A la derecha de la foto, Manuel FRAGA, Vicepresidente del gobierno, y ministro del Interior en la Transición. "La calle es mía" Una frase (antológica) suya, que va y viene de la mas rabiosa actualidad desde entonces, sin parar. En el 11-M como en los sucesos que marcaron el tardofranquismo y la Transición. Y en la encrespada polémica -surcada de incidentes (y algaradas callejeras) con el colectivo marroquí- que recorre España hoy. Sobre la inmigración
"La calle es mía" (Primero de mayo 1976), dijo Manuel FRAGA, viceprimer ministro y ministro del Interior (léase de la Gobernación) en una de las manifestaciones de protesta tras la muerte de Franco e inicios de la Transición. Y la frase se me quedó. Y la saco a relucir (sólo) ahora tras los (graves) sucesos de la localidad murciana de TORRE-PACHECO que se pueden dividir por dos. Uno, la salvaje agresión en la vía pública a un hombre solo, ya de edad, habitante de la dicha localidad -golpeado y pateado y repateado en el suelo, sobre todo en la cabeza-, captada en video por Internet y enormemente difundida entre la sorpresa y la indignación. Y Dos, la reacción a ese incidente de página de sucesos, por una parte de la población de la localidad movilizada por los llamamientos a salir a la calle en plan de cacería (sic) que habrán dado lugar a serios altercados sin detenidos no obstante (por parte de la Guardia Civil).
Y me recuerda también todo eso a un escrito de Ramiro LEDESMA -tras su salida de FE de las JONS-, donde se distanciaba de la caza al hombre (sic), en el marco de la espiral de violencia (callejera) que desembocaría en la guerra civil (del 36). Y tras visionar los videos que vienen circulando sobre el suceso, de cabeza fría y corazón quieto -o así al menos lo intento-, concluyo analizándolo todo en el marco político o geopolítico de política internacional en el que nos sentimos obligados de enfocar lo que está sucediendo. Y en lo que hay que tener en cuenta un dato sometido a confirmación of course, pero con la ayuda del cual se nos ocurre que se puede entender (y enjuiciar) casi todo y sin ello en cambio no se entiende ni se comprende nada de nada. Y es el rumor de que en el reino de Marruecos se habrían abierto (y limpiado) las cárceles de donde habrían salido en oleadas una masa de presos (y delincuentes) comunes sin más salida y sin más vía o tubo de escape que el cruce del Estrecho, y que son precisamente esos presos sueltos (marroquíes) los que están ocupando las calles y sembrando el caos, la violencia, el odio y la intranquilidad en esa localidad murciana, y en otros pueblos -como en MEDINA DEL CAMPO- a lo ancho y a lo largo de la geografía de la Península. Hoy y ayer como amenazan de seguir haciéndolo (in crescendo) mañana y pasado mañana (...)
Y venciendo la sorpresa y la tentación de escepticismo y de cerrar oídos ante semejante (y aparentemente disparatado) rumor -y despejando a la vez de un manotazo las acusaciones y reproches que ya estoy oyendo de conspiracionismo y de teorías del complot- me cierro en banda y me sujeto a circunspección. Y me mueve a ello una simple cuestión de fechas o calendario y es por venir a cumplirse precisamente ahora el veintitrés aniversario de la toma por parte española de la isla del PEREJIL (16 julio 2002), a las ordenes del entonces jefe del gobierno, José Mari AZNAR, tal como lo recordaba un documental ayer -sobre "la guerra que no fue"- y como yo lo glosaba en la última entrada de este blog.
Enorme en demasía el prestar no obstante oídos a ese rumor? No lo creo, no, si se tiene en cuenta la idea de vindicta (sic) omnipresente en la religión y en la mentalidad musulmanas -tal como aquí ya lo expliqué-, y además, si -bajo ese mismo prisma- se recuerdan también los atentados de Atocha (11 de marzo) bajo el mismo José Mari AZNAR y las alusiones de éste entonces -que algunos no olvidamos y guardamos bien presentes en cambio- a "los desiertos lejanos" -lejanos o cercanos- en sus declaraciones buscando a explicar -y a identificar en sus responsables- la autoría (real) de aquellos terribles atentados, en los que un sector considerable de la opinión pública española vio -y sigue viendo- la mano musulmana -del Sultán de Marruecos-, en respuesta (vindicativa) a la foto de las Azores y a la intervención española en la guerra del IRAK. Y si ese rumor y la hipótesis consiguiente se confirman, ello nos situaría a los españoles ante un grave dilema y es ante la situación de emboscada que tendríamos que afrontar en el concierto de las naciones y en el plano de la política internacional, en el marco todo ello del desafío mayor que nos plantea hoy el contencioso grave y de alcance imprevisible -dividiendo por la mitad a la sociedad española y a su clase política y mediática también-. y me refiero a la inmigración. Por razón nota bene, -no de su cantidad de más o menos "millones" (simples cortinas de humo de los medios)- sino de su origen y de su confesión.
Y un suceso -y con esto ya termino- que podría poner en entredicho todo lo que tengo aquí expuesto y defendido en este artículo, lo son los incidentes del EGIDO (febrero del 2000), léase la explosión de violencia (y de odio), que tuvo lugar en aquella localidad almeriense -del Poniente de la provincia aquella- aun grabadas en la retina -o así me lo pareció -de aquel preso marroquí puesto a cohabitar conmigo en la misma celda de la prisión belga aquella, que a todas luces vivió -de obrero agrícola- aquellos acontecimientos de cerca, que evocó sigiloso y de puntilla delante de mí en cierta ocasión: Lo dicho ALTO A LA INVASION! Y ALTO A LA CAZA AL HOMBRE.. Y que cada uno actúe como crea estar así a la altura de la situación (palabra de Dios)
Sucesos del EJIDO (Almería) (7 febrero 2000) Protestas violentas de la población ante tres asesinatos -a manos de inmigrantes marroquíes empleados en los plásticos de la región- de habitantes de la población aquella, -una joven entre ellos, lo que fue el detonante de la explosión popular. En la cárcel belga -unos meses después (verano del 2000)- tuve que cohabitar -en la misma celda- con un preso marroquí , que a todas luces pasó por allí. No le vi ni le sentí culpable de aquello, sino víctima más bien del choque de culturas (y civilización) que fatalmente nos inflige la inmigración marroquí. La calle es del pueblo? Ahí se demostró que no, o al menos, que e veces, NO
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