lunes, septiembre 17, 2018

MEMORIA HISTÓRICA Y GUERRA DE ARGELIA

Film galardonado en Cannes, sobre el “enemigo publico número uno” francés. Y una de sus escenas cumbres –y del mas alto voltaje, de la “batalla de Argel”- lo es cuando Mesrine, en uniforme de la policía militar francesa y con el bofe en la nuca de la voz de mando del superior jerárquico –en uniforme- instándole a gritos a obedecer (a sus espaldas), acaba vaciando el cargador sobre el sospechoso de lazos con el terrorismo. En el inicio de su trayectoria delincuente, asocial y criminal, que pagaría con la vida (…) Telón de fondo ambiental (y propagandístico) de las acusaciones demagógicas –y faltas de `pruebas- en el llamado caso Audin -y en nombre (ay dolor!) de la Memoria histórica- de Emmanuel Macron contra su propio país y contra el ejercito francés. A ojos cerrados pues, en defensa del ejército del país vecino y de la memoria de la Argelia francesa. Aunque me quede solo (otra vez) Con Jean Marie Le Pen
La hora del destino, de cruzar el Rubicón mas profundo y azaroso que el río del Tiempo, del que este no es mas que uno de los afluentes. Y habrá sonado, para mi, al menos con el escándalo montado en la prensa francesa y en menor medida y alcance en la española por las declaraciones iconoclastas y escandalosas de Emmanuel Macron por cuenta de la guerra de Argelia, y de uno de sus episodios (sangrientos) aún no del todo aclarados que el presidente de la república francesa se cree ahora en el deber de aclarar y de sentenciar por las buenas ( e in aeternum) En desdoro y en el más negro de los oprobios de su propio país, y del ejercito francés puesto ignominiosamente en la picota (de la infamia y del descrédito) por su supremo mandatario (….)


Jacques Verges, “el abogado del diablo”. Gran campeón de la causa de la independencia de Argelia y propagandista del FLN (yendo hasta a tomar por esposa a uno de sus miembros) No fue sólo eso, sino un orador brillante (doy fe de ello) y escritor (y abogado) brillante también –del que me he leído prácticamente todos sus libros. Le conocí personalmente (llegando hasta estrecharle la mano) en una conferencia –sin casi previo anuncio, el anfiteatro lleno a rebosar de un público hostil, acusado él de revisionista y antisemita-, en la universidad libre de Bruselas (octubre del 87), y me puso de su parte, como a gran parte de la audiencia. Su muerte (15 agosto 2013), de un ataque cardiaco no se merece menos aquí una moraleja y es que se dio pocos meses después de la ejecución brutal y salvaje (en retransmisión directa a las cuatro esquinas del planeta) -que denuncié en la Red sin tapujos ni reservas- del coronel Gadafi, su amigo y compañero (indefectible) de lucha antioccidental y anticolonialista, y antifrancesa y antieuropea. El miedo había cambiado de bando y los vientos que corrían eran muy otros de los que le habían aupado a él y a sus amigos, en el planeta tierra. Y el viento se llevò el buenismo sobre la guerra de Argelia también. Lo que sin duda se le llevó a la tumba, con èl

11 de Julio de 1957, fecha de la detención –o del "rapto" o "secuestro"- por unidades paracaidistas -habilitados nota bene con facultades  y atribuciones y poderes de policía por el gobierno socialista de Guy Mollet- de Maurice Audin, el (joven) profesor de Matemáticas de la universidad de Argel por el que viene el escándalo ahora (miembro y militante activo entonces del Partido comunista francés) En plena batalla de Argel (como se la conocería después), tras la proclamación de la ley marcial. Unos días después, el 11 de julio, tendría lugar, en una ofensiva de la mayor envergadura de atentados del FLN, el del casino de la Corniche en la capital Argel, con un saldo de ocho muertos y 92 heridos, en una atmósfera que les recordará a los españoles alguna de las (llamadas) semanas negras de la ETA. Helie de Saint-Marc, comandante en jefe (ad interim) del Primer Regimiento Extranjero de Paracaidistas de la Legión (REP) –con el que tomó parte en el putsch de los generales (abril 1961)- declaró una vez –sobre la batalla de Argel (1957) y los métodos utilizados entonces por ejército francés- que “Francia había respondido con el paroxismo de la represión al paroxismo del terror”. Fue por aquel entonces cuando se produjo el giro de ciento ochenta grados del escritor y filósofo francés –de raíces hispanas- Albert Camus “pied-noir”, nacido en Argelia, en relación con el conflicto que estragaba su país nativo. Y fue en nombre de su madre viuda, incapacitada –afecta de sordera- que utilizaba a diario los transportes públicos de la capital argelina, blanco predilecto de la salvaje agresión terrorista. Lo que no le perdonaría hasta hoy la inteligencia del pensamiento único, Jean Paul Sartre a la cabeza, su “alter ego” de la filosofía existencialista de moda aquellos días, juntos e inseparables en las clases del bachillerato de entonces, y hasta entonces como ya digo. Ni él ni los argelinos del lado musulmán como le fue dado comprobar de boca de uno de ellos durante sus primeros tiempos de estancia en Bélgica al autor de estas líneas. “A Camus le faltó la generosidad debida”, reza la vulgata (sibilina, insidiosa e hipócrita) en esos medios en contra suya.

La guerra de Argelia (me curo en salud de inmediato), fue de una crueldad sin precedentes -ni la de la Segunda Guerra Mundial siquiera-, la que le daba su doble o triple componente, de guerra civil (franco argelina), de guerra colonial y de choque de culturas –del Islam y la civilización europea-, algo de lo que no se hacía eco la prensa europea, y más en particular ni en España, en la que yo leía –ávido y voraz, a mi edad, precoz, de diez años- sin duda por razón de fuerza mayor, de imposibilidad moral de no poder ser de otra forma: y de ello me llegaron en cambio ecos, mucho despoués, de la boca de un español emigrante –de origen judío (o eso decía él)- con el que me crucé durante mi errar por encima de los Pirineos, en Suiza (Lausanne) tras mi salida –en noviembre del 85- de la cárcel portuguesa. Quien me comentó en una ocasión que un capellán a cargo por aquel entonces de emigrantes (españoles en su mayoría, los más expuestos por razones obvias a morder el anzuelo aquel) , les disuadía de alistarse en los banderines de enganche –del ejército francés, frutos cabe suponer de la cooperación franco/suiza)- abiertos allí a tal fin. Y era a base de advertirles y ponerles en guardia de los horrores de las escenas de guerra que a él le llegaban de Argelia, y que contaba a él, que me lo contaba a mí a su vez.

Y otro aire de lo cruento –y cruel- de la guerra de Argelia lo da el film (premiado en Cannes) “Mesrine” sobre el célebre gangster, enemigo público número uno en la Francia de entonces, que dio así inicio a su carrera, perdón a su trayectoria, asocial y de gran criminalidad y delincuencia. Tras su paso por la policía militar francesa durante la batalla de Argel precisamente, antes nota bene que le condecorase, de la gran cruz del mérito de guerra, el general De Gaulle, de su propias manos, en una ceremonia de la mayor solemnidad en el Parque de los Príncipes, y antes también de su exilio en el Levante español –casado on un española que le dio varios hijos- y de su paso por la OAS (…)

En España no lo tuvieron muy claro ni las izquierdas ni las derechas. Ni el régimen de entonces –franquismo años cincuenta- ni las izquierdas a los que tantos lazos (de sangre incluso) unían con los “pied-noirs” de Oran y del barrio europeo de Bab-el-Oued. De Oran “la roja” (sic) habla –ante mi gran asombro- Dominique Venner en sus textos sobre la guerra de Argelia. Y no fallaba en su diagnóstico: Jean Claude Pérez, médico de Bab-el-Oued y uno de los grandes jefes de la OAS era (como lo supe yo hace poco) de un familia de rojos republicanos españoles –de cuando la guerra civil del 36-, igual que la inmensa mayoría en aquella antigua posesión española, y al que el destino le puso paradójicamente en la tesitura de tener que pedir asilo político a Franco al final de la guerra, aunque acabaría su periplo de exilio y expatriación en Venezuela en medio del estruendo, por su presencia en España, de la prensa extranjera.

Franco no se decidió a apostar ni por los unos ni por los otros, en una ilustración flagrante de las indefiniciones de su régimen en política extranjera y sobre todo, más grave aún, en el área mediterránea. Debatiéndose indeciso, entre sus deberes imprescriptibles de solidaridad en razón de lazos históricos y culturales con los partidarios de la causa de Argelia francesa por un lado, y por el otro, su apuesta –un tanto oportunista y demagógica- por Nasser campeón del socialismo pan árabe y uno de los grandes padrinos –además de protector- del rifeño Abd-el-Krim y de la insurrección argelina (antifrancesa)
General Raoul Salan, el militar mas condecorado del ejercito francés, además de jefe de la OAS. Era de extracción socialista lo que le valió en parte su carrera de ascensos en la IV República. En una obra sobre la guerra de Argelia leí una vez que de cara a las campañas de guerra subversiva y de terrorismo que practicaba el FLN se hizo asesorar por su estado mayor sobre los métodos empleados por la Inquisición española (….) La guerra de Argelia o el desafío de una memoria común, hispana y francesa
Ni a favor pues de De Galle cuando el putsch de Mayo del 58 que le catapultó otra vez al poder, ni se decidió tampoco cuando el putsch de los generales –Challe, Zeller, Salan y Jouhaud (abril de 1960, como si fuera ayer) (…)- oponiéndose abiertamente en aquellas horas críticas a Muñoz Grandes (y con todas las de ganar, otra vez, sin duda por estar mejor informado que aquel) Y ello a pesar de que Salan disfrutó de refugio en España -en Madrid, hotel Plaza en el edificio España, para más señas (....)-, tras formarse la OAS, y con él, algunos de sus más estrechos colaboradores, entre ellos –lo que personalmente me consta-, Philippe Castille, uno de los activistas más emblemáticos de las crónicas de mayor actualidad de la guerra de Argelia (por el célebre “atentado del bazooka”, que él cometió, dirigido contra Salan y en el que murió en su lugar uno de sus ayudantes que se hacía pasar por él) (…).

De reconciliación con el Islam /sic) hablan algunos en Francia ahora, esa es su apuesta. Haciendo asi (crasa) omisión de ocho siglos de Reconquista (española) Por no hablar de los capítulos franceses (tan cruciales) de las Cruzadas. Lo que explica tal vez que en este asunto –peliagudo y escabroso por lo sangriento, estamos de acuerdo- que recuerda ahora el presidente Macron, hayan dejado en la soledad más patética –tal y como yo me apercibo ahora- a Jean Marie Le Pen, veterano de guerra –paracaidista- en Argelia y que no habla pues, como otros, de oídas en el tema (…) Y en ese bucear memoria adentro nos sentimos más cerca –¡mucho más!- de la memoria histórica francesa y de los que la defienden ahora como predicando en el desierto. Y qué mejor ocasión histórica de reconciliación hispano-francesa, que no podemos dejar pasar, mi palabra, a toda costa.

ADDENDA Reflexionando de urgencia y en caliente al hilo de lo escrito en estas líneas, llego a una conclusión que me parece brillar por su ausencia en los comentarios y análisis de la prensa “mainstream” sobre el tema, tanto francesa como española: y es que me parece claro que el infortunado (joven) profesor de Matemáticas por quien viene el escándalo ahora por cuenta de la guerra de Argelia, no fue victima, como lo están ladrando los propagandistas y corifeos –en los medios- del pensamiento único o políticamente correcto, del ejército francés –habilitado con poderes de policía por el gobierno (legal) socialista de la época-, ni siquiera de “las consignas de firmeza emanantes de un gobierno socialista” como declara ahora (cargado de razones) Jean-Marie Le Pen-, sino de su propio bando, quiero decir, de las indefiniciones y vacilaciones y titubeos del comunismo internacional y de sus ramificaciones de los partidos comunistas argelino y francés, en relación con la insurrección antifrancesa en Argelia, lo que ilustran los cambios de orientación o giros de ciento ochenta grados en relación con la Unión Soviética y los Estados Unidos del régimen de Nasser, antes y después de la crisis -y ruptura de hostilidades- del Canal de Suez (26 de julio de 1956), justo antes pues de la detencion de Marice Audin (11 de junio) y de la batalla de Argel (verano del 56) Y en ese contexto está claro que Maurice Audin, militante comunista, fue, en parte, victima del estado de indefensión en el que, por las razones antedichas, le pusieron los suyos y en parte también por su propia conducta de encubrimiento del terrorismo, lo que esta suficientemente probado, como lo ha recordado Marine Le Pen ante el escándalo de la bien/pensancia en los medios de su país. Como decían en España, en el País Vasco, en tiempos de triste recordación, “èl sabría por qué”

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