jueves, mayo 25, 2017

MÁLAGA FACHA Y SEVILLA LA ROJA

Entrada de los nacionales en Málaga, febrero del 37. En Andalucía, la explosión del odio de clase fue mucho más virulenta y homicida que en el resto de la zona roja. Y fue particularmente el caso en Málaga, por lo brutal de la represión roja tras el fracaso del Alzamiento en la ciudad. Lo que daría la medida de lo catártico y cauterizante -en mayor medida que en otros capítulos o episodios de la guerra civil- de la reconquista de la ciudad (y su provincia) por las tropas nacionales. Bombardeos del sector rebelde durante la batalla de Alepo (mayo-diciembre del 2016): parábola de actualidad de los bombardeos sobre Málaga y sus alrededores de la aviación nacional durante la guerra civil, donde los rojos utilizaron sistemáticamente a la población civil de escudos humanos. Como en Badajoz, o en Madrid y Barcelona. Ni Arias Navarro tenía que rendir cuenta de nada, ni tampoco Utrera Molina, al que ahora riden merecidamente homenaje de justicia y desagravio sus descendientes, en el momento de su muerte
Málaga es la otra/capital de Andalucía, o si se prefiere la capital de la otra/Andalucía. De una Andalucía oriental y mediterránea frente a una Andalucía occidental y atlántica que tiene su capital natural en Sevilla. Málaga facha y Sevilla la Roja, dos capitales andaluzas frente a frente, al hilo de una fractura o linea divisoria histórica -y no sólo geográfica- que por paradójico que  parecer pueda se remonta a la guerra civil española. Es cierto que en Sevilla triunfo el Alzamiento y en Málaga tras un éxito inicial acabo fracasando con las consecuencias tan trágicas que ello acarrearía. Pero precisamente por eso, en Málaga se dio una reconquista que no se dio en Sevilla que fue nacional desde los inicios de la guerra.

Catarsis guerrera en verdad, lo que produjo la guerra civil en Málaga por todas las trazas, no en cambio en Sevilla-, a riesgo de parecerle aquí cínico por demás a algunos. No me desdigo. El italiano Marinetti habló de higiene (“la guerra higiene del mundo”). Y yo creo que quepa hablar también de la guerra como de una catarsis colectiva. La guerra civil española, ya lo dejé sentado en sucesivas entradas de este blog, fue la resultante de un explosión (monstruosa) de odio de clase más que otra cosa. Y en Andalucía con mucha mayor virulencia y grados de paroxismo sin duda que en otras regiones españolas. Y convengo que un planteamiento histórico de ese tipo se enfrenta a tenaces resistencias desde los tiempos del régimen anterior que por efecto de la influencia omnipresente y a la vez difusa de la ideología falangista o nacional/sindicalista huía como de la peste de formulaciones o reivindicaciones que pudieran sonar a clasistas de una manera u otra. No todos tuvieron esos complejos.

El escritor Antonio de Obregón publicó un artículo en la revista Vértice (de la Falange) durante la guerra civil (noviembre 1937) bajo el titulo (elocuente) “Nuestros Verdugos” en donde venía a denunciar lo que tuvo de clasista (al revés) la guerra civil española, tanto en su estallido y en sus prolegómenos como en su fase de incubación (durante la república), y en su alocución radiofónica atacó sin rebozos ni complejos a un proletariado madrileño -de barrios bajos- de café copa y puro y partida de dominó los domingos y de catecismo marxista (sic) en el bolsillo, a los que describía disfrutando -en los años de la república- de una economía mucho más saneada (sic) que las maltrechas clases medias desestabilizadas por la crisis económica mundial y por el propio régimen republicano. Y fue así también en los demás centros urbanos por toda España, y Málaga -gran ciudad y con tradiciones más señoriales si cabe que en otras capitales andaluzas- no fue la excepción sin duda alguna.

El fracaso del Alzamiento en Málaga por indecisión de la cúpula militar y en particular del comandante de la plaza el general Paxtot, que acabó poniéndose del lado de la república -tras dar marcha atrás de su compromiso inicial- desembocó en una orgía de sangre y de crímenes contra los partidarios de los sublevados. El escritor oriundo Michel del Castillo en una novela publicada en Francia a principios de los dos mil -e inédita en lengua española- “las Estrellas Frías” de innegable entonación autobiográfica recogía el testimonio -propiamente escalofriante- de una familia profundamente traumatizada por la guerra civil y en particular por la represión roja en la capital malagueña.

Una represión salvaje, fuera de control, que explicaría lo bronco y violento -y cauterizante- de la reconquista que se seguiría. ¿Crímenes de guerra en la carretera de Málaga a Almería, como nos lo viene vendiendo la literatura recuperacionista -de la memoria de los vencidos? Bulos y patrañas de un propaganda de guerra (que se proseguiría) hasta hoy que pasa sistemáticamente por alto el hecho que los rojos se servían de la población civil caída bajo su control -y fue el caso en Málaga como lo fue en Badajoz como en Madrid o en Barcelona-, de escudos humanos. Y un episodio reciente de la guerra en Siria -que habrá acaparado la atención de la prensa a escala del planeta los últimos meses del pasado año- a saber la batalla de Alepo, viene a servir de parábola esclarecedora de ese aspecto de la guerra moderna que la proganda de guerra favorable a  la memoria de lo vencidos del 36 viene ocultando sistemática e insidiosamente desde hace ochenta años.

¿Monstruo de crueldad Carlos Arias Navarro, fiscal en ejercicio destinado en la capital malagueña tras su liberación por las tropas nacionales? Botón de muestra elocuente e irrefragable más bien que la represión de los nacionales tuvo un carácter legal, o si se me apura muchos más visos de apariencia de legalidad de la que ofreció en zona roja. Y viene a cuento esta evocación malagueña que me permito en la entrada de hoy de este blog, del fallecimiento de José Utrera Molina, malagueño ilustre, la ciudad y provincia donde nació y vivió y que le acogen en su seno a la hora de su muerte.

José Utrera Molina fue figura destacada del régimen anterior en sus postrimerías. Era concretamente secretario general del Movimiento cuando se produjo el gironazo en la primavera del 74 a un año (y meses) penas de la muerte de Franco. “Hoy Utrera Molina me relata despacio -escribía Umbral en la necrológica retumbante que dedico (“Girón”) al que fue longevo ministro de Trabajo del régimen, con el estilo que le caracterizaba- lo de aquel gironazo que frustró 'la apertura' (entrecomillado')" Utrera Molina representaba el ala de los “aperturistas”, frente al sector “inmovilista” encabezado por el ex-ministro del régimen.

Y la historia que en el fondo no se equivoca porque es fatalidad ciega y a la vez profecía luminosa, acabó dando la razón a los inmovilistas frente a los aperturistas de entonces, que demostraron estar mucho más alejados (e ignorantes) de la atmósfera -en ebullición (como una olla a presión a punto de estallar)- que se vivía (o cocía) realmente en sectores amplios de la sociedad española de entonces y en particular en su estamento universitario, y cabe decir que si como dice Umbral, el gironazo frustró la apertura, a la larga evito la ruptura/democrática y eso, la memoria oficial y los biógrafos de José Antonio Girón tendrán que acabar por reconocérselo. Como también el conjunto de los españoles.

Dicho todo lo que precede sin ánímo alguno de querer empañar el homenaje que se viene a rendir ahora por parte de sus familiares al político malagueño en el momento de su muerte. Le dediqué un articulo a Utrera Molina en mis (antiguo) blog de Periodista Digital del que no me arrepiento pero que sin duda se merecía una aclaración en atención de aquél, en la hora de su muerte. Y más aún si cabe por el hecho que me valió en su momento una respuesta anónima (o bajo seudónimo) que por lo dolida se me antojó que pudiera provenir del propio interesado. Utrera Molina -es lo que venia a decir yo en mi articulo- fue de falangista (y franquista) tolerado del régimen democrático a seguir a la transición, tal vez como ningún otro. No era un deshonor ni había intención deshonrosa en absoluto por mi parte en preguntarme por las razones de aquella anomalía -un tanto ruidosa se me reconocerá- que me planteaban (legítimos) interrogantes a mí como sin duda a muchos otros.

Como fuera, Utrera Molina estaba perfectamente en su derecho de manifestar adhesión al jefe de estado anterior y a su régimen, con democracia o sin democracia, como lo están ahora sus hijos y descendientes reivindicando abiertamente su memoria y su trayectoria. Por más que vengan a ponerse así fatalmente de manifiesto (otra vez) lo inaplicable -por falta de consenso en la sociedad española- de la ley de la memoria, en su versión de ámbito nacional como en su copia andaluza.

Memoria democrática, contradictio in terminis. Y es en la misma medida que la revolución francesa se pretendió un borrón y cuenta nueva (democrático) en la historia de la Humanidad, que venía a decretar el final de la historia (anterior) y el olvido de la memoria. La memoria es verdad histórica es cierto: de lo que realmente acaeció, a saber la victoria de los vencedores. En Málaga como en el resto de España

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