Vista (preciosa) -en el centro del pueblo- de "la Plaza". De la localidad jiennense de MANCHA REAL, de donde, por la vía paterna, procedo. Cruelmente marcada por la guerra civil: Como ilustración inexcusable de esta entrada, que dedico a los de allí que me estarán leyendo. De Juan Mari MADRILES. Como me conocieron de niño allí
MADRILES. Así me llamaban -a mí y a mi hermano un poco mayor que yo- en el pueblo andaluz -MANCHA REAL, JAEN, el mío por la vía paterna (aunque yo nací en MADRID)-, mis compañeros de juego, niños del pueblo, en aquellos largos y calurosos e inolvidables veraneos de cuando niño. Y lo acepté y lo asumí y no me contrariaba (o eso creí), cuando me llamaban así. Eppure, ahora sin embargo, recapacitando me acuerdo que aquel apodo no me agradaba del todo, por un no sé qué de extraño, de ajeno, de (abusivamente) impuesto, y que prefería (¡mil veces!) que me llamasen -como lo hacían (cariñosamente) en casa- Juan, o Juan Mari como también los cercanos allí a mi familia lo hacían, por mi nombre de pila (de JUAN MARÍA) Y ojeando ayer los medios y navegando en la Red creo haber dado con la clave del enigma, que me planteaba aquel malestar interior del que me habrán sido precisos tantos años para reconocerlo. Y fue la noticia del descubrimiento de los restos o de la lapida recordatoria -que no está nada claro lo que en esa noticia se recuerda y se informa, al menos de lo que entendí-, de MADRILES, nombre de guerra de un guerrillero del maquis de los cuarenta , muerto en Asturias, recién llegado en un grupo desde Francia y habiendo entrado a seguir a su muerte en la leyenda de los que compartían y de los que comparten (hoy) su memoria (colectiva) Y si bien es cierto que MANCHA REAL -La Mancha, como la llaman sus habitantes allí y en localidades vecinas- no fue tierra de maquis, sí lo fue en cambio, la SIERRA MAGINA en el extremo de una de cuyas estribaciones, se encuentra La Mancha, no lejos pues de allí, de donde viene ese nombre -de MAGINA- lugar de memoria favorito del escritor (de izquierdas) Antonio MUÑOZ MOLINA que era de UBEDA precisamente (como Joaquín SABINA), desde donde se divisa aquella, perfectamente y en línea recta -el valle a través, del Guadalquivir que pasa por allí-, y también a su derecha en un plano inferior, MANCHA REAL, en un cruce curioso de vistas o visiones contrapuestas -la del escritor mencionado y la mía -yo desde la MANCHA (allá al fondo en la otra punta de aquella alameda en cuesta, por donde tan a menudo pasaba a pie o en bici yo. Donde brillaban de noche una miríada de luces refulgentes. Y él desde MÁGINA -o desde UBEDA- (de lo que recuerdo en los veraneos aquellos quiero decir)-, opuestas o contrapuestas del punto de vista geográfico y no sólo, como así se puede fácilmente deducir.
Y lo que vendría a confirmar el sesgo partidista -de guerra civil- en los relatos autobiográficos de aquél. Y a la vez, a explicarme a mí -a guisa de pura hipótesis aunque sólo sea- la raíz de mi malestar ante aquel mote ("manchego") que tal vez procedía de la leyenda (guerra civilista) aquella, presente con mucha probabilidad en la memoria de los vencidos de aquella localidad jiennense de MANCHA REAL, caída del lado republicano hasta el mismísimo final de la contienda -finales de marzo del 39, cuando se desplomó lo que quedaba de frente-, y donde la dominación rojo republicana fue muy dura -hasta extremos de pesadilla para los que la tuvieron que sufrir- apoyada no obstante o consentida entonces por una neta mayoría de los habitantes de la localidad, de los protagonistas de aquello y de sus más o menos inmediatos descendientes. Como lo viene a corroborar la serie casi ininterrumpida -a cada cita electoral- de gestión socialista en su alcaldía. Y lo que en las generaciones jóvenes allí, que me aceptaban -doy fe- y con los que jugué y correteé y me divertí sin problemas, estaba a todas luces bien presente en sus mentes y memorias (infantiles) que veían a mí alguien de lo otros -u "hotros" como escribió Miguel de UNAMUNO-, al otro lado pues de la línea de trincheras invisible -e indeleble- que nos legó hasta hoy -y a las pruebas me remito- la interminable guerra civil. NO en señal de beligerancia u hostilidad (doy fe), sino a guisa de orientación o de indicación, con vistas a saber -que a fe mía no lo sabían-, cómo o de qué manera tenían que aceptarme y tratarme a mí. MADRILES, o Juan Mari MADRILES, la sombra protectora que me legó -los años de mi infancia- la guerra civil española del 36. Y así lo verán y lo reconocerán -sin el menor atisbo de acrimonia doy fe (otra vez)- los que aquí me lean. De allí
En esta apasionante y divertida obra de Francico UMBRAL -madrileño de pro, de nacimiento y adopción- se evocan -un poco peyorativamente, es cierto- los Madriles de derechas (como el barrio de Moncloa-Arguelles donde yo nací y crecí) Y sorprende a primera vista ese término tan querido y tan usado en sus "Episodios Nacionales" por BENITO PÉREZ GALDÓS, en un autor como UMBRAL, tan (visceralmente) anti-galdosiano como él


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