jueves, julio 06, 2017

NAVARRO VALLS ¡DESCANSEMOS TODOS!

Juan Pablo II y Navarro Valls. Una amistad ejemplar -en olor de santidad- de dos célibes ante/el/altísimo, Ejemlo -de lo más alto- de la castidad contra/natura que predicó incansablemente el papa polaco. Mientras la plaga (bíblica) de la pedofilia y de las violaciones se propagaban al interior de la iglesia y se extendía a través del ancho mundo. Decía el santo/portavoz del santo papa Wojtyl -antiguo torero y soltero y sin compromiso-, que se sentía la gracia (sic) en su presencia, que el papa olía a santidad en resumidas cuentas. ¿Tal vez por eso le faltó olfato para discernir lo más elemental y lo mas grave e indispensable? Todo un símbolo y un síntoma el portavoz español -miembro supernumerario del Opus Dei- del papa placo: del pro-consulado vaticano y pontificio en el que se convirtieron España y su régimen político en la Transición tras la muerte de Franco -que había servido no obstante de contrapeso- durante la era Wojtyla. Ilustración la mas flagrante de la rendición de España y de su régimen político a los aliados en el 45
Joaquín Navarro Valls acaba de fallecer, a la edad de ochenta años. Descanse en paz y descansemos todos. Fue portavoz seglar del vaticano de 1984 al 2006, quiere decirse que presidió de su halo e influjo mediático mi largo infortunio que coincidió en gran parte con su trayectoria estelar al servicio del papa estrella, Juan pablo II. Que tienes qué decir en contra suya ? Me retará aquí tal vez mas de uno. Treinta años (casi) contándonos -´él y Paloma Gómez Borrero (que en paz descanse también)- lo guapo, lo bueno y lo santo que era el papa Wojtyla.,”en cuyo entorno se palpaba la existencia de la gracia » leo ahora que escribió de él -en un momento de extásis sin duda- su devoto portavoz (español)

¡Qué alergia santo/dios ! La que me produce ese lenguaje religioso y clerical -untuoso y relamido que a dia de hoy el Opus Dei sean tal vez a los últimos a seguir esgrimiendo sin escrúpulos ni complejos ni el le menos el menor sonrojo o singo tampoco de vergüenza ajena- que acabé vomitando a punto ya de costarme la vida- antes de que dieran cuenta de mi integridad física y mental, y de mi hombría y hombría de bien, y de la conciencia de mi identidad y de mi memoria como les habrá ocurrido por le contrario a tantos y tantos nacidos y bautizados en el seno de la iglesia católica apostólica y romana, como el ye esto escribe.

"Se sentía la gracia a distancia en el papa polaco", decía de él sus secretario español. ¿En él y en su entorno también? Cabria concluir, tratándose quien habla asi de alguien de lo mas próximos al pontífice ¿o no? El papa despedía olor de santidad (sic), a creer a su ilustre turiferario (español) Y acaso por por eso -y lo digo a riesgo de parecer cínico por demás- le faltaba el mas mínimo sentido del olfato ? De discernir y detectar las redes de pedófilos y violadores que se propagaron en la iglesia precisamente durante su pontificado, y a los ue protegió mas allá de lo razonable . Descanse en paz su portavoz, ya digo.


Signo de una época -esta figura del periodismo y de presencia seglar emblemática en la Curia Vaticana de la era Wojtyla que me exigió un acto de sacrificio extremo y que me obligo a la expatriación durante décadas. Triste secuela de la historia de España en los últimos ochenta años y en particular de uno de sus capítulos mas decisivos y mas ocultos e ignorados a saber el de la rendición del régimen de Franco a los aliados por mediación vaticana en el 45. Y eso da la clave de explicación en el fondo de la vertiente española o hispana de ese fenómeno Wotyla atípico en extremo y sin parangón ninguno en la historia de la iglesia ni en la historia del siglo XX, como lo ilustra el protagonismo tan mediático y tan de primer plano que llego a alcanzar durante aquel pontificado el que fue longevo portavoz (seglar) del pontífice. Y que le ofrece al autor de estas lineas el hilo de explicación de fondo psicoanalítico de esa pesadilla/Wojtyla que tanto marco mi vida y que me acompañó a sol y asomaba durante década. Y es que Wojtyla no fue un papa como otro cualquiera ni siquiera un papa del concilio como lo fueron Juan XXIII y Pablo VI antes de él.

Cuando Wojtyla ascendió al trono pontificio Franco había ya muerto hacía tres años. Quiere decirse que el contrapeso que ofreció hasta entonces la figura del Caudillo -por muy sometido y silencioso y obediente que se mostrase siempre (“silencieux de l'Église”) en relación con la iglesia, sus pontífice y sus ministros (tras el 45)-, a la autoridad espiritual y temporal a la vez pontificia y vaticana sobre el conjunto de la sociedad española y su régimen político, heredada de las clausulas -escritas o no escritas- de la rendición del régimen tres décadas antes, había desparecido y que por vía de consecuencia el peso y la presencia del papa/polaco fue mucho mayor y mas palpable y opresivo y agobiante durante los ños de su reinado (pontificio) que en pontificados anteriores que se sucedieron tras el final de la Segunda Guerra Mundial (en el 45)

Quiere decirse que la figura del nuncio que tantísima importancia y protagonismo -para tormento (obsesionante) e irritación de muchos entre os que me encontré- en los años del tardo franquismo, ya no era de utilidad o necesidad alguna en la Transición, y en particular a partir del nombramiento de Juan pablo II que se bastaba y sobraba con su pastoral viajera globe-trotter a estar al tanto y guardar firmes las riendas del gobierno temporal -nota bene u espiritual a la vez- del ultimo país confesionalmente católico que quedaba en el planeta , como lo ilustrarían sus repetidos viajes en olor de santidad y en plena apoteosis a España que fueron no obstante, decayendo vertiginosamente incluso los últimos años de su pontificado. El jefe de estado español temporal y espiritual a la vez lo era el papa de Roma. Un papa polaco, y nacionalista

¿Y el monarca? me preguntarán aquí algunos tal vez. Reducido a un papel de figuración -conforme al mantra tradicional “del rey reina pero no gobierna”-, y presa sin duda de los viejos reflejos y de la memoria de su propia dinastía de la vieja alianza del trono y del altar, de los tiempos del rey cristianísimo -y de los monarcas de la restauración-, en la que a la autoridad temporal cumplía un papel subalterno, y con la diferencia ademas que la monarquía francesa del Gran Siglo francés era incomparable en influencia y en poderío con la España vencida del 45

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