jueves, agosto 28, 2008
LITERATURA Y GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (6): "La paz empieza nunca", de Emilio Romero (Gallito)
La lectura de « la Paz empieza nunca » (1) se habrá asemejado un poco para mí al cruce del Nilo de los antiguos egipcios, por las trazas de un itinerario de regreso a los orígenes (y a la propia infancia de uno) La célebre novela –hoy más o menos olvidada- de Emilio Romero, antiguo director de Pueblo durante muchos años fue publicada en 1956 y sus episodios discurren durante los años de la república, de la guerra civil y de la guerra mundial tambien, en el frente del Este ; y el último de ellos, con el telon de fondo de la lucha contra el maquis (comunista), tiene un cuadro cronológico más preciso aún, « muy importante » para el protagonista (op. cit. p. 362): el del año de 1949, que recibe festejándolo (el autor) en un ambiente de fiestas generalizado, que era, si hay que creer al autor, el que se respiraba en todo Madrid aquella ya lejana Nochevieja. El año del golpe de gracia al maquis que decidiria el futuro de Espana en las décadas a seguir. Y el año que yo nací.
Emilio Romero, su diario Pueblo, sus « gallitos » de la tercera página del periódico, formarían parte del mobiliario de mi adolescencia, para qué lo tendría que ocultar. Como el de tantísimos españoles de mi generacion, que veian en él, en su diario, una especie de contrapunto a otro tipo de prensa de la mús influyente que representaba sobre todo el diario (monarquico) ABC, el único de aquel entonces que sobreviviria… « Pueblo », periódico de los sindicatos, portavoz y exponente del sindicalismo vertical del Regimen surgido de la Victoria, se vino abajo con la Transición como tantas otras cosas, y en particular, en virtud de uno de los pactos no escritos que se cerraron entonces que decidiria el desmantelamiento de todo el entramado sindical tan laboriosamente edificado durante décadas y con el que quedarían enterrados tanto esfuerzo y abnegacion, tanto sudor, tantas purísimas intenciones y tanto aliento y preocupación social, se diga hoy lo que se diga.
Emilio Romero pasaría a la historia oficial -cribada al tamiz de lo politicamente correcto por supuesto- como un politico superinfluyente del regimen de Franco que supo como nadie trepar (y medrar) aupándose en los sindicatos verticales y aprovechándose (un eufemismo a penas…) del dinero y del salario de los obreros españoles. Su faceta literaria –entre paréntesis- de novelista de genio (y de éxito) quedaria seemi/enterrada y practicamente olvidada por la evocación unilateral de su quehacer periodistico de entonces, prolifico e inagotable cierto, que no viene hoy no obstante más que a ennegrecer o agravar -en la mente de muchos- la imagen (en negro) que habré esbozado más arriba. Un ejemplo entre mil lo ofrece la reseña biográfica que se le reserva en Internet (Wikipedia) en donde se le describe, al final del texto sobre todo, como un peridoista sin escrúpulos (excesivos) –amante del lujo, de buenos mercedes…-que utilizaba su pluma a su estricta y exclusiva conveniencia.
Y confieso que fue la imagen que arrastraría yo mismo (casi) desde entonces. De un « gallito » -« del corral del poder » en la formula que solía utilizar un viejo amigo y camarada de entonces, que lo odiaba y admiraba a la vez yo diria…- que cantaba o guardaba silencio según se lo dictaban de arriba. « Los muertos que vos matáis gozan de buena salud », escribió el autor romántico y hoy echando la vista atrás me da que perdimos tiempo y energias a espuertas -muchos que como yo pensaban y sentían- con molinos de viento inofensivos que al final, cuando se echa la vista atrás, resultarian incluso espantajos o espantapajaros si se quiere, de lo más útiles y saludables para aquel entonces; embistiendo sin piedad como lo hicimos contra lo que nos parecía la fachada corrupta o comprometida del regimen sin darnos cuenta que estábamos tirando piedras contra nuestro propio tejado : un sindicalismo vertical –de impronta innegablemente joseantoniana- más valioso por muchos conceptos que las joyas de la corona britanica, que al derrumbarse dejó un gran vacío hasta hoy (se diga lo que se diga) Y desde luego mil veces preferible a lo que le sustituiría. Y un sentimiento (abrumador) de orfandad irremediable –lo confieso- nos habrá ido embargando poco a poco, a algunos más que otros, en el desierto social -y profesional y laboral- que la vida nos habrá deparado a algunos (entre los que me incluyo) las dos últimas decadas….
La lectura de « la Paz empieza nunca » me habrá enseñado cosas que yo ignoraba de una pasado no tan lejano que yo mismo no alcancé a vivir pero que decidiria como la diosa de la fatalidad antigua el destino de los que nacimos precisamente por aquel entonces. Y me habrá revelado tambien secretos o facetas ingnoradas de su autor/protagnista. Porque Emilio Romero se luce en su relato –como quien remata sin falla una faena taurina- por muchas cosas y aciertos pero tal vez más que ningún otro por una sensibilidad genuina de los problemas sociales, y un conocimiento ( pasmoso) de la realidad nacional o de la vida cotidiana de las clases y estamentos sociales más humildes de la sociedad española de entonces que yo personalmente, cegado y confundido sin duda por el problema de imagen –de difamación y de insidias que me diga- que el director de Pueblo arrastraría (hasta hoy), ni sospechaba en él siquiera. Porque ademas « la Paz empieza nunca « (premio Planeta 1956) es una gran novela, sin lugar a dudas. Y es, para comenzar, –y con ello que conste que no quiero dejarme arrastrar en la vorágine lo más mínimo de una polémica interminable entre críticos y literatos- una auténtica novela….
Novela historica, « La paz empieza nunca »…y a la vez novela/novela….Con personajes e intrigas creíbles, y mal o bien (segun los gustos), acabadas (y construidas) que tienen al lector en un vilo en las cien últimas paginas sobre todo, hasta su última línea. Sus descripciones de ambientes de lo más pintorescas y a la vez de lo más realistas (o verosímiles, como se quiera) del pueblo manchego –el Viso del Marqués- de donde procede el protagonista -en una zona colindante con el paso de Despeñaperros, tan andaluza ya (casi) como manchega-, de las costumbres de sus habitantes (entonces), de su mentalidad, de su forma de hablar, de su manera de ser, no desmerece de los relatos más celebrados y consagrados del mejor costumbrismo de nuestra ltieratura ni de las novelas más celebres tampoco de la corriente realista en las literaturas extranjeras (por ejemplo en lengua francesa) Y lo mismo cabe decir, tal y como se refleja en el relato, de la vida en el Madrid de la II República, en algunos de sus barrios más característicos –el Centro, Chamberi, la calle de San Bernardo- fijos para siempre y como milagrosamente intactos en la retina y en la mente del autor, pero que el viento de la guerra (civil) se llevaría inexorablemente como tantas cosas de aquel Madrid antiguo (y efímero y caduco ….) del que no quedaría al final de la guerra civil mas que un montón de ruinas…
Novela autobiografica a la vez, de su autor, Emilio Romero, por lo potente de las confesiones (literarias) que surcan el relato y tambien por el valor testimoniúl que la narración cobra tan a menudo a lo largo de sus páginas : de la guerra civil, de sus primeros momentos en Madrid, y de lo mismo que de la vida en la retaguardia –del tratamiento que se verían reservado los fachas (y sus famillias) en zona roja- y de escenas del frente de lo mas verídicas, en el Alto del Leon por ejemplo, aquel espectáculo (dantesco) de las águilas y de los milanos cebándose con los cadaveres desparramados entre los peñascos en las alturas…O del cuerpo a cuerpo –entre españoles- que sembraria el Alto de cadaveres (« la plazoleta trágica » la llama) : la guerra civil, algunos de sus trances más decisivos, de sus principales batallas, sirven a Emilio Romero de marco o paisaje incomparable de su relato novelesco, donde dar rienda suelta además de una prosa rica y exhuberante -en la descripcion de paisajes, en el hábil diseño de grandes retablos históricos, de lo más grandiosos-, a un lenguaje coloquial de lo más suelto y de lo más castizo (de su tierra...), y a un nivel tambien de erudicion y sabiduria propiamente prodigiosos y de un conocimiento a la vez de nuestra historia más o menos reciente con pocos parangones en las letras de su tiempo, ni siquiera entre los autores más en voga de las ultimas décadas.
La descripcion del célebre bar « Cantabrico » de Valladolid, un lugar de lo más emblematico y más caro a una iconografia de signo falangista –teatro frecuente « nota bene » de los episodios de las novelas guerracivilistas de Francisco Umbral- y de la escena que el autor/protagonista pretende haber visto, de testimonio visual, directo e inmediato, no tienen desperdicio desde luego….Y es que la imagen que Emilio Romero acierta a plasmar de tan célebre local, de campamento o tienda volante y de hospital de los milagros a la vez, me da que tiene tributarios de lo más directos en la literatura sobre la guerra civil en lengua española…y no doy (más) nombres : como en la escena aquella del capitán legionario y su ayudante que se pudren esperando a que los atiendan mientras que el perrito de la vieja señora que se acaba sentando al lado tiene más suerte que ellos, ante lo cual el asistente saca raudo el machete, y ante el desmayo de su dueña deguella al caniche sobre la marcha al tiempo que le pide a voces al camarero que se lo sirva de prisa y corriendo a su capitán « a la parrilla »,…sin que el publico circundante de muestras de darle más importancia a la cosa. A la rueda rueda (en la guerra como en la guerra)
Pero lo más logrado y de mayor impacto a la vez del relato lo es sin duda su última parte –unas cien páginas- con el telon de fondo de la lucha contra el maquis : botón de muestra de una narrativa extraordinaria calidad y la vez fuente histórica y documental del más alto valor, irrreversiblemente anclada (y plantada) en la memoria colectiva. « Pasada nuestra guerra el toro estaba en la plaza y había que lidiarlo » escribe Emilio Romero (op.cit. p. 362)….Y se diria que para bien ilustrar y probar lo que el veterano escritor y periodista queria decir con una frase tan criptica y enigmatica, no deja de explicar y en desarrollar a lo largo de esas páginas la vision que era la suya propia, de una forma panorámica y hasta en los más nimios detalles incluso, de la situacián tan patetica y de indefension casi total que el desenlace de la segunda guerra mundial habia deparado al Regimen surgido de la Victoria (del 39) Lo que deberia acabar contribuyendo decisivamente –más allá de prejuicios y de fobias ideológica de lo más tenaces- al avance de los estudios de psicología colectiva y de historia de las mentalidades de aquel periodo de nuestra historia española que fue el de la (immediata) posguerra europea.
Con el suelo patrio a un tris de la invasion extrajera –la VI Flota americana se desplegaba ya en aguas del puerto de Valencia...- y los vencidos de la vispera afilando ya hoces y cuchillos por doquier –figuradamente al menos- Emilio Romero da muestras de sagacidad y de vision histórica insuperables cuando define a la lucha contra el maquis como un coletazo (el último) de la guerra civil espanola (op. cit. p. 399 )…¿Veridico, autobiografico o folletin novelesco a penas todo lo que cuenta, de tan truculento, tan cruento y a la vez de tanto suspense sobre el tema ? No seré yo quien deja aquí sentada una cuestion tan melindrosa…Porque es cierto que el pasado (remoto) de Emilio Romero, su trayectoria e itinerario en relacion con la guerra civil, fueron en su momento pasto de rumores (y tambien sin duda de calumnias) y en cualquier caso de alguna que otra acusación –en forma de cartas abiertas en la prensa- que a mi me constan…La figura (o « topoi ») del agente doble –o del espia o agente secreto- tiene por otro lado credenciales sin tacha en unaa narrativa del tipo historico contemporánea. Sobre las dos guerras mundiales y en lengua francesa, por ejemplo.
Como quiera que sea, el relato, en el tramo final de la novela, sobre la infiltracion y el desmantelamiento final de todo el maquis asturiano (en 1949…) en una audaz emboscada -coordinada con la Guardia Civil- bajo el disfraz de entrega de armamento a los guerrilleros, que caen al final todos en el cepo, no desmerece en modo alguno de lo mejor y más reciente de la literatura extranjera en la materia y se diria que preanuncia con cuarenta o cincuenta años de adelanto la inflación –de interés, de influencia, y de cotizacion artistica y profesional tambien- que conoce ese universo (hermetico) de los servicios secretos empeñados en misiones especiales –como la muy reciente liberacion de Ingrid Betancourt- en el mundo de nuestros dias. Y como quiera que sea del valor autobiografico o simplemente de novela/ficcion del relato de Emilio Romero, sí habra tenido el acierto de resaltar y poner de relieve el valor sin igual de destinos individuales, muchas veces aislados y actuando por su cuenta y riesgo, que se decidieron en un momento dado –en aquellos años tan plagados de amenazas y tan inciertos- a ponerle el cascabel al gato muchas veces, o por emplear el símil taurino que Emilio Romero utiliza en su novela, a coger el toro por los cuernos de una guerra civil en ascuas, como lo serian aquellos años de la posguerra (a seguir al 45), de maquis (comunista) Y entre aquellos -a gran señor, gran honor- se encontró mi difunto padre.
Emilio Romero, el protagonista de su novela que me diga, no deja de mostrarse y de definirse a lo largo de las paginas, en unos diálogos y en unos análisis y discursos o borradores de discurso teñidos de ideología, como un falangista auténtico fiel a la memoria de Jose Antonio y si se quita la ganga (no demasiada) o el polvo de coyuntura de ciertas formulaciones, jucios y comentarios que en ellos se vierten hoy ya superados y desfasados –no demasiados ya digo-, el lenguaje que se recoge en la novela es perfectamente defendible « hic et nunc », en el momento preciso de la historia europea (y española) en que nos encontramos. Emilio Romero perseguía y buscaba para España desde luego –es lo que a mí al leerle se me antoja- una salida al régimen, una Transicion (con mayusculas) en definitiva : una de las muchas que eran entonces perfectamente plausibles pero que diferian (sensiblemente) de la única que el rey Borbón al final quiso posible….
Una hipótesis que no hace mas que confirmarse si se leen sus celebres "Cartas a un principe" (de 1963) dirigidas al actual monarca y que explica con creces el ostracismo –y la mala imagen- que rodean, desde los tiempos de la transicion precisamente, su memoria en el recuerdo de una mayoria de españoles. Lo que avala con creces además la sinceridad y la credibillidad de las protestas de fidelidad ideológica que acompañaban unas propuestas de cambio politico que fueron panacea de toda una generacion de politicos –la suya propia- y que se verian arrumbadas al cuarto de los trastos viejos, al reino de las tinieblas exteriores, poblao desde la llegada de la democracia (borbónica), de los « ex- » (en politica), de los impresentables, "verbi gratia" de unos muertos/politicamente/hablando, con (muchos) menos derechos politicos hoy por hoy, por lo que se ve, de los que se ven reconocidos en la actual constitucion y de los que gozan hoy por hoy y por regla general una mayoria de españoles….
« La Paz empieza nunca » -para concluir- es además botán de muestra inmejorable de una especie de « textos abandonados » -más o menos perdidos, olvidados o enterrados-, legado (precioso) de la Falange literaria en la que algunos –y sigo sin dar (más) nombres- habrán entrado a saco en provecho propio las ultimas décadas….Un fenomeno de « fagocitaje literario » (José Carlos Mainer) que ya tengo aquí en este blog denunciado y que no tiene parangón hoy por hoy en la literatura comparada (en otras lenguas) Celine, Drieu la Rochelle, Brasillach incluso, Rebatet...por no dar ejemplos más que de literatura del siglo XX en lengua francesa, se ven hoy por hoy entronizados y perfectamente rehabilitados en el panorama de las letras en el país vecino : como lo ilustra el reciente ingreso en la Academia Francesa –y los discursos que le acompañaron- del escritor Dominique Fernandez, de ascendencia hispánica (mejicana), hijo de padre ilustre y a la vez « maldito » (en el recuerdo), a saber, Ramón Fernandez, escritor y crítico literario y cinematografico en la prensa francesa de los años treinta, reo de delito de colaboracion en el 45, y amigo (leal) hasta su muerte -en Paris, al final de la Segunda Guerra Mundial- de la España de Franco.
Emilio Romero (« Gallito ») : convidado de piedra de la almoneda clamorosa y escarnizante con que se saldó el barrenado del sindicalismo vertical tras la llegada (y consolidacion) de la monarquia borbónica, con su sequela inseparable de la tiranía sindical –de unas mafias corruptas, de izquierdas- que el pueblo español y en particular sus clases trabajadoras soportan indefensos desde entonces.
Nobleza obliga el confesar algunos que nos equivocamos...fracasamos que me diga entonces (de buena fe sin duda) buscando una alternativa (cualquiera) al sindicalismo oficial, lo que nunca se quiso posible a seguir a la muerte de Franco : ninguna otra más, en cualquier caso, que la que ofrecia el sindicalismo beligerante de la guerra civil, de la UGT y de las comisiones/obreras.
Emilio Romero (Gallito), escritor de genio, periodista y maestro de periodistas: IN MEMORIAM
(Y en desagravio tambien: ¡qué mal te conocimos, Don Emilio!)
(1): "La paz empieza nunca" de Emilio Romero. Premio Planeta 1956, 11a edicion, Planeta, 1965
Emilio Romero, su diario Pueblo, sus « gallitos » de la tercera página del periódico, formarían parte del mobiliario de mi adolescencia, para qué lo tendría que ocultar. Como el de tantísimos españoles de mi generacion, que veian en él, en su diario, una especie de contrapunto a otro tipo de prensa de la mús influyente que representaba sobre todo el diario (monarquico) ABC, el único de aquel entonces que sobreviviria… « Pueblo », periódico de los sindicatos, portavoz y exponente del sindicalismo vertical del Regimen surgido de la Victoria, se vino abajo con la Transición como tantas otras cosas, y en particular, en virtud de uno de los pactos no escritos que se cerraron entonces que decidiria el desmantelamiento de todo el entramado sindical tan laboriosamente edificado durante décadas y con el que quedarían enterrados tanto esfuerzo y abnegacion, tanto sudor, tantas purísimas intenciones y tanto aliento y preocupación social, se diga hoy lo que se diga.
Emilio Romero pasaría a la historia oficial -cribada al tamiz de lo politicamente correcto por supuesto- como un politico superinfluyente del regimen de Franco que supo como nadie trepar (y medrar) aupándose en los sindicatos verticales y aprovechándose (un eufemismo a penas…) del dinero y del salario de los obreros españoles. Su faceta literaria –entre paréntesis- de novelista de genio (y de éxito) quedaria seemi/enterrada y practicamente olvidada por la evocación unilateral de su quehacer periodistico de entonces, prolifico e inagotable cierto, que no viene hoy no obstante más que a ennegrecer o agravar -en la mente de muchos- la imagen (en negro) que habré esbozado más arriba. Un ejemplo entre mil lo ofrece la reseña biográfica que se le reserva en Internet (Wikipedia) en donde se le describe, al final del texto sobre todo, como un peridoista sin escrúpulos (excesivos) –amante del lujo, de buenos mercedes…-que utilizaba su pluma a su estricta y exclusiva conveniencia.
Y confieso que fue la imagen que arrastraría yo mismo (casi) desde entonces. De un « gallito » -« del corral del poder » en la formula que solía utilizar un viejo amigo y camarada de entonces, que lo odiaba y admiraba a la vez yo diria…- que cantaba o guardaba silencio según se lo dictaban de arriba. « Los muertos que vos matáis gozan de buena salud », escribió el autor romántico y hoy echando la vista atrás me da que perdimos tiempo y energias a espuertas -muchos que como yo pensaban y sentían- con molinos de viento inofensivos que al final, cuando se echa la vista atrás, resultarian incluso espantajos o espantapajaros si se quiere, de lo más útiles y saludables para aquel entonces; embistiendo sin piedad como lo hicimos contra lo que nos parecía la fachada corrupta o comprometida del regimen sin darnos cuenta que estábamos tirando piedras contra nuestro propio tejado : un sindicalismo vertical –de impronta innegablemente joseantoniana- más valioso por muchos conceptos que las joyas de la corona britanica, que al derrumbarse dejó un gran vacío hasta hoy (se diga lo que se diga) Y desde luego mil veces preferible a lo que le sustituiría. Y un sentimiento (abrumador) de orfandad irremediable –lo confieso- nos habrá ido embargando poco a poco, a algunos más que otros, en el desierto social -y profesional y laboral- que la vida nos habrá deparado a algunos (entre los que me incluyo) las dos últimas decadas….
La lectura de « la Paz empieza nunca » me habrá enseñado cosas que yo ignoraba de una pasado no tan lejano que yo mismo no alcancé a vivir pero que decidiria como la diosa de la fatalidad antigua el destino de los que nacimos precisamente por aquel entonces. Y me habrá revelado tambien secretos o facetas ingnoradas de su autor/protagnista. Porque Emilio Romero se luce en su relato –como quien remata sin falla una faena taurina- por muchas cosas y aciertos pero tal vez más que ningún otro por una sensibilidad genuina de los problemas sociales, y un conocimiento ( pasmoso) de la realidad nacional o de la vida cotidiana de las clases y estamentos sociales más humildes de la sociedad española de entonces que yo personalmente, cegado y confundido sin duda por el problema de imagen –de difamación y de insidias que me diga- que el director de Pueblo arrastraría (hasta hoy), ni sospechaba en él siquiera. Porque ademas « la Paz empieza nunca « (premio Planeta 1956) es una gran novela, sin lugar a dudas. Y es, para comenzar, –y con ello que conste que no quiero dejarme arrastrar en la vorágine lo más mínimo de una polémica interminable entre críticos y literatos- una auténtica novela….
Novela historica, « La paz empieza nunca »…y a la vez novela/novela….Con personajes e intrigas creíbles, y mal o bien (segun los gustos), acabadas (y construidas) que tienen al lector en un vilo en las cien últimas paginas sobre todo, hasta su última línea. Sus descripciones de ambientes de lo más pintorescas y a la vez de lo más realistas (o verosímiles, como se quiera) del pueblo manchego –el Viso del Marqués- de donde procede el protagonista -en una zona colindante con el paso de Despeñaperros, tan andaluza ya (casi) como manchega-, de las costumbres de sus habitantes (entonces), de su mentalidad, de su forma de hablar, de su manera de ser, no desmerece de los relatos más celebrados y consagrados del mejor costumbrismo de nuestra ltieratura ni de las novelas más celebres tampoco de la corriente realista en las literaturas extranjeras (por ejemplo en lengua francesa) Y lo mismo cabe decir, tal y como se refleja en el relato, de la vida en el Madrid de la II República, en algunos de sus barrios más característicos –el Centro, Chamberi, la calle de San Bernardo- fijos para siempre y como milagrosamente intactos en la retina y en la mente del autor, pero que el viento de la guerra (civil) se llevaría inexorablemente como tantas cosas de aquel Madrid antiguo (y efímero y caduco ….) del que no quedaría al final de la guerra civil mas que un montón de ruinas…
Novela autobiografica a la vez, de su autor, Emilio Romero, por lo potente de las confesiones (literarias) que surcan el relato y tambien por el valor testimoniúl que la narración cobra tan a menudo a lo largo de sus páginas : de la guerra civil, de sus primeros momentos en Madrid, y de lo mismo que de la vida en la retaguardia –del tratamiento que se verían reservado los fachas (y sus famillias) en zona roja- y de escenas del frente de lo mas verídicas, en el Alto del Leon por ejemplo, aquel espectáculo (dantesco) de las águilas y de los milanos cebándose con los cadaveres desparramados entre los peñascos en las alturas…O del cuerpo a cuerpo –entre españoles- que sembraria el Alto de cadaveres (« la plazoleta trágica » la llama) : la guerra civil, algunos de sus trances más decisivos, de sus principales batallas, sirven a Emilio Romero de marco o paisaje incomparable de su relato novelesco, donde dar rienda suelta además de una prosa rica y exhuberante -en la descripcion de paisajes, en el hábil diseño de grandes retablos históricos, de lo más grandiosos-, a un lenguaje coloquial de lo más suelto y de lo más castizo (de su tierra...), y a un nivel tambien de erudicion y sabiduria propiamente prodigiosos y de un conocimiento a la vez de nuestra historia más o menos reciente con pocos parangones en las letras de su tiempo, ni siquiera entre los autores más en voga de las ultimas décadas.
La descripcion del célebre bar « Cantabrico » de Valladolid, un lugar de lo más emblematico y más caro a una iconografia de signo falangista –teatro frecuente « nota bene » de los episodios de las novelas guerracivilistas de Francisco Umbral- y de la escena que el autor/protagonista pretende haber visto, de testimonio visual, directo e inmediato, no tienen desperdicio desde luego….Y es que la imagen que Emilio Romero acierta a plasmar de tan célebre local, de campamento o tienda volante y de hospital de los milagros a la vez, me da que tiene tributarios de lo más directos en la literatura sobre la guerra civil en lengua española…y no doy (más) nombres : como en la escena aquella del capitán legionario y su ayudante que se pudren esperando a que los atiendan mientras que el perrito de la vieja señora que se acaba sentando al lado tiene más suerte que ellos, ante lo cual el asistente saca raudo el machete, y ante el desmayo de su dueña deguella al caniche sobre la marcha al tiempo que le pide a voces al camarero que se lo sirva de prisa y corriendo a su capitán « a la parrilla »,…sin que el publico circundante de muestras de darle más importancia a la cosa. A la rueda rueda (en la guerra como en la guerra)
Pero lo más logrado y de mayor impacto a la vez del relato lo es sin duda su última parte –unas cien páginas- con el telon de fondo de la lucha contra el maquis : botón de muestra de una narrativa extraordinaria calidad y la vez fuente histórica y documental del más alto valor, irrreversiblemente anclada (y plantada) en la memoria colectiva. « Pasada nuestra guerra el toro estaba en la plaza y había que lidiarlo » escribe Emilio Romero (op.cit. p. 362)….Y se diria que para bien ilustrar y probar lo que el veterano escritor y periodista queria decir con una frase tan criptica y enigmatica, no deja de explicar y en desarrollar a lo largo de esas páginas la vision que era la suya propia, de una forma panorámica y hasta en los más nimios detalles incluso, de la situacián tan patetica y de indefension casi total que el desenlace de la segunda guerra mundial habia deparado al Regimen surgido de la Victoria (del 39) Lo que deberia acabar contribuyendo decisivamente –más allá de prejuicios y de fobias ideológica de lo más tenaces- al avance de los estudios de psicología colectiva y de historia de las mentalidades de aquel periodo de nuestra historia española que fue el de la (immediata) posguerra europea.
Con el suelo patrio a un tris de la invasion extrajera –la VI Flota americana se desplegaba ya en aguas del puerto de Valencia...- y los vencidos de la vispera afilando ya hoces y cuchillos por doquier –figuradamente al menos- Emilio Romero da muestras de sagacidad y de vision histórica insuperables cuando define a la lucha contra el maquis como un coletazo (el último) de la guerra civil espanola (op. cit. p. 399 )…¿Veridico, autobiografico o folletin novelesco a penas todo lo que cuenta, de tan truculento, tan cruento y a la vez de tanto suspense sobre el tema ? No seré yo quien deja aquí sentada una cuestion tan melindrosa…Porque es cierto que el pasado (remoto) de Emilio Romero, su trayectoria e itinerario en relacion con la guerra civil, fueron en su momento pasto de rumores (y tambien sin duda de calumnias) y en cualquier caso de alguna que otra acusación –en forma de cartas abiertas en la prensa- que a mi me constan…La figura (o « topoi ») del agente doble –o del espia o agente secreto- tiene por otro lado credenciales sin tacha en unaa narrativa del tipo historico contemporánea. Sobre las dos guerras mundiales y en lengua francesa, por ejemplo.
Como quiera que sea, el relato, en el tramo final de la novela, sobre la infiltracion y el desmantelamiento final de todo el maquis asturiano (en 1949…) en una audaz emboscada -coordinada con la Guardia Civil- bajo el disfraz de entrega de armamento a los guerrilleros, que caen al final todos en el cepo, no desmerece en modo alguno de lo mejor y más reciente de la literatura extranjera en la materia y se diria que preanuncia con cuarenta o cincuenta años de adelanto la inflación –de interés, de influencia, y de cotizacion artistica y profesional tambien- que conoce ese universo (hermetico) de los servicios secretos empeñados en misiones especiales –como la muy reciente liberacion de Ingrid Betancourt- en el mundo de nuestros dias. Y como quiera que sea del valor autobiografico o simplemente de novela/ficcion del relato de Emilio Romero, sí habra tenido el acierto de resaltar y poner de relieve el valor sin igual de destinos individuales, muchas veces aislados y actuando por su cuenta y riesgo, que se decidieron en un momento dado –en aquellos años tan plagados de amenazas y tan inciertos- a ponerle el cascabel al gato muchas veces, o por emplear el símil taurino que Emilio Romero utiliza en su novela, a coger el toro por los cuernos de una guerra civil en ascuas, como lo serian aquellos años de la posguerra (a seguir al 45), de maquis (comunista) Y entre aquellos -a gran señor, gran honor- se encontró mi difunto padre.
Emilio Romero, el protagonista de su novela que me diga, no deja de mostrarse y de definirse a lo largo de las paginas, en unos diálogos y en unos análisis y discursos o borradores de discurso teñidos de ideología, como un falangista auténtico fiel a la memoria de Jose Antonio y si se quita la ganga (no demasiada) o el polvo de coyuntura de ciertas formulaciones, jucios y comentarios que en ellos se vierten hoy ya superados y desfasados –no demasiados ya digo-, el lenguaje que se recoge en la novela es perfectamente defendible « hic et nunc », en el momento preciso de la historia europea (y española) en que nos encontramos. Emilio Romero perseguía y buscaba para España desde luego –es lo que a mí al leerle se me antoja- una salida al régimen, una Transicion (con mayusculas) en definitiva : una de las muchas que eran entonces perfectamente plausibles pero que diferian (sensiblemente) de la única que el rey Borbón al final quiso posible….
Una hipótesis que no hace mas que confirmarse si se leen sus celebres "Cartas a un principe" (de 1963) dirigidas al actual monarca y que explica con creces el ostracismo –y la mala imagen- que rodean, desde los tiempos de la transicion precisamente, su memoria en el recuerdo de una mayoria de españoles. Lo que avala con creces además la sinceridad y la credibillidad de las protestas de fidelidad ideológica que acompañaban unas propuestas de cambio politico que fueron panacea de toda una generacion de politicos –la suya propia- y que se verian arrumbadas al cuarto de los trastos viejos, al reino de las tinieblas exteriores, poblao desde la llegada de la democracia (borbónica), de los « ex- » (en politica), de los impresentables, "verbi gratia" de unos muertos/politicamente/hablando, con (muchos) menos derechos politicos hoy por hoy, por lo que se ve, de los que se ven reconocidos en la actual constitucion y de los que gozan hoy por hoy y por regla general una mayoria de españoles….
« La Paz empieza nunca » -para concluir- es además botán de muestra inmejorable de una especie de « textos abandonados » -más o menos perdidos, olvidados o enterrados-, legado (precioso) de la Falange literaria en la que algunos –y sigo sin dar (más) nombres- habrán entrado a saco en provecho propio las ultimas décadas….Un fenomeno de « fagocitaje literario » (José Carlos Mainer) que ya tengo aquí en este blog denunciado y que no tiene parangón hoy por hoy en la literatura comparada (en otras lenguas) Celine, Drieu la Rochelle, Brasillach incluso, Rebatet...por no dar ejemplos más que de literatura del siglo XX en lengua francesa, se ven hoy por hoy entronizados y perfectamente rehabilitados en el panorama de las letras en el país vecino : como lo ilustra el reciente ingreso en la Academia Francesa –y los discursos que le acompañaron- del escritor Dominique Fernandez, de ascendencia hispánica (mejicana), hijo de padre ilustre y a la vez « maldito » (en el recuerdo), a saber, Ramón Fernandez, escritor y crítico literario y cinematografico en la prensa francesa de los años treinta, reo de delito de colaboracion en el 45, y amigo (leal) hasta su muerte -en Paris, al final de la Segunda Guerra Mundial- de la España de Franco.
Emilio Romero (« Gallito ») : convidado de piedra de la almoneda clamorosa y escarnizante con que se saldó el barrenado del sindicalismo vertical tras la llegada (y consolidacion) de la monarquia borbónica, con su sequela inseparable de la tiranía sindical –de unas mafias corruptas, de izquierdas- que el pueblo español y en particular sus clases trabajadoras soportan indefensos desde entonces.
Nobleza obliga el confesar algunos que nos equivocamos...fracasamos que me diga entonces (de buena fe sin duda) buscando una alternativa (cualquiera) al sindicalismo oficial, lo que nunca se quiso posible a seguir a la muerte de Franco : ninguna otra más, en cualquier caso, que la que ofrecia el sindicalismo beligerante de la guerra civil, de la UGT y de las comisiones/obreras.
Emilio Romero (Gallito), escritor de genio, periodista y maestro de periodistas: IN MEMORIAM
(Y en desagravio tambien: ¡qué mal te conocimos, Don Emilio!)
(1): "La paz empieza nunca" de Emilio Romero. Premio Planeta 1956, 11a edicion, Planeta, 1965
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