domingo, abril 01, 2018
CATALUÑA GERMANÓFILA Y ESPAÑOLA (A FUERZA NUEVA)
Recibimiento apoteósico a Heinrich Himmler por las calles de Barcelona (octubre 1940), que venía a poner (clamorosamente) de manifiesto ese poso recóndito, soterrado y fuertemente anclado en la memoria colectiva de los catalanes, de germanofilia -y austracismo- en Cataluña desde los inicios de su historia, antes y después de la Guerra de Secesión. Suena a fe mía un poco a convidado de piedra – a derrota (mundial) y a fracaso de toda una política nacional y extranjera, a oportunismo y demagogia-, la invocación que algunos se permiten ahora del Almirante Carrero, anti-nazi y aliadófilo, y artífice supremo de la política exterior española desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Ante la agravación de la situación en Cataluña
He estado dudando y cavilando unos buenos minutos hasta que me decido a darle a darle a la tecla cogiendo así el toro por los cuernos y recogiendo el guante del desafío (enorme) que nos plantea a muchos españoles y sin duda a unos mas que a otros (entre lo que me encuentro) el diario patriota “Alerta Digital”, por la pluma de su director en dos últimos y sendos artículos sobre Cataluña y los catalanes. Toca la fibra patriota, del patriotismo (español) con tanto brío y tanto acierto y desparpajo que –a tenor de los comentarios- encandila y enardece a muchos de sus lectores y al que esto escribe –que las da de hacer patria fuera de las fronteras- lo deja en cambio como el mármol, frío y más que frío: Misterio.
¿Será por aquello que escribió José Antonio de que cuando algunos –él los situaba a la derecha (de su tiempo)- escriben de la patria y de patriotismo son incapaces de comunicar sentimientos y emociones simplemente porque carecen de ellos (o de ellas), y porque lo dicen por lo tanto suena a falso y a postizo mas que a otra cosa? Pese a la retórica. Y no juzgo a nadie que conste, ni las intenciones de ninguno. Juzgo sólo y trato de refutar una actitud, un estado de espíritu, que se traduce fatalmente en una política, en unos análisis y en unos diagnósticos y unas estrategias que llevan pegado desde hace años, siglos, el sello o el tufo de la derrota. La hora es grave no obstante, como se lo escribí el otro día a Pío Moa –en relación con la nueva ley de la Memoria. Y mas grave si cabe en el tema y en la situación de Cataluña, por lo que no nnos podemos permitir el lujo de ceder a los encantamientos y a los sortilegios de una dialéctica engañosa que confunde y desvaría más que otra cosa. ¿Anticatalán el director de Alerta Digital? No digo que no esté –en el fuero interno- en su derecho, me pregunto no obstante de lo responsable, de lo político incluso de comunicar sus sentimiento y su epidermis -a flor de piel- por cuenta de los catalanes al resto de lo españoles como él hace sin la menor reserva y comedimiento ni freno ante lo procaz y el mal gusto y la chabacanería incluso, imitando así a los que tanto zahiere (se diría)
No tiro piedra ninguna, como ya lo dije en el libro que escribí sobre ellos (sobre Cataluña y los catalanes), he conocido y tratado a catalanes y catalanas –de los que ofrezco en mi libro una variada e ilustrativa galería-, pero no viví en Cataluña ni compartí la suerte de los no Catalanes que allí vivieron y que no dejan –después de haber podido contarlo- de restañarse las heridas tras el empeño, como parece ser el caso del director de la referida publicación patriota (procesado nota bene por delito de odio contra los catalanes y contra Cataluña) (…) No he vivido en Cataluña pues, pero he tratado mucho a catalanes y he convivido o cohabitado con ellos en el extranjero –en el seminario de Ecòne (tradicionalista) en Suiza, donde había un buen porcentaje de ellos entre los seminaristas españoles (una clara mayoría) –de las dos especies además, de los “oriundos” (de Aragón, Andalucía o Extremadura), y de los de ocho/apellidos catalanes (con los que me llevaba mejor, para ser del todo sincero)-, y estoy muy lejos pues de formular juicios tan sumarios y gratuitos –y negativos- como los que se permite el autor del articulo que aquí estoy abordando. Una estrategia impolítica en extremo en verdad, la de atacar a los catalanes en bloque, despreciando así olímpicamente una realidad que reconocen hasta lo mas influyentes de la prensa extranjera, a saber la de la división profunda de la sociedad catalana por culpa de la embestida separatistas, de lo que se pueden ofrecer tantos botones de muestra y no el menor, los resultados electorales diga lo que diga Puigdemont o venda lo que quiera de puerta afuera (desde Bélgica) –y a fe mía que me duele (¡dios!) el eco que está teniendo aquí en los medios y no sólo-, no fue eso no obstante lo que me hizo vencer mil perezas y reticencias antes de ponerme a escribir este artículo, sino la puesta en tela de juicio que el autor del titulo abordado fatalmente consigue –sin quererlo o en cambio a posta- de nuestra identidad histórica de españoles que se quiera o no es una identidad europea. Y eso es lo que tiene de más corrosivo y demoledor el articulo a mi juicio.
Y me habrá movido a entrar al trapo, el defender esto y también lo que reviste en ese autor y en esa publicación todo un valor de síntoma. Y es el silencio tan ruidoso sobre la responsabilidad de la Iglesia en la crisis de Cataluña, y cuando hablo de iglesia me refiero no solo a la propia iglesia catalana –simple comandita- sino al Vaticano y a los elementos mas influyentes y poderosos de la curia (y no sigo) Porque tan repugnantes (sic) como les parecen al autor de Alerta Digital piensa como Bélgica y Suiza -sin distinción ni matices (y si eso es un actitud responsable lo dejo aquí al juicio de cualquiera) noa parecen a otros algunos, u otras cosas. ¿Será acaso menos repugnante, léase menos desleal o o traidora en verdad la actitud y conducta de un gran parte del clero catalán –obispos incluido- el día del referéndum secesionista, ofreciendo gran parte del apoyo logístico para ese empeño, y arengando desde lo púlpitos incluso como en los buenos tiempos del ante del concilio cuando en trances análogos la (sabia) iglesia sabía trillar –en sus sermones y consignas de voto- entre los malos y los buenos, o buenos y malos (católicos y no católicos)
Me ha llegado al alma – sin duda por aquello de quien no es agradecido no es bien nacido- la mención deshonrosa de esos dos países, como si hubieran puesto el dedo en la llaga, y no andan tal vez descaminados, y me explico: ¿Una simple coincidencia fortuita o pura casualidad los dos países europeo que salen ahora a relucir –señalados (y estigmatizados) y apuntados con el dedo, en esta publicación y en el conjunto de la opinión pública- lo sean precisamente lo dos que mal que bien supieron ofrecer refugio al autor de estas líneas en su larga expatriación tras sentirme victima de ostracismo y de incomprensión y de rechazo –y hostilidad- en mi propia tierra? Así lo quiere parecer a primera vista: mera ilusión o apariencia. Fui allí a donde me dirigía ciegamente el destino, como no podía ser de otra manera A dos países atípicos –a comenzar por lo reducido de su extensión geográfica- que no dejan de ser menos, simples vestigios del empuje español por cima de los Pirineos de hace cuatro siglos. Decía Ramiro Ledesma –¿les dice algo en Fuerza Nueva, en Alerta Digital que me diga?- que gracias a España, el catolicismo sobrevivió en Occidente, léase en territorio europeo. Y ese juicio tan cargado de visión profética me viene inevitablemente la mente ante el caso suizo y el belga, dos países católicos, en tierra de herejes dicen algunos, y no menos de este lado (del de acá) en la línea de frontera que dejo la fractura religiosa en Europa, en la que España y los españoles jugaron tan destacado protagonismo. En Suiza lo mismo que en Bélgica –y evito ex profeso comparar uno y otro (empresa odiosa). Me sentí a veces emplazado es verdad, pero ni tanto, ni tan despreciado ni tan señalado cobarde e hipócritamente con el dedo como en las aulas, en los claustros, en los bares y en los pasillos de la facultad de Económicas (y no sólo) de la Universitaria madrileña Y fui objeto de linchamiento en los medios aquí es cierto, aunque no de forma tan sañuda y tan hiriente como lo fui en la prensa española, por aquello sin duda que los golpes de los tuyos duelen muchos más que los de aquellos que no lo son (y dejan menos rastro o huella)
Y yo ahí se me antoja detectar una impronta hispana, por paradójico que parezca, y lo quieran reconocer ellos mismos o no lo quieran. No es una mera coincidencia o algo dejado al tún tún o al puro azar el que lo catalanes felones y traidores (los separatistas) hayan encontrado tierra de ailo en esos países tan repugnantes como le parecen algunos. Por culpa de los nacionalistas flamencos que no son sino hijos (pródigos) del Imperio español a los que la iglesia católica con sus sermones (y sus complejos, y venablos y maldiciones) hizo perder la memoria histórica, como lo hizo mutatis mutandis en el País Vasco o en Cataluña. Y de los suizos y en particular de la Suiza francófona (o “romana”) cabe decir otros tres cuartos de lo mismo. Tierra de promisión del Opus Dei, el cantón (católico) del Valais, y sé a fe mía de lo que hablo. ¿Son repugnantes –sin distinción ni matices- los suizos o los belgas y no lo son menos ( desleales, y renegados y traidores) los emigrante/españoles en Suiza –gallegos en su aplastante mayoría (la mayor corriente emigratoria española en Europa)- que disfrutan allí de plena hospitalidad y de acogida y que callan como muertos (y como cabía esperar) en esta tesitura, como callaban lo emigrante/españoles en Bélgica en las campañas de atentados de la ETA, y en los conflictos entre los dos países por culpa del terrorismo separatista?
Un poco más de reserva y comedimiento y de distinción y de matices, por favor, señores de Alerta Digital cuando se trata de señalar con el dedo o de tirar la piedra, o cuando se trata simplemente de poner un pie (o la tecla) aunque solo sea un instante, puertas afuera. O preferiría creer que como les gusta tanto España y su folklore y sus fiestas o festejos –la España cañí o la que sea, la de antes como la de ahora-, no se han dado un garbeo por eso mundos de fuera (en particular de los que compone la unión/europea) Y que los más que han ido (un decir) lo ha sido hasta Barcelona: hay catalanes, muchos más de lo que nos hacen creer que se sienten españoles hasta la médula, y que están sufriendo en propia carne –calladamente, gota a gota- la situación que estamos viviendo todos por cuenta (o por cupa) de Cataluña. Dos palabras, no muchas nas, sobre los dos supremos referentes –como invocaciones sacrosantas e intocables que invoca expresamente o si nombrarlo el autor de este articulo, a saber el almirante Carrero y (a sus ancas) el propio Franco. Tales aguas tales lodos.
El máximo exponente del bando aliadófilo anti-alemán –que ahora algunos erigen como modelo- no selló menos con su muerte trágica su propio (estruendoso) fracaso y el de la postura española en la Segunda Guerra mundial, que no fue menos por culpa suya, léase la postura suya, propia. Encomendar su suerte a la iglesia/de/dios fue la gran coartada a la hora de dar la espalda o dejar en la estacada a los países y regímenes que les habían ayudado tan leal y decisivamente en la guerra civil y la Iglesia de dios les dejo a ellos igual treinta años más tarde: plantados como a novia de rancho (que dicen en Méjico) Moral de la historia: Roma no paga a traidores, Y en relación con Cataluña igual, esa Cataluña tan tachada de pro/europea que no es mas que un eufemismo, en lugar de pro-germana (y no pro/francesa) o austracista o germanófila: ¿donde están ahora esas muchedumbres en delirio que recibieron en triunfo por las calles de la Ciudad Condal las máximas figuras del III Reich a poco de terminar la guerra civil española? Con la estelada –cabe suponer- en la fachada de sus casas, bien enhiesta Los catalanes ¿han perdido la memoria?, no lo creo, lo suyo es más bien -se me antoja- un exceso que una falta de memoria. Aunque algunos se equivocan como le ocurre a Puigdemont con los belgas.
Y no quiero parecer cínico por demás pero tanbien a mí las bravatas patrioteras de algunos me despiertan (a fuer de indigestas) la memoria, por ejemplo sobre el caso Galinsoga, ilustración cegadora –como lo expongo en mi libro- del fracaso de la política de Franco en Cataluña la peor derrota del régimen de Fraco en la posguerra, que una intriga de beatas y curas y sacristanes (separatistas) acertó a poner contra las cuerdas, al invicto vencedor de tantas batallas de la guerra Por cuenta –en parte- de la lengua catalana. Los pueblos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla, aunque es preciso (se me apostillará) el saber bien interpretarla. Galinsoga repugna (ni oír nombrar) a mis amigos catalanes, es su derecho, pero no es menos cierto que no fue más que una víctima (franquista) de las contradicciones y contrasentidos de la política de Franco en Cataluña, tarada de inhibiciones y de complejos mas que otra cosa, en relación por ejemplo con el habla/catalana. Unos complejo que heredaron franquistas ilustres/nueva generación (y no doy nombres) que gustaban de hablar catalán en casa /…(...) De todo eso trato en mi libro sobre Cataluña.
Una última observación sobre la llamada (obligada se diría) al Ejercito con la que se incluye el articulo que aquí comento. Ellos estarán ligados a la institución, yo también no menos que ellos. Y si hay que intervenir, se interviene pero con responsabilidad, conciencia de la misión histórica de nuestro papel en el mundo y en Europa y de la gravedad de la hora, sin irresponsabilidades y sin dejarnos arrastrar a una encerrona (como en Ucrania, y todos aquí imaginan el mismo escenario que tengo in mente mientras escribo esta líneas) o una aventura irresponsable, sellada de antemano con el fracaso como la del 23-F del que muchos en esos círculos saben con certeza y mucho (y a mí que me registren) Que los pueblos que no aprenden de la Historia (Spengler díxit) están condenados a repetirla. Y ¡Arriba España y Visca Cataluña española!
He estado dudando y cavilando unos buenos minutos hasta que me decido a darle a darle a la tecla cogiendo así el toro por los cuernos y recogiendo el guante del desafío (enorme) que nos plantea a muchos españoles y sin duda a unos mas que a otros (entre lo que me encuentro) el diario patriota “Alerta Digital”, por la pluma de su director en dos últimos y sendos artículos sobre Cataluña y los catalanes. Toca la fibra patriota, del patriotismo (español) con tanto brío y tanto acierto y desparpajo que –a tenor de los comentarios- encandila y enardece a muchos de sus lectores y al que esto escribe –que las da de hacer patria fuera de las fronteras- lo deja en cambio como el mármol, frío y más que frío: Misterio.
¿Será por aquello que escribió José Antonio de que cuando algunos –él los situaba a la derecha (de su tiempo)- escriben de la patria y de patriotismo son incapaces de comunicar sentimientos y emociones simplemente porque carecen de ellos (o de ellas), y porque lo dicen por lo tanto suena a falso y a postizo mas que a otra cosa? Pese a la retórica. Y no juzgo a nadie que conste, ni las intenciones de ninguno. Juzgo sólo y trato de refutar una actitud, un estado de espíritu, que se traduce fatalmente en una política, en unos análisis y en unos diagnósticos y unas estrategias que llevan pegado desde hace años, siglos, el sello o el tufo de la derrota. La hora es grave no obstante, como se lo escribí el otro día a Pío Moa –en relación con la nueva ley de la Memoria. Y mas grave si cabe en el tema y en la situación de Cataluña, por lo que no nnos podemos permitir el lujo de ceder a los encantamientos y a los sortilegios de una dialéctica engañosa que confunde y desvaría más que otra cosa. ¿Anticatalán el director de Alerta Digital? No digo que no esté –en el fuero interno- en su derecho, me pregunto no obstante de lo responsable, de lo político incluso de comunicar sus sentimiento y su epidermis -a flor de piel- por cuenta de los catalanes al resto de lo españoles como él hace sin la menor reserva y comedimiento ni freno ante lo procaz y el mal gusto y la chabacanería incluso, imitando así a los que tanto zahiere (se diría)
No tiro piedra ninguna, como ya lo dije en el libro que escribí sobre ellos (sobre Cataluña y los catalanes), he conocido y tratado a catalanes y catalanas –de los que ofrezco en mi libro una variada e ilustrativa galería-, pero no viví en Cataluña ni compartí la suerte de los no Catalanes que allí vivieron y que no dejan –después de haber podido contarlo- de restañarse las heridas tras el empeño, como parece ser el caso del director de la referida publicación patriota (procesado nota bene por delito de odio contra los catalanes y contra Cataluña) (…) No he vivido en Cataluña pues, pero he tratado mucho a catalanes y he convivido o cohabitado con ellos en el extranjero –en el seminario de Ecòne (tradicionalista) en Suiza, donde había un buen porcentaje de ellos entre los seminaristas españoles (una clara mayoría) –de las dos especies además, de los “oriundos” (de Aragón, Andalucía o Extremadura), y de los de ocho/apellidos catalanes (con los que me llevaba mejor, para ser del todo sincero)-, y estoy muy lejos pues de formular juicios tan sumarios y gratuitos –y negativos- como los que se permite el autor del articulo que aquí estoy abordando. Una estrategia impolítica en extremo en verdad, la de atacar a los catalanes en bloque, despreciando así olímpicamente una realidad que reconocen hasta lo mas influyentes de la prensa extranjera, a saber la de la división profunda de la sociedad catalana por culpa de la embestida separatistas, de lo que se pueden ofrecer tantos botones de muestra y no el menor, los resultados electorales diga lo que diga Puigdemont o venda lo que quiera de puerta afuera (desde Bélgica) –y a fe mía que me duele (¡dios!) el eco que está teniendo aquí en los medios y no sólo-, no fue eso no obstante lo que me hizo vencer mil perezas y reticencias antes de ponerme a escribir este artículo, sino la puesta en tela de juicio que el autor del titulo abordado fatalmente consigue –sin quererlo o en cambio a posta- de nuestra identidad histórica de españoles que se quiera o no es una identidad europea. Y eso es lo que tiene de más corrosivo y demoledor el articulo a mi juicio.
Y me habrá movido a entrar al trapo, el defender esto y también lo que reviste en ese autor y en esa publicación todo un valor de síntoma. Y es el silencio tan ruidoso sobre la responsabilidad de la Iglesia en la crisis de Cataluña, y cuando hablo de iglesia me refiero no solo a la propia iglesia catalana –simple comandita- sino al Vaticano y a los elementos mas influyentes y poderosos de la curia (y no sigo) Porque tan repugnantes (sic) como les parecen al autor de Alerta Digital piensa como Bélgica y Suiza -sin distinción ni matices (y si eso es un actitud responsable lo dejo aquí al juicio de cualquiera) noa parecen a otros algunos, u otras cosas. ¿Será acaso menos repugnante, léase menos desleal o o traidora en verdad la actitud y conducta de un gran parte del clero catalán –obispos incluido- el día del referéndum secesionista, ofreciendo gran parte del apoyo logístico para ese empeño, y arengando desde lo púlpitos incluso como en los buenos tiempos del ante del concilio cuando en trances análogos la (sabia) iglesia sabía trillar –en sus sermones y consignas de voto- entre los malos y los buenos, o buenos y malos (católicos y no católicos)
Me ha llegado al alma – sin duda por aquello de quien no es agradecido no es bien nacido- la mención deshonrosa de esos dos países, como si hubieran puesto el dedo en la llaga, y no andan tal vez descaminados, y me explico: ¿Una simple coincidencia fortuita o pura casualidad los dos países europeo que salen ahora a relucir –señalados (y estigmatizados) y apuntados con el dedo, en esta publicación y en el conjunto de la opinión pública- lo sean precisamente lo dos que mal que bien supieron ofrecer refugio al autor de estas líneas en su larga expatriación tras sentirme victima de ostracismo y de incomprensión y de rechazo –y hostilidad- en mi propia tierra? Así lo quiere parecer a primera vista: mera ilusión o apariencia. Fui allí a donde me dirigía ciegamente el destino, como no podía ser de otra manera A dos países atípicos –a comenzar por lo reducido de su extensión geográfica- que no dejan de ser menos, simples vestigios del empuje español por cima de los Pirineos de hace cuatro siglos. Decía Ramiro Ledesma –¿les dice algo en Fuerza Nueva, en Alerta Digital que me diga?- que gracias a España, el catolicismo sobrevivió en Occidente, léase en territorio europeo. Y ese juicio tan cargado de visión profética me viene inevitablemente la mente ante el caso suizo y el belga, dos países católicos, en tierra de herejes dicen algunos, y no menos de este lado (del de acá) en la línea de frontera que dejo la fractura religiosa en Europa, en la que España y los españoles jugaron tan destacado protagonismo. En Suiza lo mismo que en Bélgica –y evito ex profeso comparar uno y otro (empresa odiosa). Me sentí a veces emplazado es verdad, pero ni tanto, ni tan despreciado ni tan señalado cobarde e hipócritamente con el dedo como en las aulas, en los claustros, en los bares y en los pasillos de la facultad de Económicas (y no sólo) de la Universitaria madrileña Y fui objeto de linchamiento en los medios aquí es cierto, aunque no de forma tan sañuda y tan hiriente como lo fui en la prensa española, por aquello sin duda que los golpes de los tuyos duelen muchos más que los de aquellos que no lo son (y dejan menos rastro o huella)
Y yo ahí se me antoja detectar una impronta hispana, por paradójico que parezca, y lo quieran reconocer ellos mismos o no lo quieran. No es una mera coincidencia o algo dejado al tún tún o al puro azar el que lo catalanes felones y traidores (los separatistas) hayan encontrado tierra de ailo en esos países tan repugnantes como le parecen algunos. Por culpa de los nacionalistas flamencos que no son sino hijos (pródigos) del Imperio español a los que la iglesia católica con sus sermones (y sus complejos, y venablos y maldiciones) hizo perder la memoria histórica, como lo hizo mutatis mutandis en el País Vasco o en Cataluña. Y de los suizos y en particular de la Suiza francófona (o “romana”) cabe decir otros tres cuartos de lo mismo. Tierra de promisión del Opus Dei, el cantón (católico) del Valais, y sé a fe mía de lo que hablo. ¿Son repugnantes –sin distinción ni matices- los suizos o los belgas y no lo son menos ( desleales, y renegados y traidores) los emigrante/españoles en Suiza –gallegos en su aplastante mayoría (la mayor corriente emigratoria española en Europa)- que disfrutan allí de plena hospitalidad y de acogida y que callan como muertos (y como cabía esperar) en esta tesitura, como callaban lo emigrante/españoles en Bélgica en las campañas de atentados de la ETA, y en los conflictos entre los dos países por culpa del terrorismo separatista?
Un poco más de reserva y comedimiento y de distinción y de matices, por favor, señores de Alerta Digital cuando se trata de señalar con el dedo o de tirar la piedra, o cuando se trata simplemente de poner un pie (o la tecla) aunque solo sea un instante, puertas afuera. O preferiría creer que como les gusta tanto España y su folklore y sus fiestas o festejos –la España cañí o la que sea, la de antes como la de ahora-, no se han dado un garbeo por eso mundos de fuera (en particular de los que compone la unión/europea) Y que los más que han ido (un decir) lo ha sido hasta Barcelona: hay catalanes, muchos más de lo que nos hacen creer que se sienten españoles hasta la médula, y que están sufriendo en propia carne –calladamente, gota a gota- la situación que estamos viviendo todos por cuenta (o por cupa) de Cataluña. Dos palabras, no muchas nas, sobre los dos supremos referentes –como invocaciones sacrosantas e intocables que invoca expresamente o si nombrarlo el autor de este articulo, a saber el almirante Carrero y (a sus ancas) el propio Franco. Tales aguas tales lodos.
El máximo exponente del bando aliadófilo anti-alemán –que ahora algunos erigen como modelo- no selló menos con su muerte trágica su propio (estruendoso) fracaso y el de la postura española en la Segunda Guerra mundial, que no fue menos por culpa suya, léase la postura suya, propia. Encomendar su suerte a la iglesia/de/dios fue la gran coartada a la hora de dar la espalda o dejar en la estacada a los países y regímenes que les habían ayudado tan leal y decisivamente en la guerra civil y la Iglesia de dios les dejo a ellos igual treinta años más tarde: plantados como a novia de rancho (que dicen en Méjico) Moral de la historia: Roma no paga a traidores, Y en relación con Cataluña igual, esa Cataluña tan tachada de pro/europea que no es mas que un eufemismo, en lugar de pro-germana (y no pro/francesa) o austracista o germanófila: ¿donde están ahora esas muchedumbres en delirio que recibieron en triunfo por las calles de la Ciudad Condal las máximas figuras del III Reich a poco de terminar la guerra civil española? Con la estelada –cabe suponer- en la fachada de sus casas, bien enhiesta Los catalanes ¿han perdido la memoria?, no lo creo, lo suyo es más bien -se me antoja- un exceso que una falta de memoria. Aunque algunos se equivocan como le ocurre a Puigdemont con los belgas.
Y no quiero parecer cínico por demás pero tanbien a mí las bravatas patrioteras de algunos me despiertan (a fuer de indigestas) la memoria, por ejemplo sobre el caso Galinsoga, ilustración cegadora –como lo expongo en mi libro- del fracaso de la política de Franco en Cataluña la peor derrota del régimen de Fraco en la posguerra, que una intriga de beatas y curas y sacristanes (separatistas) acertó a poner contra las cuerdas, al invicto vencedor de tantas batallas de la guerra Por cuenta –en parte- de la lengua catalana. Los pueblos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla, aunque es preciso (se me apostillará) el saber bien interpretarla. Galinsoga repugna (ni oír nombrar) a mis amigos catalanes, es su derecho, pero no es menos cierto que no fue más que una víctima (franquista) de las contradicciones y contrasentidos de la política de Franco en Cataluña, tarada de inhibiciones y de complejos mas que otra cosa, en relación por ejemplo con el habla/catalana. Unos complejo que heredaron franquistas ilustres/nueva generación (y no doy nombres) que gustaban de hablar catalán en casa /…(...) De todo eso trato en mi libro sobre Cataluña.
Una última observación sobre la llamada (obligada se diría) al Ejercito con la que se incluye el articulo que aquí comento. Ellos estarán ligados a la institución, yo también no menos que ellos. Y si hay que intervenir, se interviene pero con responsabilidad, conciencia de la misión histórica de nuestro papel en el mundo y en Europa y de la gravedad de la hora, sin irresponsabilidades y sin dejarnos arrastrar a una encerrona (como en Ucrania, y todos aquí imaginan el mismo escenario que tengo in mente mientras escribo esta líneas) o una aventura irresponsable, sellada de antemano con el fracaso como la del 23-F del que muchos en esos círculos saben con certeza y mucho (y a mí que me registren) Que los pueblos que no aprenden de la Historia (Spengler díxit) están condenados a repetirla. Y ¡Arriba España y Visca Cataluña española!
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