martes, mayo 30, 2023

MEDICINA E HISTORIA ("conspiranoica")

  ("Entre los médicos hay numerosos sionistas") (Stalin, discurso al Politburó, del 1 diciembre 1952)


Muerte de Stalin (5 de marzo 1953) A la izquierda de la foto, Nikita Kruschev, Laurenti Beria y Malenkov. Entre rumores (no confirmados) de envenenamiento por parte del segundo de los nombrados (jefe de la policia política NKDW, más tarde KGB), en el marco del escándalo desatado por el complot de "las batas blancas" -médicos del Kremlin, todos judíos, incluido el médico personal de Stalin, detenidos e interrogados, acusados de espionaje por cuenta de los Estados Unidos -, en un eco insólito e inaudito e insospechado del preludio a la solución/final en la Alemania nazi (con las leyes -contra médicos y abogados judíos- de Nuremberg, 15 de septiembre 1935) Y en una ola o epidemia de espionitis -caza de brujas (Mc Carthy) en los States (febrero 1950)- que llevaría, tras un atentado contra la embajada soviética en Tel-Aviv (9 febrero 1953), a la ruptura de relaciones de la Rusia soviética con Israel (11 febrero) y marcaría, en un espectacular cambio de Alianzas -como le sucedió a Prusia en la guerra de los Siete Años (1756-1763)-, el inicio de la guerra/fría, que a falta de un tratado de paz cualquiera habrá durado hasta hoy. Putin, en eso (y en otras cosas) lleva toda la razon)

La Medicina a falta de ser una ciencia exacta -como la Filología (y el mismo Nietzsche no me contradeciría) - tiene también su historia como tal, en la que nos es posible zambullirnos, en busca de hazllazgos sorpresa, a falta de tesoros submarinos, cuando en nombre de la Medicina se nos quiere (empecinadamente) quitar la "joie de vivre" (en francés, la alegría o las ganas de vivir)  Y uno de los episodios más cruciales y reveladores de la historia médica contemporánea lo sea quizás el llamado "complot de las batas blancas", bajo Stalin, hasta el punto (nada dificil de probar) que ello habrá imprimido un giro decisivo en la marcha de la Historia, en un cruce o encrucijada de no menos cruciales acontecimientos que nunca -por qué razón- se habrá intentado convenientemente subrayar. Tratando a todo precio en cambio de desecharlo sumariamente como un episodio meramente anecdótico, a título de paranoia (conspiranoica), y en una especie de veredicto o de diagnóstico con todas las credenciales de la bienpensancia posibles de imaginar. Que puso -muy al contrario- de manifiesto la importancia y el protagonismo de la Medicina en el marco del juego de influencias, de las relaciones de fuerza o de las luchas por el poder en el plano de las relaciones internacionales de alcance o repercusión propiamente mundial. 

Y como lo habrá ilustrado de nuevo de una claridad propiamente cegadora la epidemia del COVID y la ristra interminable de polémicas que habrá arrastrado tras de sí. Stalin, en el apogeo de su poder y de su gloria de vencedor absoluto de la Alemania nazi en la II Guerra Mundial, y de dueño y señor en el nuevo orden (de Yalta) que el desenlace de aquella iba a deparar, se sintió (razonablemente) amenazado en su poder, por el único punto neurálgico o único flanco vulnerable que el vencedor de Hitler y del nazismo llegaba a ofrecer de cara a sus (numerosos) rivales y enemigos, a saber su propio cuerpo (soberano) y su estado de salud (un delicado e inestable "equilibrio de deflagaraciones", como diría Francisco Umbral mucho después) 

Y la Historia con la visión retrospectiva del tiempo transcurrido hasta aqui le habrá dado ampliamente razon, izando aquello al rango de los grandes acontecimientos históricos y no arrojándolo en el vertedero de los complejos o de las obsesiones o paranoias, ni desechándolo a lo sumo como un simple sueño o ilusión. Un ser humano, no más que eso, Stalin, ni un demonio ni un dios tampoco, en ese empeñs de humanización (sic), la de él y la de su rival directo y mayor antagonista Adolfo Hitler, tal como ya lo habré expresado en este blog.  Y con ello me arranco por las buenas las escamas de los ojos y se me antoja ver de pronto simples cuentos piadosos -de bueno y malos-, rezumantes de moralina (judeo-cristiana) en lo que antes me parecia ver (en sucedáneo) artículos de fe. Y me refiero a la narrativa a cuento de Stalin -léase antiestaliniana- en la que nací, crecí fui educado que hoy examino en cambio con la mayor circunspección y escepticismo. En un sintoma de madurez. 

Y pienso muy en particular en Pokaianie, film de la Glasnost de autor georgiano (nota bene), que marcó una buena parte de mi existencia en la medida que lo vi en el marco del festival de cine (Film Gebeuren) en Gante a finales de los ochenta -en un silencio religioso del público a la salida- recién llegado aquí. Arrepentimiento (Pokaianie en ruso, Berouw en neerlandés) Arrepentirse Stalin y los estalinianos de qué? De haber vencido en la Segunda Guerra Mundial, ante el tribunal de la Historia, el que cuenta (para la posterioridad)? 

ARREPENTIRME YO? DE QUÉ? De haber seguido siendo fiel a mí mismo,  a lo que soy, y a lo que fui, aquel muchacho puro y generoso, y valiente (y fiel) -a fuer de temerario y de imprudente?- el que más de mi generación -qué se hicieron? qué fue de ellos, que nos los ve nadie  (y menos que nadie, yo)- sin verme ni reconocerme (NO y NO!!!) y es en la caricatura que se llevan obstinándose  en ponerme delante de los ojos -de criminal politico (sic)- desde hace ya cuarenta años los medios de la Prensa Mainstream, léase de los Sabios de Sion?   

Y es que ahora en cambio me veo claro como la luz retratado en el Padrecito de los pueblos. En serio (increíble pero cierto) Y es cuando me veo amenazado en mi integridad física -hasta el límite del hostigamiento y de la brutal imposición de un simple diagnóstico sin el menor derecho (en la práctica) a una segunda/opinión- por otra especie de batas/blancas, aquí en Bélgica. Quién habló de complot? Stalin y Yo