jueves, enero 07, 2021

ASALTO AL CAPITOLIO

 


Asalto al Capitolio. Un miembro de los Proud Boys –en la foto- movimiento patriota (`paramilitar, que me diga armado en nombre de la Constitución y de  sus enmiendas)- que viene jugando el juego de Donald Trump al borde de la deslegitimación democrática, y en nombre del slogan Make America great again, de los pacifistas USA de antes de Pearl Harbour. El de la grandeza de América)  

Mientras escribo estas apresuradas líneas, las noticias a cuenta gotas de los medios en Europa no acaban de aclararse ni de aclararnos a nosotros, pero dos cosas quedan ya claras de todas formas: la sesión de investidura del Presidente electo Joe Biden –el Tapado de los Big Media- tuvo que ser interrumpida y Mike Pence, vicepresidente de Donald Trump y hombre clave en la ceremonia, puesto a toda prisa bajo custodia, tras su negativa (desleal o traidora) a acceder a los ruegos del presidente (aún en funciones) Donald Trump. La segunda, triste y consternante, noticia (de última hora, mientras escribo estas líneas) es la muerte en el tiroteo que siguió a la toma del Capitolio de una mujer, partidaria de Donald Trump, como por casualidad (y militar de la Fuerza Aérea, e impresionante hoja de servicios en frentes de guerra para más señas) . Joe Biden (lo menos que se puede decir) habrá cumplido al pie de la letra el guión marcado –por los Big Media- y respondido a rajatabla a la leyenda que le sigue y persigue y acosa a sol y a sombra, la del pato cojo –más patoso aún que el pato Donald-, de torpe y gafe y cenizo, de los que se dan tiros –o golpes- en el pie (derecho) cuando no le quedaba más que recoger –de su dentrífica sonrisa- los laureles de su (amañada) victoria (…) Justicia poética o –lo mismo me da que me da lo mismo- ordalía o juicio teológico en contra de un vicepresidente de Barak Obama, católico e irlandés –más católico pues, como  los polacos, los vascos y los catalanes que todos los demás católicos después de la Segunda Guerra Mundial, en el 45-, y un católico irlandés no exactamente como los otros (de su cuerda, o de su etnia), sino un elector –como lo fue el amigo de Lutero, Federico el Sabio de Sajonia-, pero no del Imperio como aquél sino del papa de Roma, como lo prueba e ilustra para la posteridad la foto que le sorprendió regañando en medio de la audiencia pontificia al papa alemán Benedicto XV, que dimitió justo después de la instantánea aquella, a las pocas horas, con lo que las cosas por si no lo estaban, quedaban aún mas claras ante los ojos de la opinión publica mundial y a escala del planeta, y es de quien tiene o tenía (hasta hoy) el poder de las llaves, de atar y desatar –al menos en la tierra- y de remover Roma con Santiago o Santiago más bien con Roma, y no precisamente aquel pobre papa alemán con un pasado nazi –en las juventudes no hitlerianas, sino de autodefensa (sic) contra los bombardeos, ¡por amor de Dios!- para mas INRI (de escarnio y de vergüenza) No, no me entra el presidente/electo, por muy católico –como no me entró tampoco (del todo) JFK, católico irlandés también- que sea, y lo digo a las claras por si aún no estuviese clara la cosa. Dice –que me diga, escribe-  el francés mal/pensante, Alain Soral –de su agudeza proverbial (francesa)-, lo que a fe mía siempre pensé y nunca leí en lengua española: que el Concilio Vaticano Segundo fue la convalidación teológica (sic) de la nueva correlación de fuerzas resultante del desenlace de la Segunda Guerra Mundial, y a la vez -“pari passu”- de la derrota de la Iglesia, derrota política o si se prefiere de política religiosa (…) “Palabra de Dios, te alabamos señor” Y lo de esa nueva correlación de fuerzas lo demuestra o ilustra la caída –en picado- del papa (emérito) alemán –léase cripto/nazi-, si necesidad hubiera (…) O si se prefiere, la dimisión del papa (alemán) de Roma, que no dimite (o que no dimitía)  por una cuestión de principio o de propia definición desde que lo hizo el ultimo dimisionario pontificio, el papa Celestino V (en la Baja Edad Media) Y qué va a pasar ahora, cuál va ser el final feliz o infeliz de ese culebrón de las elecciones USA. Yo, como diría Umbral no entiendo (mucho) de esas cosas, pero sí que tengo claro que Donald Trump –el perdedor/nato para los Big Media- tiene ya ganada una buena parte de su apuesta o de su batalla (de Odisea) Y es la de la opinión publica y la del electorado, el suyo quiero decir, que le cree –y obedece (y a las pruebas me remito)- a pie juntillas cuando denuncia una y otra vez el fraude a gran escala del que habrá sido victima (….) Democracia tramposa, y no la de una democracia cualquiera “a la española” (como la del 36) o de una republica bananera, sino la del país cuna de la democracia y hoy por hoy la mayor potencia del planeta: “la  noticia más terrible y más extraordinaria –como dijo Federico Nietzsche de la Muerte de Dios- de nuestra época”. Y es la deslegitimación (sic) de un sistema y a la vez la muerte –como la de Dios- o la agonía de una fe religiosa o pseudo religiosa, en la democracia universal como escribió el abbé –o “el padre”- francés Georges de Nantes, de recordada memoria (…) Que es –que nadie se engañe- a lo que estamos asistiendo ahora. Democracia indirecta -censataria, de "pesos y  contrapesos" (checks and balances)- y no del sufragio universal como la de la Revolución francesa me replicarán aquí ahora algunos: no importa, fue el modelo o la matriz histórica original que inspiró la corriente de las Luces (Lumières) –y de los Derechos del Hombre- en América y en Europa. Y eso es lo que venimos contemplando –absortos- con las escenas de la toma de asalto del Capitolio por un puñado de patriotas, demócratas de nacimiento todos o casi todos ellos, pero con un lema o slogan como única bandera o estandarte (junto a las barras y estrellas) –make America great again-,  el de la grandeza de América, entre (y sobre) todas las demás naciones de la tierra. Por encima de la democracia tramposa. Delenda est democratia!, asi es como gloso yo estas líneas (parafraseando al español José Ortega)

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