jueves, enero 28, 2021

ORGULLO RACIAL Y DESIGUALDAD ENTRE LAS RAZAS


 

Un poema (sic) etnográfico (y geográfico) o antropológico, así lo califican algunos de sus estudiosos a esta obra lastrada de los mas infames sambenitos. De biblia de bolsillo –entre otros- del movimiento nazi y de su Fuhrer. Y un botón de muestra, como sea, igual que los de tantos otros -Nietzsche entre ellos, o Edouard Drumond- de pensamiento librepensador (Libre Pensée) en la mas estricta tradición de las Luces. Del que se puede decir que en él su autor acertaba de lleno en la intuición (poética) racial o racialista y a la vez erraba (trágicamente) en sus postulados nórdico/arios. A base de una reivindicación (legítima) de ciertas nociones desahuciadas por la modernidad democrática. Como las de Jerarquía (social), y de desigualdad entre las razas.

Desigualdad entre las razas, dicho sea con perdón. Y con la venia de los bien-pensantes. Algo que como tantos y tantos siempre pensé, en voz baja por supuesto, y que me da por expresarlo en voz alta sólo ahora tras la lectura de esta obra y de este autor –Arthur Gobineau- que como un verdadero profeta lleva la gracia consigo de desatar labios y lenguas. Y es que solo ahora me siento capaz o en condiciones de resolver y de descifrar –en parte al menos- el hondo enigma que esa obra me planteó al punto incluso de llegar a quitarme el sueño. Y era como ocurre con las grandes obras y con los grandes autores, que la savia poética que aquella encierra, ocultaba o nos impedía de ver –en su certera intuición (lírica o poética-)- el (trágico) error que se escondía en sus postulados, desahuciados por la Historia mas reciente (y la más remota): ario/nórdicos, para dejarnos de rodeos (…) como un hilo conductor esa distinción crucial en la lectura de la obra que habré emprendido ahora sin complejos ni miramientos (….) 

Hay que comprenderles, a Gobineau como a Nietzsche, como a todos los exponentes del pensamiento moderno tachados por el pensamiento/único de “malditos” o incorrectos. Desahuciados por un motivo o por otro de la modernidad democrática todos ellos. Y es el caso de Gobineau y de otros que de cerca se le emparentan, como Alexis de Tocqueville –que fue su amigo y fiel corresponsal también- o como Alfredo de Vigny –del que aquí también traté- o como Maurras, sin ir tan lejos. Hijos pródigos todos ellos de la Revolución (“dite”) francesa, una rebelión de signo racial, según Gobineau –del estrato galo/romano contra la élite o la casta dirigente franco/francesa- , que se les atragantó a todos ellos de una manera u otra (…), de ella y si se me apura, del fracaso de la Restauración (1814/1815-1830)–de la Legitimidad-, lo que les cargó la pluma a costa de tronchar tantos sueños en ellos, y de cerrarles tantas puertas. 

Lo que se ve claro como la luz en la obra y en la trayectoria del primero de los nombrados, Alexis de Tocqueville –de pasado “legitimista”, individual como familiar, él también como por casualidad-, del que se diría que se fue a America buscando en los Estados Unidos y en su sistema –de democracia censataria o indirecta (que el fenómeno Tremp habrá sabido poner ahora en evidencia) (…)- una especie de conjuro de la fatalidad, como le parecía a un católico bautizado como él, el rodillo nivelador –de la Igualdad (democrática)- en la Historia contemporánea, que le embargaba de terror religioso (sic), como si fuera el nuevo rostro –espectral- de la Providencia (tras la Revolución francesa, y decadas después, tras las Tres -jornadas- Gloriosas (de 1830) Y un conjuro igualmente contra ese fantasma amedrentador de la Igualdad (democrática) es lo que parece querer ser el ensayo de Gobineau a cuento de la desigualdad (sic) entre las razas (….) 

¿Motor de la historia en lugar de la lucha de clases, la desigualdad –o la lucha- entre las razas? (….) Como dijo Jack, vamos por partes. Que si el tiempo y nuestra trayectoria personal e intransferible nos habrán obligado a rendirnos a la evidencia de la realidad insoslayable de la clase social (sic) y del mito falaz y engañador de su “superación” (lo que no quiere decir nada o menos que nada), como la historia reciente nos mostró, no menos evidente e insoslayable nos parece en verdad el hecho o la realidad racial (sic) o étnico racial, y si falta me hacía me habrán servido de ilustración fehaciente de ello los largos años que llevo ya aquí en Bélgica, de testigo absorto y de primera de ese fenómeno del Gran Reemplazo (Grand Remplacement) de una civilización por otra, o en otros términos, a costa y a expensas de la Civilización Europea (….) Y eso es todo o no más que eso, lo que acabo de decir, que no se lea lo que no aquí no dejo escrito, ni se me haga decir lo que no quiero. 

Ni niego crímenes “asiáticos” –Nolte díxit-, ni propugno el retorno de la esclavitud, ni excluyo tampoco un apartheid de rostro humano como lo fue la colonización española de America (primera época) que hubiera evitado el mestizaje en masa y la rebelión mestiza antiespañola, lo que fue un innegable -e insoslayable- hecho histórico y no una fatalidad étnico/racial de la civilización hispánica o española) en América, como Gobineau lo mantiene  y tantos y tantos otros detrás de él (¡ay dolor!), a costa nuestra: no porque fuéramos tan impuros (sic) o mestizos (sic) como ellos, como de ello así nos quieren convencer (para expresarlo sin reservas): de franco/germanos y galorromanos ellos, y de germanos y bereberes nosotros (como así nos ven todos por fuera, y hablo en serio)   

En claro: nos mestizamos (en masa) para hacerlos iguales a nosotros, porque así lo mandaba la santa/madre iglesia –o el complejo de culpa (histórico) que heredamos de ella (….)- y no porque fuéramos iguales o (étnica o racialmente) semejantes, el fondo del sofisma o la raíz del mito, que nos hizo tanto daño. Y que mata en nosotros toda semilla o atisbo de (sano) orgullo racial por nimio que ello fuera (…) Y refutando esa parte del Ensayo a caso hecho, no entendemos menos rendir homenaje al (elogiable) empeño que en esa obra se trasluce: de desmitificar uno de los grandes mitos de la modernidad democrática –el de la Igualdad- y de rehabilitar o reivindicar “pari passu” otros valores o ideales desahuciados por aquella (en nombre de la Democracia) Como lo es la Desigualdad, léase la Jerarquía -social (sic)- y otras definiciones fundamentales que le están estrechamente relacionadas, como la del Servicio y de Misión (tal y como lo propugnó Eugenio D’Ors), y de Identidad y Memoria, que se ven hoy blanco de amenaza          


 

Pedro II –de Orleans y Braganca-, Emperador del Brasil (1831-1889) Tuvo gran amistad con Arthur Gobineau. Y el racialismo pesimista de este último –y sus postulados y prejuicios o a priori de signo ario (o ariano) en relación con España y los españoles- es, dato innegable, algo fácil de sondear y de detectar en la TFP, que cuenta en los herederos de aquél en la actualidad, Dom Luiz y Dom Bertrand –al que conocí y (cordialmente) traté en mi visita, de muy joven, a las sedes, en Sao Paulo, del movimiento aquél-, ilustres miembros y militantes. Una pista inédita, a fe mía, en el análisis del patrimonio y legado ideológicos y de la trayectoria del referido movimiento integrista brasileño que gravitó de cerca en la militancia y en la actuación del autor de estas entradas, como es público y notorio dentro y fuera de este blog. Y clave de explicación además en el juicio que les merecí, y en el trato (inexplicable y desconcertante) -como un español (…)- que me dispensaron. “Vocé tem uma vocacao grandiosa, Padre Krohn”, me dijo, no obstante, el profesor Plinio –a solas los dos, y él en silla de ruedas y cerca de su muerte- la última vez que le vi: para completar el enigma que la TFP, para mi -y el profesor Plinio a la vez- , siempre habrá representado (….) Religioso, ideológico, y étnico/racial también, para expresarlo en claro (….)

domingo, enero 24, 2021

¿GUERRA EN EL MAR DE CHINA?


 

Doce incursiones de aviones caza (en la foto) y cazabombarderos de la China popular en el espacio aéreo de Taiwán en las últimas 48 horas, en clara provocación a la nueva administración norteamericana. Con Trump –¿alguien me lo negará?- no se lo habrían permitido. ¿Y quien habló de guerra bacteriológica?      

En un libro que leo a salto de mata o a trancas y barrancas, que no consigo  terminar ni perder de vista tampoco por lo denso y por veces farragoso y por las (altas) credenciales sobre todo de su autor, de profesor de la  Universidad (católica)  de Roma -un respeto- que hacen de él algo así como un pensador autorizado o un portavoz ideológico del Vaticano y del papa argentino (y peronista) y a su libro, una especie de vademécum de lo políticamente e históricamente (e ideológicamente) correcto (en vigor), y un botón de muestra inmejorable de la corriente de opinión –política e ideológica- plasmada en el movimiento juvenil –y mediático- de “las Sardinas” (Sardinie), que habrá hecho encallar –y abortar- a la (por todos los visos imparable) crecida identitaria que encarnaba a la vez que otros Mateo SALVINI en Italia, en esa obra como digo, se viene a exponer y a proclamar la tesis (ambiciosa) que la Belle Epoque de la modernidad triunfante (sic) -como así la define enfáticamente su autor, repitiendo la ampulosa fórmula una vez y otra y otra- dio paso a la hecatombe de la Gran Guerra (del 14-18)- y fue, según él, por culpa de la corriente ideológica –religioso/apocalíptica y en suma antidemocrática- que aquella dejó filtrarse en su seno que postulaba un regeneracionismo (sic) de nuevo  cuño, a saber, la emergencia a través de la guerra y otras catástrofes o hecatombes, de un Hombre Nuevo, lo que al autor de la obra encima mencionada le parecía representado o encarnado en la figura y en la obra de Federico Nietzsche, y en su teoría o doctrina del Superhombre, y también en el éxito de audiencia y de prestigio innegables del que aquél vino a disfrutar en la Belle Epoque (y en la atmosfera de optimismo –irresponsable- que habría venido a caracterizarla, justo en vísperas de la tragedia) 

Una “diabolización” –por la vía teológica-, crasa y ruidosa por lo somera (como hecha de encargo) del filosofo germano, del conjunto de su obra e incluso de su persona y su trayectoria y que aparece rubricada o recortada a su vez por la vía ideológica o político/ideológica –tal y como ya lo señalé en mi ultimo libro “Krohn el cura papicida”- en la condena de la que el filosofo del Superhombre -y de la Muerte de Dios y del Eterno Retorno- se vio blanco y objeto en el Proceso de Nuremberg (un respeto), que le condenó –en un juicio a título póstumo o por contumacia- por autoria intelectual del Holocausto (sin bromas) e incitación a la guerra (y no sé cuantas otras cosas) 

Y lo que nos parece venir a confirmar o a ilustrar un tanto insólitamente lo que leímos –y ya recogimos en una de las entradas de este blog- del polemista francés Alain Soral: que el Concilio Vaticano Segundo no vino a ser más que la convalidación teológica (sic) de la nueva correlación de fuerzas resultante del desenlace de la Segunda Gurra Mundial en el 45. Mutatis mutandis, esta nueva tentativa (flagrante) de diabolización y de puesta en el Index –y en cuarentena- de Nietzsche y de su obra nos parece perfectamente comparable a la descalificación que merece en sectores bien-pensantes -y en la clase política dirigente (y en sus funcionarios internacionales)- el auge de las corrientes de  signo identitario que representan el fenómeno Trump -y el trumpismo- como una seria amenaza a la Paz mundial y al equilibrio entre los bloques. 

Lo que nos parece no obstante encontrar rotundo mentís o refutación inapelable –y sirva ello a modo de conclusión o de corolario de lo que en esta entrada decir pretendo-, la (gravísima) crisis internacional que se está gestando en las ultimas horas con la victoria estratégica –amén de psicológica- que la derrota de Trump y el triunfo de la candidatura de Joe Biden vienen a suponer para la China popular y su política expansionista en Extremo Oriente y el mar de China, y sus amenazas recientes a Taiwán, y como un efecto dominó, a Corea del Sur y a Filipinas, en un escenario que amenaza transformarse fatalmente de guerra bacteriológica en agresión de guerra global en el plano de la geoestrategia


 

Un titulo de hace diez años de su publicación, de la pluma de un historiador del fascismo (correcto), que se reviste de sorprendente actualidad las horas que corren. Y es ante la ofensiva declarada de los Big Media –en contra o so pretexto de Donald Trump-, con la Paz mundial como coartada

viernes, enero 22, 2021

Por Las Sendas De La Gloria


 

Por las sendas de la Gloria

Me puse temprano a marchar

Sin maldad ni segunda intención  

Viéndome así en mi hijo (como Umbral)

 

Y como me veo yo hoy

Harto cansado de andar

Vaciando aquí lo que yo soy

Y lo que tú de mi hiciste (¡oh papa!)

 

En estos versos calientes

Temblando del teclear

De Fe, de Amor y de Honor

De poeta y soldado (impar)

 

Está ya haciendo frío en tu vida,

¡Se te está haciendo tarde Juan!

Se nos está haciendo a todos

Y no os dais cuenta (puesto a pensar)

 

Por eso me pongo a escribir

¡Ganas de ponerme a gritar!

Al cabo de la jornada

Una y otra ¡todas igual!

 

En guisa de distraer la espera

Cuando todo se hunde en la mar

Ante mis ojos absortos

De niño grande entre guerra y paz

 

Ese es el caudal sagrado

De sueño e ideas (Idea Solar)

Que te ofrezco ¡mujer agreste!

Aunque te rías (¡qué más da!)

 

Que en este viaje que emprendo

Al salir de la Navidad (…)

¡Pueda oír siempre tus risas

En el espacio sideral!

 

Donde la Nada, fría Señora

(¡qué daño me hace!, ca me fait mal!)

Reina entre el silencio atroz

Y en el frío más glacial

 

Y por eso río y río

de una carcajada triunfal

Ante  el mudo estupor de algunos

¡Porque sé que al final vendrás!

 

sábado, enero 16, 2021

¡PARIAS!


En esa obra publicada a titulo póstumo y escrita –a modo de testamento literario- poco antes de su muerte, evoca (enigmáticamente) Umbral al Ejercito como el Coloso Triste. Lo que me pareció adolecer siempre de una glosa o una explicación. Tristes ¿por qué? No es la imagen que nos legó la Tradición, “Fama honor y vida son caudal de pobres soldados.../..." (como canto Calderón) ¿o no?: en la España imperial, sí, en la modernidad en cambio no les queda ni eso, no. Tristes parias –léase siervos, lacayos-, sin libre disentimiento -como cualquier ciudadano- ni libertad de expresión (ni de opinión) Y de honor en entredicho (dicho con perdón)

¡Parias!. ¡Los intocables del mundo antiguo te saludan, de la India milenaria de los Maharajás y del Bhagavad Gita y de los Upanishad! De los que formaban parte –según el consenso unánime en el día de hoy- los gitanos, que me diga “la gente del viaje –“voyage”  (para no faltar)-  antes de su larga cabalgata en Occidente y de su incansable peregrinar. ¡Bah! viejas historias, historietas del abuelo Cebolleta como llamaba –irónico y desdeñosos- a mí y a mis escritos dentro y fuera de este blog, un trol de marca mayor (tormento o martirio chino horror!, ¡qué obsesión, que persecución!), alguien que parecía saber mucho de aquello y de aquellos, y de los primos hermanos de aquellos (¡chisss!) (pero de los que no sabía más que yo) (…)  Historias (para no dormir) –es verdad- de un mundo que en el pasado siglo –tras la I y II Guerras Mundiales- dicen que desapareció. 

Porque si el sistema de castas –o el de las clases/sociales me da lo mismo que me da igual- desapareció al hilo de los cataclismos que se sucedieron en la historia de nuestra civilización, diremos más bien que sólo se dio la vuelta o el giro espectacular –de ciento ochenta grados- y se trasformó (o se travistió) Y si la clase obrera a favor de las conquistas sociales de la modernidad, y de la erupción de nuevas clases –en aluvión- no es ya ni mucho menos lo que era, ni en Europa entera, ni mucho menos –como ya lo señalé y demostré en un libro anterior- en la España de la posguerra, los parias de la tierra –en terminología marxista, la clase obrera, y el “lumpen proletariat” o el lumpen a secas, ,como escribía cuando trataba de ellos casi un día sí y otro no Francisco Umbral-, pasaron en cambio a engrosar grosso modo a los parias de verdad. Pero no sólo ellos, la verdad. Hay otra clase de parias que vino a poner al destape o a descubrir la historia (semi-secreta) de nuestra guerra civil (…), o digamos la historia literaria de aquella, evento (“horribilis) del pasado siglo y como tal, filón precioso o vena inagotable de la creación narrativa y de la imaginación poética incluso, de donde surgen de improviso o como de golpe anécdotas o comentarios de lo más simples elevados de pronto al rango de la mas sensacional revelación (….) 

Como ocurre en la obra de investigación literaria que tanto traje a colación en la entradas de este blog, “Vanguardistas de Camisa azul”, de autoría de una profesora alemana con todas las credenciales habidas y por haber (faltaría mas ¡por Dios!) Y en donde vine a leer el mensaje que difundió a través de las ondas hacia el final de la guerra, el falangista –o franco/falangista (con perdón)- Antonio de Obregón y reproducido justo después, con el titulo de “Nuestros Verdugos”, en la primer posguerra en el semanario falangista “Vértice” (o franco/falangista, sigo pidiendo perdón), que aquí reproduzco con gusto y no se me tome a provocación, consciente del revuelo que suscita y que en la profesora alemana referida era llevado al grado extremo, como un (triste) ejemplo de clasismo (sic) indecente e insoportable (el del bando vencedor) “En Madrid -escribe aquél (y cito de memoria)- no existía la masa analfabeta y enfurecida por el hambre de otras regiones españolas, sino un proletariado señorial y castizo, de los de pantalón ancho, y cine los domingos y folleto marxista en el bolsillo y partida de dominó. Todas esas gentes –continúa- de una economía mucho mas saneada (sic) que la del intelectual y el poeta –como nosotros lo éramos, ( concluye él y lo rubrico yo), -y el estudioso y el universitario se puede leer aún más lejos en el texto (y añado yo) -, eran los que mas nos odiaban. Nos habían declarada la guerra a muerte, sí” (óp. cit. p.374)   

Lo que nos trae ipso facto a la mente una de nuestras últimas lecturas, la de un autor que Dominique Venner –brillante erudito si los haya- cita en su obra ya aquí mencionada sobre el General De Gaulle, y me refiero al autor romántico francés, Alfred de Vigny, de pasado militar (él lo mismo que aquél) Que en su obra celebre de recuerdo inmarcesible en la Memoria literaria –tanto en español como en francés- “Grandeza y servidumbre militares” que siempre oí citar o evocar y que nunca leí (hasta hoy), saca a relucir ese tema del paria, erigido en paradigma o categoría histórica y sociológica a la vez que literaria, entre los que incluye a los soldados y a los poetas (como o fue él, lo uno y lo otro a la vez) 

Así, en uno de los capítulos de la obra citada se evocan los acontecimientos históricamente decisivos de la Revolución de 1830 que dio cuenta hasta hoy en Francia de la monarquía de los Borbones (y del régimen de la Restauración), lo que se dio en llamar “la jornada de la barricadas”, en reacción a un cambio legislativo de tenor represivo, las llamadas “ordenanzas”, en donde el autor se narra a sí mismo paseando por las calles de un Paris espectralmente desierto, surcado de siniestros presagios, y presa a la vez de los más locos rumores y de una sorda agitación, en compañía de un destacamento de la Guardia Nacional y del capitán que los mandaba en misión de mantenimiento del orden y condenado -cumpliendo órdenes o por falta de ellas- a asistir de mero comparsa (o marioneta) impotente y obediente, al triunfo de la subversión, del desorden y de la agitación, entregándose con el autor de esa obra y como queriendo así justificar o a hacer olvidar su triste papel y su actuación, a un bucear en los recuerdos de sus campañas, las de Napoleón –como en la “guerra de España”- siempre en primera línea de frente en las misiones mas crudas –al punto de la crueldad más atroz- y siempre por obediencia ciega al mando y en defensa y salvaguarda del honor. 

En paria sumiso y obediente –e impotente- sin los mismos derechos que la inmensa mayoría de los ciudadanos, de (libre) disentimiento o de libertad de expresión. Como una clase o casta a parte, de intocables -el militar o el soldado en tiempos de modernidad (y de democracia)- o desclasados o excluidos mas bien, por debajo incluso de la clase obrera -o menestrales como diría Umbral-, frente a los que a menudo e involuntaria e inconscientemente erigen una psicológica barrera no por clasismo o propósito deliberado sino por reflejo condicionado o una reacción (legitima) de autodefensa ante el trance o el dilema que la modernidad les depara, no viendo o sintiendo en aquellos más que una mala educación –o un mal olor (“a portería”) como escribe (sagaz, como siempre) Umbral citando y glosando, siempre a disgusto, a Benito Pérez  Galdós (….) Incapaces, faltos de fuerza y de memoria (sic) en cambio de elevarse a la poesía (sic) -que promete- por encima de las clases e independientemente de colores, y de olores, ¡por favor! 

Con la excusa –que todo hay que decir- que los que tenían en frente (o aparte) no eran parias de verdad sino previsibles señores de un mañana que ya acariciaban con la punta de sus dedos (y de su celo amenazante y reivindicador) Pero hay otra clase de parias inédita en la historia de la literatura o en el análisis económico o sociológico, y es la del Paria Internacional (servidor!): la que me habrá deparado el Destino en mis últimos treinta años de vida en una suerte dura e ingrata eso es cierto, pero a la vez en un envidiable y privilegiado belvedere o balcón de observación. Y por eso no veo más que como una fatalidad el que los otros parias, los de verdad, los antiguos Intocables, se crucen fatalmente en mi camino (¡ay dolor!)


 

"Servidumbre y grandeza militares" Una obra esencial de esas que siempre oímos citar y nunca leímos (hasta hoy) Donde se erige el tema del paria en categoría o paradigma histórico, y sociológico: el del poeta –y del profeta-, del noble y del soldado (en tiempos de modernidad) Y de la que brilla por su ausencia otra categoría más actual si cabe, la del Paria Internacional

miércoles, enero 13, 2021

JUAN PABLO II, Y EL GENERAL DE GAULLE

 


A la derecha de la foto –entre Mendes France (en el centro) y Simon Peres (izquierda de la foto)- durante una recepción en la embajada de Israel en Paris (1964), Christian Fouchet, titular de los ministerios de Información y del Interior en la V Republica (del general De Gaulle) y delegado de la Francia Libre en Polonia al final de la guerra –en Lublín (diciembre 1944). Peón de la primera magnitud de la política exterior del gaullismo, y del pacto franco/soviético con Stalin (10 de diciembre 1944), en detrimento del Gobierno polaco en el exilio de Londres, y a favor del Comité polaco de Liberación Nacional (“comité de Lublín”) –judíos comunistas todos o casi todos ellos- responsables de la eliminación (genocida) de curas polacos –del orden de setecientos (sic),- por delito de Colaboración, de lo que salio (milagrosamente) indemne Karol Wojtila, futuro Juan Pablo II, que se encontraba entonces  precisamente allí, y lo que el papa polaco nunca denunció (...) Un "comité" al que De Gaulle –pese a su desmentido posterior (*)- públicamente reconoció, por la presencia en su nombre entonces, al final de la guerra, en Lublin de Christian Fouchet, tal y como lo afirma y prueba en su obra Dominique Venner ("La belle et bonne alliance", en “De Gaulle. La grandeur et le néant”, p. 122) Eslabón perdido, ese oscuro episodio en la biografía (conocida) del futuro papa polaco, y claves de explicación a la vez –Christian Fouchet y la política polaca del general De Gaulle- del ascenso estelar, fulgurante en la carrera eclesiástica del futuro papa Wojtyla, Juan Pablo II –Cardenal Arzobispo de Cracovia a los 45 años (de un nombramiento pues bajo régimen comunista, que lo aprobó)- y de su estrellato “urbi et orbe" en los medios de la Prensa global (mainstream) –Big Media-, de justo antes de la globalización(*) Que como lo explica en la biografia mencionada Dominique Venner, De Gaulle se opuso no al reconocimiento del Comité (judeo/comunista) de Lublin -que tuvo efectivamente lugar el 10 de diciembre 1944- sino a su pública divulgación  que solo tuvo lugar, efectivamente, con ocasion de la presencia de Christian Fouchet en Lublin el 28 de diciembre: algunos dias despues del pacto -para que dicho reconocimiento no apareciese de forma demasiado visible asociada (a aquél) (óp. cit. p. 122) Reto insoslayable, y de talla, en la diplomacia gaullista (o "gaullienne"), el Comité (judeo/comunista) de Lublin y su reconocimiento internacional, con el telon de fondo de la mayor matanza (de curas católicos, polacos) de la guerra después de la de Katyn, que Juan Pablo II nunca denunció  

A vueltas con el general de Gaulle. Y es a cuento de una biografía (crítica) sobre él de la que ya me ocupé hace unos meses en mi blog en francés y de la que debo decir ahora,  cuando le echo un segundo vistazo, que me mereció –a fuer de benevolente- un primer balance o juicio crítico, netamente engañador. Y era sustancialmente porque a fuer de rápida y un poco fugaz mi primera lectura, se me escapó un dato o detalle todo menos trivial, por lo crucial y revelador. Y es por ese proyectarse tras de ello una de las sombras mas negras y oscuras –a fuer de no esclarecida todavía hoy- de la historia de la Segunda Guerra Mundial: la del llamado Comité (polaco) de Lublín (junto a la frontera ruso/polaca), surgido a favor del avance soviético hacia el final de la guerra, y responsable de una gran matanza (diciembre del 44) –comparable (mutatis mutandis) a la de Katyn- de curas católicos polacos, del orden de setecientos (sic), por delito de Colaboración. Que el papa Wojtyla nunca (y digo bien), nunca denunció. Lo que hasta cierto punto –me refiero el tabú enorme que rodea a aquello todavía hoy- tiene una fácil explicación y es en la medida que ese episodio histórico tan mal conocido –sobre todo de católicos hispánicos y españoles (...)- pone fatalmente al destape lo que la Segunda Guerra Mundial –en todos los países de Europa, Polonia inclusive- tuvo de guerra civil europea (sic) (Ernst Nolte dixit) , y del rotundo mentís que ello viene a ofrecer a la vez a ese cuento -o culebrón- de buenos y malos (sobre la II Guerra Mundial) en que los polacos -y "su Papa" (Papiesz!)- ofrecieron largo años hasta hoy la figura de victimas, de lado de los buenos (of course), del ganador, y de donde vendría a florecer el mito (mesiánico) del papa/polaco que Juan Pablo II con su larguísimo pontificado y su estrellato mediático sin precedentes en la Historia de la Iglesia- como ningún otro pontífice contemporáneo- encarnó (de un éxito, hay que decir, apoteósico, arrollador) 

De Gaulle fue –según Dominique Venner- una figura de un ego descomunal que identificó a Francia con su persona, hasta el punto de hacer de aquella una mera –y monstruosa- abstracción que le permitió y justificó todos los contrasentidos de su política y de su acción, entre ellos su apuesta por la guerra civil entre franceses –léase entre Resistencia y Colaboración- y por vía de consecuencia también, su alineamiento con la Unión Soviética de Stalin –frente a la Alemania de Hitler-, y junto al Partido Conmunista francés también, de un (negro) protagonismo, del primer orden, en la represión que se siguió a la derrota alemana (l’Epuration) Y la figura del papa Magno –como gustan llamarle sus turiferarios (¡ay dolor!) difícilmente escapa (es cierto) al juego de espejos que se instala fatalmente en la mente del lector: de un papa polaco (PAPIESZ!) que con su terrible ambigüedad –como la del general De Gaulle- consiguió esconder o disfrazar su papel y su actuación durante la guerra, y llevó –con éxito- adelante, tras la guerra –antes y después de su ascenso a la sede pontificia- una guerra secreta (por su cuenta) envuelta en una grandiosa operación de encubrimiento –espionaje y contraespionaje. Y de Mistificación. 

La conducta y actuación relativa a la Unión Soviética y a los comunistas –inmediatamente se me objetará- lo fueron en el cuadro o contexto de la Segunda Guerra Mundial y de la alianza geoestratégica contra la Alemania nazi, lo mismo que la actuación –la que se conoce y la que no- del papa Wojtila tal como la leyenda (iconográfica) lo recuerda y tal como se nos presentó. OK, pero ¿y después?, ¿en los largos años de dominación comunista en Polonia en la posguerra, o en su actuación decisiva, comprobada y documentada –tal y como Monseñor Lefebvre a mi me lo contó-, a favor de la mayoría progre –filo marxista y cripto/comunista-, en el Concilio, y concretamente en la aprobación de sus textos mas emblemáticos y más polémicos y controvertidos (y demagógicos y explosivos), en el plano de la política religiosa (anti-católica y anti-española) como la Declaración Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa, o en el plano del puro Magisterio doctrinal como la constitución -eminentemente ideológica- sobre la Iglesia y el Mundo Moderno (Gaudium et Spes)? Y sobre todo en la declaración sobre el judaísmo y los judíos (“Nostra Aetate”), que el papa polaco rubricó en su visita (papal) a Auschwitz, “el nuevo Gólgota del mundo contemporáneo”, tal y como el propio pontífice (tan demagógicamente) entonces declaró (….) En todo ello, el papel sinuoso y ambiguo de Juan Pablo II –como el del General De Gaulle-, está aún por revelar al gran público, lo que –frente al desconcierto y al escándalo de los bien/pensantes- estamos seguros que sucederá. “Palabra de Dios”.  

¿Por qué de todo eso no te diste cuenta antes, me replicará aquí algún aprendiz de brujo también, sólo (casi) cuarenta años “después”? Me lo impedía o me lo ocultaba – confiteor- la figura de Franco, el aliado (objetivo) de De Gaulle, y ante la Historia y la Memoria su gran caución, al que aquél poco antes de su muerte rindió visita (8 de junio 1970) -no en El Pardo, nota bene, sino en Jaén, Castillo parador de Santa Catalina- y al que (ante el escándalo de los medios) De Gaulle públicamente elogió. Por eso no es de extrañar que tras mi lectura de la obra reveladora de Dominique Venner, y por los caminos del olvido -y del Adiós-, se me vayan ahora –discretamente- los dos (¡ay dolor!)


 

Leído en la contraportada de la biografía (crítica) de Dominique Venner (en la foto) sobre el general De Gaulle, de un saldo o balance (en dicha obra) globalmente negativo (…) “A los veinte años abominé del General De Gaulle hasta el punto que le quise matar. A los cuarenta llegué (por él) al borde de mi admiración, y no dejo de hacerme preguntas hoy” ¿Más claro todavía?  Del por qué de mi fascinación hacia la figura del suicidado de Notre Dame, y del paralelismo que se me apareció de improviso a la lectura de su (apasionante) libro biográfico –por la terrible ambigüedad de ambas figuras, en relación con la Unión Soviética y con el comunismo en sus respectivos países- entre el papa Woytila (Juan Pablo II) y el general De Gaulle. “No se sale de la ambigüedad más que a nuestras propias expensas”, escribió no obstante en sus memorias fuera de toda sospecha, el Cardenal De Retz, líder de la Fronda, y gran figura del Gran Siglo francés. Entre la Grandeza y la Nada, la Nada y la Grandeza (“la Grandeur et le Néant”), el General De Gaulle  y el Papa Magno –como le llaman sus turiferarios-, el Gran Mistificador

 

lunes, enero 11, 2021

AUGURES DEL CAPITOL


Jake Angeli, el de la piel y cuernos de bisonte –o de

búfalo- en el asalto al Capitolio. Patriota de Arizona,

autodenominado “guerrero espiritual”, “soldado numérico

del Qanon”, el “Lobo de Yellowstone”. Augur de buenas

nuevas, tras la

caída –por robo (y fraude) electoral- de Donald Trump. Y

que me perdonen belgas y franceses (sobre todo los del seminario de Ecône)

En los anales de historia del Imperio Romano figura con

gran realce el episodio de las ocas del Capitolio (390

a.J.C) , que –según nos cuenta Tito Livio- salvaron de

un tris la augusta sede del

Senado romano del ataque (de noche y por sorpresa) de los

galos y permitieron la reacción

salvadora del Cónsul Marco Manlio -de sus furiosos e

insistentes graznidos-, y a la mente de algunos

ha venido el compararlo ipso facto con lo que

protagonizaron el pasado lunes los partidarios de Trump

que ellos en

cambio sí lograron aquello donde los galos fracasaron.

Farsa de Washington, lo llaman algunos (irresponsables) en

medios o sectores de donde esa actitud menos se esperaba.

¡No saben lo que dicen! Y no sabemos a fe mía cómo

interpretar esa actitud –de prudente distanciamiento- que

habrá sido la

regla adoptada por algunos de los que como digo menos se

esperaba. O de los que más deben a Trump y a su

presidencia por decirlo con otras palabras (---)Tan

gratuita y desconcertante como el escándalo fingido de los

otros (a la extrema izquierda, me refiero) O ¿no se

acuerdan ya de la movida de la Ocupación del Congreso (25

de septiembre del 2012), “el coletazo mas peligroso de la

subversión indignada del 15” como lo califico en mi libro

sobre nuestra Guerra (civil) de los Ochenta Años (….)No

fue un  asalto aquello, dicen o alegan ahora algunos en las

redes sociales. No, porque no pudieron, porque la

Intervención eficaz e in extremis de las fuerzas del

orden –pese a la torpeza y a la inacción e indecisión (y

los complejos) desesperantes de la gobernadora civil (del

PP)- salvaron  la situación de un tris, y nos salvaron a

todos los españoles de un escenario insurreccional a la

yugoslava que era el guión que aquellos llevaban ya tiempo

preparado. En el Capitolio en cambio el pasado lunes no

fue así, y no fue

una farsa ni mucho menos sino un  acontecimiento

histórico

de la primera magnitud y surcado de buenos, que

digo, de los mejores augurios (….)Augures del Capitolio –

como aquellas ocas (semi) salvajes-  los

que allí consiguieron entrar y de ellos, los que más

impacto lograron en los medios –que me diga en los Big

Media- por sus insólitos atuendos cargados o prelados de

resonancia histórica, también ellos. El de las barbas de

general sudista, como el

que se ve ataviado de pellejos –de bisonte ( a lo Búfalo

Bill)- y casco y cuernos (…) Y mas aún que los vivos e

indemnes, los heridos y los muertos, como la veterana de

la Fuerza Aérea –de impresionante hoja de servicios- que

contaba pasar –como lo confesó justo

antes en un tuit, desprevenida- “del negro a la Luz”

invadiendo

(desarmada) el Capitolio. Y es sobre todo por las

expectativas –cargadas de promesas- que el asalto consigue

generar en muchos (como el que escribe) que es

algo de lo que más estamos faltos todos los que como yo

(grosso modo) pensamos y sentimos. Por qué, de dónde si no

 –seamos sinceros y sobre todo lucidos- ese arrebato de

buen humor y de optimismo (y ganas de vivir) que nos pilló

de pronto y de asalto (irresistible) ante las escenas e

ilustraciones gráficas de la

noticia -como un mensaje (feliz) de Año Nuevo o de Fin de

Año-, esa que tanto parce consternar y escandalizar ahora

algunos (fuera de toda sospecha). Al cabo de un largo

invierno lúgubre y sombrío como nunca ví por estas

tierras. Invierno negro, de guerra bacteriológica (...)

Capitanes de derrota, eso es lo que parecen,

cumpliendo ese triste guión de ganarse la vida o

hacerse un puesto en la política o en el periodismo

político –lo mismo me da que me da o mismo-

predicando a mansalva, a base de malas nuevas (a cual

peor una que otra) –y de análisis de su propia cosecha-

el derrotismo y la debacle de

sueños y de ideales que proclaman ser los suyos. No

saben lo que dicen, ya digo (….) Y no es sólo culpa suya.

Enfermos de desaliento

y de desespero, españoles y europeos (…) Como el triste signo

de toda una civilización –de su lastre judeo/cristiano,

culpabilizador- que predica y practica el desprecio y sacrificio

insensato) de todos los sueños y esperanzas terrestres a

costa del más/allá- incluso de los mas legítimos y más

nobles y elevados.

Por eso no son capaces de auténtica fe que mueve montañas,

y que nos llene de vigor y de entusiasmo, como la noticia

de asalto del Capitolio sí consigue –en cambio-el

galvanizarnos y el entusiasmarnos. Mal que les pese a los bien-pensantes, en los medios sobre todo, como ese

comentarista de Toronto que se desolaba en un comentario

ayer leído en Internet, lamentando que en ciertos foros o

discusiones en la Red se haya visto la

noticia del asalto como un éxito (sic). O al artículo de

esperar –condenatorio- en su edición

de ayer, del New York Times

(un respeto) –como un oráculo de los Sabios de Sion (…)-

listando uno por uno y catalogando los destrozos

presuntos, o reales o imaginados del

asalto al Capitolio y pasando de nuevo y sin falta la

factura (como acostumbran). Y es tal vez –más que una mera

hipótesis-, el telón de fondo reprobador –en los medios me

refiero-, ante el fondo o poso o trasfondo de paganismo

ancestral  con

el cual contrajo (no se olvide)  un compromiso histórico

nuestra civilización, lo que se perpetuó en el

protestantismo

anglosajón –como lo ilustran el ejemplo de los

colonos sudistas, de la Confederación- y surgió

insólitamente en la Revolución Francesa o en algunos de

sus aspectos y fenómenos mas emblemáticos y de sus

episodios e instantes más críticos –como el 18 Brumario,

el 22 Pradial o el 28 Termidor (….)-,  dicho sea por las

buenas (y que me perdonen en Ecône) Gloria Laus et honor tibi sit!, rezaban las

Aclamaciones Carolingias, ante la Gesta (Dei) per Francos (y

cantábamos devotos en el Seminario de Ecône)  Y

¡honor y gloria –así exclamamos nosotros- a los Augures del

 Capitolio!, que nos habrán salvado a todos del deshonor! A ellos

 y a los que como yo apostamos por Trump en las páginas de

 este blog, sin tapujos y sin desmayo y sin descanso. Y

 desinteresadamente, sin que le debiéramos lo más mínimo.

 Perdedor quizás, Donald Trump, pero a costa de la

 deslegitimación democrática –de la Democracia (USA)-, y

 sin perder nunca el honor