lunes, agosto 20, 2018

JEAN THIRIART Y "JOVEN EUROPA" (BELGA)

Una cortina de humo, de falsas promesas, lo que vendía Thiriart con su Joven Europa, -y su pasado a rastras, de "incívico" (de "maldito", de vencido en el 45) aunque se las diera de izquierdas (por sus encuentros en la cumbre con Chu-en-Lai, con Gadafi, etcétera, etcétera) (…), y que sus herederos -De Steuckers entre ellos- nos siguen queriendo vender ahora. La llama (como una de esas de la foto) más que apagada entonces- que nos faltó en mayo del 68 a los jóvenes españolea, cuando estalló la tormenta, que nos venía (¡ay dolor!) de Europa. ¡Tigres de papel todo ese mundo de (super) agentes secretos que impresiona tanto a los belgas!
Robert De Steuckers, válgame, válgame un santo de palo como dice Don Ramón, de Max Estrella en Luces de Bohemia. Sumar y no restar, una máxima o divisa que trato de aplicar(me) a mí mismo, en mis relaciones –escasas por no decir nulas- y en mis comentarios mucho más abundantes en este blog sobre movimientos afines o dichos –para entendernos- de extrema/derecha. Me había propuesto pasar la página –ahora como muchas otras veces- de este personaje de la extrema/derecha belga. Y pensaba, mi palabra, seguir siendo fiel a esas pautas de conducta si no fuera por la crisis que afrontamos los españoles en Cataluña. El administrador de Alerta Digital subraya en negrita –como queriendo así salvar el texto completo- las alusiones escasas tangenciales, crípticas, cuidadosas en un discurso o declaraciones tan frondosas o torrenciales que esa revista digital publica al personaje belga, pero la impresión no se esfuma, ni por esas, de escurrir el bulto o de salirse por la tangente en el asunto que quema –y más tal vez aquí- , Cataluña.


Conocí hace mucho –a caballo entre los ochenta y los noventa del pasado siglo- a De Steuckers, muy fugazmente., instantes apenas, en un congreso en Bruselas de partidos o movimientos afines-con españoles presentes-, y el recuerdo imborrable (y en extremo desazonante) me quedó hasta hoy de la expresión del semblante y de su mirada, de aversión, de desconfianza y de extrañeza y puesta en guardia cuando nos encontramos ¿Tantos horrores le habían dicho o habia leído –en los medios belgas y no solo- de mi? O simplemente que él era –o eran- asi? Me inclino mas bien por la segunda alternativa y es que tras treinta años de estancia aquí, se puede decir que me conozco el percal, de los puros productos o subproductos de estas tierras, de ellos y de sus rollos e historias que los franceses -más cercanos y con más conocimientos de causa- estampillaron cáusticamente de historias/belgas. ¿Una historia/belga –para poder vivir (y ganarse la vida)- la de Robert De Steuckers y las cortinas de humo que se dedica a vender hoy y siempre, para consumo de españoles (incautos) de preferencia? Y no es que este particularmente en contra de lo que dice en esas declaraciones, sino mas bien de lo que no dice o de lo que no acierta a expresar con claridad disfrazándolo de nuevas cortinas de humo o de eufemismos. Donante de lecciones de historia, de nuestras raíces (comunes) europeas a los españoles de preferencia, De Steuckers y tantos otros belgas. En una y mil variaciones de la misma cantinela, de esa leyenda (negra) que corre por nuestra cuenta desde hace siglos por estas tierras, y que esta familia (o fauna) ideológica –como si encontrase en ella verificación (igual que anillo al dedo) de sus postulados o teoremas- asumió al nacer como cosa suya, tal y como me vienen zumbando con ella, desde que aquí resido, las orejas. Como si fuéramos la excepción que confirma la regla de los baremos sacrosantos e intocables, política e históricamente e correctos. Como si del único país se tratase –España y los españoles- a los que se puede colgar o endosar o endilgar impunes una genealogía racial –o un ADN y no exagero- en tono de denigración permanente sin que se pueda descalifica o acusar a sus autores de racistas, xenófobos, hispanófobos y no sé cuantas otras cosas. Y la leyenda, que va desde Guillermo de Orange y Erasmo de Rotterdam, hasta De Steuckers y sus amigos –belgas, y holandeses- pasando por las versiones más o menos apócrifas de los clisés españoles –y anti-españoles- transmitidos o difundidos (por momentos, intermitentemente) por el III Reich, y yo diría sobre todo por sus (más o menos vergonzantes) partidarios belgas-, reza que somos un pueblo mestizo de sangre judía y mora. Y punto. Y no hay más vuelta de hoja. Y eso explica todo lo que hasta hoy no conseguimos explicarnos de encuentros fallidos –los portugueses lo llaman desencuentros- con esta familia (o ralea) que por razones más que evidentes el destino o la suerte me deparó de tener que cohabitar el tiempo que llevo residiendo en Bélgica. ¿Soy injusto, exagero?. No lo excluyo, pero no nos queda menos la impresión de pobres del cuento y de malos de la película, de ir de la novia de rancho, de cenicientas –o en el caso peor, de patos de la feria- al cabo de esas elucubraciones (áridas, ahogadizas) sobre los raíces germanas o eslavas de la civilización europea. Como si esa mezcla o mojiganga o amasijo de germanos y moros (o bereberes) que a sus ojos somos nosotros, no se mereciera -de `pura evidencia (...)- consideración, ni una línea tan siquiera (….) Como si les diera vergüenza ajena.

Y como si sus elucubraciones histórica o histórico/filosóficas no nos merecen más indulgencia. El "katejón", te alabamos señor. Por donde revela o se destapa la filiación clerical innegable de este producto ideológico (y teológico) de importación. Como un conejito de la suerte, entre españoles, no me digan. Una noción en boga ahora, del año de mari/castañas, sacada de la biblia judeo/cristiana por donde se le ve el plumero o la patita blanca al papa de Roma, porque el "katejón", –según esa buena/nueva (¡la peor de todas!)-, que es lo que impide -o quien impide- el caos y la decadencia, no es otro que Él, en resumidas cuentas, y con esa misma desvergüenza y descaro lo dan a entender que declararon hace una década o una quincena de años –desde los mismos balcones del Vaticano- que lo que dijo la virgen a los pastorcitos se refería a él y nada mas que a él ( A Wojtyla entonces, el papa polaco) No retienen ni obstruyen sino que al contrario, catalizan o “precipitan” –como De Steuckers dice o transcribe- la indignación judeo-cristiana, tal y como se habrá visto en España con el 15-M.

Pero lo que chirría o arma estruendo en esas declaraciones por demás es su silencio a tronador sobre Cataluña, la ausencia de una postura clara y sin tapujos que me diga. A saber, la denuncia infaltable e inexcusable en un belga dirigiéndose a la opinión española las horas que corren del inadmisible y escandaloso asilo político que concede al renegado Pugdemont el gobierno belga y de la escandalosa injerencia de su magistratura y procesando –¡como lo oyen!- al juez Larena a pedido de Puigdemont y de su abogado belga (flamenco) Beckaert, defensor titulado de terroristas (de la ETA) Por eso y mucho más, nos vamos a permitir aquí el darle otra lección –de historia- de la suyas a Robert de Steuckers, del pasado suyo y de los belgas, de cosas que nos cuesta creer que ignora pero que por la razones que sea en esas declaraciones tan torrenciales y en muchas otras siempre nos ahorra, como si hubieran sellado un pacto –él y los de su cuerda (…)- con los que mandan en Bélgica ahora (…) Y a los que somos ajenos a ello, no nos queda más (aquí) que ir de patos de la feria (….) Robert De Steuckers es una criatura (de una pieza) o un vástago político o ideológico de Jean Thiriart y de la Joven Europa, ¡válgame un santo de palo!, o un niño de la bola, como decían los madrileños antiguos. Que nos hacía poner los ojos en blanco a idealistas como el que esto escribe –justo en la víspera de estallar la tormenta de mayo del 68- cuando lo oía mencionar en Madrid, en los ambientes universitarios, siempre entre ese aura de admiración y de misterio que los españoles reservamos a todo lo que viene de Europa o más exactamente de la Europa de por cima de los Pirineos. Thiriart, del que tanto oí hablar en España y del que en cambio me dio por olvidarme aquí -olvidado de todos y por todos, me consta- era, por muchas cortinas de huno que vendiese y mucho rollo que se trajera –entre españoles de preferencia, ´de europeismo de nacional revolucionario y de tercera vía (ni de izquierdas ni derechas), etcétera, etcétera-, un “incívico” como aquí llaman (en infalible señal de oprobio y de desprecio) a los que estuvieron durante la Segunda Guerra Mundial del lado de los malos (esto es de los vencidos) Formó parte en efecto Jean Thiriart de un conglomerado, puro producto de la Colaboración, el AGRA (Agrupación de amigos del Reich, alemán)
Robert De Steuckers, el ideólogo belga al que dan cancha ahora Alerta Digital y la Tribuna (un respeto) del País Vasco. No nos impresionan. ¿Dónde estaban él y sus amigos –callados como….-- en lo mas álgido de la ofensiva de la ETA, tal y como yo la viví en Bélgica? ¿Y donde están ahora en la crisis de Cataluña y ante el contubernio de Bruselas?
Y no fue menos –dicho sea en su descargo- un exponente singular de un fenómeno típicamente belga y sumamente interesante a la vez –de poner los ojos en blanco a joseantonianos puros- y es la corriente, mucho mas importante y significativa en Bélgica que en otros países europeos, de la Colaboración en proveniencia de la izquierda o de la extrema izquierda. Como fue el caso de una de sus figuras más emblemáticas, Paul Colin, editor y periodista -y antiguo socialista-, muerto durante la guerra a manos de la Resistencia en lo que el Centro de Estudios (belgas) sobre Segunda Guerra Mundial (CEGESOMA) –¡augustos personajes!- califica hoy sin tapujos ni rebozos de atentado terrorista. Y en atención a todo ello, nos explicamos aunque no justificamos en modo alguno las silencios y equívocos de la llamada extrema derecha belga en relación con Cataluña, y con la ETA y el País Vasco en lo más duro y álgido de la tormenta aquella (que todos tenemos memoria) Y de otra muchas cosas. Ni justifica tampoco a los que persisten en darles tribuna o altavoz –o voz de alerta- entre la opinión publica española, mientras condenan al silencio y al ostracismo a españoles de pura cepa, de trayectoria más que transparente y con la memoria bien despierta (y a buen entendedor pocas palabras sobran)

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