viernes, marzo 17, 2023

ENTRE LA CHINA Y EL JAPÓN


 

Asia para los Asiaticos!  Lema -y grito de combate- del Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Y que lo redime no poco en la Memoria, en la medida que aquello gravitó de cerca en su expansion continental y en los pueblos que le circundaban arrastrando todos ellos un pasado colonial (de signo occidental) Como fue el caso de Camboya, sin lo que no se explica la espiral de violencia infernal -de bombardeos USA y de episodios lúgubres como el de los Killing Fields- en el que se adentró su historia justo después (como aquí trato de explicar)

Jacques Vergès. Un nombre que temo que no diga nada a ninguno  o casi ninguno de los lectores de este blog en español. Y no precisamente anecdótico o trivial, como él (tampoco) habrá supuesto para mi. Y fue en aquellos primeros meses tras mi llegada a Bélgica, su prestigio y popularidad en pleno auge en el área de expresión francesa (o francófona) y en un aura de gran polémica por sus posturas de entonces -tachadas de revisionistas- sobre la Segunda Guerra Mundial. Como sobradamente lo probó en la conferencia -hacia noviembre del 87 creo recordar-, en el anfiteatro de la ULB (Universidad Libre de Bruselas) lleno a reventar y en un ambiente de expectacion y de silencio (recortable, por lo expectante, y por lo glacial ) cuando él se ponia a hablar. Disertó (brillantemente, en frases restallantes como a latigazos) spbre la Belleza del Crimen (sic), y al final de su intervención (desde lo mas hondo y lo mas alto de la sala, en donde me encontraba), pedí la palabra que me concedió muy cortés y recorriendo de arriba a abajo el auditorio, cogí el micrófono, ante su semblante risueño y acogedor, y le espeté la pregunta, de dónde habia estado en su larga desaparicion de lo que los medios (en francés) se hacian amplio eco y objeto de las más febriles hipótesis e interminable especulacion hasta el punto que se le hacía en Camboya con los khmers (jémeres) rojos, bajo Pol Pot (lo que más tarde él negó). Al oir aquello enmudeció, ante lo que me retiré (en triunfo) sin más. Lo que me dejó un regusto amargo -como de vergüenza ajena- y aún hoy lo recuerdo como un desplante improcedente de mi parte, al borde de lo ridiculo y de lo pueril. Y sin apearme no obstante del anticomunismo del que yo hacía gala por aquel entonces y sin haber dejado tampoco en el largo período que se siguió de aquello hasta hoy de depurar mi postura -de acendrarla como diria Francisco Umbral-, limándola o podándola de tanta leyenda y mitos como arrastraba, y cuentos chinos o morunos o de hadas (los franceses le dicen d'Epinal), pienso honradamente que quedé en deuda con el turbulento abogado francés. De lo que intento resarcirme en todo lo que sigue aquí. Y es a cuento, o al hilo (no lo oculto) de mis atenciones (y preocupaciones) y de mis lecturas de un tiempo a esta parte jalonadas y marcadas del sello asiático u oriental (de Extremo Oriente quiero decir) y de dos de los filmes más recientes que presencié, y de su realizador -francófono, y camboyano (khmer) de nacionalidad- del que ya aquí hablé. 


 

Ruinas de Angkor, en testigos -amenzados por la selva (...)- de los 700 años del Imperio Khmer. Y de su sincretismo (atípico) religioso de budismo y de hinduísmo (en honor del dios Visnú) Que alimentó el sueño nacionalista imperial de los jémeres rojos. Y explica todo lo inexplicable de la experiencia que protagonizaron (marcada al rojo en la memoria colectiva hasta hoy) 

"No hay fascismo sin la provocacion del bolchevismo", escribió Ernst Nolte en una fórmula que dió que hablar (de "electrochoc") y dándole la vuelta a la frase -y a la idea- se puede (legítimamente) decir, en el caso de Camboya, que la experiencia de los khmers (jémeres) rojos no se explica sin el sello anti-occidental de la impronta que les legó -en el tiempo de ocupacion- el fascismo japonés, y de las expectativas de liberacion nacional -o de exaltación patriótica, nacionalista, me es igual- que el Imperio del Sol Naciente en ellos supo despertar a la vez. En un pais además que arrastraba un pasado irredento imperial, los 600 años del Imperio khmer, que simbolizan las ruinas aún enhiestas de Angkor (Patrimonio de la Humanidad) . Nacionalismo imperial del sello khmer, y liberacion nacional -de sello o signo marxista (occidental)- lo que daría (en los khmers rojos) un cóctel explosivo de alta intensidad y una droga estupefacciente (entre los suyos) no menor. Y el todo bajo las bombas, tres veces más -en el contexto de la gierra fría, a no olvidar- de las que los Estados Uunidos lnzaron contra el Japón al final de la Segunda Guerra Mundial. "El que este libre de pecado", se lo piense dos veces antes de apuntar con el dedo acusador. Y donde quiera que estés, Jacques Verges, y con el desplante aquel aún bien presente en mi memoria, te pido (humildemente) perdón. 

 Nazi/maoismo, un eslogan, no más que eso -como lo de nacionalbolchevique-, así trataron siempre de convencernos (o de vendernos), hasta hoy, enterrando a la vez como de paso toda la miga histórica (y de memoria) que aquella fórmula y su mágica impronta no dejaban de arrastrar. Como la que el abogado francés arrastraba -en algunas de sus posturas más polémicas o escandalosas- o como lo atestiguaba el insólito renacimiento aquél, bajo bandera roja, de la memoria del Imperio khmer. Un renegar -pensará aqui alguno- de algunos de los mas señalados episodios de una expansion imperial que te pilla a tí más de cerca, la del Imperio español? Una revision -una y no más- de todo lo que tuvo aquello de choque de culturas, de guerra de religión. 

En una autocrítica "urbi et orbe" como la que llevó a cabo (sin ir más lejos) el concilio vaticano segundo y que no todas las culturas asiáticas -y su trasfondo religioso- conocieron, como fue el caso del Japón, con su culto (pagano) a la tierra y a los muertos y a la Tradición, sin dogmas (ni moral de castración)  O el de Camboya, y su sincretismo nacional de las dos más grandes -y más antiguas- religiones del Asia, el budismo y el hinduísmo, en otro patrimonio (version cultural/religiosa) de la Humanidad. Al terminar la guerra Mundial -y al hilo de su teoría (curiosa) de las dos guerras (en una)- Franco quiso declarar la guerra al Japón (...) Por cuenta de las Filipinas, que no se puede decir que ni antes ni después lo mereciera, ni nos lo agradeció (...) Balbuceos de la Historia que parece que por momentos tergiversa o vacila. O como que nos invita.Y es a una nueva Alianza de Culturas (Oriente-Occidente). En nombre del futuro, y de la Civilización

Exponente emblematico de nazi/maoismo -por sus posturas -de estaliniano en su rimera fase a revisinista sin tapujos ni coplejos al final-, y por su fisonomía también, Jacques Vergès, célebre abogado francés (al que conocí), de lazos de sangre -por la vía materna- con el Vietnam.  Algo más que un eslogan. Una via a explorar. De alianza de culturas y de revisión histórica. Entre la China y del Japón 





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