jueves, marzo 29, 2018

UMBRAL Y LA MORAL JUDEOCRISTIANA

“Estoy oyendo crecer a mi hijo”, una de las frases más célebres de Umbral de la obra (ver foto) tal vez más plebiscitada de las suyas, que tal vez por eso me resistí a hincarle el diente hasta hace poco. ¿Sinestésico Francisco Umbral? Una clave como sea de desciframiento de algunos de los más hondos enigmas de Francisco Umbral, en su vida y en su obra, y en particular en su producción poética (en verso como en prosa): de su erotismo reivindicativo, o de su (visceral y vitriólico) anti-falangismo (entre otros temas)
Mi último y reciente articulo sobre Francisco Umbral ha tenido cierto eco y difusión -o recepción como llaman los lingüistas a lo que ellos consideran parte esencial e inseparable de una obra escrita. Lo que me habrá invitado y animado seguir ahondando sobre el tema, sobre la obra tanto como sobre la personalidad del autor de “Mortal y Rosa”. Y menciono ese título de la obra umbraliana no por parecerme la más interesante de su autor –que todos o casi todos aquí saben que para mí lo es La Leyenda del César Visionario- pero sí en cambio la más representativa, si no de su estilo, sí de la porción más nuclear e importante de su obra, que lo es lo que sus críticos y comentaristas llaman poesía lírica, esa mezcla o fusión inextricable de poesía (sin verso) y de prosa y lirismo en la obra umbraliana que tanto la distingue y caracteriza, como lo ilustra el éxito innegable del titulo mencionado más arriba. Y me mueve a escribir lo que precede una lectura reciente de la obra referida (“Mortal y Rosa”) tras mucho tiempo de esquivarla (confíteor) en reacción tal vez a la unanimidad laudatoria que concita.
Y es que leyendo esas paginas, tan sentidas y conmovedoras muchas de ellas –como también las de algunos de sus títulos mas tardíos (p.ej. "Un ser de lejanías")-, acabé cayendo en la cuenta que yo tampoco podía resistir la tentación-como muchos poetas entre los que me encuentro- de compararme con Umbral de poeta a poeta y en particular en las páginas más líricas o más poéticas de esa obra lírica. Y a fe mía que al contrario de lo que me ocurría en anteriores comparaciones, con los más diversas autores, tuve que acabar rindiéndome a la evidencia que yo no era capaz de escribir así, que estaba fuera (por completo) de mi alcance ese genero literario inclasificable, y me refiero a ese tipo de poesía que Umbral tan genialmente practica.

¿Por qué? me peguntaba y tuve que llegar a la conclusión de lo único e irrepetible del autor, a la medida de lo unico e incomparable de su poesía. Y en ese interminable barruntar me venían a la mente unas líneas de la biografía de Ana Caballé (“Umbral, el frío de una vida”) en las que define la prosa umbraliana como sinestésica –y no ensayística (sic)-, y eso me aclaro un poco las ideas. "La sinestesia" -escribe la biógrafa en el párrafo referido- “conlleva una forma diferente de percibir la realidad” “Hay pocas ideas en las columnas de Umbral”, continua más delante, y las que hay son “siempre caedizas”, escribe además (op. cit. p. 301), en lo que nos parece en cambio deber mostrar disentimiento. Me he zambullido raudo como cabe imaginar en el abordaje y documentación del tema, y creo que quepa concluir que si es cierto que se trata -la sinestesia- de un fenómeno neurológico y no patológico, de origen (por lo general) genético o hereditario, y no patológico (inisto), no es menos cierto que está sujeto a ciertas formas de ejercitación o desarrollo entre ellas, (nota bene) la poesía (...)

Y con ella, la metáfora, ingrediente esencial en la obra umbraliana, se me reconocerá. Y ahí cabe imaginar otra hipótesis y es por esa oposición primordial que apunta Ana Caballé entre sinestesia y ensayo ( o ensayística) que hace fatalmente referencia a unos hábitos intelectuales, léase una educación o a una instrucción –a base de método y disciplina- del tipo que sea que se muestra incompatible o contraproducente –así a primera vista- con esa otra forma de percepción intelectual y sensorial a la vez -de fusión o mezcla de letras, palabras, sonidos, imágenes (e ideas), colores e incluso gustos (bucales) y sabores, anárquica en cierto modo y caótica y original, en apariencia al menos-, a saber la sinestesia. ¿Era Umbral de ese tipo psicológicamente hablando? No consta, ni nada nos permita el afirmarlo. Si se puede aventurar o conjeturar en cambio que su trayectoria tan atípica y en particular algunos episodios o capítulos particularmente traumáticos de la misma, pudieron favorecer o crear en él –por la vía de la supresión de freno, y de bridas intelectuales cualquiera, resultantes de la educación (occidental, burguesa)- una predisposición del tipo sinéstésico que se puede calificar en él de anomalía psicológica (no patológica, que conste)

Y me estoy refiriendo en particular a ese fase de su infancia que Ana Caballé consigna con todo detalle en su biografía, cuando Umbral se vio -por voluntad deliberada de los que tenían sobre el guarda y custodia (su madre y su abuela y sus tías en particular)- privado de escolaridad aún niño, y condenado en cierto modo -y por vía de consecuencia- a andar tirado en la calle todo el día y a instruirse o a educar(se) de cualquier manera, y un poco a su aire y por su propia cuenta (leyendo todo lo que caía en sus manos sin orden ni concierto), en la biblioteca municipal donde su madre lo dejaba (suelto), -como un bártulo engorroso- para el resto de la jornada, por la mañana temprano, camino de la oficina (…) (óp. cit. p. 92 y ss.). “Autodidacta”, le calificó en una ocasión Jaime Campany –maestro reconocido de periodismo y a la vez rival de Umbral como columnista- lo que el interesado en una muestra de su proverbial resentimiento no dudó en recordar (con amargos sarcasmo e ironía) en la necrológica que le dedicaría en el momento de su fallecimiento, y con lo que venia a poner de manifiesto que el celebre periodista –asociado inevitablemente en los recuerdos al diario Arriba ( y a la columna, a su nombre, que publicaba a diario en él, “La pajarita”)- había dado (como otros tantos) en la llaga de una infancia (sin escolarizar) maltrecha y malherida.

"Anomalía" -Ana Caballé dixit- tanto el nacimiento de Umbral –y las circunstancias (en extremo traumáticas y penosas) que le acompañarían-, como su trayectoria e igual también, por vía de consecuencia, que su instrucción y educación y lo que de ellas (o de su ausencia) resultarían. Una obra en poesía o en prosa no como las otras, en verdad, sino a imagen y emejanza de una vida y de una infancia no como otras cualquiera. Y eso es más que nada lo que revela o descubre en Umbral el fenómeno psicológico (y literario a la vez) de la sinestesia. Y es eso lo que trasluce en su obra, en los lugares textuales más emblemáticos y característicos de la misma, y en particular en “Mortal y Rosa” Prosista y poeta sin parangón –y sin comparaciones posibles- Francisco Umbral en el panorama (contemporáneo) de la literatura española ( y en lengua española) Y por ahí desembocamos fatalmente y sin querer en la faceta mas escondida (y vergonzante) del autor y es en la denegación de paternidad de la que se vio objeto desde el principio hasta el fin de su vida, o en otros términos en su condición (tan trágica) de hijo de padre (oficialmente desconocido)

En mi libro “El padre falangista de Francisco Umbral” revelo esa identidad desconocida, por mi cuenta y riesgo, con nombre y apellidos, algo que hasta hoy nadie se atrevió a desmentirme. Umbral era hijo de un falangista, y no de un falangista del montón, sino de una de las figuras mas emblemáticas de la Falange de antes de la guerra y –lugarteniente como lo fue de Onésimo Redondo- de su rama tal vez más destacada y más precoz como lo fue la Falange (o JONS) vallisoletana, núcleo primigenio y en los orígenes mas prístinos del movimiento falangistas. y casado (en santas/nupcias) con una figura (muy) destacada (nota bene) de la Sección Femenina (...) Algo que nadie le puede negar o diluir tampoco por más que los falange/auténticos (como yo llamo a algunos) podrían poner en discusión la postura y las lealtades del personaje referido, con la ayuda de uno de esos falangistómetros –más o menos reales o imaginarios- de los que tanto gustan. Puro o no, falangista o simplemente franco/falangista Anselmo de la Iglesia, no hay duda –como lo pongo en mi libro e manifiesto- de la filiación ideológica (falangista, nacionalsindicalista) del personaje –y de su (fatal) adscripción a una de las memorias antagónicas (la de los vencedores) de la guerra civil española del padre de Umbral, de su condición (innegable) incluso de camisa/vieja. Y eso invita lo queramos o no lo queramos a un reflexión profunda, más allá de la política y de las posturaa ideológicas.

¿Puede un héroe o que figura como tal ante la posteridad y en la memoria colectiva, y de una forma tan emblemática y destacada además, comportarse de una forma tan ruin, tan mezquina (en apariencia al menos) tan poco viril y tan irresponsable –y tan cobarde en verdad- , como lo es el denegar (tenazmente) a alguien, hasta el fin, su paternidad biológica a costa de marcar irremediablemente de su sello (de infamia) el destino de su propio hijo? No estoy culpando a nadie, me curo en salud de inmediato. Ya dije en mi libro que no me atrevo a pronunciarme ni a zanjar en ese tema tan complejo y tan delicado y melindroso, de la culpabilidad moral en este asunto, ën función de los parámetros y coordenadas de las circuntancias históricas, de tiempo y de lugar, y de la mentalidad de su entorno vital y de la época aquella, no tiro la piedra, ni al padre presunto de Umbral (ni a su propia madre tampoco)

No es óbice que Umbral, hijo inocente, no dejó de ser menos victima inocente de una mentalidad, de una moral, de la moral reinante en la España de entonces , como en la de después, en la de la guerra (en zona nacional) como en la de la posguerra, en particular de los interdictos y tabúes –en materia sexual- inseparables de una moral judeocristiana (Ana Caballë díxit) para dejarnos de eufemismos (*) Y ese es el sentido profundo –lo que apunta certera su biógrafa- del erotismo reivindicativo y militante de su autor –tal y como lo expone su biógrafa en la cita que reproduzco al final de este artículo-, en sus muestras o facetas sobre todo más irreverentes desafiantes y transgresoras, y también (añado yo) de ese anti-falangismo tan visceral del que Umbral da muestras (en cuanto que la ocasión se presenta), algo profundo e inextirpable en él, como una segunda naturaleza (...)

Esa es la moral de la historia que acabo de contar en estas líneas. Historia de un alma, la de Francisco Umbral, e historia (oculta, subterránea) de un movimiento en cuyo seno nació el mas grande escritor contemporaeo español (sin lugar a dudas), sin que lo reconocieran ni se dieran cuenta tan siquiera, y al que rechazaron: ¿por qué? Lo que tenemos que averiguar y saber asumir y reconocer, en aras del futuro. Que los pueblos que no aprenden de la Historia (etcétera, etcétera)

(*): “ El sexo como puente único capaz de fundir el cuerpo y la mente en una sola sintonía vital, el sexo como espacio de libertad y de vida. Nada que ver con la tradición judeocristiana de entender el cuerpo como una tumba para el alma; muy al contrario, es su única liberación. En síntesis, esa ha sido durante años la convicción de Umbral. su axioma vital y filosófico y el asidero más socorrido de su literatura.../...” (óp. cit. p. 267)

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