sábado, mayo 06, 2017

NIETZSCHE REENCARNADO EN MONGOLIA

Barón (von) Ungern, el último de los jefes de los ejércitos blancos (“del Zar”) Que desafió al ejercito rojo y a la revolución bolchevique desde el bastión -propio e intransferible- que consiguió hacer de Mongolia, tras arrebatarla a la dominación china, hacia el final de la guerra civil rusa. Su destino tan insólito y tan errático hace pensar en el célebre film “Aguirre, la Ira de Dios” -de cineasta alemán (...)- que se vería inspirado en Lope de Aguirre el conquistador vasco (guipuzcoano) que se rebeló contra Felipe II. Algunos de los dichos de uno y otro quedarían para la historia. “Y de lo que no hablamos señores ¿cómo andamos?”, fue lo que puso en boca de Aguirre un de las nombres más emblemáticos de la literatura del exilio (de la guerra civil) Y del “barón chiflado” se recogerían otros muchos, tal vez menos verdes -no se le conocía mujer- pero no menos sabrosas. Y se le atribuyen también frases propios de un sabio o de un profeta. Como ésta: “la esperanza es tan mentirosa como el desespero. Lo que cuenta es hacer lo que se debe y ser lo que se es” (...) Nietzsche reencarnado en Mongolia, el “barón chiflado, último general de los blancos, emperador de mongoles y anticomunista de nacimiento
Un fantasma se me acaba de aparecer en las últimas horas, un fantasma blanco como todos los fantasmas, de pelo rubio y ojos increíblemente azules que lleva la misma enseña -de la locura, la misma túnica blanca -de la infamia- que me vi colgada yo mismo a veces en los linchamientos recurrentes de los que durante treinta y cinco años me vi objeto, a seguir a mi gesto de Fátima. Y estoy hablando del ultimo de los generales de los ejércitos blancos, con el que acabo de trabar conocimiento -de ojos un tanto absortos lo confieso- a través de la obra que aquí ya mencioné de Dominique Venner “Les Blancs et les Rouges (“Los Blancos y los Rojos)” sobre la guerra civil rusa (1917-1021)

El barón Roman Fiodorovitch Ungern von Stemberg, más conocido por el barón sanguinario o el barón loco (o chiflado) fue un personaje rigurosamente histórico que tras su muerte se convertiría en figura de leyenda, y en héroe de novela y de historieta infantil. Lo que da idea del brillo y del colorido de su figura y de su trayectoria. Fue el últimos de los jefes de los ejércitos blancos a seguir combatiendo al ejército rojo, y fue sobre todo un temible señor de la guerra -o así el menos se le presenta- en las vastas planicies y regiones desoladas, lunares (o marcianas) de Mongolia y del Asia Central donde se fabrico un imperio efímero -de unos meses tan sólo- que debía ser la reencarnación del imperio de Gengis Khan, del que pretendía hacer instrumento de una nueva conquista del mundo, como la del tiempo de los mongoles, convencido de la decadencia irremediable del Occidente, que le parecía verse consumarse en la revolución bolchevique, y bajo la compulsión irresistible de un sueño ecuménico -en versión propia intransferible- de regeneración y de alianza de culturas como se diría ahora, entre el Occidente decadente -purgado de su cristianismo- y el Oriente de budas y chamanes, que le llevo a convertirse al budismo en lo que sin duda le pareció seguir hasta el final- el itinerario mental y espiritual de un Federico Nietzsche tal y como lo explicito en su última obra el Anticristo. Exagerando un poco la nota se estaría tentado no obstante de añadir.

 Lo que no le salvo de un trágico fin -fusilado por los bolcheviques que tanto detestaba- para el que sentía predestinado (en razón tal vez de su educación protestante) como no dejó de anunciarlo en determinadas ocasiones en torno suyo. Y delante de sus captores -y jueces sumarísimos y ejecutores a la vez- que le preguntaron por qué detestaba tanto al comunismo, respondió que “la Internacional había existido ya hacía tres mil años en Babilonia” ¿Tan loco estaba, tan descaminado andaba el barón chiflado?

Von Ungern era un “báltico”, léase un ruso/báltico de ascendencia alemana como lo era Rosenberg, autor del “Mito del siglo XX”- léase miembro de una minoría que sufrieron particularmente la revolución de Octubre en propia carne, victimas de un autentico genocidio como lo fueron, convertidos en chivos expiatorios y blancos del odio y de la vindicta colectiva de una mayoría eslava -de rusos, o “letones”- que veían en ellos una estirpe extranjera encarnación de una clase dominante (e invasora) Von Ungern -me entero ahora leyendo a Dominique Venner- inspiró historietas de Corto Maltés, el celebre personaje del mundo del cómic. “¿Por que no tendría yo el derecho de limpiar el mundo de los que matan el alma del pueblo? “No soy un mercenario ni un aventurero, soy un soñador y los sueños no se cambian como la piel tampoco": algunas de las frases que arrastra la leyenda del barón chiflado.

Un fantasma un tanto familiar -dicho sea en voz baja (aquí sólo entre nosotros)- ese que rodea en el recuerdo la efigie del ultimo general de los ejércitos blancos (del Zar) ¿por qué no lo habría de decir? como aquel -en el que vi por primera vez el rostro de la locura- tan inofensivo con el que me cruzaba todos los días en mi facultad y que me crucé inesperadamente un día marchando de noche por un barrio de las afueras en Madrid, viéndole a punto de cruzar la entrada de un establecimiento psiquiátrico en el que sin duda se veía internado. ¿Insano de juicio? Tal vez lo fuera, pero confieso que de verle tan inofensivo, tan derrotado (e indefenso), me invadió un sensación de vértigo que nunca olvidé, por lo lejano y a la vez cercano, en serio (...)

Un poco parecida a la que me acecha leyendo una biografía tan insólita, tan surrealista como la que aquí presento a mis lectores. ¿Loco, héroe o mártir, el barón Von Ungern, emperador (germano) de mongoles, y anti-comunista por así decir de nacimiento? La historia o la memoria tal vez nos lo desvelen un día

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