martes, marzo 27, 2018

UMBRAL PROFETA (EN LA VIDA Y EN LA MUERTE)

Umbral, Francisco Umbral, a vueltas con él, ahora y (mucho me temo) por siempre también. ¿Maestro de estilo? por cierto, y no hay dos como él en nuestra lengua y literatura (española y castellana) como ya lo dejé repetidamente sentado en este blog en alguno de mis libros y en todas partes. ¿Ideólogo y pensador Francisco Umbral también? Pues sí, lo que no habíamos podido ni atrevido nunca a imaginar siquiera. Y es que sólo ahora me rindo a la evidencia, leyendo a salto de matas, de puro gusto o solaz, capítulos uno tras de otro de una de sus obras póstuma -léase, sólo reeditada por escrito tras su muerte, por más que no fuera póstuma propiamente hablando en el plano radiofónico por la enorme difusión -a fuer incluso de secreta y sigilosa)- que (cabe fácilmente presumir) alcanzaron las radiodifusiones de su “Diario de un noctámbulo” (que es el título de la obra a la que aquí me estoy refiriendo) por las ondas de la Voz de León (de la cadena nota bene de Radio y Prensa del Movimiento), en el ambiente pacato y tranquilo –y sin duda un poco somnoliento a la vez- en aquellas (altas) horas y en aquella añeja capital viejo/castellana en la España de las dos posguerras (año cincuenta y finales de los cuarenta) Deseché (confíteor) varias veces su lectura –tras su edición primera, aún en vida de su autor- y era por no tener una idea cabal de la obra, de lo que en ella se trataba. Y ahora que me adentro en su lectura no salgo a fe mía del asombro, y es de la hondura (filosófica e ideológica incluso) y del innegable nivel literario, y de la cargazón lírica -el todo (faltaría) dentro de su estilo inimitable-, de todos y cada uno de esos textos casi inéditos umbralianos. Poemas filosóficos, poesía en prosa, prosa lírica y más que eso, todo lo que nos viene a la mente adentrándonos en la maleza de esa prosa lírica (sui generis) como los críticos convienen mayormente en definir o calificar el conjunto de su obra.Y testimonio literario y radiofonico a la vez de una España (años cuarenta),  -de su clima o de su atmósfera inetlectual y espoiritual a la vez- víctima de ostracismo, "maldita", y prácticamene sepultada en los recuerdos. La España de mi (tierna) infancia, en resumidas cuentas.

Y su autor se iza ipso facto gracias a ella al rango no de un autor cualquiera sino de uno de los principales maestros espirituales (sic) de nuestra cultura y de nuestra lengua. Por paradójico que ello parezca. Me explico, pese a ese algo de procaz y de mal gusto o chabacano incluso con lo que sabia salpicar o espolvorear la mayor parte de sus obras: ¿Con fines exclusivamente comerciales o de marketing tal y como siempre lo dieron por sentado sus críticos y comentaristas? Yo me permito ponerlo en duda al menos y es por la (enorme) carga de desafío que encierran alguno de esos textos de lo mas inocuo y anodinos en apariencia al menos. Hasta el punto que cabe honestamente preguntarse si no es precisamente ahí donde estribe el problema (enorme) que se le presentó a Umbral en aquella ciudad –que era un poco la suya propia- que tanto le marcaría y que influiría tan decisiva y determinantemente en su ulterior trayectoria. “De León salio huyendo”, “aquí no dejó amigos”, glosaba seca y crudamente un tabernero de allí, en un reportaje periodístico, con ocasión de la edición (póstuma) de una de sus obras -de las más tempranas de las suyas-, “Tabernas leonesas” Con lo que apuntaba queriendo o sin querer al incidente que relata pormenorizadamente y con todo detalle Ana Caballé en la biografía (no autorizada) que le dedicaría, y fue con ocasión de una de las sesiones de cineclub en el Círculo Medina, antena de la Sección Femenina en la capital leonesa.

En mi libro “El padre falangista de Francisco Umbral” ahondo en la materia, en un dirección que me parece no obstante excesivamente unilateral (o superficial) en visión retrospectiva ahora. Y es que le echo toda la culpa por así decir – como hizo siempre el propio interesado- a uno de los vectores del poder en la España de entonces, el Movimiento, sus jerarquías locales y provinciales, en suma, a los falangistas. “A mí me echó la Falange de León”, denuncio él en más de una ocasión con ese énfasis y ese desgarro emocional que tanto le caracterizaría, e incluso dando nombres y apellido, como el de Tomás Romojaro, gobernador civil de Valladolid (de los de camisa/azul) por aquella época. Y en mi libro –un tesis doctoral fallida como lo explico en detalle en el prologo a la primer edición de ese libro a que dio lugar- traté de analizar el incidente a la luz o en clave de la historia el régimen de Franco, de uno de sus episodios mas críticos y menos conocidos y divulgados y fue la crisis interna de régimen (del 59) –entre aperturistas y falangistas (o franco/falangistas)- que se saldó con la salida de los ultimo de los sucesivos gobiernos de Franco y la llegada (para quedarse) de los primeros ministros de la Obra, un capitulo en la que yo atribuyo a Umbral un protagonismo crucial y no menos conocido, del lado nota bene, no de los aperturistas, no, sino de los del SEU franco falangistas y así es como me lo sigue pareciendo, no al punto sin embargo –como lo dejo entender en mi libro por el contrario- de haber servido de chispa o detonante de aquel incidente que vendría a suponer un autentico punto de inflexión en u carrera y n su trayectoria.

“Con la Iglesia hemos topado querido Sancho “, dice cáustico y mordaz el ingenioso hidalgo a su ingenuo y malicioso escudero, cuando en pos del castillo y de la dama encantada de sus sueños, acaba divisando el inmortal cabalero –ya a media tarde- la torre o cúpula de iglesia del pueblo, y a sus ancas todo un cortejo de párroco, coadjutores, sacristanes, beatas y demás (cabe figurar), y no damas ni dulcineas que valgan (…) Y así es como cabe exactamente glosar el conflicto que opuso al joven locutor Francisco Umbral y a las jerarquías locales de aquel León pacato de la inmediata posguerra y tras aquella –de lo que cabe deducir, uña y carne de los anteriormente citados-, el grueso o lo más granado y autorizado en las fuerza vivas de la sociedad leonesa de entonces. Política/religiosa, una fórmula maurrasiana (de Maurras) –que tuvo éxito y amplio eco en la retórica falangista de algunas de las figuras más emblemáticas como Rafael Sánchez Mazas- antes incluso del estallido de la guerra civil, que trate de re-exhumar aquí y en otros sitios, y de la que (pasmado) descubro cada día que pasa su fecundidad en el análisis y su importancia y transcendencia, y que en cualquier caso, nos da la clave de explicación de lo que a Umbral le pasó exactamente entonces. Política y religión, Iglesia y Estado, compartimientos estancos o como si lo fueran, que parece que ya estoy oyendo a algunos mientras redacto estas líneas. Como dijo Jack, vamos por partes.

La Iglesia se “deseenganchó” a partir del Concilio, estamos de acuerdo, pero aún faltaban muchas lunas par ese acontecimiento, y más aún para que él se pusiese de relieve o al descubierto Y no hablo de oídas sino de mi propia experiencia de niño, de un época, de unos años que fueron precisamente cuando se sitúa el incidente de Umbral al que aquí nos estamos refiriendo. Y es el recuerdo de aquellos veraneos infantiles –en Sigüenza para más señas- y de aquellas colonias de veraneantes tan estigmatizadas por algunos hoy y de las que yo y mi familia formábamos parte entonces, lo confieso. Y fue que en aquellas tardes veraniegas, y al anochecer, camino de nuestro barrio de veraneantes, la chiquillería aquella de vuelta de excursión a la pineda más próxima, nos parábamos y tomábamos parte todos los críos incluso (como si fuéramos parte del grupo, sin mayores preámbulos o problemas) en aquellos emblemáticos fuegos de campamento –de Sigüenza, camino del pinar, junto a la ermita (…, )- inseparables en el recuerdo de aquella época del Frente de Juventudes en aquel entonces.. Y así un día y otro, al anochecer, hasta que se aguó la fiesta –aún hoy no recuerdo ni nunca supe ni supimos el por qué- y aquello acabó un día, en aquellos fuegos de campamento como el rosario de la aurora, y se me quedaría grabado hasta hoy en la memoria en verdad y era por lo que venía aquel incidente (menor) a querer simbolizar de presagio o pájaro de mal agüero de aquella ruptura o desenganche que se consumaría a penas unos año más tarde (como aquí en este blog ya lo tengo repetidamente expuesto), y aquellos fuegos de campamento de los que nunca más se supo (…) La iglesia guardiana (celosa) de la fe y de la moral y de las buenas costumbres: y eso nos da la pista de exploración a la hora de indagar las causas de ese conflicto que pese a fundirse en la vida cotidiana de un pueblo – o de un pueblo de veraneantes lo tenia todo menos de trivial o de anodino

De por la chiquillería veraneante y con nosotros, (sí, va ser eso) el personal -léase las niñeras- del servicio doméstico (…) Las crónicas noctámbulas (y radiofónicas) de Francisco Umbral eran el mejor combustible en verdad –el más peligroso e inflamable- en la sociedad rural o provinciana del León de aquella época, y era porque si se leen paso a paso y en detalle esas crónicas umbralianas como yo lo vengo haciendo estos días, rápido se cae en la cuenta de que su autor Francisco Umbral irrumpe sin miramientos en unos terrenos que eran como cotos (celosamente) vedados por la iglesia en aquel entonces, como lo seguirían estando después, si bien se mira (aunque en sentido pogre) Y era por un lado, la moral y la buenas costumbres, o en otros términos, el sexo y el sexto mandamiento (naturaca) qu Francisco Umbral no deja de hollar aún en sus crónicas más livianas y (por eso, por mundanas) más intrascendentes. Las líneas –que hoy resultarían de un comedimiento ejemplar- que él dedica al cine (de importación en gran medida) de la España de su época, a Sofía Loren -como en aquella crónica (sin desperdicio) "En Hollywood están adelgazando a Sofía (óp. cit: p. 171 )-, a la escritora francesa existencialista Françoise Sagan –que él trata de fea (sic)-, o a figuras femeninas del primer plano (y en extremo sexis) del cine –francés o italiano de preferencia que se veía en España en aquella época. O en temas tan triviales como la moda y la alta/costura. Pero no sólo eso (…) Y es que se me antoja de pronto que el terreno más minado y más melindroso para la mentalidad de la época, de todos los que Umbral se atreve a pisar en esas crónicas radiofónicas, eran -en paralelismo o concurrencia con la moral y las buenas costumbres-, eso que la teología tradicional bautizaría con uno de sus eufemismos –el de los Novísimos- con el que la iglesia no trataba en el fondo más que camuflar (y de conjurar o de exorcizar) el rostro amedrentador de la Muerte y de sus pompas y sus obras, que es lo que en lenguaje filosófico –tan caro a Martin Heidegger, uno de los referentes mayores en la obra umbraliana- se viene a traducir por la Nada (existencial o filosófica) Aquí, en un articulo de este blog de hace algunas semanas, abordé la temática mayor –léase la Muerte- que domina y preside, (majestuosa en mi modesta opinión) la obra umbraliana. Y el abordaje de Umbral de toda ella en su obra es existencialista o surrealista en el fondo y tremendista en su forma tan típicamente umbraliana, o si se prefiere, pagana o viejo/castellana, o celiana (en tributo y homenaje a su maestro reconocido, Camilo José Cela) Los clisés comunes, tradicionales y tranquilizadores de la buena/muerte brillan desde luego por su ausencia en Umbral y en su lugar dejaban paso a unas fórmulas o imágenes tremendistas al cien por cien, a fuer de realistas” y de fúnebres (e incluso macabras).

La muerte como un fatal alejamiento, como un descolgarse o un caerse del andamio (sic), así ve la muerte Umbral y en función de ella asi ve todos los síntomas y secuelas que la rodean o la acompañan, como la enfermedad o los dolores del organismo físaico, que no vienen ser más (para él) que avisos o anuncios lúgubres de Aquella (…) Un pesimismo así –“existencial”, meta/filosófico como se le puede describir- está ruidosamente ausente –a izquierdas o a derechas se me reconocerá- , en el panorama de las letras antiguas como modernas en lengua española. Y fue eso –en mi opinión- lo que perdió a Umbral en el incidente de la capital leonesa, y lo que ilustran algunas de las instantáneas más conocidas que surcaron (y coronaron) el final de su existencia. Como ese otro incidente del que la prensa española se hizo amplio eco un poco antes de su muerte, en la sala de operaciones esta vez en la que se encontraba por una (leve) dolencia cardiaca, cuando se arrancó literalmente todos los tubos y cables que le habían puesto encima en un gesto de patetismo extremo, que reviste más patetismo aún, si se leen ciertos párrafos que dedica –en esas crónicas noctámbulas- a la válvula cardiaca que describe como el amigo o compañero tan inseparable como desleal y capaz de la última de las traiciones ("camarada de la traición final", óp. cit. p. 69), y del que en consecuencia no hay que fiarse un pelo, ni de él ni de los que lo guardan.

Y como cabía temerse o esperarse le falló el corazón a Umbral, al final de su vida,. que le pilló dictándole la ultima de sus columnas –sobre Eugenio D’Ors- a su esposa. Sentado él (como en un trono) y repanchingado ante la mesa de un despacho acogedor y recóndito y suntuoso y señorial al mismo tiempo (de lo que trasluce en la fotos que de aquél se habrán ido filtrando con el tiempo a la prensa) Como una forma de amortiguar la caída –léase de hacerla menos “dura”- así cabe describir la muerte –señera y española a la vez- en la última estampa umbraliana. La que escribió con su propia muerte el autor. Como en la crónica de una muerte anunciada: Por todo eso y mucho más, se puede calificar de profeta a Francisco Umbral. En la vida y en la muerte.

ADDENDA Sólo tras finalizar la redacción de estas líneas caigo en la cuenta de algo que viene confirmar lo justo de mi análisis sobre las causas profundas y auténticas –en el plano de la política/religiosa- del incidente de Umbral en la capital leones que motivó su marcha (definitiva) de la ciudad. Y era algo que leí en el reportaje con ocasión de la reedición de “Tabernas leonesas” al que aludí mas arriba y en el que el tabernero entrevistado –que conoció bien a Umbral- venía a decir que lo que motivó realmente la marcha de Umbral de la ciudad fue su enfrentamiento (o rivalidad) con el poeta Victoriano Crémer, algo de lo que Ana Caballé no hace la menor alusión en su biografía. Sí le evoca, a éste último en cambio, presentándole como un antiguo socialista excarcelado (óp. cit. p. 143 ) –lo que vino a ser (dicho entre paréntesis) la regla en la poesía (como en otro ámbitos literarios) de la España de la posguerra.- y al que sí que asocia ella con Umbral, y era en el marco de los paseos a diario por el centro de la capital leonesa, en los que se encontraban los dos, Crémer y Umbral, en torno a la figura (venerable) de Antonio González de Lama, “sacerdote y poeta”, agrupados todos en torno a la revista poética leonesa, “Espadaña”, de la que González de Lama (que la había fundado) era director (óp. cit. p. 143)

3 comentarios:

PREFERENS dijo...

bUEN ARTÍCULO, creo que eres un expertísimo en Umbral. Atisbas un hecho imposrtante: la escuela de Lerón, cicero de escritores, una nueva generación. Animo pues y no desfallezcas. Hay otro escritor de ;León, creo que mejor noveliusta y es Jesús Torbardo. Ni tú ni yo `pegamos palos de ciego. Animo pues sic ad astra. Vives en Beliga in partibus infidelium. eres un heroe

Juan Fernandez Krohn dijo...

De Jesús Torbado sí habla mucho Ana Caballé en su biografía, y era por haberle robado él (un decir) el premio Alfaguara a Umbral , de novela (finales de los cincuenta) –creado y patrocinado por Camilo José Cela- que ya daba por descontado Umbral que le adjudicarían a él, y aquello daría paso a creer a Ana Caballé a una rivalidad enconada y a una enemistad irreconciliable entre ambos, lo que pone en evidencia la biógrafa de Umbral con la entrevista –umbraliana como no hay dos- que éste le hizo a Torbado a raíz de aquello, que termina, “yo te prestaré mi pluma, Jesús, pero a ver si me la devuelves”, (…), de la que el entrevistado no quería ni oír hablar cuando le sacó el tema la Caballé muchos años después. Es no obstante un hecho –hay que convenir- que de aquella promesa local, provincial y nacional de la narrativa contemporánea que reveló el premio aquel, después se habló más bien poco (de lo que tengo leído y entendido al menos) De la novela concurrente que presentó en esa ocasión Umbral –“Travesía de Madrid”- trato en mi libro ”El padre falangista::.”, y también de las presumibles causas del fallo del jurado aquel (con el atraco a mano armada por aquellos días de la joyería de Bravo Murillo por la banda del Lute -a lo que Umbral al final de su novel hace alusión- de telón de fondo) Muchas gracias por tus cumplidos, Preferens, no sé si soy un héroe, pero el vivir los inviernos aquí -¡qué largo y qué duro este! (aunque no tanto como los de hace cuatro siglos)-, de verdad que no es fácil, te lo aseguro. No desfallezco, descuida, y espero seguir el tiempo que dure la prueba dando pasos de gigante en ese arte difícil de cobrar ánimo sin parar y de mantener la moral en alto a todo precio, siempre fiel a la divisa “Inasequibles al desaliento”, (que bien conoces). Eso por supuesto: Un abrazo

PREFERENS dijo...

ME PARECE MUY BIEN, IGNORABA EL DETALLE DEL PREMIO aLFAGUARA, CREO QUE FUE POR lAS cORRUPCIONES. TYorbado es más novelista a mi humilde criterio. Umbral brillante narrador y acaso profeta como bien dices