Y es que no pueden ser más amargos y envenenados o echados a perder los resultados tangibles y visibles de esa fiebre memorística -guerra civilista que me diga-, que se amparó del partido en el poder desde los tiempos del Nietecito -¿el Bien Nombrado?- José Luis RODRIGUEZ ZAPATERO. POLARIZACIÓN esa es la palabra clave, la que da la "cifra". La que sus excelencias se habrán decidido a soltar por sus bocas de una vez por todas. Como la Buena Nueva. ¡Albricias! O Felix Culpa! Trágicas siempre, y dolorosas y desgarradoras, las dudas o vacilaciones de la cúpula del poder, ya sea institucional. político, religioso -o religioso/eclesiástico o militar -y no digamos en situaciones de crisis o en estados de guerra, y me recuerda el episodio aquel que seguí a distancia pero de cerca aunque (a la vez) a años luz de todo aquello, de un Sínodo pontificio en la fase final del pontificado del papa polaco Juan Pablo II -WOJTYLA de su nombre (de soltero), que acordaron perdonar (sic) a Monseñor LEFEBVRE, poco antes que la excomunión (papal, pontificia) cayera (lapidariamente) sobre su cabeza y las de los que le seguían (conmigo ya fuera -de la FFSPX- pero que sentí como si estuviera yo dentro todavía) Y la Iglesia española -y no digamos la Santa Sede (pontificia)- habrá venido dudando hasta hoy a cuento de la Memoria y ello desde mucho antes que se promulgaran las leyes homónimas.
Hoy -y ya digo que en buena hora- denuncian la polarización, en nombre o por cuenta o en aras de la Reconciliación. Benditos sean! Pero todos tenemos memoria y a mi se me distinguió por eso -por mi memoria de elefante- una vez, en la enseñanza primaria, al final del curso y a la hora del balance de todos y cada uno de los alumnos, y fue en el informe final del profesor y prefecto de estudios. Fuerte y destacado en las materias memorísticas y flojo (y mediocre) en las otras -como las matemáticas- por culpa de aquella, de querer aprenderme aquellas (ay dolor!) de memoria (...) Que no me las dan con queso, quiero decir, ni entonces ni tampoco ahora. Como sea, yo me acuerdo también de unas palabras muy distintas a como suenan las de ahora. Reconocemos humildemente y pedimos perdón por no haber sabido ser ministros de reconciliación en el seno de un pueblo dividido por una guerra entre hermanos. Palabras -de la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes (septiembre de 1971) presidida por el Cardenal Vicente ENRIQUE Y TARANCÓN - pesadas como el plomo que resuenan todavía en nuestros oídos, y que sigo sin comprender, de oídos sordos a aquel lenguaje entonces como ahora.
Y del odio (sic) que aquello me inoculó dio sobrada cuenta el reverendo MARTIN DESCALZO, en sus declaraciones a los medios, de un encuentro -tenso pero pacífico con él, y que le había impresionado, dijo- cuando me detuvieron en Fátima. Y a decir verdad hace mucho que dejé de odiar, al rey Emérito, y a la Iglesia española, pero el odio perfecto aquel, limado o purificado aristas, de asperezas, de emoción y de visceralidad -y en suma de pulsión de muerte (sic) o de matar- sigue -sin odiar ya a nadie insisto-, en lo que tuvo y tiene de espiritual, bien presente en mi cabeza. Y sigo sin comprender las dudas de la Iglesia en el tema de la Memoria (o sea) O digamos que creo comprenderlas ya muy bie. Lo que no me quita el sueño ni me agita, la mirada clara y lejos y la frente levantada. Por el Imperio hacia Dios, o sea.
Lo que cantamos en otros tiempos y otra época, y que rcuerdo ahoa cruzando el río del Tiempo, mientras escibo en este blog, en busca de olvido y de reconciliación, en lo que hay que olvidar y perdonar, como nos invitan a a ello oráculos y sentencias del paganismo pre-cristiano europeo. Una mirada de dos mil años hacia atrás de las que dan vértigo, lo confieso, pero sin que nos intimide ni el Vacío, ni el Silencio: ¡¡¡DESPIERTA FERRO!!!
Padre Fray Miguel OLTRA (OFM) , franciscano. Fue capella de la División Azul, y más tarde fundador y presidente -en abierta oposición a la Conferencia Episcopal (años 70)- de la Hermandad Sacerdotal Española. Y fue mi amigo hasta el final de su vida, hasta después de la condena de Monseñor LEFEBVRE y los que le seguían


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