Mohamed VI que modernizó considerablemente a la sociedad marroquí en sus años de gobierno, que supo capear (sabiamente) las primaveras árabes -dirigidas en parte contra él-, acertando a conjurar no poco el desafío islamista, que habrá sabido controlar la emigración en dirección de este lado del Estrecho con mano de hierro,, y que no nos creó problemas mayores, como no nos los crearon ni su padre ni su abuelo, a los españoles, representa el "kajetón" bíblico que impide la aparición y propagación -de este lado del Mediterráneo- de plagas y calamidades como la que amenaza ahora con la nueva erupción de fuego de indignación social y callejera de los últimos días en los principales ciudades de Maruecos, so pretexto de una muerte infeliz (de página de sucesos)La muerte (fortuita en apariencia) de un pescadero ambulante -y clandestino (...)- aplastado por la máquina de un camión de basura en la localidad de Alhucemas del otro lado del Estrecho -hoy una ciudad de más de doscientos mil habitantes- es de esas noticias funestas, aparentemente triviales, de página de sucesos surcadas no obstante de los presagios más negros y preñadas de vientos y tempestades bíblicas, a cual mas calamitosas, como sucedió en Túnez hace ahora seis años con un caso similar que ahora todos evocan y que fue la mecha que prendió fuego a las primaveras árabes, que me diga a todo lo que aquellas se llevarían a rastras consigo.
En este caso, la protesta no tuvo tiempo de materializarse por la muerte trágica del protagonista -intencionada o no algo que aún está por dilucidar- pero el fuego -”llover sobre mojado” le dicen púdicamente (en una imagen falaz) los medios españoles- ardía ya dese hacia alguna semanas, cuando una vendedora ambulante -de la región de Rabat- se sintió atropellado en sus derechos por la actitud de un funcionario que le habría despojado el velo islámico que llevaba, ante lo cual se prendió fuego. Ni corta ni perezosa. Sin mas tramites, ni prolegómenos.
De “hombres antorchas” hablé en alguno de los artículos que dediqué al fenómeno del 15-M y de la indignación callejera en alusión al vendedor tunecino ambulante que se prendió fuego, y que vino a sacar a la luz toda una tradición (por llamarla así) -prácticamente desconocida de occidentales- de protesta, inseparable de la idiosincrasia (social y religiosa) de los países musulmanes del otro lado del estrecho. Y que por lo que se habrá visto en Marruecos ahora no se circunscribe solamente al sexo masculino. Indignación musulmana, una forma de indignación social propia de esos países que vendría a ser como la matriz de los fenómenos de indignación callejera que harian erupcion a seguir en la resaca de las primaveras arabes, de este lado del Mediterráneo.
Y que amaga con reencederse ahora de nuevo, a tenor de lo reptitivamente, como una divisa o un a consigna que esa palabra -de indignación- esta escuchándose ahora en los reportajes que nos están llegando de los sucesos de marruecos, y entre algunos manifestantes indignados de la comunidad marroquí en Bélgica (por la calles de Bruselas) Calamitas calamitatis! Esos vientos de indignacion del otro lado del Mediterráneo.
Nunca defendí (vaya dicho de entrada) al rey actual de Marruecos Mohamed VI -”Sestor” (con acento en la o) le llamaba graciosamente un recluso marroquí con el que me vi obligado a cohabitar en la cárcel aquí en Bélgica (como ya lo tengo repetidas veces contado)-, fui además de los pocos españoles (de los de mi generación al menos) que lloraron por dentro -lagrimas de sangre- por la perdida del Sáhara occidental de resultas de la marcha/verde qui impulsó Hassan II, padre del actual monarca, un tema sobre el que habré acabado formándome un juicio mas o menos definitivo con el paso del tiempo como ya lo dejé sentado en una de mis entradas de este blog no hace mucho. El protagonismo marroquí por otra parte, al socaire de la corriente migratoria de esa procedencia en suelo europeo y también del peso político innegable que el desenlace de la segunda guerra mundial y la evolución del mando en la posguerra conferirían a la monarquía alauíta por cima de los Pirineos, era algo que yo sentí, español en Bélgica, si cabe de una forma más acusada aquí -como en propia carne-, y que me vi en el brete de tener que asumir como un fatalidad mas de nuestra época, si quería seguir aquí en Bélgica residiendo.
Llevo aquí ya treinta años, en ese tiempo la emigración marroquí en su conjunto ha ascendido no poco en el seno de la sociedad belga, en simultaneo en los últimos tiempos también -no es menos cierto, con la aparición de fenómenos no poco inquietantes distorsionantes de esa imagen (de normalidad) dominante, como la habrá sido la erupción de yihadismo entre un sector joven de esa misma inmigración marroquí, bajo pretexto de la guerra en Siria. Vuelta atrás con la mirada. Los reinos de Taifas fueron sin duda una lacra -para los habitantes de la Península me refiero- pero su desaparición dejaría un vacío que vendrían fatalmente a llenar las invasiones almohades y almorávides.
Y el soberano de Marruecos, que no nos crea problemas desde hace ya tiempo al menos -fiel a la tradición familiar de su padre y también de su abuelo Mohamed V que no crearon problemas (serios) al régimen anterior tampoco-, que habra modernizado no poco su país en los años que llevo de reino -como lo ilustran las fotos e instantáneas gráficas que nos llegan de allí ahora por cuenta de los últimos acontecimientos-, y que habrá sabido controlar la emigración en tránsito hacia Europa (léase hacia España, de este lado del Estrecho) con mano de hierro, se nos parece ahora como el Katejón bíblico que impide que se desaten las plagas y calamidades mas funestas.
Como amenaza ahora de propagarse esa oleada de indignación, que viene a remover -como lo hizo del 15-M entre españoles- todos los bajos fondos del país musulmán vecino, a favor de vientos de corrupción en el sentido profundo -moral y espiritual- del término, que propagan tras ellos (con olor a pescado podrido las horas que corren) todas las miasmas mas perniciosas de ese poso letal -milenario (judeocristiano en su origen, en su versión islámica en el caso que nos ocupa)-causante cíclica principal de todos os males de nuestra civilización, desde hace dos mil años. Y lo siento si este lengua mio profético (ex profeso) viene a escandalizar a algunos.
Y que se impone de urgencia si queremos que una nueva noche de ochocientos años -de décadas de indignación/musulmana (que eso venían a ser en el fondo las invasiones del otro lado del Estrecho)- no se abata de nuevo sobre la Península, lo mismo que se abatió sobre el mundo antiguo, hace ahora dos mil años de aquello
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