miércoles, noviembre 30, 2016

ALEPO. ITE MISSA EST

Instantánea de de los avances de las últimas horas por parte de las tropas del régimen en el sector de Alepo (Este) controlado hasta ahora por la rebelión islamista y en fase de derrumbe mientras escribo estas lineas. Obsérvese la extrema juventud de los soldados que aparecen en la foto. La guerra civil siria habrá sido un poco como la guerra civil española (1936-19309) en su tiempo. Por las pasiones que habrá despertado y los odios que habrá llegado a encender. Y también por los sueños que habrá hecho nacer, y las esperanzas
Ite missa est. O como los franceses le dicen, “la messe est dite” (se acabó la misa) En las últimas cuarenta y ocho horas la situación habrá dado un vuelco dramático en Alepo la gran ciudad del Norte de Siria y capital económica del país divida por la guerra civil en dos sectores irreductiblemente antagónicos desde hace cuatro años, la parte Este en poder de la rebelión islamista y la parte Oeste bajo control de las tropas gubernamentales.

El pasado domingo, después de que el cerco del sector rebelde se viese impuesto por completo el pasado mes de julio y vuelto a restablecer -tras una breve ruptura el pasado mes de agosto- dos meses mas tarde (a principios de septiembre) se produjo al fin la ruptura en las lineas de defensa de la rebelión y a partir de ahí los acontecimientos cobraron un ritmo vertiginoso por el avance rápido e imparable de las fuerzas del régimen y de sus aliados que en cuestión de dos días habrán arrebatado a la rebelión un tercio del territorio que controlaban en Alepo Este, pasando así hacerse con toda la parte Norte del enclave rebelde, que se habrá venido a bajo como un castillo de naipes en cuestión de horas apenas.

Y la ruptura sobre el terreno se habrá visto acompañada por otra -en el frente diplomático- tras recientes cambios políticos de la mayor magnitud a escala mundial tal como lo habrán sido -si se descuenta el Bréxit inglés-, el triunfo electoral de Donald Trump en las elecciones presidenciales del pasado 8 de noviembre y el triunfo el pasado domingo de François Fillon en las primarias de la derecha francesa de cara a las elecciones presidenciales en Francia la primavera próxima, uno y otro, partidarios de una revisión categórica de la política extranjera de sus respectivos países -Francia y los estados Unidos-, sostenes principales hasta ahora de la rebelión anti-Assad entre los países occidentales.

Y si se le añade, el cambio dramático en el dosier sirio del mandatario turco Erdogan tras el fracaso del golpe de estado en Turquía -el pasado mes de julio- y su posterior acercamiento a la Rusia de Putín con su consiguiente distanciamiento estratégico en relación con el frente Alepo, el balance no puede ser mas desalentador para la rebelión islamista que ve así evaporarse sus principales apoyos exteriores (al menos entre los países occidentales) Y así se habrá entendido por parte del régimen de Bachar el Assad que parece decidido a acabar a toda prisa y a cualquier precio con la bolsa de resistencia aun subsistente al interior de la ciudad antes de que Donald Trump acceda a la presidencia de los estados Unidos a principios del mes de enero próximo.

Es cierto que el candidato republicano habrá proclamado sin tapujos ni rodeos durante la campaña electoral su postura de acercamiento a la Rusia de Putín, en lo referente incluso con la guerra en Siria. La política exterior no obstante de la que sigue siendo primera potencia del planeta es una incógnita de la mayor magnitud, y mas aún en todo lo relacionado con el Oriente medio por razón sobre todo de la alianza indefectible de la diplomacia norteamericana con el estado de Israel -de garante suprema de la seguridad del mismo- desde su fundación seguir a la terminación de la segunda guerra mundial, y esta claro que el triunfo del régimen de Bachar el Assad en la guerra civil siria no podrá dejar de verlo algunos responsables o políticos israelíes como un cambio de la mayor magnitud en aquellas zona geoestratégica y como tal preñado de amenazas y de incertidumbre, en razón sobre todo del largo historial de conflictos que arrastra el estado hebreo con sus vecinos árabes, y con Siria en particular con la que les enfrenta de antiguo un contencioso territorial referente a los Altos del Golán.

Está claro también que estamos asistiendo a la emergencia de una situación completamente nueva en el plano de las relaciones internacionales, caracterizada -como me lo hacía observar un buen amigo antiguo funcionario internacional- por una vuelta a una situación análoga a la que vivió el mundo (occidental) hasta en vísperas de la Primera Guerra Mundial, de equilibrio (inestable) entre las grande potencias, tras el final de la guerra fría y la emergencia -a favor precisamente de la guerra en Siria- de la Rusia de Putín que acierta a izarse de nuevo al rango de gran potencia tras gran la derrota en la guerra fría que representaría para la antigua Unión Soviética la caída del Muro y del desmantelamiento de la URSS y del antiguo bloque de países comunistas en suelo europeo.

Y en esa situación de equilibrio inestable, un acercamiento entre Rusia y los Estados Unidos como parecen propiciarlo las posturas del presidente electo norteamericano no puede ser ma que motivo de aplauso y de exhortación a la esperanza de cara a esa gran incógnita que representa el auge imparable del gigante chino en las últimas décadas. No cabe duda como acabamos de leerlo en la prensa digital que el de Siria (sic) habrá sido el mayor conflicto de nuestro tiempo. Y la importancia crucial de la batalla de Alepo, el Stalingrado sirio, que aquí vinimos siguiendo sin falla y sin pausa y prestándole toda la cobertura que se merecía en sus lances mas importantes y decisivos de los últimos meses -como mis lectores habrán podio comprobarlo-, no se nos escapó en ningún momento. En las últimas horas se habrá producido un auténtico éxodo de miles de habitantes del sector controlado por la rebelión -viniéndose a dar así un rotundo mentís a los clises de guerra de propaganda/humanitaria con la que los medios occidentales -puestos in crescendo al desnudo a escala mundial por su sectarismo y su beligerancia y su parcialidad anti-periodística y falta flagrante de objetividad- nos habrán venido atronando en las últimas semanas.

Y asistimos en las últimas horas tal vez a uno de los últimos estertores de esa fiebre de guerra e propaganda humanitaria que habrá acompañado inseparablemente la guerra civil siria, y que es a todas luces el último recurso que le queda a una rebelión islamista en las últimas, que no habrá dejado de servirse de la población civil retenida en el sector bajo su control de rehenes y escudos humanos, como el éxodo gigantesco al que habremos asistido en las últimas horas -del que se manejan cifras del orden de los treinta mil habitantes de la urbe en fuga (y más)- viene a ponerlo clamorosamente de manifiesto. La compasión/humanitaria, arma suprema de guerra de propaganda: esa habrá sido tal vez la gran revelación y la gran lección de la batalla de Alepo, el Stalingrado sirio.

Cada vez que el bando pro-Assad movía ficha sobre el terreno , la maquinaria (gigantesca) de desinformación de la prensa global y su artillería propagandística y lacrimógena -de efecto demoledores- se ponía ruada en marcha a base de informaciones tan falsas como alarmantes y sensacionalistas de destrucción de hospitales (al ritmo de un hospital por día, y me quedo corto) de muertes de niños (fotos acompañando, par consumo de la sensiblería occidental) del sufrimiento desgarrador de las criaturas atrapadas en el cerco infernal y de sus “tweets” aun mas desgarradores incendiando a todo incendiar las redes sociales, etcétera, etcétera. Ilustración cegadora y deslumbrante de aquello que dejó sentado Nietzsche en el Anticristo, a saber del derroche de energías y de la fuerza de contagio de una virtud de la compasión, enfermiza y degenerada (de raíz judeo/cristiana)

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