domingo, noviembre 06, 2016

A La Mujer Que Me Ama

¡Déjalas! oí ¡suéltalas!
¡mis esperanzas más caras!
Lo que me dictaba el instinto
en lo más hondo del alma

dejarlas irse, salir
del enredo en que se hallaban
en lo hondo del pozo aquél
¡en el que me sumiste ingrata!

Y se salieron, volando,
de un tris, como si nada
y dije adiós hasta pronto
y las seguí con la mirada

hasta perderlas de vista
y me prometí el esperarlas
de pie o sentado o en sueños
y anticipar su llegada

con la primavera gentil
que me hace guiño a distancia
como si se anunciase ya ahí
para pasado mañana,

tras mi paso del Rubicón
como un viaje a la Nada
por el río del Tiempo (feliz),
de un Tiempo que olvida (y sana)

Y a ese viaje me animo,
mientras recobro las ganas
de (re) vivir y luchar
esperando la hora magna

del aventurero nato
entre cielos de alborada
¿más suaves y clementes
que el cielo que me acompaña?

que presidió majestuoso
esta Odisea (tan larga)
risueño a ratos apenas
y amigo en las horas bravas

y testigo (witness) también
justo con la tierra ingrata
de todo lo que yo soñé
y luché mi amor ¿por nada?

de ese sueño que llegará
aunque a veces se me agacha
y que brilla tan lejano
como una quimera blanca

y negra a un tiempo también,
allí al fondo en la llanada
en el país de ahí al lado
que me hace un guiño (entre nanas)

de sus cantos de sirena
mientras yo sueño en voz alta
y les respondo sereno
de voz viril y atiplada:

entre sirenas y una mujer,
mi apuesta (linda) está clara

(por la mujer que me ama)


Te vas, te alejas, mujer
altanera y enfadada,
tanto más cerca -cuan lejos-
de mí, de mi vista (larga),

más cerca de mis caminos
de mi vida y mis andanzas,
de mis idas y venidas,
del rumbo de mi “jornada”

de esa singladura mía
siguiendo la Vía Láctea
que me condujo tan lejos
sin sentir, como en volandas

a otros cielos y otras tierras
atravesando montañas
en donde me nació -¡silvestre!-
mi poesía trasterrada

de sueños y de visiones,
que fabriqué de la nada
“ex nihilo” igual que un dios
(de la guerra que no acaba)

de versos y de poemas
que me cocía, que escanciaba
en unas noches de luces
mientras tú amor me mirabas

de lo alto de tu torre
de marfil ¡so despiadada!
espiándome de lejos
por la red (la de tus mañas)

versos que me escancié a pulso
a cuerpo limpio (a todo o nada)
de un tirón -¡siempre! a fe mía-
de mi pluma (como en cama)

como si estuvieras junto a mi
rendida, como una gata
de esas que no salen nunca
ni a la puerta de la casa

¡Gatas del Norte de Europa
casi iguales que sus amas
de suaves, de untuosas
femeninas si las haya!

Como tú mujer agreste
¡dulce dueña de mi alma!

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