mundo entero que hablan de España (y la imaginan) como si del final de la Reconquista en vez de quinientos años no hubieran pasado más que cincuenta minutos o ni eso tan siquiera.

El papel y el protagonismo de la Turquía neo fundamentalista de Erdogan –puesto ahora en la picota tras el incidente del derribo del avión ruso-, no habrá sido entretanto lo suficientemente puesto de relieve. En un reportaje difundido en la prensa global justo a seguir a los atentados de Paris, un viejo conocido del que esto escribe, el orientalista francés Gilles Kepel, autor de un libro (de 1984, reeditado en el 20012) que me devoré literalmente durante mi estancia en las cárceles portuguesas -sobre el resurgir de movimientos islamistas en el Egipto de Sadat- apuntaba entre las causas de la inquina anti-francesa de los islamistas del EI a la guerra de Argelia y también nota bene al acuerdo suscrito por Francia e Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial de desmantelamiento del Imperio Otomano tras el vacio que aquello traería consigo, y de creación de nuevos estados –como Siria y el Irak- en la región y del trazado de nuevas fronteras que los islamitas del EI –que propugnan un Estado que vaya desde el Éufrates hasta el Mediterráneo- juzgan coloniales (y anti-islámicas)

El desmantelamiento del Imperio Otomano –que tradujo (como bien lo señala el orientalista mencionado) el final del califato en los tiempos modernos, y por via de consecuencia la muerte del sueño universalista (suní) -de la “comunidad de los creyentes”- reviste en la ideología fundamentalista musulmana un carácter de execración, de mal indecible, de escándalo supremo en la historia de la religión musulmana análogo o comparable a la significación que atribuyen a la desaparición de la España musulmana al cabo de ocho siglos de Reconquista. Tanto como decir que España y Francia se ven hermanadas en lo sucesivo por el odio que los islamistas profesan al pasado –más o menos reciente o remoto- de ambas naciones, y por vía de consecuencia también a su realidad presente.

Mientras escribo estas líneas se suceden las informaciones contradictorias sobre la suerte de los dos pilotos rusos, de las que sale a relucir un dato (cuidadosamente) silenciado en los medios occidentales, y es la presencia en zonas sirias fronterizas con Turquía de minorías étnicas en estado de guerra de confesión suní procedentes del Asia Central (turkmenos o turcomanos) –hostiles y beligerantes contra el régimen de Assad- tras lo que cabe ver una estrategia guerrera (y beligerante en el conflicto) del régimen turco, que se habría permitido así ampliar y ensanchar de facto su espacio aéreo en las zonas controvertidas que habrán sido teatro del incidente que aquí estamos comentando. La OTAN, se habrá apresurado por boca de su secretario general a amonestar al gobierno turco pidiéndole “más prudencia”, en medios de llamamientos “a la calma y a la desescalada”

Es difícil no obstante el imagina que se trate de un incidente aislado y que no traduzca una complicidad más o menos declarada de la alianza atlántica en la escalda que está buscando a todas luces el gobierno turco teniente a sabotear la aproximación que se viene diseñando desde los atentados de Paris entre rusos y franceses y a conjurar la amenaza grande que representa para sus intereses geoestratégicos el que los Estados Unidos -principal aliado de la Turquía de Erdogan- que da muestras de haber perdido el norte (y los papeles) en el Oriente Próximo tras el desenlace de la crisis de las armas químicas septiembre del 2013) pueda acabar marcando el paso detrás de aquellos.

Erdogan en la picota. ¿La huida hacia adelante de única alternativa? Vivir para ver fantasmas míos

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lyndon LaRouche denuncia que "Obama organizó un acto de guerra, y por lo tanto ha puesto en peligro a los Estados Unidos y a toda la humanidad."

Analistas estadounidenses han hecho hincapié, en que el presidente de Turquía, Erdogan nunca habría tomado la decisión de derribar el avión ruso si no hubiera contado con el apoyo tácito de Obama.

Esas fuentes señalaron que Obama estaba furioso por el fin de semana pasado en el que el gobierno francés, bajo una enorme presión popular, se estaba moviendo hacia una verdadera alianza con Rusia para destruir al Estado Islámico.

En marcado contraste con la respuesta francesa frente a los ataques de París del 13 de noviembre, Obama renovó sus demandas en el sentido de que el derrocamiento del presidente sirio Bashar Assad debe preceder a las acciones contra el Estado islámico.

LaRouche pidió el abandono inmediato de Obama de la presidencia de la nación. "Las acciones de Obama constituyen un acto potencial de la guerra y debe ser expulsado del cargo. De lo contrario,y a la luz de los acontecimientos, Obama representa una amenaza para todo el mundo, ya que podría dar lugar a una guerra general "

Anónimo dijo...

Con permiso de Serafín Fanjul, el mayor especialista español en Al Ándalus, expondré una observación que no he visto muy comentada sobre aquella nación que otrora llegó a ocupar casi toda la península.
Cuando, entrado el siglo XI, el califato de Córdoba se vino abajo, y no por la presión de los reinos españoles sino por sus propios conflictos internos, se formaron las numerosas taifas de todos conocidas, reinos en su mayoría pequeños y a la greña entre ellos, dominados unos por oligarquías árabes y otros por magrebíes y eslavas. Y aquí está una clave de la mayor importancia para interpretar la historia de Al Ándalus: ninguna taifa, al parecer, fue gobernada por los muladíes, es decir, por los antiguos españoles cristianos que se habían transformado en andalusíes islámicos, con un radical cambio cultural, religioso e idiomático. El hecho es muy llamativo, por cuanto los muladíes constituían para entonces el grueso de la población autóctona, ya que la proporción de quienes habían permanecido cristianos –los mozárabes– había decaído fuertemente en los tres siglos anteriores hasta hacerse minoritaria.
Tampoco durante el emirato y el califato omeyas de Córdoba había sido muy halagüeña la posición de los muladíes, como no lo había sido la de los magrebíes o bereberes (los moros propiamente dichos), menos todavía la de los eslavos, que generalmente habían llegado a Al Ándalus como esclavos capturados por los vikingos en el este de Europa y traficados por mercaderes judíos desde Francia; estos esclavos constituían, con los también esclavos negros, el grueso del ejército andalusí. Quienes, con los omeyas, habían detentado el poder de modo casi general y absoluto eran los integrantes de la pequeña minoría árabe, convencidos de su superioridad racial, los cuales oprimían por igual a muladíes y a moros, cuyas revueltas aplastaban de forma despiadada. A su vez, los árabes estaban divididos en clanes muy mal avenidos entre sí. Por todo ello la historia de Al Ándalus puede describirse como una guerra civil casi permanente.

La razón de que eslavos y moros tomasen el poder en diversas taifas radicaba en su posición en el ejército. Debido a la desconfianza de los clanes árabes hacia la población local, el ejército andalusí era en parte mercenario y en parte esclavo, y siempre odiado por los andalusíes comunes. La parte mercenaria se componía sobre todo de moros de origen magrebí, también de algunas tropas cristianas; y entre los esclavos, una élite eslava llegó a convertirse en una especie de guardia pretoriana con aspiraciones políticas (a veces había sido masacrada por ello).
El fenómeno interesante, ya digo, es que a la caída de Córdoba los muladíes, la población realmente autóctona, permanecieron como la masa oprimida y sin apenas derechos, diríamos que como ciudadanos de segunda en su propio país, si el término ciudadano tuviera algún sentido en aquellas circunstancias. El dato ayuda a explicar cómo un país tan rico, poderoso y en algunos aspectos avanzado como Al Ándalus, resultaría al final vencido por durante varios siglos pequeños y pobres reinos españoles, formados en gran medida por campesinos guerreros, con muchos más derechos y mucho más identificados con su propio poder y misión de reconquista.
(En LD, 22-1-2009)

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