miércoles, febrero 24, 2021

MOLA, HITLER Y LA RECONCILIACION ESPAÑOLA

 

 General Mola ¿victima de Franco como lo insinúa Francisco Umbral? Como fuera, su gran rival, político y militar: por su germanofilia declarada, su talante regeneracionista y revolucionario (“desde arriba”) y su estrategia de la Quinta Columna frente a la de Franco (de la guerra civil) “Mola era el hombre. Franco está en la Historia como Pilatos en el Credo” (Del Fuhrer, según Francisco Umbral) Mola, bandera de la Reconciliación Nacional                


¡Mola, qué perdida para España!, Mola era el hombre, Franco está en la historia como Pilatos en el Credo” Estas insólitas -y divertidas- palabras que re-exhuma sorpresivamente Francisco Umbral en La Leyenda del Cesar Visionario, se las atribuye a Adolfo Hitler y la miga que encierran por lo poco triviales y anodinas –en razón de su autor y de su contenido, y por muy apócrifas que se pretendan-  es algo que a fe mia se hubiera merecido una glosa cualquiera por breve que fuera en la historiografía sobre la guerra civil en lengua española. Nada, ni recordación siquiera. Y un olvido y tabú como ese y más que eso, habrá tenido la virtud de volcar mi atención sobre esta figura tan importante y tan oscurecida y olvidada en verdad de nuestra reciente historia. ¿Mera rivalidad personal o táctica o estratégica en el plano militar a lo sumo lo que separaba a los jefes del Ejercito del Norte y del Sur en los inicios de la guerra civil? ¡A otro perro con es hueso! Y Umbral tiene la virtud también de enfocar en su Leyenda ese punto. Y de redorar o más bien de aclarar el ennegrecimiento que le habrán reservado en la imagen del que se conoce como el Director del Alzamiento. Porque el elogio abierto y sin complejos hacia él del Führer pone como sin quererlo de manifiesto lo que fue entonces la regla –a saber la germanofilia en la Primera Guerra Mundial- en el seno del ejercito español en aquel tremendo trance histórico que a pesar de nuestra neutralidad oficiosa u oficial marcó en fuego y al rojo nuestro propio destino el pasado siglo. 

¿Germanófilo Mola frente al aliadófilo Franco –como lo ilustra la presencia de este ultimo en las exequias mortales del rey Eduardo VI en Londres? Germanófilo Mola como lo fue Primo de Rivera el padre de José Antonio y como lo fue el propio monarca Alfonso XIII, que en una visita a Francia justo en la inmediata posguerra se vio blanco y victima de linchamiento en los medios y en las calles de la capital gala con pintadas en el centro de Paris en contra del “rey ulano” (en alusión a las tropas de choque de la caballería alemana) y lo que explica o da cuenta de nuestro aislamiento internacional posterior -que remonta (no se olvide) a aquel entonces-, y a la sombra de aquello, de los principales episodios acontecimientos de nuestra historia los años que se siguieron, como lo fue el Desastre de Anual o el desembarco de Alhucemas sin ir mas lejos, con la ayuda esto último o asistencia nota bene  del futuro mariscal Petain, en donde se fraguó la amistad con el padre de José Antonio, como saldría a la luz durante la guerra civil. Con Mola –una ucronía rayana con la más simple evidencia- España hubiera entrado en guerra del lado de Alemania en la II Guerra Mundial y la historia del mundo hubiera tenido un vuelco espectacular de ciento ochenta grados como no es difícil de imaginar (….) Con Mola -fácil de suponer también- la posguerra hubiera sido muy distinta y hasta impensables algunos de su avatares de mas importancia y mas peso como lo habrá sido la prolongación –hasta hoy- de nuestra interminable guerra civil o guerra de los Ochenta (y tantos) Años como así yo la llamo. En un coloquio del que ya di cuenta alguna vez en este blog en el Cervantes de Bruselas hace unos veinte años ya (¡pardiez!) el conferenciante de entonces José Carlos Mainer (un  respeto) aludió al general Mola y a la frase –en célebre alocución radiofónica, feliz o infeliz no sé- de “la quinta columna” que le parecía ver en la raíz de las catástrofes y calamidades que se seguirían como lo fue la matanza de Paracuellos (¡nada menos!) Como si la culpa de aquellas matanza la tuviera aquél y no quien todos sabemos: así se reescribía la historia –hace nada- en clave de lo política e históricamente correcto (perdónales porque no saben lo que dicen) 

Y hoy como quien no quiere la cosa, nos enteramos que el origen de aquella frase (¿tan fatídica?) lo fueron unas palabras del Führer (anteriores a la guerra civil, 1932) evocando la futura (segunda) guerra mundial –y en alusión (conforme al actual consenso) a checos y a polacos-, en lo que parecía diseñar las líneas directivas de la estrategia política del alto mando alemán paralela a la militar en los países ocupados, de la Colaboración (en Francia como en Polonia o en Checoslovaquia), en 1932  :”Por todas partes y en pleno país enemigo contaremos con amigos y la paz será firmada ante de la ruptura de hostilidades”. Botón de muestra como si lo fuera de la diferencia entre Franco y Mola, que no eran menos estratégica que ideológica: Mola –como el Führer por la Colaboración- apostaba por la Quinta Columna (de sus ocultos partidarios), léase por el golpe quirúrgico e incruento o casi incruento del regeneracionismo, Franco en cambio apostó –en plena guerra al menos- por la explotación y exacerbación de la guerra civil. 

Es lo que se trasluce en uno de los pasajes cumbres y episodios mayores de la Leyenda del Cesar Visionario, a saber el de la persecución y fusilamiento de Dalmau, anarquista catalán, amigo y compañero de Cipriano Mera por el que el grupo de los laínes –falangistas del grupo de Burgos (del cuartel general) (de Serrano Súñer y Dionisio Ridruejo)- interceden cerca del Caudillo y que éste, entre argucias y ardides e intrigas muy de su propio estilo –como el pedido de indulto papal, tardío, como por casualidad- consigue llevar al paredón, léase a la muerte por garrote vil. Y era que los unos querían evitar la radicalización y polarización de la retaguardia en Cataluña –ganada en masa al anarquismo (como al principio de la guerra así se vio)- y lo que el otro en cambio quería era asentar o apuntalar su poder –apuntando en el personaje justo y en el “preciso momento”- que los rumores por cuenta de la muerte (aun hoy por aclarar) del general Mola –lo “que venia muy fuerte” comenta Umbral- comenzaban seriamente a amenazar (….) Estrategia lograda en un caso y sellada por el fracaso en el otro, así parece que a la historia le dio por juzgar. 

No es óbice que la muerte del general Mola sigue aún pendiente de aclarar. Umbral lo da por hecho, y aunque tantas cosas le reconocemos en el plano histórico, como en artículos anteriores nos habrá sido dado manifestar, no nos dejan completamente indiferentes los reproches de los que habrá sido objeto aún en vida sobre el particular. “No nos robaran la Historia”, así encabezaba Ricardo de la Cierva una serie de artículos al hilo de una (enconada) polémica con el autor de la Leyenda (y en el marco de la candidatura –fallida- a la Academia de la Lengua de Francisco Umbral) Con lo que queremos decir que dejamos el tema sin zanjar, aunque la sombra de la duda empañe fatalmente su memoria -la de Franco-, (¿más de lo que ya lo está?) 

Revolución “desde arriba”, otra línea maestra –teñida otra vez de regeneracionismo- de la estrategia en el plano político del general Mola, y en las antípodas del orden puramente cuartelero o castrense como  se vivió en la larga posguerra (tal y como no deja de subrayarlo Francisco Umbral) ¿Carlista el general Mola? No por cierto, pero no es menos cierto que supo ganarse la confianza y la amistad de ellos(…) en los preparativos del Alzamiento y en los primeros meses (tan decisivos) de la guerra civil, como lo ilustra el Alzamiento en Pamplona –plaza del (general) Castillo (tal y como lo registran en obra célebre sobre nuestra guerra civil los fascistas franceses Maurice Bardèche y Robert Brassillach)–, o la entrada en Irún de sus tropas al mando del coronel carlista Beorlegui, en lo que parecía diseñarse como una rectificación o una sanación (o restañamiento) de las heridas y secuelas de la anterior guerra civil. Y era en la mente de un hijo y nieto de liberales puesto al mando de una nueva cruzada carlista, tal y como así lo evocaba Ricardo de la Cierva en un trabajo por entregas “Franco ese hombre” (todavía me acuerdo de su lectura, tantos años ya)  

Hasta el punto que aquello –esa participación tan decisiva y tan destacada del carlismo en el Alzamiento- alarmó en extremo en cambio a otro descendiente de liberales, como lo fue Pío Baroja (que escapó al paredón por los pelos) o como lo fue José Antonio y tal, y como él mismo lo registra en su escrito “Germanos y Bereberes” en la que el líder falangista no ve mas que una nueva carlistada en el Alzamiento, hasta el punto que ello le llevaba –ante la denuncia y el escándalo de algunos (como Fal Conde)- a querer parar la guerra civil. Una biografía actualidad y revisada de la figura del ilustre general lo que la guerra (en ascuas) de memorias parece estar queriendo convocar.  

 “Una trampa”, así calificó Narciso Perales (fuera de toda sospecha) –como Ridruejo como el propio Umbral-a la guerra civil. Algo a tener muy en cuenta en una estrategia futura, no a base de la consabida demagogia (democrática) de ni vencedores ni vencidos, sino del ofrecimiento (sincero) de paz y de perdón (sic) Como se hizo entonces –en palabras de Franco como en las del general Yague (….) Y que lo que entonces “no fue posible” -ni la paz ni tampoco el perdón - lo sea al final tantos años después. Reconciliación nacional, la bandera –del Perdón- que la rehabilitación del olvidado general nos impulsa a enarbolar. ¿Y por qué no?

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