jueves, enero 10, 2019

NOLTE Y LA CULPA/ALEMANA

Nolte, catalogado de revisionista en los medios y cuidadosamente desmarcado siempre, por propia iniciativa, de aquellos, les reprochaba poner en entredicho su honra profesional (o algo así) con sus tesis negacionistas. La realidad es que se trataba, no de un puro historiador, especialista en documntación y esclavo de los datos empíricos, y a ellos rigurosamente fiel -como Robert Faurisson-, sino de un brillante historiador de ideas e ideologías –y en particular de la genealogía histórica e ideológica del nacionalsocialismo y de los movimientos fascistas- como lo prueba el titulo de la foto, o la biografía –de “historiografía filosófica” hablaba él- de Martin Heidegger que le traduje al francés hace muchos años yo mismo, mediados los noventa, antes de que su obra, en sus principales títulos. alcanzase el gran éxito de difusión del que hoy en Francia goza
Culpa/alemana política, ideológica y al mismo tiempo teológica y religiosa. Culpa alemana o lo que es lo mismo decir, judeocristiana. Unas palabras, una etiqueta -de judeocristiana, de judeocristianismo- por la que me viene otra vez el escándalo, la controversia y el rasgarse las vestiduras, y la excomunión y el darme la espalda una vez más o de una vez por todas. Y en mi mente sobre todo la reacción visceral, enfática típicamente mejicana –de mejicano/puro- de uno de mis “amigos FB” que se permitía lecciones de moral (católica), habituados sin duda como están allí a dárnoslas siempre en historia y en lengua y gramática castellana, tanto en ortografía –“tilde” o no “tilde” ¡que tostón!- como en pronunciación –de la equis o de la jota bajo delito de blafemia o de ultrage patrio, dios!- y en muchas otras cosas, como si todo eso –la lengua y la religión- les hubiera llovido del cielo por obra y gracia de un milagro celestial guadalupano, y no sigo que m pierdo hablando o disertando de latinos, de latino/argentinos o latino/mejicanos, qué digo, con perdón, de mexicanos. Pecado mortal (sic) el expresarme como yo lo hago, y mi inquisidor saca al rescate –para juzgarme y condenarme-, como patente de hispanismo y de ortodoxia, una etiqueta –de nacionalista/católico-, no poco amortizada a estas alturas del partido, estará de acuerdo, tanto en España, o en Méjico o en Argentina (…), y con ella, el código de derecho canónico aún no obsoleto casi exclusivamente por lo que se ve tratándose de españoles, que con otros interlocutores, en otros medios o ambientes cabe seriamente dudar si la vergüenza (ajena) el pudor no le impediría expresarse de esa forma tan incorrecta, y tan anacrónica, o por simple respeto humano. Religión de la culpa o del pecado/original ( de raíz sexual) el judeocristianismo, tanto en su versión católica como protestante, y no de amor (divino o humano) Lo dije y lo mantengo. Y en su versión actual -en clave de la historia del siglo XX, religión de la culpa alemana y del holocausto judío. Y más ilustrado todo ello si cabe en la prédica y en el estrellato del papa Wojtyla, plebiscitado entre mejicanos de forma apoteósica y sin que se le escapase nunca –y soy categórico en lo que escribo- la menor referencia a la presencia nuestra allí, léase a la evangelización (española) Y toda esa carga de culpabilización (alemana) como una pelota maloliente (“boule puante”) -como le dicen los franceses- es lo que viene a descargar sobre nosotros la noticia repercutida en los medios de la salvaje agresión de la que habrá sido objeto un diputado de la AFD (Alleanz für Deutchland), a manos de antifascistas –"antifas" en jerga periodística internacional- una especie que en Alemania alcanza una virulencia y una carga agresiva –y mortífera- sin parangón posible en los demás paises, y hablo con la historia en la mano y también con la experiencia de lo vivido por mí mismo, personal e intransferible. O la de los otros, de alemanes incluso.
Y pienso en el historiador Nolte a quien me unio una larga amistad y una continua correspondencia interrumpida (inexplicablemente) sólo meses antes de su muerte con su silencio, que me planteó un pesado enigma y que trato de explicar y de abordar (por vez primera) al cabo de estas líneas. Víctima de la virulencia antifascista, como sea, Ernst Nolte en aquel mayo del 68, que en versión alemana fue mucho más violento –de violencia física- y mucho menos declamatoria y gesticulante que la versión del mayo francés que fue la que más nos llegaría a los españoles. Agredido por estudiantes en una de sus clases de la Universidad Libre de Berlín, el que era visto hasta entonces como un pontifice intocable en materia de historia del fascismo y doy fe de ello de mi paso por la Universidad madrileña, y que daría a partir de entonces se me antoja un giro de ochenta grados en su predica y en la orientación y contenido de su disertación académica.
Este libro que ofrecí –dedicado, con suma atención y exquisita deferencia- al profesor Nolte al cabo de una larga correspondencia (a lo largo de veinte años) no me mereció -por vez primera- respuesta alguna de su parte, antes de su muerte acaecida poco después. ¿Por qué? El enfoque con el que yo analizaba las novelas guerra civilistas de Umbral, en clave de derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial –en particular “Madrid 1940”- pudo ser la causa, se me antoja. De una derrota que yo asumía libremente, sin complejos, a las ancas de Umbral –como fehacientemente en ese libro lo de muestro, y pese a los engaños y renuncios del autor (tan umbralianos) y de sus fingimientos- y sin la menor sombra de culpa (histórica) alemana. Lo que para un profesor tan autorizado y tan prestigioso como Nolte, eso era tal vez demasiado
Aunque sea comúnmente admitido que ello se produjo justo un poco más tarde, tras la visita del presidente Reagan al cementerio alemán de Bittburg (5 mai 1985) y sus palabras de homenaje a los caídos enterrados en aquel lugar -muy jóvenes por lo general- de las Waffen SS, y la escandalera generalizada que aquello produjo entonces en los medios a escala del planeta (como lo pude seguir de mis oídos incrédulos y ojos absortos en la prensa que me llegaba por aquel entonces, en la cárcel portuguesa) A lo que sucedió, con un año de intervalo, el articulo -retumbante como un rayo en el cielo azul- de Nolte en las paginas de la “Frankfurter Allgemein Zeitung” (FAZ), el diario más influyente y más leído de Alemania, bajo un título elocuente asaz “El pasado que no pasa (o no quiere pasar)" ("Die Vergangenheit die nicht vergehen will”) (6 de junio de 1986), que desencadenó la llamada querella de los historiadores -"historiker streit"- entre revisionistas y anti-revisionistas que ganaron los primeros por los pelos o por KO técnico, pese a la intervención partidista, descarada, de Richard Weiszaker presidente entonces de la RDA, y gracias, justo unos días antes, como una coincidencia providencial, de la caída del Muro. Cabe preguntarse no obstante si la agresión aquella de la que Nolte fue victima no le dejó secuelas -de orden psíquico me refiero- a la hora de seguir manteniendo, como una línea roja infranqueable la distancia y el alejamiento inflexible que fue el suyo hacia otros historiadores revisionistas tan apestados y tan estigmatizados en los medios (y no sólo) como lo fue él mismo.
Rudi Dutschke, líder estudiantil del Mayo del 68 alemán, cronológicamente de unos meses anterior a su homologo francés, y mucho mas violento que éste. Nació y creció en la Alemania oriental, hijo de pastor protestante (como Angela Merkel) Estudió e impartió docencia en la Universidad Libre de Berlín, igual que Ernst Nolte, quien fue victima allí de agresión física a manos de un estudiante contestatario (su automóvil fue incendiado también) Los rumores acerca de Dutschke, quien fue victima a su vez de un atentado (de un tiro en la cabeza) de secuelas del cual años más tarde fallecería -los de tratarse de un agente secreto, a sueldo de quien fuera- nunca se apagaron La extrema/izquierda antifascista alemana no es –por lo violenta-, como lo ilustra ahora el salvaje atentado contra un diputado de la AFD- una extrema/izquierda cualquiera. Y es como tal, una seria amenaza. En Alemania y fuera de ellas. Para aquellos, por ejemplo –como el autor de estas líneas- que escriben sin tapujos ni complejos sobre la historia y la actualidad alemana. Y que lo tienen muy en cuenta. Que lo sepan

De los que por lo que él declaró una vez se sentía desafiado en su honor e integridad profesional (sic) de historiador. Con la sombra de la culpa alemana gravitando de cerca a no dudar en esa disputa de filósofos e historiadores, entre los que como Nolte o como Jaspers aceptaban y asumían la culpa alemana o la ponían en duda, aunque el primero de los nombrados le encontrase un sinfín de justificantes, por razón sobre todo de un mimetismo, con el crimen asiático (sic), a saber el del genocidio armenio –a manos del Imperio turco aliados de Alemania durante la Primera Guerra Mundial- que habría servido a los nazis de coartada moral y de precedente inmediato. Y de otros como Faurisson que excluían el tema de la culpa –o del crimen- del debate histórico dando la prioridad al terreno de los hechos empíricos –en el capítulo por ejemplo de las cámaras de gas- aunque con el subyacente implícito de no aceptar ni crimen de ninguna clase ni culpa alemana ninguna (…) Y se me antoja que ahí estribe la raíz o la razón del silencio enigmático de Nolte a mi última carta poco antes de su muerte, al contrario de lo que fue la regla, de amabilidad y de extrema cortesía, con todas las otras mías. Con la que le enviaba un ejemplar (dedicado) de mi libro sobre Francisco Umbral, en el que yo vertía una interpretación de la parte de la obra umbraliana dedicada a la guerra civil –en particular “Madrid 1940”- en clave de derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial –y sin sombra alguna de culpa-, lo que en base a sus presupuestos culpabilizantes más arriba expuestos era algo difícil de asumir por el historiador alemán revisionista (y anti-negacionista). De mis viajes a Alemania los años que llevo viviendo en Bélgica, ricos en anécdotas e instantáneas y en impresiones ópticas todo menos triviales, me quedó no obstante ese peso o sombra de la derrota de sensación dominante. De aquel albergue de gente joven, por ejemplo en el que me sentí visto y acogido de forma hostil por los gerentes de aquello, gente joven –chico y chica- con un sello bien visible en su indumentaria y en su aspecto físico, a “alternativo”, léase -en jerga belga/flamenca o alemana-, anti fascista (antifa en francés y en señal de particular beligerancia) Hasta el punto que sintiéndome amenazado incluso en mi integridad física –y sin que mediase altercado de ninguna clase- opté por salir de allí lo mas rápido posible, lo que me ocurrió raras veces en mi vida. Era en el barrio de Kreuzberg en el centro de Berlín -junto al otro (mas burgués, más chic) de Neue Kollen-, con un tufo inconfundible a movida/madrileña, pero en clave alemana, antifascista alemana. Lo que reviste de una particular significación la noticia de la agresión a la que hice alusión mas arriba: Alemania gime –algo innegable- aún hoy bajo el peso de la derrota, lo que ilustra el aflujo inmigrante musulmanes y el hecho y detalle todo menos trivial que el factor violencia no lo aporten (sólo) ellos, sino la extrema izquierda alemana, que como ya dije al principio no es una extrema izquierda cualquiera. Lo que –como ya lo advertí- percibimos como serio amenaza algunos (entre los que me incluyo) Tomen nota

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