Foto de Franco en la Plaza de Cataluña. Entre Franco y los catalanes hubo una historia de amor sin lugar a dudas. Lo que se explica en parte también por la debilidad que a todas luces experimentó el Caudillo -como José María Aznar- por el habla catalana. Y lo que explica que acabara cediendo siempre ante las presiones insidiosas y los boicot declarados tras las reivindicaciones catalanistasTras dar públicamente la espalda a la España en Marcha –antes de que lo hicieran ellos- me siento de pronto más libre que los pájaros, en mi mente me refiero y en el curso -en ida y vuelta a veces- de mis ideas y mis pensamientos. La España en Marcha, los grupos que la componen arrastran todos un pasado –en los planos político e ideológico me refiero, que grosso modo no comparto, quiero decir que no compartí en su momento, del que fui ajeno por completo.
No fui de Fuerza Nueva ni de Fuerza Joven ni milité en el Frente de la Juventud ni en el Aun ni en la Primera Línea de la Falange. Sí milité tres años completos –desde octubre (o noviembre) del 67 hasta noviembre del 70-, es cierto, en el FES, grupo joseantoniano disidente, y luego grosso modo fui por libre –en política me refiero- hasta que me fui al seminario de Ecône en noviembre del 74, un año antes de la muerte de Franco. No fui franquista en mis años jóvenes universitarios, y si dudas hubiera por ahí debe aún circular la ficha –estrictamente política en alguien como yo que carecía y sigo careciendo en España de antecedentes penales-, que arrastro de los últimos tiempos del régimen anterior, que volvió a salir a la superficie muchos años después aquí en Bélgica como aquí en este blog ya lo tengo contado. Quiso captarme el coronel San Martin –jefe de los servicios de información del almirante Carrero- para su grupo universitario y no lo consiguió como aquí ya lo conté también.
Conocí personalmente –y me conocieron bien ellos a mí también- a Diego Márquez, a Blas Piñar, a Sigfredo Hillers, al príncipe Sixto de Borbón Parma, a Eugenio Vegas Latapié, y a Narciso Perales. No alcancé a conocer personalmente en cambio -quiero decir que nunca llegué a hablar con ellos- ni a Dionisio Ridruejo, ni a José Antonio Girón ni a Raimundo Fernández Cuesta, ni tampoco a Miguel Primo de Rivera que sin duda todos ellos en cambio, en un momento dado -salvo Ridruejot al vez fallecido en 1973- si que debieron oír hablar de mí. Y los pongo por testigo a todos, a los unos y los otros, a los aún vivos como a los muertos, del idealismo y de las convicciones sinceras que me movieron en aquellos años lejanos.
Juan Vallet de Goytisolo (a la izquierda en la foto) padre fundador del Instituto de Estudios Catalanes (sucedáneo de una academia de la lengua) en la Transicion. A fe mía que no conocía esa foto (de 1987) -que me habrá hecho dar botes en el asiento-, le podía haber soplado una palabra (caritativa) a su ilustre anfitrión por cuenta mia, él que me conoció tan bién. Era franquista a ultranza y defendía la memoria de los vencedores del 36, delante mía. Con Jordi Pujol y los suyos me imagino que tendría otro rollo muy distinto. Escribía unos ladrillos juridico-filosoficos y sociológicos repletos de citas de otros -y sobre todo de la escritora judía Claire Weil, voluntaria (de miliciana) con los rojos durante nuestra guerra civil- en un estilo amazocatado e ilegible (por más que lo intenté algunas veces) Y por supuesto en castellano. Sería catalan por encima de todo, no lo discuto, pero vivió desde muy joven en Madrid donde tuvo siempre en funcionamiento una boyante notaría, y trepó todo lo que pudo -lucrándose bien- a costa del resto de los españolesBastantes años después, me puse a defender en público –como lo atestigua este foro y el anterior llevé adelante en Periodista Digital- la memoria del jefe de estado anterior en el marco de la crispación reciente en la sociedad español por culpa de la probación y de la puesta en práctica de la ley (funesta) de la Memoria histórica. Y lo hice en parte, no lo oculto, entendiendo rendir así tributo de homenaje a la memoria de mi difunto padre, militar del ejército del aire, que profesó siempre una adhesión incondicional al jefe de estado anterior, como la inmensa mayoría de sus compañeros de armas (entre paréntesis)
Y no digo todo lo que precede para vanagloriarme o justificarme de lo que sea –y además que se piense lo que se quiera- sino sobre todo en prenda de la libertad interior que me anima a la hora de manifestarme de nuevo sobre figuras de nuestra histórica contemporánea que de una manera u otra fueron objeto entre españoles-y entre los medios que acabo de aludir mucho más arriba- de culto de la personalidad en mayor o menor grado o medida. Y me estoy refiriendo en particular a José Antonio y al generalísimo Franco. De José Antonio y su postura –de la ausencia de una postura clara en él que me diga- en relación con el habla catalana ya escribí largo en mi penúltima entrada, del balance histórico que se merece el franquismo y el jefe de estado anterior en relación con Cataluña y con el resurgir de la habla catalana en la posguerra se podría escribir a su vez largo y tendido.
El falangista Ángel Alcázar de Velasco le acusaba de no haber resuelto el problema vasco ni el catalán, y de hecho es cierto que tras su muerte resurgieron ambos con mayor gravedad y con más urgencia y apremio que nunca. Le hacia blanco además –Alcázar a Franco- de una acusación todavía más graves, a saber de haber servido de instrumento o de marioneta de un complot internacional –fraguado en Londres- con el motivo bien preciso en la mente de los sabios aquellos de provocar en España una guerra civil a toda costa. Y la pista británica conspirativa aquella que no dejaron de denunciar muchos otros en la guerra y en la posguerra de uno como del otro bando llevaba todo derecho a una figura no poco controvertida de nuestra historia contemporánea y sobre el que sin duda los biógrafos e historiadores no alcanzaron hasta hoy consenso ninguno por mínimo que fuera.
Y me estoy refiriendo a Juan March Ordinas, hombre de negocios, espía de los ingleses en la Primera Guerra Mundial al decir de muchos, dueño del monopolio del tabaco en el Mediterráneo y en el Marruecos español durante los años de entreguerras y del que la ascendencia familiar- de judío chueta mallorquín- no fue nunca secreto para nadie. Y me ha venido el recuerdo de su figura de pronto a la mente evocando ((interiormente) la figura de otro levantino de renombre –siglos atrás- del mimo nombre (que me diga apellido) que aquel, y me estoy refiriendo a Ausias Mach, padre (un respeto) de idioma/catalán, o para ser exactos del habla catalana. ¿Ninguna relación, cualquier parecido con la realidad pura coincidencia la homonimia –un tanto llamativa se me reconocerá- entre el padre (discutido) del catalana, valenciano “de nación” para ser exactos, y el judío chueta mallorquín financiero de Franco?
No creo en las meigas pero hay las. Y navegando por cuenta del valenciano ilustre aquel en la red me topo ahora con una curiosa referencia y es que los restos de una descendiente suya acusado de judía conversa fueron desenterrado y quemados con ocasión de una epidemia de peste en reno de Valencia, y me estoy refiriendo a Blanca March, la madre de Luis Vives. ¿Judío converso el padre del habla catalana? No lo afirmo ni lo niego tampoco. Pero está claro que esa tradición lingüística catalana se revela hoy –en función de la crisis que enfrentamos los españoles todos poro cuenta de Cataluña- un peso muerto en nuestra memoria colectiva, una fatalidad de nuestro destino, una barrera artificial con la que nos topamos los españoles y una hipoteca onerosa en extremo sobre nuestro futuro colectivo.
¿Nada que ver tampoco con su condición de mallorquín –y (presumiblemente) de catalano/parlante por vía de consecuencia- el poder y la influencia (pasmosamente desproporcionada como así se muestra de un primer golpe de vista)- que fueron las de Juan March Ordinas en la Historia de España, de la guerra y de la posguerra? El retorno triunfal del catalán fue sin duda una de las cláusulas inamovibles escritas o simplemente implícitas o sobreentendidas de la rendición de Franco a los aliados –por mediación vaticana- en el 45. Lo que se fue cumpliendo por etapas primero en los pulpitos, luego en la genealogía familiar de obispos y dignatarios eclesiásticos en Cataluña –con aquello de “volem bisbems catalans” (o algo así)- en un proceso que empezaría a pisar el acelerador a raíz de la crisis de régimen del 56 y el 57 que llevó al poder a los tecnócratas del Opus en detrimento de los falangistas (del régimen)
Como lo ilustrarían episodios ruidosos y emblemáticos en extremo, tales que como la rebeldía del abad (mitrado) de Montserrat, Aurelio Ecarré –un antiguo franquista- y la destitución de Luis de Galinsoga de director de la Vanguardia (española) de Barcelona en el primer gran boicot catalanista de la posguerra y que tuvo nota bene de detonante un oscuro incidente –con beatas y sacristanes- en una iglesia de Barcelona, y que se mostraron –beatas y sacristanes- más fuertes que el caudillo invicto de la cruzada. Y digamos para ser ecuánimes que el entonces director de la vanguardia se lo busco un poco. Por ese amor desmedido que tenía –como se vería reflejada en los testimonios directos de aquel incidente- hacia el habla catalana.
Dos incidentes emblemáticos en la medida que ilustran bien el carácter lingüístico y su impronta eclesiástica la vez en el desafío separatista que enfrentamos hoy los españoles en Cataluña. Ausias March un mito –histórico/literario- catalanista, más que otra cosa. Juan March Ordinas, judío balear y financiero de Franco. Dos mitos homónimos que hay que desenmascarar, revisar, desmitificar si queremos salvar para España a Cataluña. O digamos que se nos cahyeron de la peana (mental) en la que les teníamos entronizados (o más o menos arrumbados) arrastrados en su caída por los mitos de José Antonio y de Francisco Franco (…)
2 comentarios:
Hola Juan, a mayor abundamiento a tu interesante artículo: un descendiente de Juan March Ordina lo es también del fundador de la Guardia Civil, Francisco Javier Girón y Ezpeleta (II Duque de Ahumada y V Marqués de las Amarillas, pero además es descendiente del último Emperador azteca Moctezuma II, por lo que el actual Marqués de Moctezuma, don Álvaro Chico de Guzmán (el 16 de enero de 2015 cumplirá 14 años de edad) sería el XI Marqués de las Amarillas, descendiente del último Emperador azteca Moctezuma II y a su vez del fundador de la Guardia Civil y de Juan March Ordinas. Un cordial saludo, camarada Juan.
Hay una regla de psicología histórica o genealógica elemental querido Watson, que me diga Adán. Cuando más nos intimida un apellido con pretensiones -por lo inhóspito o mal conocido- más oscuro y discutible se muestra en sus orígenes y en sus raíces. Y se puede aplicar perfectamente al que tú nombras. Un cordial saludo
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