lunes, febrero 05, 2018
STALINGRADO (TRISTE) ANIVERSARIO
Tcherkassy, en el centro mismo de la actual Ucrania, y en región contigua, poco más de 1000 kilómetros de distancia (de una ciudad a otra), de la de Stalingrado. Escenas del repliegue (estratégico) de la Legión Valona -integrada en la División Vikinga (Waffen) SS- tras la ruptura del cerco (17 de febrero de 1944) , “el segundo gran cerco soviético de la Segunda Guerra Mundial" (Degrelle díxit) Sin duda, (inmediatamente) después del de Stalingrado (y en el marco de la batalla de Korsún) “Modesto de Borgoña”, el calificativo que le valieron, entre sus compatriotas belgas –incluso entre sus camaradas-, sus jactancias y sus exageraciones. En el caso de Tcherkassy, forzoso no obstante es el rendirse a la evidencia de una operación -de ruptura de cerco- coronada por el éxito. Pese a la obligada relativización de sus logros y sus (evidentes) exageraciones: la Legión Valona se dejó más de la mitad de de sus efectivos -jovencísimos- en el empeño
Stalingrado, 2 de febrero, setenta y cuatro aniversario. Setenta y cuatro años que les parecen (nos parecen) a algunos setenta y siete minutos o segundos tan siquiera, para qué seguir ignorándolo o metiendo la cabeza debajo del ala, o pretendiendo negárnoslo a nosotros mismos, o hacer como si no, como hacen algunos, como si no fuera con ellos la cosa, me refiero a la derrota y el giro catastrófico –fatal e irreversible- que aquella imprimiría al destino del mundo y al sentido de la Historia. Como si hubieran ganando entonces, los suyos me refiero, en resumidas cuentas, que de verdad que despiden un tufo irresistible e inconfundible (a vergüenza ajena) los reportajes de algunos medios españoles ditirámbicos, qué digo, totalmente apologéticos –por ejemplo los del País- ad majorem gloriam de los vencedores de entonces. ¿Hasta cuando? Siempre fue así además, siempre me pareció así, una batalla, la mas larga de la Segunda Guerra Mundial y una efemérides -la mas pesada, tan surcada de hondos enigmas, tan hondos como indescifrables- del pasado mas reciente europeo y universal- a la medida de estos inviernos largos y oscuros que me deparó la suerte aquí en Bélgica.
Como si un hecho histórico tan fatidico viniera a poner (sin falta) un colofón gris a los inviernos de aqui, por lo largos como por lo grises, bordeando la fatalidad más funesta, la más aciaga. ¿Problema el mío o problema histórico irresoluble más bien, el que aquella efemérides plantea, a todos y en particular a los españoles? El de una guerra civil –o de los Ochenta (y tantos) Años como la llamé yo- que todavía dura, y en esa misma medida, la de una Segunda Guerra Mundial que dura igual en la medida también que aquella no fue más que el prologo o el preludio o el comienzo de ésta, o ésta, si se prefiere, la continuación de aquella
Realidad insoslayable o mito (sic) indesmontable –como acaba de calificar Stanley Payne a la imagen (fascista) del franquismo solidamente anclada en las universidades anglosajonas? Lo mismo que me da lo mismo. Y que me perdone el autor mencionado y la historiografía oficial y mas aún, los representantes –españoles -y no doy (más) nombre ex profeso para no herir (más) sensibilidades-, de la llamad escuela revisionista (o pro franquista) Y así todo se explica, ese peso –sobre todo- tan hondo y tan pesado que viene fatalmente a traer, cada año sin falta, sin que nos sea dada la posibilidad (me explico) de faltar a la cita que aquello marca en nuestras vidas, y con ese lastre a la vez, esos nubarrones (tan negros) que proyecta en nuestra existencia a imagen de los paisajes e instantáneas más emblemáticos y difundidos de aquella derrota, y de la ciudad destruida. ¿Nostalgia de vencidos, o de descendientes de aquellos?
Jukov, cerebro estratégico de la operación (de contraataque)“Uranus” y artífice supremo de la victoria soviética en Stalingrado. De extracción rural, campesina, había servido de más joven en los ejércitos blancos del Zar, durante la guerra civil, entre zaristas y bolchevique. El régimen soviético produjo una élite militar –que fue lo que le salvó-, lo que no consiguió el régimen nazi, como lo ilustra el caso (triste) de Paulus (y no Von Paulus), el mediocre ascendido a general -no por escalafón ni méritos de guerra, sino por motivos políticos-, que se rindió en Stalingrado
Que se piense lo que se quiera a la hora de ponerle un nombre o de nombrar (o bautizar) ese ansia irreprimible que nos acomete por momentos de interpretar –o de leer, como los franceses dicen- aquel acontecimiento de una forma objetiva o bajo una luz (racional) que nos sea mínimamente soportable –racionalmente satisfactoria quiero decir- a nosotros mismos. ¿Derrota del fascismo frente a la democracia? Obvio es que no. ¡Resultado o desenlace inapelable como un juicio de Dios o una ordalía medieval en clave de historia contemporánea, de lo que anidaba en la mente de cada uno de los contendientes, a saber de una explosión de la lucha de clases, o un episodio de una guerra de razas, de eslavos contra germanos, o como una recapitulación de las dos a la vez como a no dudar se le sigue leyendo hoy en la Rusia actual, sobre todo en las generaciones más jóvenes? Se puede leer o interpretar asi, desde luego, no es óbice que no es una interpretación convincente o no al menos o suficiente. ¿Heroísmo derrochado a espuertas –y que me perdonen los turiferarios (a sueldo) del País- por ambos bandos, y por parte iguales? Digan lo que digan las recordaciones –de la pluma de autores pro soviéticos- que ven la luz estos días en los medios.
¿Un heroísmo (ruso/soviético) a imagen del “rostro de mujer” que revestían muchos de los combatientes del lado soviético tal y como lo recuerdan ahora los hagiógrafos (a sueldo) del País? ¿O a la medida más bien de la (honda) frustración que producía en los del otro bando la tesitura fatal de verse obligados a hacer la guerra a mujeres y niños, en pura lógica soviética -y marxista- en vigor en España en el 36, de los escudos/humanos (en Badajoz, en Madrid y Barcelona y en todas partes)? En uno de los dos bandos además –el alemán- que tenían otro concepto de la guerra y del heroísmo y del honor militar (y de tantas otras cosas)
¿Una lección magistral inmarcesible de estrategia militar –la que impusieron los vencedores, en la defensa de la ciudad durante el cerco como en el lanzamiento de la contraofensiva final (la operación Uranus)- o un ejemplo o ilustración inmarcesible mas bien de lo imprevisible y aleatorio del arte de la guerra a merced de los astros o de la diosa Fortuna, o de Clío, la Diosa de la Historia? La misma que invocaba (en vano) y con una frecuencia in crescendo, sobre todo tras la noticia de la muerte del presidente Roosevelt, el doctor Goebbels en las páginas de su diario con la mente firmemente puesta en el recuerdo del desenlace de la Guerra de los Siete Años (1756-1763)–la madre de las dos últimas guerra mundiales- y de su espectacular cambio de alianzas –como un golpe teatral de último minuto- que salvó a la Prusia de Federico de la derrota –paradigma supremo del nacionalismo alemán y del nacionalsocialismo-, esta vez no obstante Clío les dijo que no, hasta el final (…) .../...
Escena del film, Iván el Terrible de S.M. Eisenstein, autor preferido del régimen soviético y niño mimado (conforme algunos) de Stalin, puesto en pantalla en la Segunda Guerra mundial tras el desencadenamiento de la operación Barbarroja. Lo vi en Bruselas en una sala semi-privada –y oficial y autorizada la vez- y en un ambiente de devoción (lëase) de fanatismo ideológico de la mayor parte de los asistentes (en el que creo haber sido yo sólo el que desentonaba) Fue, en los designios del stalinismo y en la realidad de los hechos, un arma poderosa –a base de exaltación del sentimiento patriótico y religioso del nacionalismo ruso, pan-eslavo y anti-germano-, de guerra de propaganda, y parábola (oriental, greco/bizantina) a la vez, de lo que estaba sucediendo a Rusia en aquellos momentos dentro de sus propias fronteras, y particularmente en torno a Stalingrado
Botón de muestra, esa metamorfosis patriótico/religiosa del régimen soviético bajo Stalin durante la Segunda Guerra Mundial –factor decisivo (nota bene) de su victoria entonces-, de algo comparable a lo que sucedió en Francia con su clase obrera -principal componente (nota bene) de la Colaboración bajo la ocupación alemana. Y era que Stalin –como la izquierda francesa- escarmentó (en cabeza ajena) con la guerra civil española, y con la derrota de los rojos, sus protegidos (y sus aliados) que habían herido (sic) “los sentimientos religiosos y patrióticos de los españoles”, como declaró durante los procesos de Moscu, que se cobraron (nota bene) de victimas a todos o casi todos los comisarios soviéticos en España en el 36, en zona roja
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.../...De la Historia como (puro) azar o como ucronía. De lo que hubiera sido, por ejemplo, si los alemanes en su empuje inicial hubieran llegado (cuestión de cálculo o de puro azar apenas) un poco mas lejos –sólo unos metros-, a la ciudad sitiada, hasta las orillas mismas del Volga-, o si el general Paulus (y no Von Paulus) –un mediocre y al mismo tiempo, un puro producto del régimen, y de la circunstancia aquella (…)- hubiera accedido a la invitación de general Von Manstein, en espera con su unidad de carros blindados a la entrada de a ciudad y en cabeza de la piasta, de ruptura unilateral del cerco? Que a fin de cuentas, como dice en sus memorias Leon Degrelle -testigo “in visu” no lejos de allí-, la derrota de una batalla no se traduce obligatoriamente en la derrota final o en la pérdida de una guerra como así no enseña desde entonces la (más correcta) historiografía.
“Quemado por el Sol” –en su versión francesa, “Soleil trompeur”- es uno de los filmes más importantes que he visto en mi vida (después quizás de "Iván el Terrible"), aquí en Bruselas, en el mismo lugar (¿puro azar?) que el de S.M. Eisenstein. Y fue porque me movió a reflexión, y también a revisión (sic) de la visión histórica e ideológica que guardaba yo –en partw heredada- del comunismo soviético. Un miembro de la primera hora de la vieja guardia bolchevique (y héroe, del bando de los vencedores, de la guerra civil) , víctima del ajuste de cuentas –personal a la vez que ideológico (con mujeres, antiguas novias, por medio) (...) - de un antiguo paisano y conocido, pro-zarista y antibolchevique de más joven, en los tiempos de la guerra civil y que acaba adhiriéndose al régimen y convertido en agente de la policía secreta bajo Stalin. Ese fenómeno –de catarsis (ideológica, política o patriótica) ¿cómo llamarlo de otra forma?-, léase de la adhesión masiva (o casi) de los vencidos de la guerra civil rusa a Stalin durante la Segunda Guerra Mundial, -cocomitante nota bene con la (profunda y auténtica y no meramente superficial o puramente estratégica) metamorfois religioso/patriótica del régimen soviético- no tiene precedentes (conocidos) en los demás capítulos nacionales de la historia de los movimientos “totalitarios –nazi fascismo o comunismo- del siglo XX, y se merece a no dudar una reflexión como la que brinda ese film brillante. Lo que en España nos parece impensable –y lo es sin duda alguna-, en el caso (pura ucronía) que los rojo/republicanos hubieran ganado la guerra civil: entre nosotros nada de catarsis –y de reconciliación (auténtica), concomitante, mucho menos-, la guerra (de los Ochenta Años) en su lugar, que dura todavía
No es óbice que Stalingrado -como Waterloo el siglo anterior –como la batalla del Ebro, en España (1938)-, presidiría la marcha del mundo -o de Europa, o de España- durante todo un siglo. ¡Tendrá que seguir siendo así “mutatis mutandis” todo un nuevo siglo o un milenio? A nosotros contemporáneos de decidir si tiene que seguir siendo dato esencial de la actualidad o capitulo a relegar y a olvidar en las estanterías y en los anales de historia (y en la literatura)
Ceremonia de homenaje (ayer domingo) –con aires marciales(“fachas” o “facho’s”) (para un gusto o criterio español al menos)y bajo el signo (y la bandera) de la Rusia de los zares –antibolchevique-, de homenaje en el aniversario de la batalla de Stalingrado. “Memoria procellosa”, rezan los clásicos: se diría que el presente (en Siria, en Ucrania) se empeña (obstinadamente) en llenar o en esfumar –como por arte de magia- el alejamiento fatal que sigue inspirándonos a los españoles el pasado de la Rusia de Putin, heredera (en tantos conceptos) de la de Stalin. Signo de los tiempos y gran señal de nuestra época. A escrutar de urgencia los tiempos qu corren
Stalingrado, 2 de febrero, setenta y cuatro aniversario. Setenta y cuatro años que les parecen (nos parecen) a algunos setenta y siete minutos o segundos tan siquiera, para qué seguir ignorándolo o metiendo la cabeza debajo del ala, o pretendiendo negárnoslo a nosotros mismos, o hacer como si no, como hacen algunos, como si no fuera con ellos la cosa, me refiero a la derrota y el giro catastrófico –fatal e irreversible- que aquella imprimiría al destino del mundo y al sentido de la Historia. Como si hubieran ganando entonces, los suyos me refiero, en resumidas cuentas, que de verdad que despiden un tufo irresistible e inconfundible (a vergüenza ajena) los reportajes de algunos medios españoles ditirámbicos, qué digo, totalmente apologéticos –por ejemplo los del País- ad majorem gloriam de los vencedores de entonces. ¿Hasta cuando? Siempre fue así además, siempre me pareció así, una batalla, la mas larga de la Segunda Guerra Mundial y una efemérides -la mas pesada, tan surcada de hondos enigmas, tan hondos como indescifrables- del pasado mas reciente europeo y universal- a la medida de estos inviernos largos y oscuros que me deparó la suerte aquí en Bélgica.
Como si un hecho histórico tan fatidico viniera a poner (sin falta) un colofón gris a los inviernos de aqui, por lo largos como por lo grises, bordeando la fatalidad más funesta, la más aciaga. ¿Problema el mío o problema histórico irresoluble más bien, el que aquella efemérides plantea, a todos y en particular a los españoles? El de una guerra civil –o de los Ochenta (y tantos) Años como la llamé yo- que todavía dura, y en esa misma medida, la de una Segunda Guerra Mundial que dura igual en la medida también que aquella no fue más que el prologo o el preludio o el comienzo de ésta, o ésta, si se prefiere, la continuación de aquella
Realidad insoslayable o mito (sic) indesmontable –como acaba de calificar Stanley Payne a la imagen (fascista) del franquismo solidamente anclada en las universidades anglosajonas? Lo mismo que me da lo mismo. Y que me perdone el autor mencionado y la historiografía oficial y mas aún, los representantes –españoles -y no doy (más) nombre ex profeso para no herir (más) sensibilidades-, de la llamad escuela revisionista (o pro franquista) Y así todo se explica, ese peso –sobre todo- tan hondo y tan pesado que viene fatalmente a traer, cada año sin falta, sin que nos sea dada la posibilidad (me explico) de faltar a la cita que aquello marca en nuestras vidas, y con ese lastre a la vez, esos nubarrones (tan negros) que proyecta en nuestra existencia a imagen de los paisajes e instantáneas más emblemáticos y difundidos de aquella derrota, y de la ciudad destruida. ¿Nostalgia de vencidos, o de descendientes de aquellos?
Jukov, cerebro estratégico de la operación (de contraataque)“Uranus” y artífice supremo de la victoria soviética en Stalingrado. De extracción rural, campesina, había servido de más joven en los ejércitos blancos del Zar, durante la guerra civil, entre zaristas y bolchevique. El régimen soviético produjo una élite militar –que fue lo que le salvó-, lo que no consiguió el régimen nazi, como lo ilustra el caso (triste) de Paulus (y no Von Paulus), el mediocre ascendido a general -no por escalafón ni méritos de guerra, sino por motivos políticos-, que se rindió en Stalingrado
Que se piense lo que se quiera a la hora de ponerle un nombre o de nombrar (o bautizar) ese ansia irreprimible que nos acomete por momentos de interpretar –o de leer, como los franceses dicen- aquel acontecimiento de una forma objetiva o bajo una luz (racional) que nos sea mínimamente soportable –racionalmente satisfactoria quiero decir- a nosotros mismos. ¿Derrota del fascismo frente a la democracia? Obvio es que no. ¡Resultado o desenlace inapelable como un juicio de Dios o una ordalía medieval en clave de historia contemporánea, de lo que anidaba en la mente de cada uno de los contendientes, a saber de una explosión de la lucha de clases, o un episodio de una guerra de razas, de eslavos contra germanos, o como una recapitulación de las dos a la vez como a no dudar se le sigue leyendo hoy en la Rusia actual, sobre todo en las generaciones más jóvenes? Se puede leer o interpretar asi, desde luego, no es óbice que no es una interpretación convincente o no al menos o suficiente. ¿Heroísmo derrochado a espuertas –y que me perdonen los turiferarios (a sueldo) del País- por ambos bandos, y por parte iguales? Digan lo que digan las recordaciones –de la pluma de autores pro soviéticos- que ven la luz estos días en los medios.
¿Un heroísmo (ruso/soviético) a imagen del “rostro de mujer” que revestían muchos de los combatientes del lado soviético tal y como lo recuerdan ahora los hagiógrafos (a sueldo) del País? ¿O a la medida más bien de la (honda) frustración que producía en los del otro bando la tesitura fatal de verse obligados a hacer la guerra a mujeres y niños, en pura lógica soviética -y marxista- en vigor en España en el 36, de los escudos/humanos (en Badajoz, en Madrid y Barcelona y en todas partes)? En uno de los dos bandos además –el alemán- que tenían otro concepto de la guerra y del heroísmo y del honor militar (y de tantas otras cosas)
¿Una lección magistral inmarcesible de estrategia militar –la que impusieron los vencedores, en la defensa de la ciudad durante el cerco como en el lanzamiento de la contraofensiva final (la operación Uranus)- o un ejemplo o ilustración inmarcesible mas bien de lo imprevisible y aleatorio del arte de la guerra a merced de los astros o de la diosa Fortuna, o de Clío, la Diosa de la Historia? La misma que invocaba (en vano) y con una frecuencia in crescendo, sobre todo tras la noticia de la muerte del presidente Roosevelt, el doctor Goebbels en las páginas de su diario con la mente firmemente puesta en el recuerdo del desenlace de la Guerra de los Siete Años (1756-1763)–la madre de las dos últimas guerra mundiales- y de su espectacular cambio de alianzas –como un golpe teatral de último minuto- que salvó a la Prusia de Federico de la derrota –paradigma supremo del nacionalismo alemán y del nacionalsocialismo-, esta vez no obstante Clío les dijo que no, hasta el final (…) .../...
Escena del film, Iván el Terrible de S.M. Eisenstein, autor preferido del régimen soviético y niño mimado (conforme algunos) de Stalin, puesto en pantalla en la Segunda Guerra mundial tras el desencadenamiento de la operación Barbarroja. Lo vi en Bruselas en una sala semi-privada –y oficial y autorizada la vez- y en un ambiente de devoción (lëase) de fanatismo ideológico de la mayor parte de los asistentes (en el que creo haber sido yo sólo el que desentonaba) Fue, en los designios del stalinismo y en la realidad de los hechos, un arma poderosa –a base de exaltación del sentimiento patriótico y religioso del nacionalismo ruso, pan-eslavo y anti-germano-, de guerra de propaganda, y parábola (oriental, greco/bizantina) a la vez, de lo que estaba sucediendo a Rusia en aquellos momentos dentro de sus propias fronteras, y particularmente en torno a Stalingrado
Botón de muestra, esa metamorfosis patriótico/religiosa del régimen soviético bajo Stalin durante la Segunda Guerra Mundial –factor decisivo (nota bene) de su victoria entonces-, de algo comparable a lo que sucedió en Francia con su clase obrera -principal componente (nota bene) de la Colaboración bajo la ocupación alemana. Y era que Stalin –como la izquierda francesa- escarmentó (en cabeza ajena) con la guerra civil española, y con la derrota de los rojos, sus protegidos (y sus aliados) que habían herido (sic) “los sentimientos religiosos y patrióticos de los españoles”, como declaró durante los procesos de Moscu, que se cobraron (nota bene) de victimas a todos o casi todos los comisarios soviéticos en España en el 36, en zona roja
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.../...De la Historia como (puro) azar o como ucronía. De lo que hubiera sido, por ejemplo, si los alemanes en su empuje inicial hubieran llegado (cuestión de cálculo o de puro azar apenas) un poco mas lejos –sólo unos metros-, a la ciudad sitiada, hasta las orillas mismas del Volga-, o si el general Paulus (y no Von Paulus) –un mediocre y al mismo tiempo, un puro producto del régimen, y de la circunstancia aquella (…)- hubiera accedido a la invitación de general Von Manstein, en espera con su unidad de carros blindados a la entrada de a ciudad y en cabeza de la piasta, de ruptura unilateral del cerco? Que a fin de cuentas, como dice en sus memorias Leon Degrelle -testigo “in visu” no lejos de allí-, la derrota de una batalla no se traduce obligatoriamente en la derrota final o en la pérdida de una guerra como así no enseña desde entonces la (más correcta) historiografía.
“Quemado por el Sol” –en su versión francesa, “Soleil trompeur”- es uno de los filmes más importantes que he visto en mi vida (después quizás de "Iván el Terrible"), aquí en Bruselas, en el mismo lugar (¿puro azar?) que el de S.M. Eisenstein. Y fue porque me movió a reflexión, y también a revisión (sic) de la visión histórica e ideológica que guardaba yo –en partw heredada- del comunismo soviético. Un miembro de la primera hora de la vieja guardia bolchevique (y héroe, del bando de los vencedores, de la guerra civil) , víctima del ajuste de cuentas –personal a la vez que ideológico (con mujeres, antiguas novias, por medio) (...) - de un antiguo paisano y conocido, pro-zarista y antibolchevique de más joven, en los tiempos de la guerra civil y que acaba adhiriéndose al régimen y convertido en agente de la policía secreta bajo Stalin. Ese fenómeno –de catarsis (ideológica, política o patriótica) ¿cómo llamarlo de otra forma?-, léase de la adhesión masiva (o casi) de los vencidos de la guerra civil rusa a Stalin durante la Segunda Guerra Mundial, -cocomitante nota bene con la (profunda y auténtica y no meramente superficial o puramente estratégica) metamorfois religioso/patriótica del régimen soviético- no tiene precedentes (conocidos) en los demás capítulos nacionales de la historia de los movimientos “totalitarios –nazi fascismo o comunismo- del siglo XX, y se merece a no dudar una reflexión como la que brinda ese film brillante. Lo que en España nos parece impensable –y lo es sin duda alguna-, en el caso (pura ucronía) que los rojo/republicanos hubieran ganado la guerra civil: entre nosotros nada de catarsis –y de reconciliación (auténtica), concomitante, mucho menos-, la guerra (de los Ochenta Años) en su lugar, que dura todavía
No es óbice que Stalingrado -como Waterloo el siglo anterior –como la batalla del Ebro, en España (1938)-, presidiría la marcha del mundo -o de Europa, o de España- durante todo un siglo. ¡Tendrá que seguir siendo así “mutatis mutandis” todo un nuevo siglo o un milenio? A nosotros contemporáneos de decidir si tiene que seguir siendo dato esencial de la actualidad o capitulo a relegar y a olvidar en las estanterías y en los anales de historia (y en la literatura)
Ceremonia de homenaje (ayer domingo) –con aires marciales(“fachas” o “facho’s”) (para un gusto o criterio español al menos)y bajo el signo (y la bandera) de la Rusia de los zares –antibolchevique-, de homenaje en el aniversario de la batalla de Stalingrado. “Memoria procellosa”, rezan los clásicos: se diría que el presente (en Siria, en Ucrania) se empeña (obstinadamente) en llenar o en esfumar –como por arte de magia- el alejamiento fatal que sigue inspirándonos a los españoles el pasado de la Rusia de Putin, heredera (en tantos conceptos) de la de Stalin. Signo de los tiempos y gran señal de nuestra época. A escrutar de urgencia los tiempos qu corren
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