sábado, febrero 18, 2023

ARGENTINA Y LA "INMENSA MINORÍA"

 

Juan Manuel de Rosas, gran figura del caudillaje argentino, la otra/tradicion argentina, frente al liberalismo sectario y masónico de Sarmiento (anti-español), su directo rival. Y exponente, ilustre el gran caudillo federal, de la inmensa minoría (díxit Francisco Umbral) que a traves de décadas, desde los tiempos de la Emancipacion, pone en discusión -y en revisión- la historia oficial de la Argentina en sus hitos mas señalados como la Emancipacion (que yo llamo la rebelión mestiza) Tal como lo habrá puesto de manifiesto una reciente discusion digital en torno a Sarmiento, su sectarismo anti-español y sus ruidosas profesiones de racismo (anti-indígena) Rosas se mantuvo ausente nota bene de la Revolución de mayo (1810), detonante de la Emancipación anti-española

De entre la masa de recuerdos de mis años de estancia entre argentinos, en Buenos Aires, retuve una escena característica entre otras muchas, y era  a la puerta de un liceo (o ateneo) de la enseñanza pública, en el momento de entrada o salida del grueso de estudiantes, cuando todo y todos se paraban, cada uno en el lugar y en el ademán incluso que les pillara (en posición firmes o descanso), como en un corte de cinta cinematografica, y era cuando empezaban  a hacerse oír por altavoz los acordes del himno nacional argentino y se izaban a la vez las banderas patrias. Algo que nunca vi de comparable, ni aún en los tiempos heroicos del franquismo (años cincuenta, los de mi infancia y adolescencia). Enseñanza (obligatoria) nacional (y republicana) para todos, laica y patriótica, conforme al universo mental e ideológico de las Luces, de la Revolucion francesa en su versión (sui generis) de la Emancipación americana, lo que yo llamé (por mi cuenta y riesgo) la Rebelión Mestiza. Y salgo así al paso de las acusaciones o incomprensiones de los argentinos que me estarán leyendo o escuchando -que ya les estoy oyendo-, y todo ello viene  cuento de la pomica o discusion de la que habré sido testigo -y también partícipe aunque en escasa medida- de la evocacion en el no sé cuantos aniversario de su nacimiento de un prócer de la Nación y figura emblemática mayor de la historia oficial argentina. Y me refiero a Faustino Domingo Sarmiento, que fue presidente de la Nación justo a seguir a la Emancipacion, y ministro del Interior, que sigue brillando y resonando hoy en la memoria de sus compatriotas y fue por lo que hizo y les legó, a saber la red -abarcando toda su geografia nacional- de centros de enseñanza (pública) y también por las contradicciones no poco ruidosas entre diferentes momentos o estadios de su trayectoria y sobre todo entre aquella y las profusas declaraciones que de él hoy se conservan (...) Y lo que más me habrá llamado la atención de esa discusion digital lo habrá sido lo extenso y prolijo de las respuestas y también entre la (amplia) mayoria absoluta de elogios y de alabanzas, el contrapunto tenaz, y pertinaz, que no habia forma de pasar en silencio ni de acallar, de una extensa minoría discrepante, lo que yo llamaria (en terminología de Francisco Umbral) la inmensa/minoria, que se me antoja (al pasar) como una nota distintiva de la propia historia argentina. 

Como una puerta de acceso con espejo en donde no podemos menos de mirarnos y reconocernos españoles como yo alertas a la voz de la sangre y fieles a la vez a la memoria de antes de la Emancipación, léase a la memoria de la Conquista. Apoyándome como en un eco de aquella minoría egregia, en la otra/tradición argentina, la del caudillaje, de los caudillos, de la libertades federales frente al centralismo (jacobino) de los unitarios, y de todo lo que reivindicó la (llamada) escuela revisionista, matriz del nacionalismo argentino, con los que me quedé en deuda de una explicacion, de los años de estancia allí, y de todo lo que a continuacion vertí sobre ellos dentro y fuera de este blog, que rubrico y al mismo tiempo y en el mismo modo y medida matizo, como me voy a explicar aqui, y como digo Jack, por partes. Y con una gran figura en mi lente retrospectiva y es la de Juan Manuel de Rosas, rival y adversario en línea directa de Sarmiento, y junto a él otros dos memorables caudillos gauchos,  Peñaloza y Facundo Quiroga, hitos insoslayables todos ellos de una tradición nacional -revisionista- que llega (sin pararse o inerrumpirse después de él) hasta el general Perón. El caudillismo, lacra de infamia en la historiografía correcta, y botón de muestra a la vez de la herencia hispana. Desde Santa Ana en México, Trujillo en el Caribe -y que me perdonen los del boom y sobre todo Vargas Llosa-, y otros tantos en Venezuela en Colombia y en el Perú, hasta José Artigas en el Uruguay, y en el Paraguay, el doctor Francia, al que los suyos llamaron Karai Guasú -"Gran Señor" en guaraní (...) Sin olvidar al más caricatural (e impresentable) de todos ellos, a Mariano Melgarejo, insigne paladín de "la civilización boliviana" (léase inca/hispana, o hispano/incaica) Todo un mundo ("un beau monde") como le dicen en Francia, que no es de recibo descartar de un plumazo y de un rápido pasar pagina, como lo hizo hasta hoy la moderna (y correcta) historiografia, sobre todo la que emana (hoy como ayer) de los Países Bajos (u Holanda) 

Y este breve y fugaz abordaje historico de tinte argentino quedaría  incompleto sin una fundamental apostilla. Y es que el término -y el concepto- de revisionismo difundido (y cómo!) desde hace décadas en la Europa de la posguerra, tuvo su precursor con décadas de adelanto -de justicia el recordarlo- en la corriente o escuela del revisionismo histórico (sic) en Argentina con figuras emblemáticas -ancladas desde muy joven en mi memoria- como Manuel Gálvez, Arturo Jauretche, Raul Scalabrini Ortiz, José María (Pepe) Rosa, Alberto Ezcurra  (Medrano) y los nombres, más significadamente ideológicos  que propiamente históricos -en torno a la revista Criterio y a los Cursos de Cultura Católica-, de Ernesto Palacio, Tomás Casares, Leopoldo Marechal, César Picó y Attilio Dell'Oro Maini. A los que habría que sumar (entre otros muchos) los nombres igualmente emblemáticos, de Carlos Ibarguren y de los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta; de Gustavo Martínez Zubiría ("Hugo Wast") y de los presbíteros Julio Meinvielle y Leonardo Castellani. Y también de  políticos y (brillantes) diplomáticos, Sánchez Sorondo, Mario Amadeo y Juan Carlos Goyeneche. Amén de tres célebres escritores próximos (igualmente) del nacionalismo argentino, tales que Leopoldo Lugones, Oliverio Girondo, y Macedonio Fernández. 

"El que ha bebido beberá", reza la biblia (canónica) Y los que nos abrevamos (ideológica- y)  culturalmente de ciertas fuentes, volvemos finalmente ellas tras apercibirnos -oh divina sopresa!- que se mantuvieron inalterablemente puras (O félix culpa!) Y que me perdonen los de la TFP (brasilero/argentina) Que se equivocaban (y yo igual que ellos) con los nacionalistas. Errare humanum est. Que nobleza obliga (...)

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