sábado, noviembre 19, 2016
¿RACISTA JOSÉ ANTONIO?
Solía ver el nombre -al pie o en el encabezamiento de sus largas y sesudas colaboraciones-, de Ernesto Milá (un nombre y ademas una leyenda de nombre, y también un periodista y escritor interesante y de valía, se piense de él lo que se quiera)- en la publicación de Minuto Digital, hasta que la reestructuraron en profundidad ya hace tiempo y dejé de verle figurar entre los colaboradores. Y lo di no por muerto, pero sí por alejado del periodismo diario o casi diario, sin que me viniera el reflejo -a fe mía que no sabría decir por qué- de consultar en su propio blog -que creo ademas que son varios- hasta que el acercarse la efemérides del 20 de noviembre me trajo su nombre de vuelta en la red a causa de un trabajo suyo reciente dedicado a uno de los escritos tardíos de José Antonio -recogido en sus Papeles Póstumos- a saber, Germanos contra bereberes”. Y la lectura del plan de la obra y de su índice de capítulos publicado en su blog despierta en mi de pronto una enorme curiosidad y unas ganas irreprimibles de leérmelo, lo que cuento hacer (mi palabra) la próxima vez que vuelva a España sin falta. Puedo decir no obstante que me imagino o adivino un tanto aunque sólo sea lo que su autor diga o decir quiera en ese trabajo suyo a tenor la la presentación que él mismo hace.
Me he ocupado bastante en los últimos años - desde los inicios mismos de mi blog anterior (octubre del 2008) en Periodista Digital- de aquel ensayo tardío (y publicado a titulo póstumo) de José Antonio) que supuso cuando vino a mi conocimiento por la primera vez tras su publicación, la segunda mitad de la década de los sesenta un no pequeño electrochoque. Hasta el punto(confiteor) que me llevó tiempo y esfuerzos el asimilarlo sin venir a dudar nunca no obstante ni por un momento de la su autenticidad pese a que algunos de los joseantonianos mas devotos -como movidos por un reflejo condicionado- rechazaban (sic) por apócrifo. Y como lo dije en su momento, si ese ensayo -de una innegable calidad conceptual y literaria (pese a su brevedad, y tal vez precisamente por ello) y de gran brillantez en la expresión- no fue escrito por José Antonio habría que buscar con lupa hasta averiguar quién fue su autor, porque escribía mejor que él.
He estado echando un vistazo -sobre la marcha- al esbozo del trabajo de Ernesto Milá tal y como él mismo viene a presentarlo y llaman la atención los dos autores que cita expresamente y que figurarían a no dudar entre las influencias más claras y llamativas en la obra y en el pensamiento joseantonianos, y me refiero a Oswald Spengler el célebre autor -hoy un tanto rehabilitado tras décadas de ostracismo y de olvido- de la Decadencia de Occidente y al autor ruso (exiliado en Occidente tas la eclosión de la revolución rusa) Nicolas Berdiaef, dos autores a los que dedica también paginas lucidas de gran profundidad un ensayo biografico sobre josé Antonio -bajo el apartado significativo de “dos maestros seductores”- del que ya me ocupé en alguna ocasión, y a cuyo autor, Adriano Gómez Molina vine a conocer personalmente hace algunos años. Curiosamente, ni en el libro que acabo de citar ni en el trabajo que aquí nos ocupa se hace referencia alguna a otro maestro “seductor”, hasta el punto que Spengler, uno de aquellos dos maestros “seductores, confesaba el “deberle todo” Y estoy hablando de Federico Nietzsche.
Y la ausencia (a primera vista) de ese nombre entre la lista de influencias (explícitas) joseantonianas y entre los autores que gravitan mas de cerca en ese escrito suyo tardío es sintomático en extremo a más de un título, y lo es sobre todo de ese veto a Nietzsche -de origen esencialmente eclesiástico en su origen, y doblado posteriormente de otro veto ulterior de natura ideológica y política (mayormente entre la izquierda española) tras el desenlace de la Segunda Guerra Mundial en el 45- en la sociedad española y en su esferas intelectuales. Típica anomalía española (sic), como así lo califiqué y lo denuncié y analicé en mi último libro, “Krohn, el cura papicida, en que dediqué todo un capitulo al filosofo germano. En Spengler como en su maestro Nietzsche, la visión cíclica de la historia es de lo mas visible, José Antonio en ccambio se diría que titubea en el conjunto de su obra entre lo cíclico -acorde a la tesis escolástica y aristotélica de la eternidad del mundo (que Nietzsche no hace en el fondo mas que recoger)- y la visión escatológica y teológica- de la historia que proclamaba el autor ruso citado, de un sello cristiano -y sin duda también ortodoxo, y mesiánico y milenarista incluso- fácilmente reconocible. En el ensayo que nos ocupa de José Antonio lo fatalista -y spengleriano- viene a trasparecer en la visión derrotista que deja traslucir José Antonio en un momento dado de la redacción de su texto, cuando escribe “los que van a ganar ahora”, refiriéndose sin ninguna a clase duda al bando rojo/republicano.
De Spengler en cambio, del que José Antonio se mostraba no poco tributario y del que tomaría prestada la formula y la idea o intuición profética de “la invasión de los brbaros”, se diría en cambio que viene a asumirla y al mismo tiempo a superarla en la medida que hac suya toda la historia de España en sus capítulos mas decisivos y trascendentales -a saber la Reconquista, la Conquista de América y la Contrarreforma- que atribuye al genio dirigente de los visigodos, pueblo prometeico en la visión histórica joseantoniana, depositarios de una grandiosa misión histórica -y alcoholizados de romanismo (sic) en la visión de Ortega no obstante- en esa óptica , que protagonizaron el saco de Roma (el 410) y cincuenta años mas tarde acabarían salvando al Occidente y a la civilización frente a los auténticos bárbaros en la batalla de los Campos Catalaúnicos (contra los hunos de Atila)
Hay y otro autores de la revolución/conservadora, que no sé si cita Ernesto Milá en su trabajo y que influyen a no dudar en ese texto tardío joseantoniano, y son los que representa la componente racial o racialista de aquella. O racista a secas (para dejarnos de eufemismo) Entre ellos el conde Gobineau al que José Antonio parece aportar un correctivo importante en lo referente a la raza mediterránea (en terminología de aquel) y al problema -que sin duda que para José Antonio, andaluz de nacimiento, no dejaba de serlo, hasta el punto que nos parece dominante y de la primera magnitud en su esnayo- y me refiero al problema de Andalucia, o en otro s terminos a la rebelión berebere, pric!pal hilo conductor de esas paginas- que en la obra de José Antonio y en la realidad histórica de la guerra civil a todo arder entonces lo venian a encarnar sobre todo los jornaleros andaluces (continúa)
¿Guerra de razas, de dos pueblos (étnicamente) diferentes la guerra civil española del 36? Esa es sin duda una de las interpretaciones mas obvias de ese texto joseantoniano, por mucho que se escandalicen algunos de sus mas ardientes y encendidos partidarios (o devotos) Cabe otra explicación o interpretación no obstante trágica o dramática a la vez de nuestra guerra civil y es la que esbozaba (fuera de toda sospecha) el escritor fascista francés Drieu-La-Rochelle en las paginas de su diario en una línea escritas poco antes de su muerte -suicidándose tras haber abierto la llave del gas a final de la ocupación alemana en Francia-, en donde venia a decir que el problema social (sic) de los españoles (y de italianos y portugueses) era esencialmente un drama racial (sic): el drama -o la tragedia más bien cabria decir-) de una civilización católico mediterránea (sic) condenada a muerte -o a la agonía- por asfixia, léase, por una falta cruel de materias primas y por el cierre del mar Mediterráneo a manos de los ingleses.
Un diagnostico certero y a la vez un pronostico pesimista en extremo -y explicable dada la trayectoria del autor-, que al fnal no acabaria confirmándose. No creo como lo pensaba José Antonio -influído en eso mucho más de lo que parece por el racismo decimonónico (de impronta germánica y liberal al mismo tiempo)- que los andaluces, el grueso de la población de Andalucía me refiero, fueran descendientes de moriscos como lo pensaba y proclamaba Blas Infante. Y me afianzó en esa convicción mía el boicot del que me vi objeto en el pueblo andaluz (jiennense) de Mancha Real -de mi familia paterna- en el que pretendí hace ahora cinco años dar una conferencia sobre esos temas y que a todas luces se mereció el boicot (invisible e irremediable) no de la izquierda del pueblo ni del PP tan siquiera, sino de la iglesia local y sin duda (por qué excluirlo) de la iglesia andaluza a sus mas altos niveles, que tienen endiosado al llamado padre de la patria andaluza -al que rinden culto de martirologio- desde hace décadas.
¿Se equivocó José Antonio? Sin duda en algunos de sus postulados. Pero en esa visión aristocrática de la vida y de la historia española que dejó (brillantemente) plasmada en ese ensayo suyo y en los dos otros recogidos en sus papeles póstumos -que no pasarían de simples bocetos- que repasa también Ernesto Milá en su trabajo, acertaría de lleno, y lo pagaría sin duda con la vida (y con su muerte tan atroz por añadidura)
Me he ocupado bastante en los últimos años - desde los inicios mismos de mi blog anterior (octubre del 2008) en Periodista Digital- de aquel ensayo tardío (y publicado a titulo póstumo) de José Antonio) que supuso cuando vino a mi conocimiento por la primera vez tras su publicación, la segunda mitad de la década de los sesenta un no pequeño electrochoque. Hasta el punto(confiteor) que me llevó tiempo y esfuerzos el asimilarlo sin venir a dudar nunca no obstante ni por un momento de la su autenticidad pese a que algunos de los joseantonianos mas devotos -como movidos por un reflejo condicionado- rechazaban (sic) por apócrifo. Y como lo dije en su momento, si ese ensayo -de una innegable calidad conceptual y literaria (pese a su brevedad, y tal vez precisamente por ello) y de gran brillantez en la expresión- no fue escrito por José Antonio habría que buscar con lupa hasta averiguar quién fue su autor, porque escribía mejor que él.
He estado echando un vistazo -sobre la marcha- al esbozo del trabajo de Ernesto Milá tal y como él mismo viene a presentarlo y llaman la atención los dos autores que cita expresamente y que figurarían a no dudar entre las influencias más claras y llamativas en la obra y en el pensamiento joseantonianos, y me refiero a Oswald Spengler el célebre autor -hoy un tanto rehabilitado tras décadas de ostracismo y de olvido- de la Decadencia de Occidente y al autor ruso (exiliado en Occidente tas la eclosión de la revolución rusa) Nicolas Berdiaef, dos autores a los que dedica también paginas lucidas de gran profundidad un ensayo biografico sobre josé Antonio -bajo el apartado significativo de “dos maestros seductores”- del que ya me ocupé en alguna ocasión, y a cuyo autor, Adriano Gómez Molina vine a conocer personalmente hace algunos años. Curiosamente, ni en el libro que acabo de citar ni en el trabajo que aquí nos ocupa se hace referencia alguna a otro maestro “seductor”, hasta el punto que Spengler, uno de aquellos dos maestros “seductores, confesaba el “deberle todo” Y estoy hablando de Federico Nietzsche.
Y la ausencia (a primera vista) de ese nombre entre la lista de influencias (explícitas) joseantonianas y entre los autores que gravitan mas de cerca en ese escrito suyo tardío es sintomático en extremo a más de un título, y lo es sobre todo de ese veto a Nietzsche -de origen esencialmente eclesiástico en su origen, y doblado posteriormente de otro veto ulterior de natura ideológica y política (mayormente entre la izquierda española) tras el desenlace de la Segunda Guerra Mundial en el 45- en la sociedad española y en su esferas intelectuales. Típica anomalía española (sic), como así lo califiqué y lo denuncié y analicé en mi último libro, “Krohn, el cura papicida, en que dediqué todo un capitulo al filosofo germano. En Spengler como en su maestro Nietzsche, la visión cíclica de la historia es de lo mas visible, José Antonio en ccambio se diría que titubea en el conjunto de su obra entre lo cíclico -acorde a la tesis escolástica y aristotélica de la eternidad del mundo (que Nietzsche no hace en el fondo mas que recoger)- y la visión escatológica y teológica- de la historia que proclamaba el autor ruso citado, de un sello cristiano -y sin duda también ortodoxo, y mesiánico y milenarista incluso- fácilmente reconocible. En el ensayo que nos ocupa de José Antonio lo fatalista -y spengleriano- viene a trasparecer en la visión derrotista que deja traslucir José Antonio en un momento dado de la redacción de su texto, cuando escribe “los que van a ganar ahora”, refiriéndose sin ninguna a clase duda al bando rojo/republicano.
De Spengler en cambio, del que José Antonio se mostraba no poco tributario y del que tomaría prestada la formula y la idea o intuición profética de “la invasión de los brbaros”, se diría en cambio que viene a asumirla y al mismo tiempo a superarla en la medida que hac suya toda la historia de España en sus capítulos mas decisivos y trascendentales -a saber la Reconquista, la Conquista de América y la Contrarreforma- que atribuye al genio dirigente de los visigodos, pueblo prometeico en la visión histórica joseantoniana, depositarios de una grandiosa misión histórica -y alcoholizados de romanismo (sic) en la visión de Ortega no obstante- en esa óptica , que protagonizaron el saco de Roma (el 410) y cincuenta años mas tarde acabarían salvando al Occidente y a la civilización frente a los auténticos bárbaros en la batalla de los Campos Catalaúnicos (contra los hunos de Atila)
Hay y otro autores de la revolución/conservadora, que no sé si cita Ernesto Milá en su trabajo y que influyen a no dudar en ese texto tardío joseantoniano, y son los que representa la componente racial o racialista de aquella. O racista a secas (para dejarnos de eufemismo) Entre ellos el conde Gobineau al que José Antonio parece aportar un correctivo importante en lo referente a la raza mediterránea (en terminología de aquel) y al problema -que sin duda que para José Antonio, andaluz de nacimiento, no dejaba de serlo, hasta el punto que nos parece dominante y de la primera magnitud en su esnayo- y me refiero al problema de Andalucia, o en otro s terminos a la rebelión berebere, pric!pal hilo conductor de esas paginas- que en la obra de José Antonio y en la realidad histórica de la guerra civil a todo arder entonces lo venian a encarnar sobre todo los jornaleros andaluces (continúa)
¿Guerra de razas, de dos pueblos (étnicamente) diferentes la guerra civil española del 36? Esa es sin duda una de las interpretaciones mas obvias de ese texto joseantoniano, por mucho que se escandalicen algunos de sus mas ardientes y encendidos partidarios (o devotos) Cabe otra explicación o interpretación no obstante trágica o dramática a la vez de nuestra guerra civil y es la que esbozaba (fuera de toda sospecha) el escritor fascista francés Drieu-La-Rochelle en las paginas de su diario en una línea escritas poco antes de su muerte -suicidándose tras haber abierto la llave del gas a final de la ocupación alemana en Francia-, en donde venia a decir que el problema social (sic) de los españoles (y de italianos y portugueses) era esencialmente un drama racial (sic): el drama -o la tragedia más bien cabria decir-) de una civilización católico mediterránea (sic) condenada a muerte -o a la agonía- por asfixia, léase, por una falta cruel de materias primas y por el cierre del mar Mediterráneo a manos de los ingleses.
Un diagnostico certero y a la vez un pronostico pesimista en extremo -y explicable dada la trayectoria del autor-, que al fnal no acabaria confirmándose. No creo como lo pensaba José Antonio -influído en eso mucho más de lo que parece por el racismo decimonónico (de impronta germánica y liberal al mismo tiempo)- que los andaluces, el grueso de la población de Andalucía me refiero, fueran descendientes de moriscos como lo pensaba y proclamaba Blas Infante. Y me afianzó en esa convicción mía el boicot del que me vi objeto en el pueblo andaluz (jiennense) de Mancha Real -de mi familia paterna- en el que pretendí hace ahora cinco años dar una conferencia sobre esos temas y que a todas luces se mereció el boicot (invisible e irremediable) no de la izquierda del pueblo ni del PP tan siquiera, sino de la iglesia local y sin duda (por qué excluirlo) de la iglesia andaluza a sus mas altos niveles, que tienen endiosado al llamado padre de la patria andaluza -al que rinden culto de martirologio- desde hace décadas.
¿Se equivocó José Antonio? Sin duda en algunos de sus postulados. Pero en esa visión aristocrática de la vida y de la historia española que dejó (brillantemente) plasmada en ese ensayo suyo y en los dos otros recogidos en sus papeles póstumos -que no pasarían de simples bocetos- que repasa también Ernesto Milá en su trabajo, acertaría de lleno, y lo pagaría sin duda con la vida (y con su muerte tan atroz por añadidura)
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