Obra de un ilustre monárquico y reaccionario (católico) francés. Marca registrada -"appelation controlée" en francés- del término y de la idea con los que la izquierda lleva chantajeando a la otra mitad de España y de los españoles, desde que vivimos en democracia. Como si ella -la legitimidad- fuera una idea propiedad suya en exclusiva (de la izquierda). Y como si la Revolución Francesa -hito fundador en el mundo entero para demócratas- no la hubiera olímpicamente obviado e ignorado, en nombre de las Luces y de su negación (sic) del pasado y de la Historia, y por cuenta del inicio de una Nueva Era, para toda la Humanidad (irredenta)
Polarización. El termino en vigor, que da -según un consenso in crescendo en la sociedad española y en su debate publico- la clave o la idea del momento que vive hoy por hoy la política española. No más -tal que aquí lo tengo ya repetidas veces señalado- que el enésimo capitulo o episodio o epílogo o epifenómeno -o como llamársele quiera- de la (interminable) guerra civil española (del 36) -que llamé en su momento (en uno de mis libros) guerra de los Ochenta Años, aunque vamos ya casi por los Noventa (que esa es otra) (...)-, en una fase visible por demás, todo ello, de guerra híbrida o asimétrica. En lo que no habría mas que regocijarse o congratularse a fin de cuentas, y es de que la sangre no haya -como en el 36- vuelto a llegar al río, y que todo apunte o parezca apuntarse en cambio a un debate en extremo polarizado y perfectamente aceptable no obstante por todas las partes contendientes, que pueda servir de exutorio o tubo de escape de todas las tensiones que amenazan el Orden, la Concordia y la Convivencia (entre españoles). En una especie de cuerda floja no obstante o de equilibrio inestable que pueda dar al traste con nuestros sueños más puros, con nuestras más caras esperanzas, más pronto y de un golpe mas repentino e imprevisto de lo que muchos se piensan.
Y se me antoja que el punto más débil o el flanco más desguarnecido del sistema alcanzado con la Transición y la Constitución del 78, lo sea lo que se conviene en llamar, en sobreentendidos más bien, como de pasada, le-gi-ti-mi-dad, léase legitimidad democrática (o sea). Que encierra o esconde a la vista de todos o al menos de una clara mayoría (social o ciudadana), uno o varios gazapos enormes, uno de ellos -seleccionados así un poco al tún tún-, de tipo histórico, y otro de índole más bien política o sociológica. El segundo o último nos vende (o quiere vender) de siempre una vista sectaria y partidista y partisana de la sociedad española y de su electorado, y niega (flagrantemente) a la vez la realidad sociológica de las dos Españas -por cuenta del dogma marxista de la lucha de clases (faltaría) Y, last but not least, que el término y la idea -de "legitimité"- surgen en solitario en el seno de la corriente política e ideológica monárquica y dentro de ella de su ala "legitimista". La más reaccionaria de todas ellas. El primero en cambio esconde o camufla el nudo hecho que la Revolución Francesa -de 1789, un movimiento revolucionario por propia/definición-, obvió o despreció o ninguneó abiertamente la idea y el termino más aún, de legitimidad (sic), algo estratosféricamente lejano -a años luz- de las preocupaciones e inquietudes de los lideres y de los pensadores revolucionarios.
Y lo corroboran el titulo de una obra y el nombre de su autor (y la fecha de aquella) A saber, "LA LEGITIMITÉ" de Antoine BLANC de SAINT-BONNET (1873) Autor poco conocido, y menos leído en Francia que Joseph de MAISTRE, del que se le considera su fiel discípulo (y junto con él, su alter ego, DE BONALD) (*) Y mucho menos conocido (elemental) en España. Familiar no obstante para mí. Del que oía hablar con frecuencia y del que leí mas aún si cabe en mis años del seminario (tradicionalista) de Ecône. Tanto más actual y candente todo lo relacionado con la legitimidad y es en la medida que precisamente ahí radica el (vil) chantaje del que una clara mayoría -absoluta o relativa, kif kif, lo mismo me da que me da lo mismo- se ve hoy víctima, de la minoría -actualmente en el poder, apoltronada en la Moncloa- que hablan de legitimidad, con la boca llena de ella, a todas horas. En un lenguaje de iniciados (el de los suyos), pero traducible al román paladino por legitimidad de izquierdas (elemental, querido WATSON) ¿Estamos, señores, señoras?
Con lo que no pretendo obviar o negar el carácter trasnochado, perecedero u obsoleto, de ese autor, de su obra y de la corriente que representan. En él como en el que fue su máximo referente -maître a penser-, el referido (vizconde) DE MAISTRE. Y de los que salvamos retenemos o entresacamos -de entre toda la hojarasca teológica (o dogmática) que les rodea, tanto del uno como del otro-, la intuición brillante que les inspira, por encima de sus postulados más visibles o conocidos y más discutibles (pari passu) Y es que la Legitimidad (con mayúsculas) reside o se alberga cómoda y segura, en la Historia (con mayúsculas) Y no en la negación de la misma -que es lo que aquella es y lo que representa (porque es lo que ella misma, en sus líderes y en la plebe, quiso ser)- una negación (sic) de la Historia, el inicio de una Era Nueva (la Revolución Francesa o sea)
Las leyes de la Memoria son (quiero decir, se pretenden), no nos engañemos, la única fuente de legitimidad para la izquierda española: en la medida que son la negación (sic) -y no sólo una condena- del pasado común y de la Historia española, y de nuestra Memoria (en un capítulo importante de aquellas) La Historia y la memoria del movimiento obrero y de la clase obrera (y de sus luchas) Eso es -en pura ortodoxia marxista (o neomarxista)- lo único que para ellos cuenta. Lo contrario -afirmar lo contrario- sería para ellos la Muerte: negarse a sí mismos, o sea.
Legitimidad en la Historia, léase en la Memoria histórica (igualmente con mayúsculas) Lo que la izquierda supo ver -no nos duelan prendas- con antelación a la derecha (un decir, y a la extrema/derecha) Pero confundiendo por razón de fuerza mayor o adrede -tal como ya lo apunté en mi blog anterior-, por un lado, la damnatio memoriae, de la que se ve hasta hoy blanco y victima -en Bélgica- la memoria de Leon DEGRELLE , y con él de la España difamada, calumniada y ultrajada en la Leyenda Negra, que sirvió (nota bene) de refugio a aquél. Y por otro lado, la negación del pasado (sic) (y pari passu de la Historia) que nos infligen a todos los españoles (ay dolor!) las leyes de la Memoria
(*) BLANC DE SAINT BONNET fue tributario de la obra y del pensamiento de DE BONALD, pero la reivindicación contemporánea del término y de la idea de la Legitimidad se debe a él
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