jueves, enero 20, 2022

EL MAYOR POETA FRANCÉS, UN AMIGO DE ESPAÑA


"Piazza d'Italia" (Turin), uno de los cuadros más célebres del pintor italiano Giorgio De Chiricco. Cielo verde del color del Destino, de lo nuevo y desconocido. Y dada la influencia notoria de Nietzsche en su pintura , cabe prestar también al color de ese cielo verde, el simbolismo de la eternidad -o del Eterno Retorno-, en clave de Antiguedad clásica inmemorial, y a la vez de modernidad (surrealista) Verde el color de cielo en De Chirico -que en la Italia de hoy carga con el sambenito de reacionario ("reac") y filofascista-, y verde "el Siglo verde" de la poesía de Saint-John Perse, uno de los más grandes nombres de la poesía francesa cotemporánea Premio Nobel de Literatura con gran prestigio y una reputación sin mancha en los medios de la Bien Pensancia y al que se elogia mucho y se lee poco por culpa de la tematica y la erudición de alto nivel de sus versos más dificiles y por el hermetismo -y cultismo- extremo de su poesia, que nos ayudan a descifrar ciertos datos (casi) inéditos de la clave autobiográfica de su obra. La de "un atlántico de padre a hijos" como él se definía -nacido en las Antillas francesas-, y de un amigo de España leal y agradecido, repatriado con toda su familia (nota bene) en un mercante español el 98, y figura clave de la diplomacia francesa -desde su puesto de secretario general del Quai d'Orsay (ministerio francés de Exteriores) en la conferencia de Munich y -en su cualidad de garante neutral e inflexible del Pacto de No Intervención frente a la izquierda (y Leon Blum)-, en la guerra civil española.  Y su célebre verso "la estrella apátrida camina en las alturas del Siglo Verde" que cita Umbral en un de sus obras (mejores) y que ve en esa imagen de Perse tan arquetipica una imagen (cosas de Umbral) de la Generación del 27, lo eleva se quiera o no se quiera al rango de un profeta (secular, laico y profano) de nuestra época

 Y yo digo: un astro rompe sus cadenas en los establos del cielo, y una estrella apátrida camina en las alturas del Siglo Verde. Me llamaron el Oscuro. Por mis palabras de marinero"  (Saint-John Perse, Amers, que Francisco Umbral cita en "Palabras de la tribu")

Alexis Leger de Saint Leger  -alias (literario) Saint-John-Perse, Premio Nobel de Literatura. Una figura estelar y al mismo tiempo enigmática en extremo, con la que me topé al inicio de mis largos años de tránsito por tierras de francofonia y de la que -siempre, y que  a cierta distancia, es cierto- debo decir que no llegué nunca perderle de vista. Por la valía (reconocida) de su obra poética y por la talla de su figura en el terreno de la politica y de la diplomacia, y de la politica extranjera. Fue colaborador estrecho y brazo derecho a la vez de Aristide Briand primer ministro francés de la posguerra, y en las posturas pacifistas pro-alemana de este último, lo que les granjearía la abierta hostilidad de Maurras y de la Accion Francesa (...) En la conferencia de Munich reveló un discreto y a la vez innegable protagonismo como lo muestran las fotos más divulgadas que de aquella instantánea se conservan, en segundo plano justo detrás de Mussolini. Y un comentario del mismo Hitler -sobre aquel "martiniqués saltarín"- que de aquello también se conserva. Y en la Segunda Guerra Mundial se puso o cayó del lado de "los buenos" (como es lógico de suponer) incurriendo en persecución del regimen de Vichy, que le llevó por las rutas del exilio -a los Estados Unidos- lo que no´le impidió -hito poco divulgado de su biografia- el negarse a acatar la autoridad del General De Gaulle del que no reconocia la legimidad (sic) Lo que De Gaulle -que no le felicitó por el premio Nobel, y que había vetado su entrada en la Academiar- nunca le perdonaria. Y confieso que me mantuvo alejado y distante de él -en el plano de la estima que por tantos conceptos se merecia-, un elogio encendido que de él leí en la última obra a modo de testamento ideológico y filosófico, de Roger Garaudy ex-comunista (destacado) y para entonces ya converso del Islam -al que llegué a conocer como aquí todos ya saben- , que veía en él -como así le veo yo hoy, en un sentido desacralizado del termino-, una figura profetica (sic) y un gigante entre enanos de la historia y de la política francesas contemporáneas. Y fue en el encuentro que tuvieron en una isla del Mediterráneo, el poeta embutido en una capa, cerca de la costa francesa -en la Provenza- donde él se retiró en la última fase de su vida. Y hoy pienso sinceramente -ante la talla (humana) indiscutible de uno y otro- que la grandeza es algo que se comunica -por lo alto- y lo es por la mucha química  (independientemente de sus posturas y sus ideas) que les junta o aproxima

                                          

Estampa (entrañablemente) familiar de Saint-John Perse en su lugar de nacimiento -Isla de Gudalupe, en las Antillas francesas- y un no sé qué de próximo e igualmente familiar de esa foto en otras fotos mías de mi familia, repatriados unos y otros de allí, los mios de Cuba y ellos en un mercante español (nota bene) En el 98

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