jueves, febrero 11, 2021

JUDÍOS, WALL SREET Y GUERRA DEL 36

 

Hervé Ryssen, en la cárcel –desde hace ya cosa de un mes- por delito de prensa y de expresión, con sambenito de antisemita. Cárcel -¿hasta cuando?- y pena de infamia y de silencio (y olvido). Un escarmiento en dirección de todos aquellos que pensamos en voz baja todo lo que él se atrevió a rubricar por escrito y a proclamar en alta voz, y por lo que está pagando tan alto precio. “Un aviso a tiempo evita un ciento” reza no obstante el añejo refrán castellano. Que no tomamos en serio, recogiendo el guante del desafío. Que lo sepan              

Pasé por la facultad de Económicas  -galerías Castañeda- en su época de vacas gordas cuando la Economía era la carrera reina, en la España de los sesenta, que era mucho más cerrada sin puertas ni horizontes –de presente y de futuro- de lo que no cabía ni imaginar siquiera. Y pasaron  esos estudios (finalizados) sobre mí, sobre mi cerebro de joven adolescente, sn romperlo ni mancharlo. Porque la verdad es que no me entraron, o no del todo: no tanto la Economía política marca Keynes –de su veta socialista (o social/nacionalista, o al revés) (…)-, que creo que llegue a comprender –y que de poco me sirvió después-, sino la ciencia oculta, Scienzia Nuova como llamó Juan Batista Vico a la Historia (cíclica y en perpetuo retorno), y que es como convengo en llamar y en describir a la ciencia bursátil, de las Finanzas publicas y privadas, de las Finanzas a secas, y su corolario o compañera inseparable de la especulación bursátil, de los juegos de Bolsa. “Hortus concussus” para mí, entonces como hoy, como el jardín del paraíso de la España antigua (de las Cantigas) Y no erraba mucho un compañero de entonces que recordaba en mi a toro pasado una fase a modo de balance de aquella época de mi trayectoria de la que yo no me acordaba tan siquiera, y que rubrico –persisto y firmo- todavía ahora. Y era que se trataba de asuntos y autores (sic) todos ellos judíos (la ciencia económica por aquella época), en resumidas cuentas. Vox populi vox dei. 

Y volvía a corroborar aquella rémora (invencible) en mi, un viejo jugador bursátil, belga –vamos a llamarle Maurice- que coincidió conmigo unos meses en la biblioteca (Royale) de Bruselas y que se pasaba todas las horas libres que le dejaban en la residencia de ancianos que le acogía, jugando a todo jugar en Bolsa por Internet, y siguiendo la información bursátil a base de cifras y más cifras que recogía cuidadosamente en el papel, lo que no parecía cansarle nunca, y lo que más me llamaba la atención en él, que acabo provocando nuestra ruptura, fue que aquella información bursátil era para él como un certero (e infalible) periscopio que le permitía –con la ayuda además de su experiencia de viejo corresponsal de prensa internacional- seguir al minuto y enjuiciar y analizar sin falla la actualidad internacional más candente y mas rabiosa  como fue el caso con la crisis de las armas químicas en Siria, la más grave a mi juicio de la posguerra –comparable tan sólo a la crisis de los misiles en Cuba- que llevó a la humanidad a las puertas de una nueva conflagración o guerra mundial (la tercera), a poco que hubiera apretado el botón Barak Obama –de un lanza misiles cataclísmicos, contra la residencia fortificada de Bachar-el-Assad- , como de todos los cuadrantes le pedían insistentemente que así hiciera (…) Y como  el viejo Maurice predecía que así iba a ocurrir, sin discusión, como en un oráculo de profeta, y fue porque me permití apostar distinto que él, poniendo así en entredicho sus aires de profecía que se canceló la amistad entre él y yo, colgándome además o eso creo –en su circulo e conocidos al menos- la reputación de antisemita. Que no fue lo uno sin lo otro: el perderle el respeto a esos oráculos infalibles –de ciencia bursátil, económica-, e ipso facto, a esos tabúes que sin falta les rodean, por cuenta de los judíos y de todo lo que con ellos de cerca o de lejos se relaciona. Judíos, Wall Street y la guerra civil española. 

Y a la memoria me viene sin falta el (certero) veredicto aquel del falangista –o franco/falangista- Ángel Alcázar de Velasco que aquí alguna vez cité, que en conversación en Londres con el entonces corresponsal del diario SP, Antonio Parra Galindo (años sesenta), le aseguró que la guerra civil española no fue mas que el resultado de una especulación bursátil de los judíos de Wall Street (sic). Algo, la pista aquella tan prometedora, en lo que nunca quise entrar, y era por la aversión insuperable que me producía de instinto el meterme en las honduras aquellas, y que me habrá costado años el llegar a vencer a fe mía (….) Y me habrá servido de rúbrica y confirmación de aquel aserto infalible mi ya larga cohabitación (forzosa) con el colectivo de la emigración española en Bélgica, y de su guerra civilismo irreconciliable menos trivial y menos espontáneo de lo que a mi parecerme podía. Y me ofreció una pista valiosa el (serio) incidente –hace ya uno treinta años de aquello, mis primeros tiempos de estancia aquí, que me opuso a un miembro -joven y brillante- de la comunidad emigrante asturiana en Bélgica con el que sólo llegué a las manos por cuenta de lo judíos y del antisemitismo que él en mi notaba (o él así lo creía) Como si aquello –una alusión beligerante en mí a los judíos y a su poder (oculto) sobre las conciencias- fuera lo que le era in extremis imposible de tolerar o de soportar en mi, y que le permitía –y justificaba- el llegar a todos los extremos, y desenterrar de nuevo el hacha de la guerra civil en resumidas cuentas. 

Eso, y no el contencioso siempre en ascuas de la guerra civil fratricida, desde el prisma de su ideología y de su prisma comunista (o asturiano/emigrante/comunista) (….) Y tantos años ya pasados desde aquello, me acuerdo y tomo nota y hago cuentas. Y concluyo que la reconciliación tiene que pasar forzosamente por ahí: a costa de un poder mundial sin nombre (hasta hoy) –oculto o semioculto y anónimo- y no de una nueva confrontación como la de entonces –y en el plano esta vez de la guerra híbrida o asimétrica- entre vencedores y vencidos, como así (confieso) lo pensé y calculé hasta hora (…) (Continua)


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