jueves, noviembre 26, 2020

NORUEGA Y NUESTRA "PÉRDIDA DEL NORTE"


 

Vidkum Quisling. Principal figura  de la Colaboración en Noruega. En el área anglosajona –y no sólo- su nombre –a seguir (nota bene) a un articulo en “The Times”(…)- se convirtió en sinónimo de “traidor”. “Vae victis!”, hubieran dicho de él los Romanos. Un vencido, y de una nacionalidad además, de un país –Noruega- que arrastraba un pesado contencioso histórico con la Gran Bretaña –y el Imperio británico-  remontándose a las guerras napoleónicas (cuando formaban parte del reino de Dinamarca) Fue fusilado tras verse condenado a muerte, y él también -como el francés Pierre Laval- declaró en el momento de morir que su juicio no había sido ecuánime, y que era inocente (sic) de todos los cargos que se le acusaban. Y reivindicando aquí (abiertamente) su memoria, en este blog, entiende su autor rendir así homenaje a sus propias raíces familiares: a mi bisabuelo materno Johan Krohn, nacido en Bergen y muerto en Madrid (con más de noventa años) durante la guerra civil, después de haberse convertido al catolicismo y adquirido la nacionalidad española –tras muchos años de estancia "allí" (en Sevilla y en Madrid)

 

¡Escandinavia, los vikingos, que viene el coco! Eso es lo que me oía yo mismo exclamar escuchando (atenta, piadosamente, hace ya)  el relato -de sus propias raíces- de una emigrante asturiana en Bélgica que por culpa de mi apellido de Krohn me hacia (a todas luces) sólo español a medias, vamos que no era (yo) -o no me veía (ella)- de ellos (de los suyos) –mirándome y remirándome sin parar, como un bicho raro hasta hacerme (casi) perder el humor (y la paciencia)-, por razón sin duda (entre otras) de su conciencia de “celtitud” –de los celtas- y a la vez, de la memoria de las invasiones vikingas, más fresca y vivaz allí a todas luces que en otras en ciertas regiones españolas (….) “Damnatio memoriae”, una pena de la época del Imperio romano que se diría que los españoles –salvo excepciones- prodigan rumbosos más que ningún otro pueblo de la tierra (….) Que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, o sea que dejemos el tema, porque este articulo quiere ser reivindicativo sobre todo de esa componente nórdica que a igual título que los demás países y pueblos europeos, los españoles llevamos a cuestas, y eso por más que a alguno les perezca –esa filiación “gótica”- un  conjunto de todos lo males sin mezcla de bien alguno, como rezaba del infierno el catecismo de nuestra infancia (católico-romana) Germanos y bereberes, vuelta y dale.

Que algunos -parece que les estoy oyendo- ven en mí una idea fija rayana en la obsesión, de lo nórdico en nuestros genes como en nuestra historia (…) ¿Obsesión, o conciencia o memoria de una (irreparable) perdida? (…) De "la pérdida del centro" reza un lugar común en Filosofía, en Geología, en Geografía, en Historia (de las ideas), en Psicología, Mitología etcétera, etcétera (…) Y de perdida del Norte (sic) cabe hablar también en tratándose de la historia española (…) Lo que tiene una datación mas compleja y  antigua de la que convienen establecer los manuales de historia, como también la memoria colectiva de los españoles que hacen (o hacemos) remontar nuestras más grandes fatalidades históricas a la guerras de Flandes, sin caer en la cuenta –tales aguas tales lodos- que allí, donde se cavó (es cierto) la tumba de nuestro Imperio (por cima de los Pirineos) y donde pari passu se puso el punto final de nuestra presencia como nación por tierras de Europa, fue precisamente a seguir a aquella “guerra nórdica” –de los Siete Años del Norte, de las Tres Coronas(...) (Suecia, Dinamarca Noruega) (etcétera, etcétera (…)- y a la hambruna generalizadas y otra serie de secuelas calamitosas –y apocalípticas- que aquella deparó en estos países/bajos, y que aquella ruptura lo fue para nosotros también en el plano geográfico, y fue en la medida que se venia así a poner fin a aquella ruta -de la Hansa inmortal- que los españoles habían transitado desde tiempos inmemoriales (sin problemas) por el Mar  del Norte y el mar Báltico hasta las honduras de Rusia –la Rus de Kiev, como se le convenía en llamar en aquella época. Un país, el nuestro, amputado de uno de sus polos –el Norte- de gravitación los últimos cuatro o cinco siglos de su historia. Un problema pues, de gravitación –y no de vertebración- que no acertó (trágicamente) a diagnosticar (bien) el propio Ortega (…) Y es que para una toma de conciencia de lo cual sea tal vez preciso –como al autor de estas líneas- largos año de estancia aquí en Bélgica, donde más y más intensamente se acusaron los siglos de presencia española –o de “régimen  español” como por aquí dicen (…)- por los suelos de Europa (…) 

Nórdico pues y español a la vez, por los cuatro costados, así me asumo sin complejos y presto a proclamarlo en voz alta cuando me llegue la hora (…) Y es lo que me hace interesarme en particular en ese capitulo que me diga subcapítulo de la historia de Colaboración –durante la Segunda Guerra Mundial-, en los países escandinavos, mal conocido Europa abajo, como sólo me doy cuenta ahora de ello tratando de descifrarlo y de reivindicarlo por partes iguales (lo confieso) mas fácil que el de su homóloga, la Colaboración en versión francesa: por lo lejana y por eso mismo, más accesible (y cercana) con la perspectiva que da la distancia, ausente para nosotros en otros episodios como lo fueron la Colaboración en Francia o el fascismo en Italia, o la neutralidad –o no beligerancia- española (…) El nacionalsocialismo veía en los países escandinavos el vivero o reserva principal histórica y geográfica de la raza/aria -léase de la cultura de raza/blanca. Y por eso, a la hora de sentarles –como vencidos- en el banquillo de los acusados, concurren en ellos –los nazi/fascistas de los países nórdicos- unas atenuantes (sino exculpatorias en todo o en parte) que no concurren en otros, ya sean del área cultural latina, o eslava o anglosajona. 

Lo mismo cabe decir de la Colaboración en Grecia, otro eslabón crucial -para la filosofía histórica y racial  del nacional/socialismo-, en la génesis o genealogía de la civilización europea (…) Y ahora que aquellos países vienen por unas razones u otras al primer plano de la actualidad, ya sea por razón de la avalancha migratoria –y del peligro inminente de disolución y de perder sus propia identidad- (…)como en Suecia- o de la emergencia sanitaria (anti-Covid) como es el caso en Dinamarca, se me antojó partir una lanza –o una pica- por esos países más cercanos de nosotros de lo que la Vulgata políticamente correcta pone habitualmente en la balanza. Léase del conjunto de los españoles, tengan o no ascendencia (remota o próxima) noruega, o escandinava u -"horresco referens!- alemana  (…)


En España –y no hablo (sólo) de oídas (…)- algunos aficionan sin remedio a arrojar el manto de la infamia (sic) –una pena del Antiguo Régimen- sobre los que se ven víctimas de la vindicta pública, como en este caso, el del Premio Nobel (noruego) de Literatura (1920), Knut Hamsum, figura emblemática de la Colaboración de aquel país escandinavo. Con el que los tribunales de su país fueron no obstante (al final de la guerra) mucho más indulgentes –condenándole a una pena de multa apenas- que nuestros augustos censores o inquisidores. Knut Hamsum, IN MEMORIAM!


 

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