Vista de los sucesos de Elda (24 de febrero 1976) Una huelga insurreccional, en línea con la estrategia de ruptura/democrática, que frustró (por los pelos) la Transición Política. En Elda (emporio de la industria del calzado), como -sólo unos día más tarde, el 3 de marzo-, en una iglesia de Vitoria (*). Y eso es lo que ni a MARTIN VILLA, ni a Manuel FRAGA, aún no se les perdona. Ni en España ni en Argentina
A Rodolfo MARTIN VILLA, me lo crucé, él y yo circulando en solitario, por la avenida LOUISE, en el centro de Bruselas, hace ya algunos años, después, mucho después que se dejara hablar de él y de ocupar las primeras planas de los medios por culpa de la política (a causa de ella, que me diga) Como un (pacífico) transeúnte más, como un jubilado de la política española y desde luego no ofrecía aspecto ninguno -y es la primera impresión la que (más) cuenta- de un perseguido, ni de un hombre agobiado por el peso de la culpa, de un pasado siguiéndole y persiguiéndole a sol y sombra, que es lo que pretenden ahora dar a entender algunos en lo que se asemeja más que a otra cosa, a una caza de brujas. Y a la cabeza de esa jauría -tan ávidos y voraces (y enloquecidos del olor a sangre, como perros de encarne en montería)- figura (que no podía ser menos) se diría, una jueza argentina. María SERVINI DE CUBRÍA. Y además de argentina, para más señas, peronista, sí, pero (y sigo concretando), peronista de la versión (de izquierdas) kirchnerista, del nombre de Cristina KIRCHNER, la antigua presidenta (y esposa del anterior presidente Néstor KIRCHNER): una peronista montonera o sea. Lo que es lo mismo que decir una mujer con un pasado -como diría en la Prensa del corazón, un Jaime PEÑAFIEL. Que tal vez por eso, se interese tanto en el pasado de otros (...). Ocurre entre tanto, desde los inicios de este interminable culebrón, que los tiempos y los vientos cambiaron. Por todas partes y más si cabe, en Argentina.
Y botón de muestra lo ofrece el fenómeno como un vendaval incontenible del ascenso a la presidencia de Javier MILEI (a agarrarse los machos tocan!) De él y de ese mandar/parar -que el nuevo presidente habrá traído consigo- a la narrativa en curso de la historia reciente argentina -de la guerra sucia, de terrorismo anti-terrorismo y demás-, como a modo de parábola o de preanuncio de lo que está empezando a suceder con otra narrativa en paralelo a la argentina, sobre la (interminable) guerra civil española (del 36), y sus últimos y enésimos episodios, tal y como así, la izquierda y el conjunto -salvo raras excepciones de los medios- siguen empeñados en ver y presentar la crónica de actualidad política española de las últimas décadas, Y de entre los principales de aquellos figura en lugar de excepción, la Transición (a la democracia) Una Transición pacífica y sin violencia, tal como así la vieron y quisieron verla el conjunto de los españoles, y como así acabaron por verla los mas irreductibles de los refractarios (entre los que me encuentro) Antes que surgieran voces discrepantes como una bomba de efecto retardado, en lucha contra el tiempo.
Y en esas estamos ahora. Una jueza extranjera -o a lo sumo ex-hispana- empeñada, empecinada en rescribir la historia -la nuestra-, y no sólo, sino en dejar la reescritura sentada por escrito, con fuerza de cosa juzgada. Y así es cómo ver y leer esa inculpación a tantos años ya y a mil leguas del lugar de los autos, de un antiguo ministro del Interior de la Transición, sin parar en mientes, y sin consideración alguna a las figuras de la prescripción, o de la presunción de inocencia (inseparable de una justicia en democracia). Un episodio que viene a demostrar "a contrario" lo pacifico y logrado de la Transición, al precio de evitar por los pelos la ruptura democrática -como ahora la llaman. Y eso es lo que a MARTIN VILLA y a sus subordinados entonces no se les perdona. Cochina envidia! (como se decía en casa) De los presuntos demócratas. En España como en Argentina
(*): A añadir mutatis mutandis, aunque en un idéntico contexto estratégico de Ruptura/democrática, los sucesos de Montejurra (9 de mayo de 1976) de un cariz esencialmente ideológico al contrario que los otros mencionados -de Elda y de Vitoria-, focalizados por su parte en un problema de Orden Público: La deriva progre -léase neo/marxista- en el seno del carlismo (Comunión tradicionalista) de la tendencia partidaria del príncipe Carlos-Hugo, hermano mayor de Sixto-Enrique, líder de la tendencia rival-, y detonante de aquel enfrentamiento, fue influenciada y auspiciada por el nevo ambiente ideológico y político/religioso que trajo consigo el Concilio Vaticano II, y sin él, aquella deriva habría sido impensable e imposible. Todo lo cual acabaría alcanzando un amplio consenso (hoy reinante), dentro y fuera del carlismo