jueves, febrero 02, 2017

IMPLOSIÓN DE LA TFP Y MUERTE DE LA IGLESIA

Don Beltrán (Bertrand) de Orleans y Bragança, hermano de don Luis, jefe de la casa imperial brasileña, y descendientes en linea recta del último emperador del Brasil, es uno de los fundadores sobrevivientes de la TFP, en conflicto abierto con los disidentes que darían nacimiento -con todos los níhil óbstat y plácemes y parabienes eclesiásticos, y pontificios habidos y por haber- a los Heraldos del Evangelio. Tuve ocasión de encontrarme con Don Beltrán en las dos ocasiones que visité las sedes de la TFP en Sao Paulo -marzo del 73 y diciembre del 79-, y la última vez incluso almorzamos juntos. En ambas ocasiones Don Beltrán estuvo deferente y amable conmigo, en claro contraste con la frialdad rayana en la hostilidad -hasta hoy no me llegué a explicar bien el por qué- que me brindaron siempre los miembros de la antena española del movimiento. Hoy del lado de los “disidentes” -y ensotanados (casi todos ellos)
En mi entrada de ayer por una ocurrencia completamente casual -en apariencia al menos- que me vino mientras redactaba mi último articulo con el tema de la patria y del patriotismo, de telon de fondo saqué a relucir a las TPP (s) y su simbología tan llamativa y emblemática que les hizo celebres, más incluso que sus posturas y su trayectoria propiamente dicha. La TFP (años setenta) formó parte del mobiliario ideológico de los años de mi primera juventud como en este blog ya lo tengo evocado con frecuencia, me alejé de ellos en un momento dado es cierto, pero no deja de ser un hecho que gravitaron de cerca sobre mí antes y después de mi gesto de Fátima e incluso cabe decir (de justicia) que sus ideas y planteamientos -y digamos sobre todo su ejemplo- tuvieron no poco que ver en mi actuación de entonces.

Me alejé y desligué mentalmente de ellos progresivamente después y sólo de tarde en tarde me llegaban noticias suyas los años que se siguieron como lo fue la del fallecimiento -de lo que sólo supe años después- de su fundador Plinio Correa de Oliveira (Profesor Plinio para sus discípulos y seguidores) en 1998, y los ecos más tarde también de la escisión o partición del movimiento en dos en lo que vino a ser una autentica implosión, algo de lo que sólo ahora vengo a informarme en detalle-casi veinte años después- movido sin duda a ello por mi artículo de ayer. Y de lo que vengo a saber que los dos grupos principales que resultaron de la implosión llevan desde la muerte del fundador enfrentados en un contencioso enconado en extremo por la apropiación de las siglas del movimiento y del (cuantioso) patrimonio que les legó el fundador.

Moraleja sabrosa -y lo digo sin ánimo de herir o de ofender a nadie- la que le inspira al autor de este blog la implosión de la TFP. Fueron un resurgir insólito y un tanto enigmático y misterioso -fuera del ámbito sociocultural luso/brasileño al menos- de integrismo católico a seguir al concilio vaticano segundo de lo que se les puede considerar precursores antes incluso que Monseñor Lefebvre y su movimiento -de Ecône- que vendría sólo años después.


Con esa retorica clerical ampulosa y anacrónica y su fuerte tufo a antigualla y a cuarto de los trastos viejos -a base del Nuestro Señor (en portugués Nosso Senhor”) y de Nuestra Señora (“Nossa Senhora”) todo el día en la boca-, con ese rigorismo doctrinal y moral rayano en la misoginia que les llevaba – a imagen de su fundador- a referirse a las mujeres y al sexo femenino en general con el término un tanto despectivo -en portugués- y un tanto malsonante a la vez en español de “fasuras”, con esa obsesión, en consonancia con lo anterior -heredada a decir verdad de todo un tradición y un legado socio/cultural propio a los países católicos, pero más marcado y acusado en ellos todavía-, por el sexto/mandamiento que se traducía en un ambiente de alta tensión, en los comportamientos y en la actitud y en el estado de espíritu -y de humor (de una seriedad fuera de lo normal)- habitual de sus miembros, y con el corolario todo ello, digamos que inevitable, de la exaltación que profesaban por el ideal del celibato (opcional) y el menosprecio consiguiente del matrimonio (incluso del matrimonio/indisoluble)

Y es lo que en el plano de la urbanidad y de la apariencia externa se traducía en ellos en un formalismo rayano en lo ridículo en lo forma de vestir -siempre de chaqueta y corbata, chorreándoles el rostro de sudor, aún en pleno mes de agosto madrileño,  - y en sus modales y maneras de relacionarse a base de empeñarse en tratar a todo el mundo de usted, incluso a los próximos -por mor de anti-igualitarismo (sic) contrarrevolucionario-, lo que traía consigo un sinfín de situaciones violentas o embarazosas y les creaba innecesariamente incomprensión y enemistades, como si de tan espirituales y tan prudentes como se pretendían -y tanta retranca y tanto secretismo de los que se jactaban-, ignorasen el arte más elemental de hablar y de comportarse sin herir (innecesariamente) susceptibilidades ajenas. Así fue como yo percibí por lo menos su presencia -y sus labores de proselitismo- entre españoles.

Hoy, con la visión -serena y objetiva- que da todo el tiempo transcurrido (y los diluvios que desde entonces se sucedieron) me pregunto si todo ello no tendría algo que ver con esa barrera cultural tan insoslayable, más profunda si cabe y más insuperable por la cercanía y la vecindad -no sólo geográficas (como un cañón del Colorado en el plano de la psicología individual y colectiva)- entre el ámbito cultural luso/brasilero y el del conjunto de países hispánicos (o ex hispanos) que se veía plasmada así a primera vista en una ceremoniosidad -propia de otras épocas- que chocaba un tanto a ojos de españoles, a los que debía resultarles (a todas luces) una particularidad típicamente luso/brasilera. Dile al justo que todo esta bien, reza la biblia/canónica (fuera de toda sospecha)
“No soy yo sino el profesor Plinio el que vive en mí” Joao Clá Dias, fundador de los Heraldos del Evangelio (al que se atribuyen esas palabras)- que fue secretario personal del profesor Plinio -y portero (sic) de la TFP al decir de sus adversarios- (en la foto de rodillas delante del papa Wojtyla) acabó llevándose el gato al agua, a la muerte del fundador (a base de rezos del rosario y de obediencia/servil al profesor Plinio): el grueso de la militancia, los más jóvenes sobre todo, y el cuantioso patrimonio (sobre todo inmobiliario) que aquel les legaría, y además, el salir ganando -hasta ahora- en los tribunales brasileños por la atribución de la simbología del nombre (de TFP) y demás. La venganza es un plato que se come frío, reza el proverbio chino. Y la venganza le llegó al final de sus días al papa Wojtyla contra un movimiento -y su fundador- que siempre se le resistió y que desconfiaron de él, y que tantos quebraderos de cabeza le darían. Testigos como sea, los socios fundadores (sobrevivientes) de la TFP del itinerario ideológico y espiritual que me llevaría a mi gesto de Fátima
Y de todo lo que acabo de mencionar se pude (y debe) correr un tupido velo de olvido en atención a ese aspecto innegable de autentico y de elocuente y revelador que ofrecieron en vida de su fundador y que salia a relucir más aún si cabe a la muerte de aquél con la implosión del movimiento y todas las vicisitudes (múltiples, mayormente en el plano judicial) que se seguirían -en un cuento de nunca acabar que les lleva a estar ya años a la espera de una decisión final del Tribunal Supremo brasileño-  y del destino y la trayectoria tan dispar de los dos grupos principales que resultarían del estallido de la organización, sobre todo de su rama fundador brasileña.

De un lado, el núcleo en torno de los (ocho) fundadores de los cuales seis quedan aún en vida, octogenarios los mas jóvenes de entre ellos. Entre los cuales, el actual presidente del grupo, “doctor” Adolfo Lindenberg -nonagenario, de ascendencia suiza-, primo del profesor Plinio, arquitecto de profesión, y dueño de una constructora que protagonizó un fenómeno urbanístico atípico y sui géneris -como lo pudo constatar de sus propios ojos (absortos) en visita a las sedes de Sao Paulo el autor de este blog- a mediados de la década de los setenta, de fachadas de estilo suntuoso y señorial que surcaban vistosamente ciertos barrios del centro de aquella urbe brasileña.

Otro de los fundadores supervivientes de la TFP inicial lo es el profesor Paulo Correa de Brito Filho -carioca y hoy octogenario-, al que conocí personalmente durante mi primera visita que les hice (en 1973) que fue el encargado de servirme en aquella ocasión de guía. El grupo de los fundadores, se destacaría por su fidelidad a los postulados más emblemáticos de la TFP en particular su actitud de resistencia al aparato y a la institución eclesiales, por su puesta en entredicho -de forma implícita al menos- de la figura de los papas del concilio -a partir de Pablo VI- y por su rechazo más o menos explicito también del concilio vaticano segundo. Frente a ellos se erguiría otro grupo el de los “disidentes” dirigido por el que fue el secretario personal del Profesor Plinio que acabó levantándose -como reza el viejo refrán español- con el santo y la pena, léase arrastrando tras suyo el grueso de la militancia -los mas jóvenes- y malogrando que al bando opuesto les dieran razón (hasta ahora) los tribunales , y echando así mano al grueso del patrimonio inmobiliario de las asociación, por vía de consecuencia .

De ese grupo disidente surgirían los llamados Heraldos del Evangelio, una pía/unión hoy día (o algo así) de derecho eclesiástico (y pontificio) extendido en no pocos países católicos, España entre ellos. Lo que vendría a ilustrar y simbolizar la evolución de ese grupo de disidentes marcada por un abandono paulatino de toda posturas política -léase político/religiosa- de su fundador y de la organización en su primera fase, para acabar acantonados en lo puramente religioso a favor de una clericalización creciente de sus miembros, de lo que da idea que muchos de ellos acabarían viéndose reducidos al estado sacerdotal, y como lo ilustra sobre todo la trayectoria del heredero o sucesor del fundador que acabaría también ordenándose de sacerdote, y más aún que la trayectoria, lo ilustra la foto suya que circula en la red, hincado de rodillas delante del papa Juan Pablo II (en los últimos años de vida) de aquel pontífice. Lo que cabe glosar como que el papa polaco le ganó por la mano al final -por unos años- la batalla al profesor Plinio que sin llegar nunca a insurgirse abiertamente contra el papa polaco, no le prestó acatamiento nunca ni en publico ni en privado (como así me consta)

Aunque cabe preguntarse si no fue esa actitud prudencial, que se traducía en una ambigüedad innegable -tratando sin duda de evitar a toda costa dificultades canónicas- lo que selló el destino (y la implosión) del movimiento, y lo que llevo a los fundadores a verse desposeídos de su propia obra en nombre del papa de Roma y de la fidelidad -léase de la obediencia/debida- a la institución eclesiástica (y al magisterio) Y en nombre tambien nota bene de la democracia (sic) rehabilitada en la Iglesia por el concilio vaticano segundo, y que los disidentes -ante la ambiguedad (tactica u oportunista) que guardó igualmente y de forma estricta en ese tema el profesor Plinio- habrán esgrimido oportuna y eficazmente en los tribunales civiles del Estado brasileño, oficialmente laico y democrático por cierto (...) El caso se merece también otra moraleja -o lectura como los franceses dicen- a titulo personal de parte del que esto escribe.

Y es que muchos de aquellos militantes tan convencidos y tan fanatizados que todo hay que decir -la mayoría sobre todo del grupo fundador de la rama española-, seguros de detentar las llaves del futuro (próximo o mediato) que conforme a las predicciones -y profecías- de su fundador- auspiciaban un siglo XXI (“el reino de María”) de laicos célibes -en el que a las mujeres la verdad no se sabía bien que sitio ni qué función les cabría- y donde el sacerdocio (católico) se vería superado como algo viejo y obsoleto, habrán acabado decantándose del lado de los disidentes (clericales) y se ven hoy embutidos en esas sotanas de las que se tanto se reían de jóvenes, riéndose (por ejemplo) de mí (y que en el fondo sin duda tanto les atraían) (...)

Para un viaje así querido Sancho no hacía falta tanta heráldica, cabria decir parafraseando al Quijote. De muerte de Dios habló Nietzsche, de muerte de la Iglesia cabría hablar mas de un siglo después. De la que una de los signos mayores lo sería sin duda la implosión de la TFP (¡Vivir para ver, fantasmas míos!)

ADDENDA (19 de abril 2019) Me llega con gran retraso la noticia por internet de la dimisión -el 13 de junio del 2017, cuatro meses después de la publicación de este artículo- del fundador y superior de los Heraldos del Evangelio, Joao (Scognamiglio) Clá Dias, sucesor del profeso Plinio a la cabeza de la TFP en su rama disidente, víctima poco antes de su dimision -lo que se achaca en la noticia que aquí adjunto a haber sido causante de aquella- de un ictus o embolia (cerebral), que habría mermado sus facultades. Y nos quedamos (confiteor) atentos y curiosos de las repercusiones que esa dimisión pueda tener en el discurrir de los citados movimientos, habida cuenta de la mentalidad profetica y milenarista (en cierto sentido al menos) de sus miebros, propensos y proclives acorde con ella a ver en todo lo que acontece señales o premoniciones, como represalias o bendiciones divinas, y mucho más en una causa o motivo de dimisión tan poco trivial como el expuesto, que puede llevar a algunos -de la faccion opuesta a los disidentes por cierto- a ver en ello un castigo del cielo. O de la misma Virgen/santísima (en serio) 

1 comentario:

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