El Odiar como el Amar es Vivir, y que me perdonen en la Fiscalía. O "vivir muriendo" (como dice Umbral) Una pasion, emoción o sentimiento humano de los que habló en su "Etica" Aristoteles. Por encima del Bien o del Mal, y secuela a menudo de guerra/civil -del 36-, de guerra asimétrica, o de guerra a secas. Y a su vez, con una secuela fatal, la Tristeza, que le sirve de purgativo. Tal como me habra sido dado compobar entre emigrantes españoles, aquí en Bélgica
"Cuando pasan las olas más brillantes,/ cuando fulgen las noches que pasamos en la luna,/el odiador está ahí, el odiador está siempre.../...mordiendo de su odio, un odio viejo, hepático, y atónito, mirándonos..../...Los médicos le dicen que es cáncer, pero él sabe que es odio, sólo odio, que odia para vivir/y va muriendo"
Odio del odiador, de los que "odian". Como una chica española en el atutobús (aquí en Bruselas), que iba hablando de uno -de Aquel?-con una amiga, de lo más divertidas los dos, "lo odié con toda mi alma" concluyó (entre carcajadas). A lo que (metiéndome de improviso en la conversación) respondí, "cuidado con lo que dices, que la Fiscalía no perdona", a lo que (entre risas) me respondio, "ese es peor que la Fiscalía". "Más odiador -del odio me refería- que aquella?", respondí yo, "mucho me extraña" Y me acuerdo de este breve (y divertido) encuentro -todo (a fe mía) menos trivial- y también del poema de Umbral (-"El Odiador"-) figurando al inicio de estas líneas y recogido entre los demás poemas -póstumos en su gran mayoría- de su "Obra poética (19812001), "Planeta de libros" (edición de Miguel García- Posada)
Y lo traigo aqui a lo uno y a lo otro a colación, tratando de resolver o desentrañar el enigma de ese tema o temática -del odio- tan central y dominante (o "hegemónico") en la política española de hoy más aún que en otros países, por mor de democracia se diría. Y por encima o por detrás de todo ello, el que me plantea un emigrante/español -con el que habré venido a coincidir en uno de esos circuitos por los que transito semiforzoso en mi travesía. Como si ese encuentro estuviera marcado en los astros, al cabo o a lo largo de esta dichosa jornada (de expatriación) ya tan larga.
Enigma, el de toda su persona, del extraordinario parecido fisico -o gestual o de expresión o semblante más bien- con mis más próximos allegados, sin ir más lejos con mi (difunto) padre, lo que son las cosas! Enigma de las palabras -frías, arrogantes, desabridas, a fuer de "realistas" (faltaría)- del consejo que me brindó en el primer encuentro (casual) que tuvimos. Yo de pie, sobre la marcha (en aquel centro), él sentado repanchingado en su asiento, como si me estuviera esperando, como si lo tuvieran puesto alli de faccion o centinela, en medio del circuito por el que yo debia pasar, para comerme el coco y el ánimo a base de las lecciones de moral más sabrosas, y del conocimiento del terreno que íbamos pisando los dos, que se tenían a todas luces pateado él y los suyos (emigrantes de los sesenta e icluso de antes, de los cincuenta) -lo que él queria sin duda darme a entender-, mucho antes de que yo llegara (a Bélgica)
De eso y mucho más es el enigma que ese emigrante/español o como ellos a ellos mismos se dicen (belgo/español) no habrá dejado de plantearme a cada vez que me cruzo con él por pasillos o salas de espera o comedor, viéndole venir o de la forma mas inesperada. Pero sobre todo -lo que vengo a querer decir y lo que quiero abordar en esta entrada-, enigma de algo de lo que caí en la cuenta sólo hoy al cabo del enésimo de mis encuentros con ese odiador de compatriota (fatal), entre cajas destempladas. Sin más, sin faltarnos -mutuamente ni por separado- el respeto (estaría bueno!) y en prevención de que la sangre -al cabo del mal/rollo aquél- acabe llegando al rio, lo que se me fue (es cierto) de la cabeza por las buenas al tiempo que daba con la solución de ese enigma que a fuer de insondable tanto me atormentaba. Y era el enigma de la tristeza (sic) que a todas luces cuerpo y alma, todo él, le embargaba.
De tristeza alemana (sic) hablé yo en mi ultimo libro parafraseando lo que leí a Joseph Luns, antiguo secretario (holandés) de la OTAN, como algo que le era incapaz de soportar, decía. Y de tristeza belga (sic) escribió una vez Francisco Umbral de su agudeza proverbial, como parafraseando el titulo -"La pena de Bélgica"- de la obra más importante para ellos tal vez de su literatura contemporánea.
Una tristeza (sic) estrechamente relacionada -a tenor de lo que en esa obra se narraba o daba a entender- con la Segunda Guerra Mundial y su desenlace. Y que transcurre -dato todo menos trivial- en zona belgo/flamenca. Y muchos de sus devotos (como yo) podríamos hablar también -aunque sólo sea con animo, (ay dolor!) de exorcizarla- de tristeza/umbraliana (...)
Y de tristeza española o belgo/española de los emigrante/españoles aquí (como les llamo yo) cabe hablar (también) en toda propiedad: y es la de haber perdido la guerra civil -gaje o lastre fatal se diría de todas las guerras (y más aún de una guerra civil)-, que heredan o que maman desde niños, de padres e hijos in saecula saeculorum . Y ello (mucho) más visible, como no es dificil colegir, de puertas afuera.
Consciente expresándome así de infrigir o hacer añicos el espeso y riguroso tabú al respecto que en los medios oficiales -consulares (y en sus publicaciones)- habrá regido (doy fe) todos los años que llevo aquí (en Bélgica). Y por la secuela fatal -de odio (y resentimiento)- por partida doble, del odio a los vencedores de esa guerra civil (y a sus descendientes) -como en mayor o menor medida de todas las guerras-, y de lo que tuvo de fatal e inevitable la guerra civil aquella, mero capítulo o episodio (como ya lo tengo explicado aqui) de la "guerra civil europea" (1917-1945). Por lo que el espectaculo de tristeza -o de "Triste Figura- de ese odiador (sic) de compatriota me hizo (interiormente) sonreir -y perdonar-, curándome así a la vez de golpe (y mano de santo) de todas mis fobias.
De recoger con una pala las aguas del mar, o de batirse con molinos de viento o levantar al peso un peñasco gigante montaña arriba, cayendo y vuelta a caer, como en el suplicio de Sísifo: eso es lo que tiene de utópico (o distópico, al revés) -y es en el terreno de las pasiones humanas y de los sentimientos por encima del Bien y del Mal estos como aquellas-, el propósito tan laudable y a la vez (según se mire) inicuo y disparatado de combatir el odio (sic) por todos los medios.
Que odiar como el amar es vivir. Lo propio de todas las emociones (sic) y "sentimientos". Y no lo digo sólo yo, sino -en su Tratado de Ética- el mismísimo Aristóteles. "Odio perfecto oderunt illos" reza además el texto biblico (fuera de toda sospecha)
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