En la foto, a la derecha, Álvaro URIBE, ex-presidente de Colombia y tío carnal del joven candidato presidencial, Miguel URIBE -detrás, en una foto-, asesinado (7 junio 2025) en plena campaña electoral, víctima de un atentado, que aquel habrá seguido (impotentemente) preso, condenado -a doce años de prisión- en tribunal, "reo -¿LAWFARE?- de un delito de "soborno en actuación penal" y de "fraude procesal" (...) Y a la izquierda, el anterior presidente, Juan MANUEL SANTOS, artífice y promotor del proceso de paz con la guerrilla (y Nobel de la PAZ 2016) La (acerba) rivalidad entre ambos habrá presidido el entierro y funerales del político asesinado: su tío, Miguel URIBE -denunciando como una provocación (sic) la presencia de aquél en las ceremonias, reprochándole a su vez los acuerdos de paz con los guerrilleros -bajo la presidencia (de izquierdas de Gustavo PETRO nota bene-, y endosándole por eso mismo -y por sus recientes declaraciones- responsabilidad política en la muerte de su hijo
Violencia/colombiana, un sustantivo en sí, que fusiona y aglutina los dos términos de la ecuación -en Violencia a secas-, sin necesidad de ulteriores adjetivos (calificativos) o determinativos) Que usan, aludiendo a ese fenómeno, los colombianos mismos, sus analistas, politólogos y comentaristas. Y que viene a ilustrar el capitulo (sangriento) de última hora en la crónica de actualidad más rabiosa en aquel país de la Americe hispana (o ex-hispana) Con la muerte -asesinado- en plena campaña presidencial de Miguel URIBE, sobrino del anterior presidente de la República, Álvaro URIBE, a quien habrá sido dado observar (impotente) el asesinato de su sobrino, no entre rejas, sino en arresto domiciliario: condenado en tribunal, de reo de delitos "procesales" (...) bajo el mandato del presidente (de izquierdas) Gustavo PETRO (que todo hay que decir)
¿Quién mató al Comendador? rezan nuestros clásicos en una de las obras más célebres, y en uno de los capítulos más granados de la Historia de nuestra Literatura. Una pregunta que en el caso del asesinato de Miguel URIBE habría que formular o reformular dos y tres veces, dejando de lado la memorable respuesta, FUENTEOVEJUNA (señor) -"todos a una" ¿Quién pues mandó matar (aquél) al sicario de quince años que disparó el arma homicida? y también, la otra pregunta -del millón- sobre inductores o sobre el coautor del atentado contra Miguel URIBE que le costó la vida. Y todas las miradas -a la hora de la respuesta- se vuelcan en dirección de los disidentes de las FARC, contrarios al proceso de paz. Y en particular, a la organización que reagrupa a aquellos. Siempre no obstante, a falta del reconocimiento en la autoría del atentado por parte de esa organización (blanco de las sospechas) a la hora en que escribo estas líneas.
¡Guerra del fin del mundo! -"más de cincuenta años de guerra civil" "220.000 muertos y 6 millones de desplazados"-, en expresión (y cifras) de los patrocinantes del Nobel de la Paz (2016) concedido a Juan Manuel SANTOS CALDERON, anterior presidente de la Nación, quien condujo las negociaciones de paz con la guerrilla colombiana. La que habrán reñido sin pausa ni descanso los movimientos guerrilleros desde los confines de la geografía del país y de lo más hondo de su selva, y de la que se hablaba (sin parar) -hace unos cuarenta y cinco años!!! en los tempos que estuve allí (...) Y era como un fenómeno enquistado (sic) en espera de días y años mejores, que parecen haberles llegado ahora (...) Y hablo, como digo, de todo esto, no precisamente de oídas: estuve allí en verdad hace tanto (finales de los setenta) que mis recuerdos se pierden ya otro tanto en la noche de los tiempos. Iba guiado por amistades allí que cordial y calurosamente me acogieron y a los que me dirigieron amigos y compañeros en el marco de la FSSPX -la Fraternité"- de Monseñor LEFEBVRE.
Estuve sobre todo en BUCARAMANGA -departamento de SANTANDER (cuenca del río MAGDALENA) -, y acabé mi visita -como una gira "misionera" o pastoral- en la capital BOGOTA. De donde se siguió mi expulsión (sic) por orden del DAS -Seguridad del Estado DEPARTAMENTO ADMINISTRATIVO DE SEGURIDAD- tras mi convocatoria en las dependencias del organismo aquél y de una (tensa) entrevista con la funcionaria que me recibió -la misma que me notificó la orden de expulsión (fulminante)-, en compañía de los amigos -y seminaristas- colombianos que en el trance aquél me acompañaban. Y fue -y no me duelen prendas, que todo hay que decir- tras unas declaraciones mías en una conferencia de prensa que dimos yo y los que me acompañaban -en un restaurante en el centro de la capital (creo recordar), en el tono polémico y beligerante acorde al aliento combativo que nos movía, donde (imprudentemente sin duda) arremetí contra la memoria del cura/guerrillero CAMILO TORRES, sin calibrar (bien) la fuerza de arraigo y la cargazón iconográfica del mito aquel entre sus compatriotas. ¿Me pesó también entonces mi condición de español allí? Sinceramente, no sabría qué responder.
Como sea, como una premonición aciaga y sombría de aquel triste desenlace, debería yo haber interpretado (ay dolor!) lo que me sucedió a inicios de mi entrada en el país. Y fue que viniendo desde el Ecuador en un periplo -de vuelta a Europa- desde la Argentina donde había permanecido casi dos años empeñado con otros compañeros en la fundación de la Fraternidad (San/Pío X) allí, y, al cruzar la aduana (ecuatoriana/colombiana) la franqueé, alegremente (¡iluso de mí!) estando el puesto aquel de aduanas -TULCÁN-IPIALES- completamente desierto y sin que nadie me pidiera ni dejase constancia de nada (...) , lo que un poco más tarde a fe mía me iba a costar como un ojo de la cara. Y fue que habiéndome alojado -ya dentro de Colombia-, cerca del puesto fronterizo aquel, en un convento de monjas que ofrecían un servicio cualquiera de alojamiento, vistiendo yo la sotana hasta los pies (nota bene) -del seminario de Ecône, de la Fraternité- fue ello lo que puso sin duda en guardia a aquellas monjas tan obedientes y tan piadosas que a todas luces no quedaron contentas o satisfechas -aún dándome (una noche) alojamiento -con las respuestas que ante su interrogatorio en toda regla les di, y que ante la situación canónicamente irregular en la que la Fraternité se encontraba, yo no les podía (más), por razón de fuerza mayor, ofrecer. Y aquello fue como una sombra proyectándose en mí que me iba a seguir y a perseguir, pisándome los talones, los días justo a seguir.
Y fue que tras un control de rutina (en apariencia) de policía, circulando por allí, acabé dando con mis huesos en sus dependencia, en situación -no entre rejas (...)- sino en el mismo despacho de ellos, de arresto o detención administrativa (o algo así) Por unas horas -¡como una pequeña eternidad para mí!-, sin que nadie me tocara no obstante un pelo, y sin que nadie me dijera ni explicase nada tampoco, de por qué me encontraba allí (sin dejar de hacerme observar no obstante -a modo de pretexto o de coartada- que en mi pasaporte no constaba mi entrada en el país, pero sin acusarme por ello tampoco): hasta que las monjitas aquellas vinieron de visita, visiblemente nerviosas y deshaciéndose conmigo en expresiones de misericordia y en fórmulas de cortesía -y en preguntas a los agentes aquellos que me custodiaban-, que me sonaron a excusa, y que me hicieron presumir (hasta hoy) estar (ellas) en el origen de mis cuitas: un país en guerra civil, y dicho sea a modo de descargo de ellas, de la nación (Colombia) todo entera y de todos los colombianos con lo que me encontré allí.
Una guerra civil interminable -como la guerra civil española de 1936-, de unas raíces históricas que se pueden hacer remontar hasta el "bogotazo" (19 abril 1948). Históricamente complejas pues, y no menos ideológicamente también (...) En un patrón fatalmente insoslayable de lucha de clases, de ricos y pobres, léase de oposición derechas-izquierdas, agravada por el factor religioso -léase de política religiosa-, algo simbolizado en la figura del sacerdote/guerrillero arriba nombrado, que más emblemática no cabe. Interminable pues, como lo es también la guerra civil europea, esta guerra civil hispana, de la que Colombia ofrece (ay dolor!) el mayor y último estertor. ¡¿Hasta cuándo dios?!
Una alusión -aparecida en los medios allí-, al papel -de cómplices a título de inductores o coautores- de una facción disidente de las FARC, en el asesinato de Miguel URIBE. En la foto, el emblema del grupo guerrillero que rechaza los acuerdos de Paz (26 septiembre 2016), patrocinados por Juan Manuel SANTOS. "La Segunda Marquetalia" "Cincuenta años de guerra civil" De una interminable "guerra civil hispana". Como nuestra (interminable) guerra civil del 36: un llamamiento esta entrada de mi blog, a una PAZ verdadera -dentro de la LEY y el ORDEN (léase DEL DESARME DE LA GUERRILLA) En nombre de la HISPANIDAD auténtica. Y en atención a los amigos (entrañables) que dejé por aquellas tierras de COLOMBIA
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