domingo, agosto 26, 2018

ODIO JUDEO-CRISTIANO Y GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

"Mis padres nacieron en un pequeño pueblo andaluz en 1932, vivieron la guerra, cómo los militares franquistas entraban a las casas a llevarse a los malos decían. Mi madre fueron 13 hermanos y solo sobrevivieron 4, el resto murieron de hambre. Mi padre y sus hermanos desde los 8 años trabajando de sol a sol para un terrateniente franquista, por su puesto sin contrato. Mi madre desde los 12 años sirviendo en la casa del médico que era el rico del pueblo por un trozo de pan y una cama de paja debajo de unas escaleras.
Qué bonito fue el Franquismo!" (“Uno de Zaragoza”)


La guerra de memorias, común a todos los países europeos por ser la guerra civil española un episodio o capítulo apenas de la guerra civil europea (Nolte díxit) –sólo que en España por aquello de que Spain is different tratar del mismo tema no es forzosamente hablar de la misma cosa (…)- alcanza en los días que corren y por culpa de Pedro Sánchez y de su pathos (o fiebre) guerra civilista un paroxismo del que es simple botón de muestra este comentario (anónimo) -en cabeza de mi entrada- aparecido en la edición de hoy de Alerta Digital a un articulo en rehabilitación y reivindicación de la figura del jefe del estado anterior: el comentario en si y también el hecho -elocuente asaz- de que haya quedado sin respuesta, como anonadados los destinatarios, es decir los del otro bando, y es de la andanada de guerra de propaganda y del peso de la realidad (de lo que se les llena tanto la boca a los rojeras) o de la Verdad histórica (oficial, nuda y con mayúsculas) sobre la guerra civil española que fue por encima de todo -y el comentario citado no es más de ello que otro simple botón de muestra- una explosión del odio y de la lucha de clases (ver foto) que puso de evidencia a la vez, por vez primera tal vez en veinte siglos de historia, la faz primera del cristianismo o judeo-cristianismo -que destapo a la luz del día, después de veinte siglos, el oncilio vaticano segundo-, religión del odio de clases y de la culpa sexual (o de la moral anti-sexo) y no del amor al prójimo o del Amor con mayúsculas (ni mucho menos)

Y lo uno con lo otro, porque lo segundo traía consigo lo primero, es decir traducía un conflicto de morales, o de una doble moral en liza, de una doble moral sexual por encima de todo. Como lo insinúa o deja (solapadamente) a entender el autor del comentario citado que pinta al médico, rico del pueblo (y facha) no sólo como un explotador sino como un negrero o esclavista sexual del que la madre (o lo que fuera) del autor del comentario (de Zaragoza) habría sido la inocente víctima para el resto de su vida, en lecho de paja y (para mas INRI) debajo de una escalera (…) ¡Como una de esas estampas de mártires del cristianismo primitivo del misalito Regina de nuestra infancia (piadosa), no me digan! Ni siquiera Francisco Umbral que en paz descanse, especialista acreditado en la materia –trabajándose (¡y cómo!) la lacrimal de sus lectores (y lectoras) por cuenta de la guerra civil las más de las veces- seria capaz de pintar un retrato tan tremendista (y tan guerra civilista) Respuesta al canto pues. Una de dos, o el testigo miente o no miente con su testimonio tremendista. Si es lo primero, no seria nada de extrañar porque toda una larga historia del agitprop le acompaña en nuestra era ("miente, miente que algo queda") O simplemente exageraba, fiándose (a ciegas) de la Memoria, “procellosa, y también –como la de Ulises- falaz o mentirosa. Y si no es así, si dice verdad, una de dos, o no fue más que la excepción (insólita, excepcional) que confirma la regla, de la crueldad de los unos, o al contrario –aunque pueda parecer cínico por demás- la de los otros. Y es que ¿qué habrían hecho aquellas pobres/víctimas -¿pobres? ricas de un/dia/de/mañana que parecían ya tocar, por sus amenazas y violencias y exaccione, con la punta de los dedos (---)-durante la guerra para merecer semejante castigo, al precio así de poder vencer los escrúpulos de los otros, tributarios de una moral (burguesa) de resignación cristiana, de perdonar las ofensas, y de poner la otra mejilla etcétera, etcétera por muy hipócritamente que la defendieran? ¿No seria que lo que desbordó el límite de la mesura o el vaso de la paciencia de estos últimos –esos que maldice el de Zaragoza- lo fuera que no pudieron soportar más –en nombre de Cristo- a aquellos verdugos (tan atroces y tan desaforados) que tenían el descaro –o el tupé- además de actuar en nombre del Alter Cristus, el otro Cristo (el de verdad, el de los pobres)? (...) Así al menos es como los presentan los defensores de su memoria ahora (…) Lo que es demasiado está demás (o algo así) –“teveel is te veel”-, que gustan de decir los belgas. Odio de clases judeo-cristiano, uno de los nervios motrices o combustibles principales –sino el primero y principal- de la guerra civil española. Como lo puso en evidencia, al gran destape, el concilio vaticano segundo

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