miércoles, julio 04, 2018

VALLE DE LOS CAIDOS ¡NO A LOS CAPITANES DE DERROTA!

Jerarcas alemanes –del régimen nazi- durante las celebraciones en honor de José Antonio y de sus restos en el Escorial antes de su traslado al Valle de los Caídos, después de la Segunda Guerra Mundial cuando el régimen de Franco decidió meterse bajo las faldas (y faldones) de la Iglesia y encomendarse –de la svástica a la judeo/cristiana- a un cambio de cruces. Capitanes de derrota, no aquellos -que supieron pagar con su muerte heroica su fe ciega en la victoria-, sino los que nos quieren obligar ahora a creer en las fuerzas celestiales (sic) con las que cuentan y en las que no nos obliga a creer ya ni el concilio vaticano segundo al que salvo prueba de lo contrario ellos (y ellas) reservan una fe tan devota. Para un viaje así querido Sancho no necesitamos alforjas (...)
Sumar y no restar. Esa es la idea que me invade o me preside mientras comienzo a darle a la tecla, en unos términos y en un enfoque que corre el riesgo de parecerle encizañador a algunos, que me catalogarán, no entre los que suman, sino entre los que restan. No importa. Y viene a cuento de la convocatoria atronadora a través de los medios y de la publicidad callejera –¿quien la sufraga?- de un movimiento por España (sic) surgido de la nada como por arte de magia y de las declaraciones -de un buenismo y de un angelismo de los de poner los ojos en blanco de su dirigente y principal organizadora. No la juzgo, Dios me libre, ocurre solamente que no creo en absoluto en lo que dice ni en las fuerzas (sic) con las que cuenta o dice que cuenta (….), ni el en éxito –bien al contrario- de su iniciativa (…) Cuatro gatos –en la tercera edad de preferencia- ignorados de los medios nacionales y bien aireados, con el mayor realce, por la prensa extranjera quiero decir por los medios de la prensa global (“mainstream) avezados en las técnicas de guerra de propaganda de las que tanto gustan y de las que tanto acostumbran en tratándose de España y de la interminable guerra civil española de la que la buena señora no dice ni pío, como si no existiera, como si no ardiese o estuviese en ascuas todavía. O de la Segunda Guerra Mundial. mera continuación de aquella, y que también todavía dura (...)
Y un fiasco más realzado todavía por el previsible destino (prometedor) –de éxitos y de trofeos- que cabe augurar a la segunda ley de la memoria cargada de (tristes) promesas en la política española (…) Ese es mi vaticinio –y ojala que me equivocara- a tenor de lo que viene ocurriendo con iniciativas análogas o de tónica comparable condenadas de antemano al fracaso más estruendoso y a la derrota mas estrepitosa, y retratando así cada vez a sus mentores y organizadores como no podía ser de otra forma, lo que son y nunca dejaran de ser capitanes de derrota. Como lo ejemplifica mejor que nadie la organizadora de esta iniciativa piados que confiesa haber dedicado su vida –desde 1992- a la lucha contra el aborto, ejemplo emblemático si los haya de causa fallida en España y fuera de ella (…) Meterse debajo de las faldas de la Iglesia –a la vista de los cadáveres ajusticiados del Duce y de la pobre Claretta al final de la Segunda Guerra Mundial, abril del 45- es lo que hizo Franco entonces y lo que nos instan a hacer ahora este movimiento fantasma y su ilustre señora de presidenta y organizadora. ¿O qué fue si no la erección del Valle sino el fiar el presente y el futuro de España y de los españoles tan negro y tan lúgubre y sombrío en aquellos tiempo de derrota mundial (Salvador borrego díxit) a la sombra y al amparo de la cruz (judeocristiana) de piedra más gigantesca en todo el planeta, como algunos no dejan de recordarlo ahora. Y que venia a remplazar, como a exorcizar, la otra cruz (svástica) a la sombra de la cual (nota bene) los trabajos de erección de la abadía fueron iniciados y que acababa de morder el polvo de la derrota, lo que el régimen de Franco -como lo recuerda sardónicamente Francisco Umbral en una de sus novelas- celebró con gran alborozo en la Gran Vía Madrileña y en las principales plazas y calles de pueblos y ciudades españolas, dando olímpicamente así la espalda a un deber inexcusable -de luto y de memoria-, de la participación fiel y decisiva de sus antiguos aliados en la guerra civil española (….) ¿Lugar de reconciliación? De polémica (interminable) más bien, y de discordia –y en eso tienen razón sus detractores- incluso entre los de su propio bando, como lo ilustra el problema –en extremo embarazoso- tal y como lo hace agudamente observar un artículo aparecido ayer en la prensa española- que plantea el otro/muerto del Valle con el que nadie sabe exactamente lo que se debe hacer, a saber el fundador de la Falange José Antonio Primo de Rivera. Estaba yo en el Seminario de Ecône (mediados los setenta) cuando recibimos la visita de uno de esos curas de choque (marca integrismo francés) que gravitaban en torno a nuestra fundación y que pese a lo contracorriente no dejaron –como lo hizo el movimiento “Occident” a seguir al mayo francés tal y como aquí recientemente ya lo tengo explicado- de marcar la época (postconciliar) aquella, sobre todo en el área cultural francófona, y era tal vez el polemista de mayor realce de todos ellos que no se privaba de criticar en público y en privado al fundador del seminario, monseñor Lefebvre. Aunque no hacía –dicho sea como de paso- el menor asco a la hospitalidad que el otro generosamente le ofrecía, y el cual de vista yo en su celda me soltó, en mi oídos un poco perplejos y escandalizados, el gran pecado (sic) –de profanación- que había cometido el Caudillo mezclando al tún tún “nacionales” (católicos por definición) y “rojos” no reconciliados (canónicamente) con la iglesia (…) Discordia también entre los propios falangistas, más alejados (oficiosamente) al menos de la iglesia (…)como lo ilustra aquél –recordado también oportunamente ahora- que le llamo “traidor” en el silencio atronador –durante las celebraciones del 20 de noviembre- en la críptica de la Basílica. Y que pasado aquello y la encarcelación que para él se seguiría no quería –como me lo aseguró alguien que lo había visto en un encuentro un vez puesto en libertad- ni oír hablar de antiguas lealtades y obediencias (…)

Conferencia de Hendaya (23 octubre 1940) Una foto que nos persigue a sol y a sombra -por cuenta de Franco y el Valle de los Caídos- por lo menos en la prensa extranjera, y volverá a resurgir con mucha mas fuerza ahora. Con su eficacia mortífera de siempre. De nada nos sirve el meter la cabeza debajo del ala -o el ponernos a rezar de rodillas o el fiar nuestra suerte de las fuerzas celestiales (sic)- y el obstinarnos en no rendirnos a la evidencia: la guerra civil española fue el preludio de la Segunda Guerra Mundial y esta batalla de memorias que estamos viviendo es el ultimo –no, el penúltimo- capitulo de ella. El toro por los cuernos. A saber, el reñir la última batalla de la Segunda Guerra Mundial –de la guerra de propaganda (y en el contexto de la immigración/invasión silenciosa)- que todavía dura. Piensen lo que piensen –y lo digo con todos los respetos- historiadores del mayor prestigio y valía como Stanley Payne y Pío Moa (…)
Por todo ello y mucho más se me venia encima, desde niño incluso –esa es la pura verdad- aquella basílica ahora en la picota con todo sus muertos y su cruz inmensa, y faraónica. Y era, sin la menor duda –caigo cabalmente en la cuenta sólo ahora- por el polvo que fatalmente la invade y la rodea de fracaso y de derrota (….) Y no el lugar mas adecuado pues –por todo lo que precede- de escenario o teatro de operaciones de la batalla tan crucial y decisiva que se acerca. Pero en fin, esos teatros, esos escenarios raramente son de libre opción en los mejores estrategas, y no les queda más remedio que asimilarlos y soportarlos y amoldarlos a sus anchas y a su gusto, ley de guerra (…) Lo que se me antoja que nos ocurre ahora. ¿Atrincherarnos en ella, como lo hicieron o defensores de Belchite, las ruinas mas gloriosas –todavía bien enhiestas, en pie- de la guerra civil española? (…) Quizás sea la única alternativa quw nos queda. Quiero decir dar la batalla de la Basílica y del Valle, como están haciendo ahora pero plenamente conscientes que lo que está en juego es otra cosa, como los defensores de Belchite era concientes que con su sacrificio heroico estaban salvando –como en realidad así fue- a la ciudad de Zaragoza.
Ruinas de Belchite -¿enhiesta por poco tiempo todavía?-, que a algunos les llena de terror y a nosotros nos infunde en cambio –por el ejemplo de sus defensores heroic os- una llama de fe y de esperanza. En esta guerra (sin cuartel) de las dos memorias. Como antídoto contra el olvido, en el que nos quieren embarcar algunos –o algunas- capitanes de derrota. Fuente de moral guerrera y victoriosa, la memoria de la guerra civil española. Y consigna urgente: hacer de nuestras posiciones –en apariencia desesperadas- de ahora, baluarte inexpugnables y no nichos de resignación, de lamentación –y de oración- y de derrota. Como algunos –y algunas- quieren hacer del Valle de los Caidos. ¿Desacralización, profanación? ¿O no disparaban los nacionales desde lo alto de los conventos y de las iglesias los primeros momentos del Alzamiento? En Lavapiés sin ir más lejos, en el antiguo colegio –el mío- de los Escolapios de San Fernando, donde los falangistas resistieron, y que los rojos quemaron sin dejar piedra sobre piedra, dando paso al resurgir, en otro barrio durante años y años (…)
Lo que no es más se me dirá que una forma de desacralizar el lugar al contrario o en una línea diametralmente opuesta, de la estrategia político/religiosa –o psicológico/espiritual, me da igual- que preside, por confesión propia de su organizadora- la iniciativa de ese movimiento fantasma del que nos estamos ocupando ahora (…) Una estrategia condenada fatalmente al fracaso, como la campaña contra el aborto y tantas iniciativas piadosas, aunque a algunos esto les suene a blasfemia. Como les suena mas que verosímilmente el trágico final que reservó el destino del otro/muerto del Valle, José Antonio Primo de Rivera. Restos profanados en vida, y después de la muerte (…) El desprofanador que lo desprofanare (…), dan ganas de decir con aquella retahíla infantil, lo que da idea de lo entramado e inextricable de la cuestión, como una disputa bizantina, sobre el sexo de los ángeles, no me digan. Convertir la Basílica del Valle de los Caídos en la sepultura de sus asaltantes, y en un campo de ruinas. Esa es nuestra apuesta y nuestra consigna (….) En señal y vaticinio de esperanza y de victoria (…) Aunque haya que “tocar el Valle”. Y aunque se nos venga la cruz encima, hecha trizas

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