Barrès, padre/fundador del moderno nacionalismo francés -del que Maurras se proclamaba discípulo- va también en en el recuerdo de exponente emblemático de esa pasión/oriental de muchos franceses, que no deja de serlo hacia Siria en gran parte (“país del Levante”), comparable -mutatis mutandis- a la pasión (hispano) americana de algunos españoles. Lo que explica en parte -sin justificarla- la injerencia francesa en un conflicto que no deja de ser antes de nada, como lo fue nuestra guerra del 36, una guerra civil, que no dejan de ser las más trágicas de todas las guerras. Y más aún por la pasión partidista y beligerante que suscitan entre muchos puertas afuera, como fue el caso de la pasión española (sic) de la izquierda española -François Furet- tras el estallido de nuestra guerra civil. Un encaprichamiento y apasionamiento por una guerra que no era la de ellos en resumidas cuentas. Lo que nos impone hoy ciertos deberes de reserva y comedimiento a los no/sirios en relación con la guerra en aquel país. Sin menoscabo alguno no obstante de la posición que venimos invariablemente manteniendo desde los inicios del conflicto. A favor del régimen -legítimo- de Bachar el-Assad por ciertoEl dosier sirio es complejo, no cabe la menor duda, y no obsta en modo alguno al reconocerlo el haber apostado y seguir haciéndolo por uno de los dos bandos en liza desde el comienzo de la guerra civil en aquel país de Oriente próximo como le ocurre al autor de estas líneas. La guerra en Siria habrá sido ante todo una guerra civil, perfectamente comparable pues desde ese punto de vista a nuestra guerra del 36, y resultante del fracaso al nacer de una revolución o una insurrección callejera, igual (mutatis mutandis) que la guerra civil española lo fue del fracaso del Alzamiento del 18 de Julio. Y de todas las guerras, sin duda las mas trágicas lo son las guerra civiles por lo fratricidas, lo intestinas, entre integrantes de un mismo pueblo, de unos beligerantes ligados por lazos de sangre y de lengua y de cultura y de religión o de origen al menos, que trascienden yu atraviesan linea de trincheras.
Y me habrá llamado la atención de unas recientes declaraciones celebrando la caída de Alepo y difundidas en la red del presidente sirio Bachar el-Assad, su énfasis en querer presentar a los sirios como formando parte de un mismo pueblo todos ellos, de una nación siria que su representante supremo niega que se trate -pese a tantos visos o apariencias en contrario- de un país desagregado (sic) Y confieso que me habrán dado hueso duro de roer esas declaraciones de Bachar el-Assad porque van directas al plexo solar por así decir de las dudas e interrogantes que me acometieron de antiguo en relación con nuestra historia española y en particular con la historia de nuestra guerra civil.
Una guerra de dos pueblos (sic) – grosso modo los germanos y bereberes de la formulación joseantoniana, algo de lo que yo sólo vendría a oír hablar mas tarde- tal y como lo expuse, a modo (sólo) de hipótesis y de interrogante en un escrito polémico que difundí en Bruselas en el marco del colegio de bogados (neerlandófono) al que entonces yo pertenecía (primavera del 93) y que me valió la expulsión de aquel organismo y un proceso ruidoso en los tribunales belgas debidamente sazonados por el linchamiento mediático de rigor en los medios al hilo de una serie (interminable) de ellos que se habrán venido sucediendo intermitente en mi trayectoria desde mi gesto de Fatiga.
Y a decir verdad no se puede decir tampoco que la guerra civil desagregase a los españoles o viniese siquiera a revelar un pueblo desagregado (sic) -como a los ojos de Bachar el-Assad sí lo es en cambio el Irak vecino- aunque tampoco creo que que quepa negar que produjo, a modo de subproducto, fenómenos innegables de desagregación en su seno, inseparables de ese otro fenómeno sincrónico o correlativo que conviene en llamar de la guerra civil interminable (o guerra de los Ochenta Años) Como lo lustra el lobby político (de izquierdas) de los oriundos -descendientes de españoles- en Francia o el conjunto de la emigración española en Bélgica- segunda,tercera o cuarta generación, tributarios en su gran mayoría como los oriundos en Francia -descendientes de exiliados en su mayoría estos últimos-, de una memoria de vencidos de la guerra civil (interminable)
Y ese carácter guerra civilista nos impone sin duda a los extranjeros -a los no sirios quiero decir- que venimos siguiendo desde sus inicio nos impone deberes elementales de circunspección y de reserva y de contención o comedimiento, sin menoscabo alguno no obstante de una toma de posición que venimos manteniendo abierta e indefectiblemente desde el principio del conflicto como ya lo tengo aquí señalado. Y es que me habré reconocido no poco en esa exaltación patriota de la que da muestras Bachar el-Assad en sus recientes declaraciones y en la atmósfera de triunfo que de estas se desprende, y es sin duda por la aversión (y ojeriza) instintiva que siempre me produjo esa pasión española (sic) de la izquierda internacional tan frecuente por cima de los Pirineos -entre no/españoles- que el historiador francés ex-marxista François Furet denunciaba en una obra tardía y que hacía remontar a la guerra civil española. Ese espectáculo insufrible para un español -de injerencia inadmisible-que me ofreció tan a menudo el partidismo (en favor de los vencidos l 36) de belgas, franceses alemanes y de otras países a cuento de una guerra civil que no era la de ellos en resumidas cuentas.
Y no cabe duda que para el presidente sirio el mayor desafío lo habrá sido tal vez esa aluvión de yihadistas -y demás voluntarios extranjeros en las filas del bando contrario al suyo, y mas aún si cabe esa apasionamiento y polarización que la guerra de propaganda que ha venido llevando adelante sin descanso los medios de la prensa global -a favor de la rebelión/moderada anti-Assad- habrá suscitado en amplios sectores de la opinión publica a escala del planeta. Y eso es es lo que parece que vienen a ilustrar las dificultades por las que parece atravesar en las últimas horas la operación de evacuación de la población civil atrapada en el reducto de Alepo aun en manos de los rebeldes, de la que parece traslucirse la voluntad clara por parte de las fuerzas del régimen de Assad -a los mas altos niveles del mando- de no dejar escapar (fácilmente) a esos voluntarios extranjeros.
Siria es un país pluriconfesional -al contrario que España que fue hasta no hace mucho el último país oficialmente católico (con la salvedad de Polonia) a escala del planeta. Y por sorprendente que pueda parecer en ese pluralismo confesional -de un mosaico de minorías religiosas en las que la mayoría (relativa) suní no deja de componer na confesión más en paridad con las otras- parece esconder la clave de la unidad indestructible de aquel país de Oriente Próximo que el desenlace de la batalla de Alepo viene a refrendar ahora y como a proclamar y a celebrar a los cuatro vientos. Y ese es sin duda el sentido ultimo de esas declaraciones recientes de Bachar el-Assad ye me habrán movido a reflexión esta últimas horas
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