lunes, octubre 19, 2015

DRESDE PEGIDA HA VUELTO

Instantánea simbólica, en una atmosfera cargada de magia (y de fantasmas) Más de veinte mil manifestantes según los medios –alemanes y extranjeros- se hallaban concentrados hoy ya entrada la noche en el centro de Dresde la capital barroca sobre el Elba destruida en el 45 de la manera que todos ya saben, en respuesta a la convocatoria del movimiento –anti-Islam- Pégida en el aniversario de su nacimiento. Y no hay que ser alemanes, -entre españoles- para sentir una empatía irresistible con ese movimiento que se esta despertando –de un letargo secular se diría- en Alemania las horas que corren. Aunque sí creo que esa empatía les esté (por propia definición) vedada a los anti-alemanes que aun pululan en la Península (a izquierdas como a derechas). No somos alemanes. Tampoco anti-. ¡Dios nos libre!
PEGIDA ha vuelto Contra todas las perspectivas y pese a todas las apariencias y previsiones (negras) de los agoreros. El movimiento anti-Islam acaba de celebrar otra gran manifestación –todavía en curso mientras escribo estas líneas en Dresde, cuna de su nacimiento. Una gran manifestación multitudinaria con visos de ser la mayor desde los inicios de su trayectoria, porque está claro que los quince o veinte mil asistentes que viene calculando por su cuenta los medios alemanes y extranjeros habría que multiplicarlos varias veces para darnos una idea real y la magnitud de la manifestación y del éxito de la convocatoria.

No somos alemanes, no nos duelan prendas –a pesar de que no pocos españoles lleven nombres o alemanes o germánicos como en el caso del que esto escribe-, tampoco somos “anti-“, eso que quede claro por si les plantea problemas mentales a algunos o “ de conciencia. Francisco Umbral por ejemplo era bastante anti-alemán –o lo acabó siendo (…)-, en eso era injusto y parcial y sectario como en tantas otras cosas.

Porque es sin duda mucho más todo lo que nos une que lo quue no separa con ese pueblo de vieja y rica cultura (europea) Y así por ejemplo el pretender descalificar en el plano histórico o político o ideológico por razón de germanismo (sic) me parece y me pareció siempre amen de tendencioso bastante gratuito y azaroso y peligroso incluso, por el riesgo (serio) aunque solo sea que corrían y corren los anti-de llevarse en pleno rostro los coletazos sorpresa de la Memoria, temible a fuer de laberíntica y –como dijeron los clásicos-, de procelosa. Carlos VI emperador de romanos y de germanos, escogió España para morir, por lo que fuera, algo que debería hacer reflexionar a los más ardientes inquisidores y debeladores de influencias o huellas extranjeras en nuestra alma y en nuestra cultura.

Buenos o malos nuestros gustos son nuestros, dejó escrito un anti-alemán (en sus años jóvenes por lo menos) como mo lo fue Maurras, fuera de toda sospecha. ¿Les tira acaso a algunos más la luminosidad latina y francesa del Midi francés que los bosques umbríos de la Germania irredenta? Están sin duda en su perfecto derecho, pero tampoco podrán vetarnos a otros el que nos siga gustando Alemania, su tierra, sus gentes, sus palacios de la cerveza (grandes y suntuosos como catedrales), su gótico milenario -¡puridad de puridades!-, sus castillos encantados a orillas del Rin y sus ciudades limpias como la patena donde no se ve ni una mota de polvo, y reconstruidas como a golpes de varita mágica tras el holocausto de bombas que se les vino encima en el 45 (por cuenta de la democracia) Y -vaya por descontado- por sus mujeres bellas y esculturales y atléticas.

Y sería negarme a mí mismo si no dijese aquí que una de las raras ocasiones en la que me sentí “en casa” como tal vez en España nunca antes me había sentido fue hace ya muchos años en una viaje que hice en auto stop a Alemania (casi me da vergüenza el decirlo) viviendo yo ya en Bélgica y fue en las inmediaciones de Dusseldorf cuando del coche en el que viajaba me vi depositado a la salida de una autopista pero no fuera del todo, lo que me obligó a transitar todavía un trecho a lo largo de aquella lo que en Alemania –y en los demás países creo- está rigurosamente prohibido, y ya digo que acabé sintiéndome en casa como pocas veces en mi vida antes me lo había sentido tras salir del trance melindrosos aquel en el que me vi metido de pronto, cuando me echó el alto un vehículo de la policía alemana –Polizei-, y tras examinar y controlar (meticulosamente) mi pasaporte español me dieron vía libre, deseándome suerte incluso e indicándome la salida.

¡Ancha es Castilla! Como me lo parecieron -en la eternidad del instante aquél- aquellos cielos altos y aquel horizonte despejado –cargado de promesas?- deambulando por tierras del Rin. Sin duda un eco de algo hondo y telúrico lo que entonces yo allí sentí, y que se piense de mí lo que se quiera.

Por todo eso y mucho mas no puedo dejar de sentir empatía –aunque sin duda discrepe o acabase discrepando en no pocos de sus postulados u planteamientos- con este movimiento que se está despertando –de un sopor secular se diría- en Alemania las horas que corren de respuesta al choque de culturas y al aflujo torrencial y en apariencia incontenible de refugiados, de otros continentes y otras culturas y otras religiones.

2 comentarios:

Rodericus dijo...

¿Se han visto banderas de Israel como en anteriores convocatorias de PGIDA?

Juan Fernandez Krohn dijo...

El clima ideológico del movimiento -con cruces (romanas) a discreción, y demás- respira judeo/critianismo, eso es cierto, Roderico. Y se me antoja que lo uno explique lo otro. Y el pasado comunista de las regiones donde Pegida habrá prendido más, se me antoja que influya un poco también. De todas formas, en fotos recientes no se ve nada de lo que tú dices. Saludos