Primero de Mayo, fiesta del Trabajo o de San José Obrero, según las querencias, tendencias o sensibilidades. Fruto o subproducto, la lucha de clases que alumbró aquél, -así se concibe al menos hoy- y es de la Revolución Industrial, que engendró el mundo distópico (sic) (tanto lo es en verdad como sus horizontes "de futuro"), en el que vivimos (y gemimos) Y así queda todo claro, sin rodeos ni complejos ni tapujos, y es el cómo vivo yo esa fiesta o sea, como un agua fiestas -de una fiesta ajena, extraña-, a años luz de esos festejos, alejado del mundanal ruido. En vencido o perdedor -sin comerlo (casi) ni beberlo-, de la guerra híbrida o asimétrica agazapada y como escondida en la Transición política que alumbró la democracia. Blanco y en botella, como se dice ahora en España. Y eso en cambio, me da lo bastante fuerza interior y libertad y desenvoltura, para analizar todo lo que pasa y está pasando hoy en la crónica de actualidad rabiosa y candente que traduzco en estas entradas. Lo mismo que en el día -a día de hoy, el de mi existencia cotidiana. Cuando parece que todo se para o queda en suspenso en el aire cargado, igual o casi que en otras fiestas en los que tampoco me sentí persona invitada --sino, muy al contrario persona non grata, como en la Fiesta del Armisticio -de la Primera Guerra Mundial-, viviendo yo allí en Bélgica, cuando la rueda como una noria del día a día se para, en honor o homenaje de los ganadores de aquella guerra de hace más de cien años, en la que los míos no tuvieron ni arte ni parte, o en mudo homenaje o tributo de pleitesía (hoy) a la clase trabajadora y a sus fregados y sus batallas.
Y si no estaba claro lo suficiente todo lo que aquí estoy exponiendo, ahí están para corroborarlo los dirigentes sindicales, mayormente herederos o tributarios de las (tristemente) célebres CCOO, con las que mis sendas y senderos nunca se cruzaron, pero que me pesaron quintales (Uff!) como una losa en mi larga trayectoria, de expatriado (a la fuerza), en paro forzoso (y no afiliado), de SDF -sin techo. en francés de Bélgica-, de perseguido y de paria (sin carnet sindical, como debiera).
Que no dominaré (dicen) -o no tanto- todos los secretos de su matemática laboral como una algebra aplicada (la de sus conquistas y sus derechos), pero que en cambio, en premio de todas mis cuitas y fatigas y desgracias, pienso y siento conocer más y mejor por el revés o por dentro la realidad social -y sus márgenes- que todos ellos, en lumpen, desclasado y todo lo que quieran, que no necesito pues de lecciones de moral, de historia, de justicia social o de lo que quieran, En agua fiestas, de los de "Se acabó la fiesta"? Sí y no.
Pero cómo no darse por aludidos en su pancarta primera -de "frenar la Internacional fascista"- en su manifestación (obrera) de hoy, cómo no despertar o seguir despiertos, cuando no vienen más que a recordarnos que estamos o seguimos estando en guerra, se quiera o no se quiera
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