martes, noviembre 22, 2016

GITANO RUMANO Y OKUPA (Y ALTER/CHRISTUS)

17 de diciembre de 1970. Plaza de Oriente, durante el consejo de guerra de Burgos contra terroristas de la banda ETA. Yo estaba allí, entre el público me refiero (con veintiún años) “Españoles, como somos un estado de derecho, tenemos solución para todos nuestros problemas” Eso fue todo lo que dijo Franco con su proverbial vocecita, que recuerdo aún (de pe a pa) como si fuera hoy. Y el que la prensa global (pro Clinton) encuentre hoy lo más natural del mundo que un provocador -gitano/rumano- venga ahí precisamente a recordarle y a tratarle de asesino (sic), y lo hagan noticia y lo hagan pasar además por un mártir alter/christus por llevarse cuatro patadas que andaba buscando, es otro botón de muestra -entre miles y miles- de la guerra civil interminable. Y es que hay que atreverse a decirlo de una vez por todas: que el protagonismo escandaloso que viene consiguiendo y la protección irritante e inexplicable -mayormente del lado de las instituciones eclesiasticas (nota bene)- de la que ese individuo a todas luces goza entre españoles, se la da el victimismo que arrastra el pueblo gitano, sobre todo desde el final de la Segunda Guerra Mndial en el 45 ¿Por qué si no, no le expulsaron hasta ahora (como hubieran ya hecho en Francia o incluso en Bélgica)?
Gitano, rumano y activista y diplomado (sic) en sociología por la Universidad de Bucarest. Así presentan los medios al joven provocador que se llevó una brutal/paliza (sic) -menos lobo- en la Plaza de Oriente de Madrid, ayer domingo 20 de noviembre en los actos conmemorativos de la muerte de Franco y de José Antonio. El mundo de los provocadores profesionales -o habituales- como sin duda lo es el protagonista de esta noticia, tiene algo de misterioso -e inexplicable- que explica que haya servido tanto de motivo de inspiración en literatura y sobre todo al genero de novela negra. Y uno de los maestros consumados de ese genero o subgénero en lengua inglesa (en los Estados Unidos)

James Ellroy -que aquí cito a menudo- los hace desfilar en no pocas de sus novelas. Provocadores profesionales que acaban revelándose agentes modelo del FBI -o enviados de la CIA- siempre en la cuerda floja entre la ley y el mundo del hampa que si hay que creer a Ellroy forman parte del mobiliario de toda una zona intermedia en el puente o en el umbral -como a medio camino- de la sociedad de las personas civilizadas y del imperio de la ley y del orden (democrático), y el mundo del hampa y de los bajos fondos, y que acaban al final en sus novelas tanto de este lado como del otro.

El genero novela histórica tampoco anda falto de ellos, y me viene a la mente el personaje central de la célebre novela ganadora del Premio Planeta 1956 de Emilio Romero “La paz empieza nunca” con el telón de fondo de la lucha contra el maquis en los montes asturianos, y en concreto de la operación de la Guardia Civil -teledirigida por los servicios de la Secretaria General del Movimiento desde Madrid (entonces al mando de un falangista histórico Luis González Vicén)- que fue el golpe de gracia a las ultimas partidas guerrilleras -a finales de la década de los cuarenta- teledirigidas (a distancia) por el Partido Comunista. ¿Un personaje de novela negra el individuo al que apalearon ayer en la Plaza de Oriente, por el historial de otras situaciones similares que arrastra a lo que parece?

Algunos -sobre todo en los medios- se han escandalizado y rasgado las vestidura ante la cobardía (sic) de apalear a un hombre indefenso en plan de varios contra uno. Menos lobo. Los que se escandalizan -hipócritas redomados o provocadores periodísticos aparte- se ve que no han visto muchas palizas en su vida. Las palizas de verdad no son “filmables”, quiero decir que no son digeribles (mayormente) por el vulgo, me refiero a personas normales, y se ven como tales rechazadas como por un movimiento reflejo individual y colectivo por el publico potencialmente receptor, y por eso aunque lleguen a verse filmadas o retransmitidas o divulgadas (de la forma que sea) es como si cayeran en el vacío y por eso o carecen de difusión alguna -en la practica- o solo se ven contadas o evocadas o recordadas por el filtro de lo literario o de lo histórico, de lo político e ideológico, como ocurría en las que relata -con fondo de guerra civil interminable (en la posguerra inmediata) Francisco Umbral en algunas de sus novelas, normalmente de rojos vencidos a manos de fachas vencedores.

Paliza (descomunal) es lo que yo vi y presencié -de cerca- nada más llegar al la cárcel de comunes de la Penitenciaría de Lisboa (mayo del 82) -en la galería de los que se negaban a trabajar (como así fue mi caso) donde me pusieron al principio hasta que me cambiaron de ala, para evitar males mayores (sin que yo pidiera nada)- en una especie versión mas realista si cabe todavía del infierno en la tierra. ¿Lo agredieron aposta delante mía para que me sirviera de lección (y para que me aplicase el cuento)? Siempre lo pensé, sí, el caso es que me costó toda una noche en vela oyendo hora tras hora las campanas de la iglesia de al lado, la más larga -sin exagerar- de toda mi vida. Con las escenas dándome vueltas -por mucho tiempo todavía entonces- del abuso aquel de aquellos agresores cobardes -en plural, que aunque agredió solo uno, le jaleaban toda una jauría rabiosa que le seguía- y por la indefensión de la víctima (por muy granuja y sin duda no mejor que los otros como puede que fuera)

Años después, estaba yo ya a punto de salir en libertad -en la prisión de máxima seguridad de Vale de Judeus- cuando un compañero de reclusión que se había mostrado particularmente tristón y taciturno y reservado, e incluso hosco y huraño y con el que apenas había tenido trato hasta entonces, acabó un día sincerándose inesperadamente conmigo en uno de los ratos de esparcimiento en los patios del establecimiento fuera de las celdas. “Yo estaba allí, Krohn, cuando sucedió aquello, cuando lo levantaste, tú solo, del suelo” Y el testimonio desinteresado, fidedigno e inesperado aquel -a toro pasado- de una situación de las mas negras de mi vida, de haber visto a aquel hombretón victima de la agresión desmoronarse como un guiñapo o un pelele de pronto y de golpe, como si el cielo se nos viniera encima, en la que me sentí sin mas compañías y sin más testigos que las paredes entre cielo y tierra, me compensó con creces de todas las amarguras y todos los malos tragos y sinsabores de aquellos años tan negros y tan duros como para mí lo fueron. Que no me achantaron no obstante ni me intimidaron, como creo aquí ya haberlo contado.

¿Paliza lo de ayer, lo del gitano/rumano -o romaní para ser exactos? Un revolcón -y unas patadas en blando- más bien. Una broma pesada que le gastaron y que es lo que en el fondo iba sin duda buscando, y no sólo por el reportaje -que consiguió al final- sino también el que le dieran, que algunos por lo que se ve, si no les gusta, les excita y es superior a ellos. ¿Cínico por demás? Realista a penas. Y que se piense de mi lo que se quiera. Y ¡Arriba España! Manque pierda

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