lunes, marzo 18, 2024

PACIFISTA YO? Y DE VOCACIÓN MIILITAR


Alphonse  BOUDARD   (que fue mi amigo), maestro consumado del habla de la calle -tal como se habla en los barrios populares de Paris- « un Céline del argot’, en vía hoy, a años de su muerte, de reivindicación. Ilustración literaria de una actitud irónica y distante de la guerra. De un pacifismo (francés) de posguerra, humorístico y transgresor

« La guerra es divina », escribió Joseph De Maistre, la paz no lo es menos, como lo ilustra la Paz de Dios, de una vieja tradición, de la Europa medieval Y así el pacifismo y el espíritu militar se suceden en equilibrio inestable o en sucesión dialectica en la Historia de Europa y de su civilización milenaria. Lo que viene a desembocar -a modo desintesis e iluminación-, en momentos de crisis en el marco de deflagraciones bélicas como esa a la que absortos (e impotentes) ahora asistimos. Lo que se refleja fatalmente en la (ruidosa) cacofonía en las declaraciones de los mandatarios y figuras del mayor relieve en la atención mediática y en la clase (o casta) dirigente de los países occidentales. Y botón de muestra último y en extremo privilegiado de lo que aquí avanzó lo es la polvareda que habrán levantado las palabras del papa Francisco, en un llamamiento a la Paz y a base de fórmulas en extremo audaces-como lo del « coraje de la bandera blanca- que habrán levantado ampollas y desgarrado vestiduras, sobre todo -como era de esperar- del lado de Ucrania 

Y partiendo una lanza -y no nos duelan prendas- en su favor, no nos parece que esté de más, en extremo (en cambio) oportuno, un repaso de la tradición del pacifismo -que tanto ahora denuestan algunos- en la Europa contemporánea, y en un pase en revista de figuras de las letras como de la diplomacia y de la política, tan destacadas y emblemáticas como lo son Céline, o el que fue premier en la Tercera Republica -periodo de entreguerras- Aristides BRIAND, que evocamos en entrada anterior. Y de Pierre LAVAL del que hoy no se discute el pacifismo que le guió hasta las últimas consecuencias. Y por lo que a España se refieren enfrascada (hay que reconocer) en un fenómeno secular de enfrentamiento guerracivilista, de una guerra mundial a otra pasando por nuestra guerra civil del 36, cabe hablar más bien de excepción que confirma la regla. 

Y la excepción en esa actitud beligerante española cuasi congénita se me ocurre que la encarne destacadamente la figura como la obra de Francisco UMBRAL, sus escritos como su conducta y la semblanza  que de él se nos habrá legado de escritor agresivo, de una prosa corrosiva y de un talante intratable de zarpazos (verbales) bruscos e inesperados como de ellos dan cuenta los que de cerca le trataron,  y de individuo -tal como lo registra fielmente su biógrafa no/autorizada-  indefenso, huyendo de instinto el enfrentamiento directo, y en suma perfectamente inofensivo como persona. Y es tal vez esa paradoja que ofrece el pacifismo umbraliano tal y como qui lo acabamos de describir’ y el guerra civilismo congénito se diría, palpable y omnipresente a lo largo de su obra y en particular de sus novelas -guerracivilistas como yo las llamo- con el telón de fondo de la guerra civil del 36, lo que más llama la atención y más despierta el interés del lector y la glosa que nos merece al hilo de estas reflexiones sobre la paz y la guerra (y los horrores de la guerra) Un pacifismo capaz (sólo) de conjurar los horrores de la guerra y el terror (sic)  de la Historia, marcada de epopeyas heroicas, léase de batallas sangrientas, de lo que Umbral se erige en testigo (witness) inocente desde el terreno de observación peligroso y a la vez privilegiado que le dio verse arrojado en la calle como quien dice, en tierra de nadie o en su condición de hijo de nadie, hijo de un padre (oficialmente) desconocido como ya lo expuse y comenté sobradamente aquí. 

Lo que acentúa aún más si cabe, su pacifismo visceral me refiero, y es el genio indiscutible que es el suyo a la hora de glosar o describir escenas o situaciones violentas, en la paz como en la guerra y el talante guerrero político o militar’ en Azaña como en Lister’ como en Jose Antonio Giron o en el general Saliquet o en el propio Franco. De uno y otro bando. Un pacifismo pues el nuestro y así concluyo, perfectamente legítimo e ideológicamente equidistante, entre el pacifismo filonazi, que a modo de conjuro democrático se saca a relucir ahora, y ese otro de guerra fría -como en Polonia (movimiento PAX)- que las valientes declaraciones del papá Francisco parecen venir igualmente a conjurar, 

Y sin menoscabo alguno eso por supuesto, del espíritu de la milicia -entre « el orgullo y la servidumbre » (De Vigny díxit)- y de la vocación militar, que los  horrores de la guerra -dentro o fuera de Ucrania- no conseguirán en mí -voto a Dios!- ni enfriar ni apagar

Lo que más desconcierta a los antifranquistas -hoy como ayer- de esta novela de UMBRAL, la más lograda de todas las suyas, lo es sin duda la estampa que de FRANCO -frente a los falangistas (los laines) del Cuartel General-, acierta a dar. De un talante predominantemente mi-li-tar


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