La ex-comandante Zaida Cantera fue victima de acoso sexual según consta en decisión (firme) de un tribunal militar. Con el paso del tiempo no obstante y después de denunciar nuevos acosos sin pruebas, y haber acabado arrojando la toalla, léase pidiendo la baja de la institución, parece haber acabado convirtiéndose en acosadora ella misma. De sus antiguos compañeros, del conjunto del partido en el poder, y de la mitad (más uno) de la sociedad española. “Que dejen de hacer el sinvergüenza, de robar y de levantar el brazo Cara al Sol”, son las lindezas que les mandó al PP en el congreso hace una semanas. No parece que ella les invite mucho a curarse de (presuntas) nostalgias con gestos y ademanes como los de la foto. ¿Refugio de hijos (o nietos) de rojos el ejército español desde hace unas décadas, como lo fue el Frente de Juventudes en la inmediata posguerra? Eso podría explicar en parte al menos el caso atípico e insólito de esta mujer, que de toda evidencia no se encontraba a gusto en el seno de la institución, cuando decidió dejarla. ADDENDA Hay no obstante en justicia que precisar que su presunto acosador no fue condenado por un delito de acoso -que no se ve suficinetemente tipificado o descrito en abstracto en el ordenamiento penal sino en un marco laboral y de dependencia jerárquica)-, sino de abuso (sic) de autoridadBofetada a la institución castrense. O digamos un derecho al abofeteo impune intermitente, y a discreción, y ademas (jugosamente) remunerado. Así se puede glosar y resumir el caso de la ex-comandante Zaida Cantera, dada de baja del ejército con la pensión máxima -por decisión (injusta) del antiguo ministro de Defensa, Morenés- tras haber visto sobreseídas sus acusaciones de acoso (laboral) contra alguno de sus superiores jerárquicos inmediatos. La acusación o denuncia, de acoso (sic) -de persona del otro sexo- es un arma que carga el diablo como otra cualquiera. Como están las cosas de este o del otro lado de los Pirineos, una simple acusación de ese cariz cambia mágicamente las tornas, quiere decirse que invierte automáticamente -desde el momento´mismo de verse admitida a trmite- la carga de la prueba y obliga -en la practica- el acusado a probar su inocencia y no a la inversa.
Y esta claro que la ex-comandante (socialista) no supo o no pudo probar sus acusaciones, pero acabó ganando una batalla política -con la ayuda de un tribunal médico civil- que le habrá abierto el camino de un nuevo protagonismo fuera de la institución, lo que en el fondo tal vez fuera lo que ella andaba buscando. Y ahora, al socaire del regreso (triunfal) del antiguo líder del PSOE parece convertida en acusadora pública de la institución de la que fue dada de baja como acaba de ilustrarlo con su intervención en el Congreso por un comunicado de una unidad orgánica -Agrupación de Apoyo Logístico numero 61 del Ejército de Tierra, con sede en Valladolid- evocando la efemérides del 18 de julio de forma ecuánime y objetiva, léase con un mínimo respeto a la verdad histórica. Que habrá abierto de nuevo la caja de los truenos (guerracivilistas)
¿Talón de Aquiles del ejército español el feminismo militante (de izquierdas)? Así parece peligrosamente insinuarlo el caso que nos ocupa. Y es con ayuda de un leyenda negra anti-española -que asumieron (nótese bien) en gran medida los propios españoles- y que inspira de forma subliminal aunque sea muchas de las recriminaciones de ese cariz so pretexto de seximo, léase mahcismo, una palabra que se conjuga -trascrita lliteralmente en su forma española- en todas las lenguas del planeta como se lo hice saber hace muchos años a la escritora y feminista destacada Rosa Montero en una conferencia que dio en unos grandes almacenes del centro de Bruselas.
¿Que es, qué significa esa palabra de sexismo en resumidas cuentas? A falta de un tipificaciónn legal -ya sea civil o penal- cabe traducirla en nuestra modesta opinión por la simple afirmación o reivindicación del propio sexo, o si se prefiere del sexo masculino, sin vergüenzas ni inhibiciones ni complejos. Que ello suponga una falta de respeto al otro sexo o un violación o vulneración del tipo que sea o por mínima que fuera de la dignidad de la mujer y de sus derechos es algo que deberían poder probar las feministas. Por lo general no pueden y no lo hacen, amparadas no obstante en la impunidad que les otorgan una presión mediática (e-nor-me) que es la que imponen los baremos en vigor hoy por hoy de lo políticamente correcto. Y la situación se agrava si se atraviesa del otro lado de los Pirineos.
Algo extensible tal vez a la generalidad de los países de Europa occidental pero tal vez mas si cabe en un país como Bélgica por razón de su pasado español y de la proximidad geográfica con Holanda cuna de una leyenda negra anti-española que tuvo no poco de acusación (primordialmente) de orden sexual en sus prístinos origenes históricos. Español, prototipo -histórico y genético- de predador sexual. En sustancia, así es como se describía y caracterizaba en la célebre Apología de Guillermo de Orange -texto fundador de la Leyenda Negra- y esa es la imagen que aún arrastra la memoria colectiva de os habitantes de lo que fueron los antiguos países bajos -léase el actual Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) y que sale a relucir intermitente y de la forma mas imprevista e imprevisible a vece.
Como le habrá ocurrido al autor de estas líneas, tal y como aquí en este blog -y en el otro hermano de éste, en francés- ya sobradamente denunciado. Calumnia calumnia que algo queda, la moraleja tenga tal vez algo de exagerado y de derrotista -y de desmoralizador- en el tema que nos ocupa, porque es cierto que el honor personal acaba saliendo indemne y a flote. Y sino fuera así es porque no había tal. Ser o no ser. To be or no to be. Y el hombre de honor y d e autentica hombría acaba saliendo adelante de las mayores calumnias y acusaciones de sexismo (o de machismo)
Como lo venía a proclamar en uno de sus escritos Dominique Venner donde abordaba el fenómeno de la rebelión de la mujer en nuestra época contemporánea, a base de una especie de diagnostico y de balance histórico -desde el final de la Segunda Guerra Mundial- de ventajas e inconvenientes, de yerros y de fracasos, de pérdidas y ganancias (para el sexo femnino), que deja abierta -faltaría más- la puerta a la esperanza. Y era de un triunfo de la hombría, al cabo de todos los emplazamientos y puestas en la picota (de la opinión o de los que nos rodean) Y esa rehabilitación histórica de la hombría, de la virilidad y de la masculinidad -que vendrá- traerá fatalmente consigo el resurgir de la institución castrense.
Del Coloso triste, como lo calificó Francisco Umbral. Triste ¿por qué? Pues por un honor puesto en entredicho desde hace décadas. En el conjunto de la institución, y llegado el caso -y como una espada e de Damocles- en cada uno de su miembros individuales. Como lo ilustra el caso de la ex-comandante socialista (y guerracivlista), la ex-militar que habrá acabado revelando lo que siempre fue. Una enemiga de la institución. Y que pasó de acosada a de acosadora (a cargo del contribuyente)
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