lunes, marzo 22, 2021

UMBRAL ANTE LA HISTORIA

 

Una tan insospechada como autorizada referencia –por su antigüedad y su prestigio- en la obra de Francisco Umbral del que el brillante e inimitable estilo hizo a veces olvidar (a su gran pesar) su pensamiento (histórico) profundo. La que en este blog yo reivindico: Joaquín de Flore, el abad de la Baja Edad Media acusado de milenarismo, hegeliano de derechas con muchos siglos de adelanto, y objeto de rehabilitación en la Italia fascista -y (a través del Mito del Siglo XX de Alfred Rosenberg) en la Alemania nazi-, y tras la posguerra, en el catolicismo y en la Iglesia a seguir al concilio vaticano/segundo

Umbral y la metáfora o el arte de la metáfora. ¿Un artificio apenas, una dura elaboración (sic) en él, como él decía de la prosa de su amigo el vasco –¿aún por romanizar? (….)- Ignacio Aldecoa, y como yo siempre así lo pensé? ¿o algo más, más profundo en esa ristra de descubrimientos uno detrás de otro que me trae  como al caer del día, la recordación (obsesionante al decir de algunos) de su figura, y la relectura repetitiva y sin parar del conjunto de su obra? Es desde luego lo que me viene ipso facto a la mente de la lectura del prólogo -y de la tecla de uno de sus discípulos más aventajados - al “Tiempo reversible” (escrito tipográficamente al revés incluso, el adjetivo), titulo de una de sus obras póstumas (recopilación de hecho de sus más retumbantes artículos), de alguien del que la viuda de Umbral dice (¡“parco” elogio!) ser el único que escribe como escribía él. Y va sólo un frase o un conjunto de ellas de botón de muestra: “En el Mundo rompió a hervir el mejor Umbral. El bucardo que se sabe casi solo por las cumbres” Y más atrás (o antes, en el tiempo): “en la vida transita por los portalones del desamparo y por los salones del éxito, impulsado por una aleación de daños y halagos. Pero al final, si pones los artículos en pie y de seguido al trasluz se aprecia un sistema de espejos desde donde todo se revela mejor y más el revés (para que se entienda) La micembrina literaria (sic) de Umbral es la realidad. En ella están los hallazgos compensatorios de ese  frío que hace siempre  fuera de casa”. Y no sigo. ¿Qué ha dicho, qué quiere decir (“para que se le entienda”) el fiel discípulo (modelo) de alguien al que se reprochó lo que más le dolía, y era que “solo escribía bonito”? Una forma, en suma, antigua y nueva de escribir. De escribir y de pensar (¡ay dolor!) la que traen en la prensa papel y en la red Francisco Umbral y sus mas destacados discípulos. A base de metáforas, una prosa, la suya, no ensayística sino sinestésica como lo apunta certeramente su biógrafa (1), y como lo recogí hace ya tiempo en una de mis entradas. 

Lo que me trae fielmente también a la mente una de mis viejas lecturas de cuando uno era mucho más joven en pleno buceo –y en plena burbuja (….)- entre todo lo que me entraba por los ojos o caía en mis manos, “en mi largo viaje” -hacia la Verdad- (parafraseando igualmente al maestro) Y era de un ensayo teológico, último grito de entonces en ese género de literatura (en lengua francesa) de un público tan selecto y tan exigente (y de límites tan estrechos que casi se podían contar con los dedos) Y de un autor que me obsesionó entonces y durante mucho tiempo, igual que lo hace ahora Umbral que ocupa tanto como ocupó aquél mis divagaciones y pensamientos. Y era de Joaquín de Flore (Baja Edad Media) , autor de moda en el concilio vaticano/segundo –pese a su sospecha de heterodoxia, y a su reputación con más de siete siglos de adelanto (“avant-la-lettre”) de hegeliano (de derechas) (….)-, o más bien sombra enigmática de una presencia mas enigmática aún –como de convidado de piedra- en la reflexiones (y elucubraciones) de aquella augusta asamblea, de quienes una de las figuras estelares de “la nueva teología” que triunfó precisamente allí, confesaba todo el resentimiento (sic) que le inspiraban, él - Joaquín (o Gioacchino) de Flore (o de Fiore)- y su doctrina (o teoría) del Evangelio Eterno, y otras de sus figuras y formulas mas emblemáticas como la de la Tercera Edad -"del Espíritu Santo" (*)- (de la Historia) que llamaron tanto la atención de movimientos hoy completamente muertos y en pleno auge “entonces” –época de entreguerras-. Y todos saben a qué fórmulas y eslóganes, y a quiénes me estoy refiriendo. E ilustración y prueba de lo que aquí decir quiero, viene a ser una reedición –años treinta, en la Italia de entonces (…)- de su obra mas hermética y más inédita, , que cayó en mis manos como al azar residiendo en el marco de la FSSPX- en la Argentina. Y es que la lectura en francés a la que más arriba aludo viene a ser como una vulgarización teológica brillante –lengua francesa obliga- de la obra (en latín) que descubrí antes, o en el terreno mas bien de le exégesis bíblica (evangélica, que me diga) 

De la que retuve o creo que conseguí retener hasta hoy algunas de sus líneas maestras, de las que una de ellas se podría llamar la interpretación metafórica de la Nueva Revelación (o sea del Evangelio), metafórica o lo que es lo mismo decir histórica (sic) como había siempre hecho -en exclusiva- con el Antiguo Testamento la más ortodoxa teología: la (Nueva) Revelación como una metáfora de la Historia (por venir), y viceversa. Concordia (novi et vaeteris), de otra de sus principales figuras maestras. Lo que es lo mismo que decir, como lo dice Umbral, que todo es metáfora (sic), en la realidad y en la Verdad (revelada o no), como en la literatura. Lo que nos da idea de la altura conceptual y del nivel intelectual –del orden de las ideas, con imágenes o sin ellas- de Francisco Umbral, y lo que era uno de los objetivos proclamados de su ansia (febril) de reconocimiento, que no se resignaba a que celebraran en él sólo su forma de escribir, o sea su estilo (inimitable), y que fue –de lo que él mismo escribe- lo que le ganó del que llegó a ser (por un tiempo sólo) su amigo, a saber Santiago Carrillo (que le calificaba de “hombre íntegro”). 

Leí no hace mucho en una discusión digital –de gente joven- sobre Umbral y su obra, y su postura o definición en el terreno de la política –Umbral ¿de izquierdas o de derechas?- la opinión sobre él de alguien tan fuera de sospecha como Vázquez Montalbán, que mencionaba con un aire de sumo respeto (¡cuidado! exclamaba) su “Leyenda del Cesar Visionario”. La que yo mismo de mejor novela (sic) contemporánea en lengua castellana califiqué, y no me arrepiento. Y es porque en ella se ve plasmada emblemáticamente -en extremo- la visión histórica umbraliana, repleta de metáforas (comparaciones -certeras, clarividentes-, o paralelismos, poco importa) (2). Y quién dice historia en Umbral dice historia de la guerra civil española (y también de la otra justo a seguir) (….). Pura metáfora su Leyenda. Y es de esa guerra civil interminable –que denuncio aquí hace ya tanto-, o lo que es lo mismo, de la guerra (a todo arder) de memorias (….) Metáfora de sí mismo, la visión tan de desconcertante –e irritante, ¿para que lo vendría a negar?- por lo anti convencional, por lo desmitificador y (que no falte) por lo transgresora, y por lo (aparentemente) oportunista- de nuestra guerra civil en Francisco Umbral. Y el pensamiento histórico (Geschichte im Denken, Heidegger dixit) subyacente en ella, tan profundo

De alguien en definitiva desgarrado en lo mas hondo, hasta en su propia existencia metafísica se podría decir –por la (vil e infame) denegación de paternidad de su padre biológico (falangista)-, como creo haberlo puesto en claro en el libro que le dediqué: por la guerra civil y sus secuelas, que acabó (en consecuencia) viéndose a si mismo como puente de reconciliación. O como él mismo dice en “La Cita”, uno de sus poemas autobiográficos -y en clave de guerra civil-, como “la cita que tenían con la paz” (óp.cit. pp. 129-130) Y por eso, porque al final comprendí la dirección de su (solitario) caminar, y porque alcancé a agarrar como al vuelo el guante de su desafío (histórico) inaudito, le acabé erigiendo en bandera –y amuleto o talismán- de reconciliación (española)

Y por eso –como lo dije ya en mi libro, y desafiando o desmintiendo lo que dice su glosador en el prologo citado y en su frase final-, yo (sí) te perdono, Paco Umbral

(*): sin olvidar la del Tercer Imperio, en alemán Tercer Reich que tuvo el destino que todos sabemos

(1): "Francisco Umbral. El frío de una vida", Ana Caballé (p.301)

(3): Como cuando dice (y no es más que un ejemplo) que la Revolucion Francesa automilitarizó (sic) al marqués de Sade, y a Rimbaud la Comuna de París (...) (El Tiempo reversible")(p.123)


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