domingo, junio 30, 2024

SAINT-EXUPERY, O EL DE GAULLE QUE NO LO LLEGÓ A SER


Saint-Exupery, sobreviviente de la aristocracia francesa de antes de la Revolución. Él y el planeta (interior) en el que vivía, tal como él nos lo contó. Un francés de siempre, como los que yo conocí y traté a mi paso por el seminario (tradicionalista) de Econe

Decía Francisco UMBRAL, que pasados cincuenta años, la Historia se vuelve Literatura. Y un gran historiador francés -Lucien JERFAGNON- del Imperio romano, se preguntaba en una de sus obras mayores, por qué no hacer Filosofía de la Historia en la Historia de la Filosofía. Y por qué, nos preguntamos nosotros, no hacer de la Historia -no como lo hace Umbral, literatura de su propia vida-, sino parte de nuestras propias vidas, apropiándonosla o sea, haciéndola nuestra, o lo que es lo mismo dejarla suelta o vivir sola, entre la más cruel ucronía -de lo que no pudo ser (de un tris)- y las más fantásticas prospectivas (del ser como ente de lo posible, dixit Martin HEIDEGGER)? Todo lo que se me ocurre de golpe rememorando en el aniversario de la muerte -inexplicada hasta hoy- del genial escritor francés Antoine de SAINT-EXUPERY, ícono de las letras francesas como lo es Federico GARCIA LORCA en las letras españolas. de un destino trágico los dos marcado por la muerte precoz al cabo de vidas igualmente azarosas y envueltas hoy por hoy en las nubes de la polémica. Por qué mataron al escritor andaluz’? por gay y no por otra cosa? Tan irresuelto y pendiente de elucidación, como lo de dejar sentadas la muerte del francés, desaparecido en vuelo, en misión de reconocimiento, como en la crónica de una muerte anunciada en vísperas del desembarco aliado en Provenza y en la cuerda floja de demarcación entre la Colaboración y la Reistencia. Entre Vichy y el general De Gaulle, que la suerte del escritor y aviador francés no nos suena menos a una fábula o a una metáfora con moraleja de la trágica indecisión como un signo magno de su historia reciente en las cruciales encrucijadas de la historia francesa en las últimas décadas, de la Segunda Guerra Mundial como en el escenario en curso de las elecciones francesas. 

Tabúes fuera: un acto heroico, en acción de guerra la muerte de Sant-Exupery, o al contrario, marcada por la sombra de la sospecha, y más aún, por la sed de venganza de su más directo rival. me explico, de Gaulle, o lo que Saint Exupery no llegó a ser? : pieza maestra de la estrategia aliada, y agente de predilección de los servicios secretos de los Estados Unidos que llegaron a tenerle con semejantes designios largo tiempo preferido al general de la Cruz de Lorena -antes del llamamiento del 8 de junio (1940)- en su punto de mira? Héroe de la Resistencia, el memorable autor del Principito, o tentado al borde del consentimiento -« el si es si y el no es no »- por la Colaboración? (pero qué estoy diciendo?) 

Y no son puras y más o menos febriles elucubraciones del paria ( intelectual y no sólo) que esto escribe, reforzadas en cambio por hechos concretos. Como lo fue la estirpe aristocrática de aquél, crecido en palacetes del Antiguo Régimen (châteaux) -igual que algunos de mis amigos y compañeros (« confrères ») franceses-, o los lazos de amistad que le ligaron a una figura en extremo discutida (post mortem), como lo fue Henry DU MOULIN DE LABARTHETE, maurrasiano de pro, gracias a quien, durante la Ocupación, él pudo partir para Nueva York, que anduvo aquél también (lo menos que se puede decir) en la cuerda floja (…) Y sobre todo, el resonante comentario que valientemente publicó de su paso -mal aconsejado bajo influjo de su esposa hispana, salvadoreña, ay dolor!-, por Cataluña (en zona roja) durante nuestra guerra civil. « Aquí matan, como quien va talando árboles (« ici on tue comme on déboise) », llegó a escribir. 

Marcado pues para siempre ( a jamais) Y queda de él su obra de increíble difusión,  y sobre todo la estela luminosa de poeta en la vida aún más que en la pluma, de aventurero y piloto aviador (primeros tiempos de la aviación civil), en accidentes de vuelo de los que salvo la vida de milagro, perdido en uno de ellos en pleno desierto y salvado al final, perdida ya toda esperanza, por beduinos en sus camellos que les descubrieron y atendieron, él y su compañero, amenazados de deshidratación. Un francés de siempre, de los de antes (y después de la Revolución, como los franceses que yo conocí y asiduamente traté a mi paso por el seminario (tradicionalista) de Ecône. 

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