miércoles, noviembre 23, 2016

FILLON ¿EL TRUMP FRANCÉS?

De Gaulle y el general Massu. El 29 de mayo del 68 en plena crisis del mayo francés -y en vísperas de desenlace de la misma-, De Gaulle rindió una visita -por sorpresa- a su compañero de armas en Baden-Baden, cuartel general de las fuerzas francesas estacionadas en Alemania, de las que aquél era entonces comandante en jefe. El encuentro aquel simbolizaría el compromiso histórico que acabó sellando entonces el general De Gaulle con los vencidos de la guerra de Argelia y de la Segunda Guerra Mundial (en Francia), que salvó a su país y al resto de Europa occidental -incluida España- de una nueva invasión de los bárbaros. Y ese es del de Gaulle -el de su visita a España (y su encuentro con Franco también) en sus últimos meses de vida- que preferimos recordar algunos. El De Gaulle que nos hizo llorar de emoción a algunos -a años luz del ambiente que se respiraba entonces en la Universitaria madrileña- oyendo por radio su alocución a los franceses en aquella jornada histórica (30 de mayo del 68) Lo que nos deja libres hoy de poder apoyar o apostar -sin el menor escrúpulo o complejo- por un gaullista de convicción como lo es el candidato favorito a las primarias de la derecha en Francia las horas que corren. Y espero que lo comprendan mis amigos y camaradas franceses, situados (de antiguo) a la derecha de la derecha
Vivo en Bélgica desde hace treinta años con la mente y el corazón vuelto no poco hacia España como vengo demostrándolo en este blog -y en el anterior de Periodista Digital- desde hace ya mucho. Aunque no exclusivamente, digamos que comparten mis preocupaciones -y mis amores, no sé en qué exactamente en qué porcentaje la verdad- mi patria de nacimiento y mi patria de adopción,a saber España y Bélgica. Entre las dos -a caballo de las cuales viví casi la mitad de mi vida- se sitúa el territorio del Hexágono, léase la Francia vecina y no es culpa mía esa fatalidad geográfica -e histórica- contra la que no vale la pena por lo vano e inútil el resistirse o el escabullirse.

¿Y es esa acaso la razón de mi interés por los temas de actualidad en el país vecino? No lo sé ni creo que fuera empresa fácil el intentar dictaminarlo de una forma clara y apodíctica. Como sea, mentiría si dijera que me dejan indiferente las primarias de la derecha en Francia actualmente en curso, ni que me haya dejado indiferente (en modo alguno) el triunfo inesperado -como un rayo en el cielo azul (para los medios me refiero)- de la candidatura de François Fillon que parecía solamente hace unos días tan sólo el tercero (o incluso el cuarto) en discordia.

Me ocupé hace ahora cinco años -día por día (en mi anterior blog de Periodista Digital)- de la pugna que riñeron el actual candidato en cabeza de las primarias francesas y el que parecía destinado a suceder a Nicolás Sarkozy a la cabeza del partido, y fue para tomar claramente partido por el primero de los dos mencionados, que en un trance de un dramatismo extremo denunció entonces ante las cámaras justo al darse a conocer el resultado de las elecciones internas del partido, fraude descarado por parte de su contrincante en las mismas, pruebas al canto. 

Y la verdad es que me impresionó su entereza , en la medida sobre todo que acertó a exteriorizar ante la opinión pública lo auténtico de su postura, más allá incluso del juego democrático. La pelea aquella dividió en profundidad a la derecha francesa y digamos que quedó en tablas, y todos o casi todos acabarían dando por quemados y condenados al ostracismo o a la irrelevancia (en política me refiero) a los dos protagonistas de aquello.

Y ahora, ante la sorpresa general François Fillon viene a demostrar que el verdadero ganador de aquella partida de naipes tramposos (electorales) -de cara a la opinión me refiero- lo fue él, a la vista de sus resultados en las primarias del pasado domingo y de los de su rival de entonces, séptimo candidato en liza ahora y que habrá cosechado un porcentaje verdaderamente ridículo de votos , habiendo quedado el último de la lista entre todos los concurrentes.

No fue no obstante su trayectoria el único factor a tener en cuenta a la hora de analizar las causas de su triunfo tan rotundo y contundente. Los vientos que corren en la política internacional de este como del otro lado del Atlántico le habrán soplado claramente en popa al candidato sorpresa de las primarias en Francia, las ultimas semanas y en particular los últimos día, a seguir a las elecciones presidenciales norteamericanas. ¿Un Trump francés François Fillon? Algunos -muchos, pocos- así lo piensan. Francois Fillon, que fue (sufrido) primer ministro durante cinco años de Nicolas Sarkozy arrastraba -de aquel período sobre todo de su carrera política- una imagen un tanto desdibujada por decirlo así, de un peso pesado de la politica francesa en materia de gestión ministerial -y gubernamental- y que adolecía no obstante de falta de un perfil claro en el plano ideológico.

Y ahora se les habrán roto a algunos los esquemas viéndole emerger tan impetuosamente de líder de una corriente de lo más marcada y definida en el panorama político e ideológico francés, que algunos vienen a definir de derecha/dura, y en la que llama la atención no obstante su vertiente digámosle religiosa o espiritual -en lo referente a los valores (o debates de sociedad como los franceses dicen)- y es por los lazos que habrá sabido anudar con una corriente de opinión de innegable importancia e influencia e impacto en la vida francesa hoy por hoy y me refiero al movimiento (en gran parte juvenil) de protesta contra a la ley del matrimonio homosexual - la llamada ley Taubira del nombre de la anterior ministro francesa de Justicia (de raza negra) autora del controvertido proyecto y artífice de su introducción en el ordenamiento jurídico e institucional del país vecino- que protagonizaron la primavera francesa del 2013.

Y el candidato de la derecha, si es cierto que no asume ahora todo el programa de aquellos, sí lo hace en cambio por una parte importante sino sustancial del mismo que se traduce en su oposición a puntos cruciales de esa ley -que propone no abrogar sino “reescribir” (sic) como lo es la procreación asistida (bebés probetas), los vientres de alquiler y sobre todo la adopción pena por parte de parejas homosexuales con lo que viene a recordar intencionadamente o no- a la figura de Dominique Venner que se suicido (durante las jornadas de protesta aquellas) delante del altar mayor de Notre Dame en Paris, en protesta precisamente por la ley del matrimonio homosexual y en particular por ese aspecto de la ley -en lo relativo a la adopción- que al escritor auto inmolado le precia poner en entredicho el jus sanguinis, y abrir así las puertas y compuertas de par en par de la nacionalidad francesa a la invasión silenciosa, léase a la emigración en masa (de confesión musulmana en su mayoría) y al peligro o amenaza rampante del gran remplazo -le grand remplacement- agazapado igualmente tras esta última.

Y por eso no es de extrañar que en el Frente Nacional de Marine Le Pen el auge de la candidatura de François Fillon se haya acogido con las mayores reservas por no decir con la escopeta levantada. Cartas sobre la mesa. Aquí todos saben mis contactos de antiguo con ciertos medios de la llamada extrema derecha en Francia que me viene de antiguo, a saber de mis años de estancia en el seminario tradicionalista de Ecône,en el que aquella tendencia política e ideológica estaba representada. No era la única no obstante, y si Monseñor Lefebvre no se decantó nunca por un partido u otro, no es menos innegable que se movió siempre en la órbita de lo que cabe llamar derecha en sentido amplio en la política francesa una noción de grande extensión y un tanto elástica que abarca tanto a la llamada extrema derecha o ex-extrema derecha -si se tiene en cuenta la evolución reciente (de desdiabolización) del Frente Nacional- como a l derecha clásica heredera histórica del movimiento gaullista, en sus diversas ramificaciones.

Y de hecho -algo que se me escapo no poco a mi percepción debido sin duda a mi distanciamiento de Francia en las últimas décadas- lo fue la reacción masiva de los católicos de sensibilidad tradicional miembros del Frente Nacional que en el momento de la excomunión definitiva de Monseñor Lefebvre por el Vaticano -léase por el papa entonces reinante Juan Pablo II- le dieron masivamente la espalda, algo que vena saber de forma tardía. Y el caballo de batalla o piedra de escándalo mas bien entre la derecha clásica (lato sensu) y todas las corriente situadas a la derecha de la derecha (por emplear un eufemismo) en la política francesa lo seria sin duda la figura del general De Gaulle. Una figura pendiente sin duda de revisión no solo entre franceses sino también entre españoles (entre los que me incluyo)

Aquí ya comenté hace alunas semanas una de mis lecturas (apasionante), de una biografía del anterior jefe de estado francés, obra de Dominique Venner fuer de toda sospecha) en donde la figura -al claro oscuro de De Gaulle se veía innegablemente rehabilitada con sus luces y sus sombras. “La France c'est moi” (Francia soy yo), gustaba de decir, ante la incomprensión de muchos, el general De Gaulle, y en ciertos momentos de la historia de Francia en el siglo XX -y en particular en su segunda mitad- la historia no obstante pareció darle la razón. La guerra de Argelia fue una gran tragedia, lo mismo que su desenlace, no fue menos una fatalidad histórica, como lo fue la retirada de España del Sahara y anteriormente de marruecos (durante el régimen anterior)

Y personalmente no siendo francés ni de nacionalidad ni de nacimiento prefiero quedarme con la imagen de General De Gaulle que me es mas cara la de la visita a España y a franco -la última que hizo al extranjero (como lo recordaba Dominique Venner en su biografía)- en sus últimos meses de ida, donde estuvo alojado con todos los honores -en compañía de su esposa- en el castillo jiennense de santa Catalina, y sobre todo el De Gaulle de mayo del 68, que acertó a sellar (in extremis) un compromiso histórico con los vencidos de Argelia y de la Segunda Guerra mundial, que salvo a Francia -y al conjunto de Europa occidental(España incluida)-de una nueva invasión de los bárbaros.

Y por eso no siento ahora el menor empacho ni escrúpulo en apostar por un gaullista de convicción sincera en la política francesa (y que no me lo tomen a mal algunos de mis amigos que no comprendan esa posición, porque no pueden tal vez comprenderla)

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